Un nuevo escenario político para el pueblo guaraní en Bolivia – Por Francisco Méndez Prandini, especial para NODAL

Foto: Francisco Méndez Prandini / IWGIA.
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Un nuevo escenario político para el pueblo guaraní en Bolivia

Por Francisco Méndez Prandini * (desde Santa Cruz de la Sierra).

La comunidad guaraní de Charagua Iyambae vive la consolidación de su autonomía indígena al mismo tiempo que observa con incertidumbre el avance de sectores conservadores. Autonomías, Estado Plurinacional y medio ambiente a la cabeza de la agenda de los indígenas de Tierras Bajas.

De cara a las elecciones presidenciales del 18 de octubre, las naciones indígenas de Bolivia tienen en claro el principal desafío al que se enfrentan más allá de la fórmula que resulte electa: profundizar su participación y protagonismo dentro de las estructuras de gobierno. Luego de décadas en las que la manifestación y la movilización eran la única vía para hacer llegar sus demandas, recién a partir de 1994, con la Ley de Participación Popular, las naciones y pueblos iniciaron su consolidación como sujeto político. Esto significa que la incorporación de indígenas, originarios y campesinos en la dirección de gobierno es relativamente nueva.

A partir de la nueva Constitución Política del Estado aprobada por el voto popular en 2009, la Ley de Régimen Electoral Transitoria creó siete Circunscripciones Especiales Indígena Originario Campesinas que transformaron la composición social y étnica de la Asamblea Legislativa Plurinacional. A diferencia del resto de las bancas legislativas, los escaños indígenas son elegidos en espacios asamblearios dentro de las comunidades y facilitan la participación de los pueblos y naciones ancestrales. En el mismo sentido, la aprobación de las Autonomías Originarias Indígenas Campesinas significó un nuevo paso en la autodeterminación de las naciones indígenas.

El 8 de enero de 2017, Charagua Iyambae se convirtió en la primera autonomía indígena de Bolivia con la posesión del Gobierno Autónomo y el fin del mandato del gobierno municipal. Ubicada al sur del departamento de Santa Cruz, el pueblo guaraní busca ampliar y fortalecer la participación indígena al que apuntan el resto de las naciones.

La autonomía guaraní frente a las elecciones

Demetrio Mariano Vaca, periodista guaraní, celebra el cambio que su comunidad dio en 2017: “Somos conscientes de que este logro es solo un paso hacia una autodeterminación más profunda para los pueblos indígenas”. Foto: Francisco Méndez Prandini.

Para entender lo que se pone en juego para la mayoría de las comunidades de Charagua Iyambae debemos comprender que el contacto y la relación con el Estado también son relativamente recientes para los integrantes de la autonomía. Los más ancianos nunca habían tenido relación directa con una institución ni servicio estatal y, en efecto, recién consiguieron su primer documento de identidad hace 30 años.

A esta nula presencia del Estado, se sumaba la escasa oferta de medios de comunicación que informaran en guaraní sobre los procesos electorales. Demetrio Mariana Vaca, de la comunidad Kuarirenda, Bajo Isoso, recuerda: “Anteriormente, días antes del sufragio llegaban representantes del partido político con coca y alcohol, repartían las papeletas y se marchaban”. Si bien participa en asambleas comunitarias y elige a sus autoridades zonales por medio de la designación directa y sus normas propias, los guaraníes ocupaban roles secundarios en la política nacional.

Ante este panorama, el proceso de constitución de Charagua como Autonomía Indígena, comenzado en 2009, representó un empujón para que los guaraní se involucraran de lleno en la política nacional, a través de cargos en el ejecutivo y tiñendo los parlamentos con una mayor diversidad de ideas e identidades. Esta nueva realidad no reemplazó las prácticas electorales propias, sino que permitió la convivencia de distintas formas de democracia, conformando una participación política plural.

En Charagua, este proceso de autoreconocimiento como actor político activo tuvo mayor impacto en la juventud. A diferencia de los mayores, los jóvenes se apropiaron de estos cambios, herramientas y nuevas atribuciones. Además, naturalizaron la interacción con el Estado a partir de políticas públicas que se materializaron en nuevas escuelas y el acceso a servicios públicos postergados durante décadas. Hoy son las nuevas generaciones las que asumen la necesidad e importancia de formarse como líderes y lideresas indígenas, y proyectarse como cuadros políticos que promuevan sus demandas, su voz y la identidad guaraní. De esta manera, cargan la responsabilidad de consolidar políticas públicas favorables a su pueblo, en un departamento donde se imponen los intereses de los empresarios de la construcción y el agronegocio. Por esta razón, los guaraní tienen una mayor conciencia del calendario electoral y una mayor expectativa por el escenario político que se abrirá con los resultados.

En las elecciones del próximo domingo también entran en juego las conquistas de los pueblos indígenas. Así como el reconocimiento de su identidad y su protagonismo político no estarán en disputa, Wilfredo Justiniano, de la zona de Alto Isoso, espera que la nueva etapa que se abre en Bolivia no incluya ningún retroceso en sus conquistas: “No sabemos qué pasará en nuestras comunidades con el nuevo gobierno. En el departamento de Santa Cruz, muchos hablan de volver a como era antes. Es decir, quieren volver a la República y dejar de ser autonomía. Eso no podemos permitirlo”.

 

Los pueblos indígenas frente a las elecciones

Al igual que la nación guaraní en Charagua, otros pueblos indígenas también han tenido que formarse, en un corto lapso de tiempo, para disputar el terreno político nacional. Todos los movimientos indígenas han madurado durante estas últimas dos décadas y han ido disputando poder con los políticos tradicionales, los empresarios y los movimientos populares no indígenas como los mineros, los campesinos y los obreros.

Wilfredo Justiniano, miembro de la zona Alto Isoso, ve con incertidumbre el panorama del país después de las elecciones a raíz del resurgimiento del racismo en la sociedad boliviana. Foto: Francisco Méndez Prandini / IWGIA

En los últimos meses, los pueblos se reorganizaron para hallar puntos en común y encarar esta elección. “En Charagua, aún vivimos con un gran desconcierto los eventos que sucedieron en noviembre del año pasado. Sentimos también un gran dolor, a partir del accionar de ciertos grupos reaccionarios que nos han humillado, quemando nuestra Wiphala y reviviendo un racismo que era común en el pasado”, comenta Marcelo Alberto Quelca, vecino de Charagua. El movimiento indígena comparte sentimientos de humillación y discriminación que se creía habían superado tras 14 años de gobierno indígena.

Si bien la wiphala es un símbolo de los originarios de tierras altas, los indígenas de tierras bajas manifestaron su solidaridad y se fortaleció la unión entre los pueblos de toda Bolivia. El racismo se expresa especialmente en contra la nación aymara, la etnia a la cual pertenece Evo Morales y provocó la salida de Gonzalo Sánchez de Lozada y la caída del último gobierno neoliberal. Durante noviembre de 2019, a los aymaras se les acusó de llevar la violencia en su idiosincrasia y se los culpó de los enfrentamientos. Incluso los medios y redes sociales justificaron la Masacre de Senkata en El Alto señalando que los manifestantes querían hacer volar con dinamita la planta de gas y combustible de Yacimiento Petrolíferos Fiscales Bolivianos (YPFB) sin registros que sustenten estas versiones.

Desde el Distrito 4 de El Alto, Wenceslao Máquez, del pueblo aymara, afirma: “Debemos profundizar y seguir ampliando nuestra representatividad. Tenemos que ocupar con ojotas, ponchos, vokos y polleras el Parlamento. Si nos señalan y nos llaman rebeldes, transformaremos esa rebeldía en construcción política y crearemos un país inclusivo y con respeto. Esa participación continuará en la obtención de logros políticos, económicos y sociales para nuestras naciones”.

Tanto tierras bajas como tierras altas reconocen que Bolivia necesita de la organización de los indígenas, originarios y campesinos para seguir ocupando lugares en el poder. Si bien la máxima autoridad del país dejará de ser un indígena después de 14 años, el desafío pasa por fortalecer la participación y la autodeterminación, y promover una agenda que renueve el compromiso con el medio ambiente, el reconocimiento de sus territorios y la consolidación de las autonomías.

* Francisco Méndez Prandini es investigador de la Organización Oré, editor general de la revista Paso a Paso y responsable de la Escuela de Periodismo Indígena de Charagua Iyambae.


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