La evasiva cuantificación de la muerte en México: entre la Covid-19 y la violencia – Por Claudia Agostoni, especial para NODAL

Foto: Mario Vázquez / AFP
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Por Claudia Agostoni *

Cotidianamente, los medios masivos de comunicación dan a conocer el número de enfermos, posibles enfermos y fallecimientos provocados por el virus SARS-CoV-2 a lo largo del país, al tiempo en que las medidas de distanciamiento social, la fragilidad de la economía y la incertidumbre generalizada constatan que la contención de los contagios de la Covid -19 difícilmente concluirán a corto plazo. Fue el 28 de febrero cuando se confirmó el primer caso en la ciudad de México, y veinte días después se registró el primer fallecimiento. De entonces a la fecha, 24 de septiembre, las cifras oficiales ofrecen un incremento exponencial: 715 mil casos confirmados y 75,439 muertes, superándose con ello la cifra de 60 mil fallecimientos, la que en junio -de acuerdo con las autoridades- implicaría enfrentar un “escenario catastrófico”. Poco sabemos de la identidad de las más de 75 mil personas que han muerto en los hospitales, lugares de dónde proceden las cifras. Sabemos menos aún de las personas que han muerto en sus hogares, ya que no forman parte de la estadística oficial. Lo que sí sabemos, es que entre más pronunciada sea la marginación y las carencias sociales mayor es la probabilidad de morir a causa de la propagación de enfermedades infecciosas, como laCovid-19, o por enfermedades crónico-degenerativas, lo que ha sido analizado, reafirmado y repetido en numerosos estudios históricos y demográficos.

Es relevante mencionar que las cifras oficiales han sido ampliamente cuestionadas e impugnadas por asociaciones, organismos e instituciones nacionales e internacionales. Las controversias no solo han derivado por el hecho de que México sobresale entre las naciones que menos pruebas aplica a nivel global, sino también por la profunda fragmentación e inequidad que prevalece en el sector salud desde hace décadas. Esto último tal vez contribuya a explicar  por qué México es hasta el momento el cuarto país con más muertes de personal sanitario, y a comprender -de manera muy parcial- uno de los motivos por el que numerosos pacientes optan por no acudir a un hospital, decidiendo atender la progresión de la enfermedad, y tal vez morir, en sus hogares.

Si bien en numerosos países los recuentos oficiales han subestimado el número de enfermos y muertos por la Covid-19, en México la muerte ha sido motivo de cuantificaciones ante todo evasivas durante décadas, lo que ha llevado a una suerte de naturalización de la muerte. En enero de 2019, por ejemplo, un año antes de que la pandemia de Covid-19 comenzara a trastocar con una fuerza y una magnitud desconocida al mundo entero, el gobierno de México -a través del Sistema Nacional de Seguridad Pública (SNSP)- dio a conocer que entre enero y diciembre de ese año se habían cometido 34,582 homicidios a nivel nacional, lo que representó un incremento de 2,5% con respecto a los homicidios cuantificados en 2018, un año calificado como uno de los más violentos de la historia reciente. Y es que desde diciembre de 2006, al militarizarse la guerra contra las drogas, han sido asesinadas por lo menos 275,817 personas. Asimismo, más de 73,201 personas están clasificadas como desaparecidas y se tiene conocimiento de cuando menos 3,978 fosas clandestinas a lo largo del país.

México es, desde hace muchos años, un gran cementerio, una imagen que se enfrenta y contrapone con la internacionalmente conocida celebración del Día de Muertos (1 y 2 noviembre), cuando con altares profusamente iluminados,decorados con papel picado y hermosas flores amarillas, alimentos y bebidas, con música, rimas, burla y devoción se recuerda y se convive con los que ya no están.

Esa visión idílica es eminentemente comercial y recientemente ha sido recreada y reinventada en dos películas particularmente exitosas de la industria cinematográfica. En Spectre 007 (2015) es célebre la escena enteramente rodada en Ciudad de México en la que el agente 007 persigue al “villano” entre gente vestida de muertos y carruajes exuberantes. La otra película que convirtió a las celebraciones del Día de Muertos, que antes tenían lugar en el seno de la familia y sin parafernalia, es la película Coco (2017) de la empresa Pixar que popularizó a nivel mundial la imagen de las piñatas y los juguetes como imagen for export de esa celebración histórica. En ambos casos, la visión idílica de la ficción se contrapone a la dura realidad de la inacción, omisión, complicidad, indiferencia y sistemática violación a los derechos humanos en curso en México. Recientemente, y al margen de los contagios del virus SARS-CoV-2, diferentes colectivos de familiares y organizaciones no gubernamentales, reanudaron la búsqueda de desaparecidos, recorriendo diferentes estados del país, portando picos, palas y cubrebocas frente a una realidad desoladora, en la que la muerte es cotidiana.


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