Cansadas de la violencia – La Razón, Bolivia
Los conceptos vertidos en esta sección no reflejan necesariamente la línea editorial de Nodal. Consideramos importante que se conozcan porque contribuyen a tener una visión integral de la región.
El miércoles se ha conmemorado el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer y en muchas ciudades del mundo se ha producido toda clase de manifestaciones, protagonizadas por mujeres, pero no únicamente, reclamando por el derecho de la mitad de la población a vivir libre del miedo, del acoso, de las múltiples manifestaciones del patriarcado moderno.
Iniciada en América Latina, la conmemoración en recuerdo de las hermanas Mirabal, asesinadas en 1960 en República Dominicana, fue reconocida por la Asamblea General de Naciones Unidas en 1999, y desde entonces el organismo multilateral invita cada año a gobiernos, organismos internacionales y organizaciones no gubernamentales a organizar actividades dirigidas a sensibilizar a la opinión pública sobre el problema de la violencia contra las mujeres.
Este año no ha sido la excepción, y en Bolivia, desde la plaza Murillo en la sede de gobierno hasta muchos otros lugares en toda la geografía nacional, se realizaron actos y otras manifestaciones de repudio a la violencia que afecta a las mujeres, y una vez más las autoridades del Estado se comprometieron a luchar por la causa de erradicar ese mal que afecta a más de siete de cada 10 mujeres en algún momento de su vida.
Pero los resultados tardan en llegar. La existencia de más de una ley dirigida a prevenir y sancionar las diferentes formas de violencia contra las mujeres, desde la más evidente, los golpes, hasta las más sutiles, como el privarles de dinero, alimentos o dignidad, no ha servido para detener o siquiera disminuir su práctica. Pareciera, más bien, que estas normas y los muchos discursos que las acompañan han provocado una suerte de reacción machista que se ensaña aún más con las mujeres.
Es porque la boliviana es una sociedad acostumbrada a vivir en violencia (por supuesto, nada comparable con otros países de la región y el mundo), y por esa causa se asume como normal o, peor, natural que los grupos más débiles o vulnerables reciban el mayor peso de esa violencia, la padezcan más y de más formas; de ahí que la doctrina de los Derechos Humanos señala la obligación de priorizar el cuidado de personas de la tercera edad, niños, niñas y adolescentes, personas con discapacidad y otros, además de las mujeres.
Debería ser inaceptable que la mitad de la población humana sea considerada “grupo vulnerable”, y sin embargo es así desde hace milenios; por suerte, ahora, tal vez como nunca antes en la historia, las mujeres (y no pocos varones) están en permanente movilización para cambiar este estado de cosas.
El primer paso es ver las múltiples manifestaciones de violencia que se viven cotidianamente en la sociedad, reconocer que las mujeres son las primeras afectadas por ellas, para luego repudiar tales manifestaciones, activamente, tanto en reacciones, comentarios y publicaciones personales en las redes sociales digitales, como en la vida real, donde cualquier forma de abuso debe ser vista como inaceptable e injustificable.