Diego Armando Maradona, del Riachuelo para el Mundo – Por Luca Guillén

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Por Luca Guillen *El Shock

Nadie quería que llegue esta noticia. El cielo del conurbano se puso negro, como él. Primero nos miramos todos extrañados; nadie caía, parecía una pesadilla colectiva pero no lo es. El Diego, el más humano de los dioses, partió de este lado. Lo hizo en el mismo suelo en el que nació. Antes fue recibiendo el cariño de todas las hinchadas del fútbol argentino y saludos de personalidades de todo el mundo por su cumpleaños 60. Quedaron pendientes varios partidos de él como entrenador de Gimnasia y Esgrima de la Plata junto con otra cantidad de demostraciones de afecto.

Se fue el mismo día que Fidel Castro, su amigo y a quien llevó tatuado en su pierna.Con Pelusa queda inmortalizada una parte de la argentinidad. El mejor embajador y quién nos puso en el mapa desde el lado más popular.El pibe de Fiorito que nunca olvidó sus orígenes, que con su gambeta y picardía arrebató un partido a los piratas, cien años de perdón. El que se venía jugando por Cuba, Venezuela y por el peronismo. Fiel a sus convicciones y con palabras estridentes, nadie le va a poder criticar que vivió como quiso y que se murió como vivió. El también es un necio como diría Silvio Rodríguez. Se fue el mejor jugador adentro de la cancha y desde su palabra y su acción. Diego Armando Maradona quedará por siempre en la identidad del pueblo argentino gracias a la alegría y el fútbol que brindó.

El pibe de Villa Fiorito

Diego Armando Maradona no nació de un repollo, sino de una villa miseria ubicada en la localidad de Lomas de Zamora. Su nacimiento se dio el 30 de octubre de 1960 en un hospital público Evita. Su origen siempre fue una marca de su personalidad tantas veces criticado y es orgullo de quienes viven en el conurbano.

Su modo de vida, su núcleo familiar, también fue similar al de las miles de personas que, al igual que los Maradona vivieron hacinados en barrios humildes de Buenos Aires. Cómo él mismo alguna vez contó, de chiquito su mamá Tota simulaba dolor de estómago casi todas las noches para no comer y que alcance a alimentar a todos sus hijos. Lo que se dice rascar la olla.

Su pobreza se puede ver en la foto de niño. Su camiseta sucia y su cara con ojos encendidos demuestran que se ilumina cuando la pelota empieza a rodar. Una vez alguien dijo que la cancha de fútbol es el lugar más igualador de todos. Las diferencias de clases sociales quedan de lado. Se destaca el que juega mejor, tengas los botines más nuevos o juegues en patas, va a sobresalir el que juegue mejor. Y fue así que el Diego de Fiorito salió del Riachuelo para el mundo.

Cuando cobró su primer sueldo en Argentinos Juniors llevó a comer a su madre la Doña Tota a una pizzería de Pompeya. Más tarde llevó a su familia de vacaciones a la costa atlántica con una joven Claudia Villafañe. Cuando ya tuvo la plata que ingresa a los jugadores de elite, Maradona le compró no una, sino tres casas a su mamá. Cuando jugó en Boca en su vuelta de Europa el Diego llegaba al entrenamiento con una Ferrari que manejaba con los botines puestos. Otro día llegó con un camión con acoplado.

Su jerga de barrio, su creatividad para inventar frases geniales, la forma de vestirse son remeras deportivas o bermudas hasta en su visita a la Casa Rosada de 2019, ojotas para estar entre casa, su amor por la familia, los videos que compartía escuchando cumbia y hasta llevó a la banda Los del Fuego para su cumpleaños en Dubai. Todos estos fueron elementos que siempre fortalecieron la identificación del pueblo argentino con él.

El velorio fue un festín

Desde la noche del 25 de noviembre miles de personas salieron a despedir a su ídolo máximo. No hubo pandemia que pudiera opacar la conmoción por la muerte de Diego. Grandes y chicos, hombres y mujeres, niños y abuelos salieron de su casa con el barbijo puesto a encontrarse con esa muchedumbre que no sabía bien qué hacer con su dolor por la pérdida del astro. Los puntos fueron la cancha de Argentinos Juniors en el norte de la Ciudad de Buenos Aires, en la famosa Bombonera al sur de la ciudad, el obelisco y la Plaza de Mayo en el centro y en su casa natal de Villa Fiorito al sur de la Provincia de Buenos Aires. La cancha de Ñewells, en Rosario y la cancha de Gimnasia en la Plata. Monumentos, plazas, murales y canchas en todo el país y en todo el mundo se convirtieron en santuarios.

La hinchada de Boca copó la Plaza de Mayo y el ingreso a la Casa Rosada. Desde la madrugada se pudo pasar a despedir el ataúd. No hubo valla que pudiera contener tanto fervor Desde la noche comenzaron algunos encontronazos con la policía y la posterior represión. Durante el día se estima que 2 millones de personas visitaron la plaza aunque, lamentablemente, ya desde las 15 horas se cerraron las puertas por algunos desmanes y luego se desató la lluvia de balas de goma por parte de la policía de la Ciudad de Buenos Aires

Sin embargo, y pese a todo, en la Plaza de Mayo no se olía la tristeza, si bien había rostros con lágrimas; la mayoría se la pasó cantando canciones como “hay que alentar a Maradó, hay que alentarlo hasta la muerte, porque al Diego yo lo quiero”. Remeras de equipos contrarios abrazándose, desconocidos consolándose, personas repartiendo agua, compartiendo anécdotas con el 10 o recuerdos de partidos. En todas se decía lo mismo con distintas palabras, la alegría que Diego le dio al pueblo nadie la puede comparar.

Al Diego lo ama la mayoría, pero no seamos ingenuos que no es TODA la Argentina. A la clase alta de la sociedad Maradona siempre le pareció un “groncho” un “cabecita negra” que “quieren como jugador pero no como persona”. Pobres quienes no se subieron al tren de la alegría maradoneana porque su miedo al pobre se mantuvo hasta cuando este fue rico. Porque nadie de la villa llegó tan lejos como él. Y esa marca la llevó con orgullo, nunca renegó de dónde salió. Hasta sus últimos días el Diego mantuvo la línea del pueblo argentino porque es su carne. Y entre una cosa y otra, salió el sol en su Sur.

* Redactor de NODAL


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