La frialdad de AMLO ante Biden: factores explicativos – Por Alejandro Aurrecoechea Villela

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Los conceptos vertidos en esta sección no reflejan necesariamente la línea editorial de Nodal. Consideramos importante que se conozcan porque contribuyen a tener una visión integral de la región.Por Alejandro Aurrecoechea Villela *

La negativa del presidente Andrés Manuel López Obrador (AMLO) de reconocer la victoria de Joe Biden como presidente electo de Estados Unidos fue sorpresiva. Con ello pareció dar validez a los descabellados argumentos de fraude electoral esgrimidos por el presidente Donald Trump. Tal postura fue particularmente inesperada dado que abre la puerta a una situación ríspida con la administración entrante.

Para comprender esta actitud es preciso primero explicar los motivos de la docilidad mostrada por AMLO hacia Trump, un líder que el presidente mexicano había criticado duramente cuando estaba en campaña, incluyendo en su libro «¡Oye Trump! «publicado en 2018.

AMLO tiene una fuerte conciencia histórica que sustenta una lectura particular sobre el papel que Estados Unidos ha desempeñado en la historia de México. Percibe al vecino del norte como una fuerza disruptiva que muchas veces ha intervenido para impedir transformaciones sociales valiosas. Al asumir la presidencia con un amplio mandato en diciembre de 2018, AMLO se enfrentó a la realidad de que el único contrapeso a la consolidación de su programa de gobierno podría ser Estados Unidos.

Dicho esto, AMLO pronto vio en Trump a un líder afín con el que, a pesar de sus grandes diferencias (por un lado, un magnate que cree en la “mano invisible” del mercado y, por el otro, un exluchador social que critica la ambición por el dinero), comparte varias creencias sobre la manera en que se obtiene y preserva el poder político.

Ambos son líderes populistas que han fundamentado su discurso en la crítica de las élites y las instituciones y consolidado su liderazgo con base en un movimiento con lealtad directa a su persona. Otro elemento para entender la simpatía de AMLO por Trump es que ambos mantienen una visión insular y aislacionista con respecto al mundo.

El presidente estadounidense dijo en su toma de posesión que pondría a “Estados Unidos primero” en el entendido de que es “el derecho de todos los países dar prioridad a sus intereses”, mientras que AMLO casi no ha viajado fuera del país y afirma que “la mejor política exterior es una buena política interior”.

En este sentido, AMLO percibió que Trump sería un mandatario que le permitiría mayor libertad para proseguir sin interferencia la ambiciosa agenda de la Cuarta Transformación (que en sus propias palabras “es un cambio de régimen, no de gobierno”).

En términos concretos, el tabasqueño constató que Trump es menos proclive a cuestionar políticas como la violación de contratos en materia energética o la falta de voluntad para cumplir compromisos medioambientales, siempre y cuando se le apoye en temas prioritarios de su agenda como la migración.

Asimismo, anticipó que, como se ha comprobado en los hechos, Trump no está interesado en temas como la promoción de los derechos humanos y la democracia en otros países. Tal postura le facilitaría a AMLO consolidar su agenda, que incluye la concentración de poder en la presidencia con vistas a la implantación de un proyecto político de largo plazo que invalide el regreso del “neoliberalismo” y de las “élites conservadoras”.

Este entendimiento está detrás del inaudito apoyo que AMLO dio a la campaña de Trump en julio durante su visita a Washington. Tal visión también explica porque no ha felicitado a Biden. En el fondo, AMLO teme que el presidente demócrata esté mucho más dispuesto a mantener una política exterior activa que, aunque potencialmente sea benéfica para México en su conjunto, conlleve acciones que obstaculicen la Cuarta Transformación.

Es en este sentido que AMLO exaltó a Trump como alguien que “ha sido muy respetuoso con nosotros y con el que hemos logrado muy buenos acuerdos y le agradecemos porque no ha sido injerencista y nos ha respetado”.

A su vez, evitó felicitar a Biden, no porque crea que eventualmente se revertirá su triunfo, sino para empezar a marcar distancia y plantear una postura defensiva en caso de que el nuevo gobierno estadounidense cuestione elementos clave de su programa de gobierno.

En suma, nos encontramos en el umbral de una etapa potencialmente complicada para las relaciones bilaterales. El que hasta ahora AMLO se haya mostrado dócil a los requerimientos de Trump no descarta que esté dispuesto a asumir rápidamente una actitud de confrontación con el nuevo gobierno estadounidense (que incluso podría, en un escenario extremo, conllevar un estrechamiento de relaciones con gobiernos izquierdistas en el hemisferio).

No debe olvidarse que el objetivo prioritario para AMLO es continuar sin obstáculos la consolidación de su proyecto de Cuarta Transformación, lo que incluye garantizar el triunfo de su partido en las elecciones del próximo año. Así, el establecimiento de relaciones cordiales con el nuevo gobierno estadounidense dependerá de que éste no obstaculice la libertad del presidente mexicano para impulsar el avance de tal objetivo.

*El autor de este análisis es analista y consultor en Asuntos Públicos y Riesgo Político. Twitter: @aurreca

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