Mujeres en la migración – Por Stephanie Cabello Cano

2.700

Por Stephanie Cabello Cano *

Cuando una persona decide cruzar las fronteras de su Estado nacional y dejar atrás su lugar de origen, lo hace orillada por diversas razones, entre ellas la búsqueda de mejorar sus condiciones socioeconómicas, protegerse de la violencia o a causa de desastres.

Las personas no emigran solas, llevan consigo símbolos, costumbres y diversos elementos de su territorio que se (reproducen conformando espacios y comunidades transnacionales, o lo que Robert Smith llamaba la “pertenencia más allá de la ciudadanía”; la transnacionalización del sentido de comunidad más allá de las fronteras nacionales, y que tiene implicaciones en las estructuras del fenómeno migratorio.

Hasta hace algunos años, la migración giraba en torno a una dinámica particular, cuando los hombres emigraban, y las mujeres ocupaban el rol de jefas de familia, por lo que se encargaban de las actividades del hogar y el cuidado de los hijos, pero también de la administración de las remesas, insertándose así en la economía y en el proceso de transnacionalización de los espacios.

Durante décadas su papel ha sido esencial para el desarrollo de esas comunidades. Sin embargo, en la actualidad, el papel de las mujeres dentro de las estructuras sociales en el ámbito global se ha ido modificando y, con ello, se han transformado los patrones de la migración, porque las mujeres también migran.

Ahora con frecuencia se habla de la feminización de la migración, que se refiere a la mayor presencia de las mujeres en los flujos migratorios y, pese a que su participación no es una novedad (desde hace más de cuatro décadas han sido alrededor de la mitad de las personas migrantes en el mundo: 47 % en 1960, 49 % en 2010), hoy superan a los hombres en Europa y Norteamérica, aunque la tendencia mundial disminuyó ligeramente del 49 % en 2000 al 48 % en 2015.

En África, Asia y América Latina predominan los hombres aunque, como apunta Canales, en América Latina y el Caribe ha habido una intensa incorporación de las mujeres en términos absolutos, relacionada en parte con que su principal destino es Estados Unidos.

La presencia de las mujeres en la migración se expresa por diversas razones: reunificación familiar, dependencia con algún familiar (esposo, hermanos, hijos), huir de conflictos sociales o de la trata de personas con fines de explotación sexual, inserción laboral, envío de remesas a sus familiares e hijos, violencia intrafamiliar, desplazamientos con fines educativos, búsqueda de refugio, entre otras.

Durante todo el ciclo migratorio —origen, tránsito, destino o retorno—, es mayor la vulnerabilidad de las mujeres y, en el caso de la salud, hay complicaciones prenatales y postnatales, que pueden derivar en mortalidad materna y nacimientos prematuros.

Además, tienen exiguo acceso a servicios de salud sexual reproductiva, y hay obstáculos que impiden su pleno desarrollo dentro de las estructuras sociales a pesar de ocupar posiciones importantes dentro de ellas.

En 2017, al menos 68 millones (42 %) de las personas migrantes eran mujeres trabajadoras.

A pesar de ser una cifra alta, existe una brecha de género en cuanto al acceso a los trabajos mejor remunerados, por ejemplo, ese desequilibrio es más notable en Asia meridional, con 6 millones de hombres frente a 1.3 millones de mujeres, y en los Estados árabes con 19.1 millones de hombres frente a 3.6 millones de mujeres.

La mayoría de ellas se emplea en el sector de servicios, predominantemente como trabajadoras del hogar, de intendencia o en fábricas, talleres o pequeños negocios, en los que, en muchos casos, se encuentran sobre calificadas, y se enfrentan a condiciones precarias y sin acceso a la seguridad social.

Otro factor importante sobre la migración laboral de las mujeres es que algunas pueden tener responsabilidades de cuidado, ya sea de los hijos o de los padres, por lo que aceptan trabajos de tiempo parcial o informales; también está el caso de las que deben hacerse cargo de sus hogares en el origen y envían casi todo su salario en remesas.

En ese sentido, es importante destacar que, en la migración irregular, las mujeres y niñas son el grupo más vulnerable: frecuentemente son víctimas de explotación sexual y trabajos forzados, abusos físicos y laborales, exclusión y marginación. La Base de Datos Colaborativa sobre la Trata de Personas registró entre 2016 y 2017 más de 40 190 víctimas de abuso y trata en 107 países, de las cuales el 54 % fueron mujeres adultas y el 20 % niñas.

Por todo lo anterior, es imprescindible proponer políticas con enfoque de género a través de estudios que analicen la complejidad de la migración femenina. Es necesaria una visión que considere el carácter evolutivo de las estructuras sociales, que evidencien y coloquen el reflector en la importancia de las mujeres, pero también que atiendan de manera integral las vulnerabilidades que impactan en su pleno desarrollo y acceso a derechos económicos, sociales, culturales, entre otros. Un buen paso es hablar del tema, visibilizarlo y actuar en consecuencia.

Es primordial crear y dirigir, cuando menos, programas de atención a la salud durante todo el ciclo migratorio en temas como cáncer cervical, cáncer de seno, enfermedades de transmisión sexual, diabetes, nutrición, salud mental, cuidado prenatal, atención al parto, violencia doméstica, servicios sociales y de salud en general.

Además, la participación de las mujeres en la migración puede traer consigo transformaciones positivas, por ejemplo, cuando retornan contribuyen con su empoderamiento y, en algunos casos, incluso han reducido las brechas de género porque se convierten en promotoras de la igualdad. No obstante, hay brechas entre hombres y mujeres en la migración, y en este escenario estamos obligados a (re)pensar las políticas públicas dirigidas a este tema, pues se debe contar con estrategias que, con una perspectiva de género, garanticen los derechos de las mujeres en la migración, así como su pleno desarrollo y bienestar.El gran reto: lograr que las mujeres migren con igualdad de derechos y con seguridad social.

* Investigadora de la Conferencia Interamericana de Seguridad Social (CISS). Maestrante en Gobierno y Asuntos Públicos con énfasis en políticas públicas por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).


VOLVER

Más notas sobre el tema