La cultura latina en Estados Unidos es foco del Festival de Cine Latinoamericano de Biarritz

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Latinos en Estados Unidos son el foco del Festival de Cine Latinoamericano de Biarritz

Por David del Río (desde Biarritz, Francia) para Nodal Cultura

Con la proyección de Ya me voy, una película sobre las dificultades y dudas de un migrante ilegal mexicano en Nueva York para regresar a su país, comenzó el ciclo Latinos in the USA, el tema en foco de esta 29° edición del Festival de cine latinoamericano de Biarritz.

Un total de 9 películas se exhiben en el ciclo que no incluye films sobre los periplos y las odiseas de los migrantes para cruzar la frontera norte de México hacia el “sueño americano”.

“Hemos querido evitar las imágenes que todo el mundo conoce, a través de la televisión. No hemos querido mostrar películas, había muchas, que se han hecho sobre este tema del paso de la frontera de la inmigración clandestina a Estados Unidos” explicó en la inauguración del ciclo el programador del certamen vascofrancés, Nicolas Azalbert

De las nueve películas que se exhibirán hasta el final del festival el próximo fin de semana, cinco de ellas son producciones de Estados Unidos o cuentan con coproducción estadounidense, dos son de México, dos de Chile y dos son argentinas.

La selección está compuesta por: El Viaje de Monalisa de Nicole Costa (Chile), Hermia y Helena de Matias Piñeiro (Argentina), I’m leaving now (Ya me voy) de Lindsey Cordero y Armando Croda (Estados Unidos, México), Memorias del desarrollo de Miguel Coyula (Estados Unidos, Cuba), Nadie nos mira de Julia Solomonoff (Argentina), Rastreador de estatuas de Jerónimo Rodríguez (Chile, Estados Unidos), The Infiltrators de Cristina Ibarra y Alex Rivera (Estados Unidos) y We like it like that de Mathew Ramírez Warren (Estados Unidos). La película mexicana Los Lobos de Samuel Kishi Leopo sobre una familia de una madre y sus dos hijos pequeños que se instalan en Estados Unidos, clausurará el ciclo.

Guatemala en competencia

Esta 29° edición del Festival de cine latinoamericano de Biarritz, uno de los principales del género de Europa, es uno de los pocos en celebrarse en formato estrictamente presencial durante 2020. Como otros festivales, la pandemia ha afectado también al número de invitados latinoamericanos del festival que este año es mucho menor debido a las restricciones a los viajes intercontinentales.

El cine guatemalteco entró en competencia con la película Los fantasmas, ópera prima de Sebastián Lojo, quien presentó y explicó que su idea era hablar de una sociedad guatemalteca postconflicto y de cómo la Guerra Civil ha dejado a Guatemala llena de cicatrices y de cómo contextos y materialidades diferentes están tratando de buscar conexión, muchas veces sin éxito. Los fantasmas es la única película guatemalteca en el festival francés, compite en la sección de Ficción.

En el filme, Koki se gana la vida, de día, como guía turístico en la ciudad de Guatemala. De noche, seduce a hombres y se los lleva a un hotel para robarles. Carlos, un luchador, trabaja como recepcionista en este mismo hotel. Los negocios con Koki se comprometen cuando una noche, agreden a Koki y sale seriamente lastimado.

El director explicó que todo parte de un guion de nueve folios donde están «los huesos estructurales» de la película pero desde el principio, la intención era que “la carne” se encontrara con la vida de los personajes, la mayoría de ellos actores no profesionales. “Los puse, sí, dentro del marco ficcional pero a partir de sus propias vidas. Entonces tenemos como consecuencia que en la película se ven aspectos reales, sus familias, sus casas”, apuntó.

México arriba a Biarritz

El cine mexicano se presentó en Biarritz con las dos películas producidas en ese país que son parte de la competencia oficial de ficción. Se trata de Se escuchan aullidos, de Julio Hernández Cordón, y Selva trágica, de Yulene Olaizola. Ambas fueron proyectadas este miércoles en el principal escenario del festival.

Por su parte el jueves el realizador Bruno Santamaría a Biarritz para presentar su documental Cosas que no hacemos, que impactó en su estreno en Europa. Santamaría aseguró que la película es un proyecto muy personal, que nace de una motivación de estar guardando un secreto con sus padres.

“Estaba buscando un espacio en donde poder compartirlo, mucho más grande que el principal personaje de la película, pero necesitaba poder compartir también temas que tienen que ver con la identidad sexual y secretos con mis padres”, explicó.

El documental pasó previamente, en formato online, por festivales de Canadá, Reino Unido, México y ganó el premio al mejor documental del Festival de Lima. De modo que esta fue su primera proyección en una sala y con público.

La película está situada en El Roblito, un pequeño pueblo de apenas 200 habitantes de la costa Pacífica de México, en la que Arturo no frecuenta los adolescentes de su edad. Prefiere bailar, correr y jugar con niños que no lo rechazan por lo que es. Cuando una muerte violenta viene a enturbiar la aparente tranquilidad del pueblo, Arturo debe armarse de coraje para pedirle a sus padres lo que más anhela: el permiso para vestirse de mujer.

Santamaría nos explicó que cuando empezó a hacer la película, lo primero que hizo fue escribir memorias tratando de encontrar una motivación y aparecieron muchas historias de represión.

“Pensaba que cada una de las historias podía transformarse en algo y de pronto me di cuenta que había algo en común y que habían muchas cosas que no había hecho en la vida y entonces imaginé esta película, el ver como alguien se atreve a hacer algo que no había hecho antes y como se transforma su mirada infantil del mundo porque la realidad le golpea y crece”, añadió.

Con esa motivación, Santamaría se fue lejos de su casa, a Sinaloa, a conocer personas y así llegó a El Roblito donde decidió quedarse. “La película no nació como una motivación para querer resolver mis problemas sino más bien buscando la razón  por la cual hacer una película apareció esa motivación”, precisó.

Agregó que el hecho de conocer a Arturo, que luego se transformó en Dayanara, “me dio la valentía y me sentí motivado para enfrentar mis cosas”.

Sobre la relación con los habitantes de la comunidad, anotó que fueron tres años de trabajo allí, con momentos de miedo al saber que era una zona violenta, “pero desde que llegamos traté de vincularme con toda la comunidad, di clases de video a los niños y así conocí a las familias, papás, mamás, abuelos, proyectamos lo que hicieron los niños y entendieron qué es lo que estaba haciendo”.

El director habló también de la decisión adoptada esta semana en México de suprimir el Fidecine, un fideicomiso de apoyo financiero al cine que ha sido condenado mayoritariamente por el sector cinematográfico mexicanos

“Es una cosa atroz, creo que para la industria del cine en general, pero para la gente joven sobre todo de óperas primas es grave. Ojalá que no, pero es un muro que puede significar incluso la muerte de muchas oportunidades”, aseguró Santamaría al cerrar la charla.

 

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