Julián Macías Tovar, investigador en redes: «La campaña del golpe de Estado en Bolivia fue muy evidente»

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Entrevista a Julián Macías Tovar, investigador en redes

Por Esteban Magnani y Natalia Aruguete

Plan Cóndor 2.0

El escándalo de Cambridge Analytica marcó un antes y un después en la mirada sobre las redes sociales. Su rol en las elecciones presidenciales que pusieron a Donald Trump en la Casa Blanca fue importante y sus recetas se copian aunque esa empresa haya desaparecido. Tovar, uno de los responsables de la campaña digital de Podemos, explica ese entramado.

El escándalo de Cambridge Analytica y su manipulación hipersegmentada de la campaña de Donald Trump conmocionó al sistema político. La manipulación a través de redes sociales que ya se había visto en otros países, golpeó también el corazón de la nación más poderosa del mundo. Pero, ¿alcanzó con cerrar a Cambridge Analytica y multar a Facebook para resolver el problema? No: sociedades de todo el planeta viven la polarización más grande de su historia; incluso, países centrales con instituciones supuestamente fuertes parecen coquetear con una guerra civil. En el resto del mundo, las cosas no van mejor aunque atraen menos atención en los medios internacionales.

Quien viene publicando detalles sobre las operaciones de una densa trama de servicios de inteligencia, think tanks, empresas de comunicación y otros personajes es Julián Macías Tovar, coordinador del sitio Pandemia Digital, un observatorio contra la desinformación digital. Desde operaciones destituyentes en Bolivia hasta la más reciente #NadieConAxel, Tovar analiza las campañas 2.0 que develan mecanismos diseñados para soliviantar a la población y generar climas hostiles. Sus estudios se centran en Twitter, una red que por ser más transparente es más accesible para su análisis que Facebook, que no permite llegar a algunos segmentos de sus publicaciones. Esta plataforma acaba de publicar un informe sobre “actividad inauténtica”, donde apunta a CLS Strategies, una empresa de “comunicaciones” vinculada al centro del poder estadounidense.

–¿Qué significa que Facebook señale a CLS Strategies y un puñado de cuentas cuando hay muchas otras compañías haciendo un trabajo similar?

–Lo primero que salta a la vista es que esa empresa era dirigida –aunque ahora lo borraron– por Mark Feierstein, que fue el director de la USAID (United States Agency for International Development). También estuvo involucrada en los golpes de Estado de Honduras, en 2009, y Paraguay, en 2012, entre otras cosas. Pero además trabajó para el gobierno de los Estados Unidos, en vinculación con Obama y los demócratas.

–¿Qué lectura hace de este reporte de Facebook en este contexto?

–Mi primera lectura es que este anuncio de Facebook es la punta del iceberg. Es como cuando a un narcotraficante lo detienen por un alijo que no representa ni el 0,1% de la droga que ha movido. En segundo lugar, apunta a una empresa concreta, muy relacionada con las acciones de política exterior de los Estados Unidos. Ese anuncio aporta dos elementos: la actuación de esta empresa en varios golpes de Estado y, al mismo tiempo, el hecho de que miembros directivos de esa empresa hayan tenido cargos directivos en organismos públicos. Otro elemento es que, por un lado, Facebook está haciendo lo que debía hacer, sobre todo por las presiones surgidas a partir de la crisis de Cambridge Analytica. De alguna manera se vieron forzados a tener ayuda de fact checkers que detectan estos fraudes. En este caso, recibió la ayuda del Observatorio de la Universidad de Stanford. También han salido fundaciones de gente que trabajaba en Facebook protestando contra esto. Facebook y Twitter nunca hicieron nada para parar esto, pero ahora hacen lavado de imagen porque hay mucha presión. De vez en cuando tienen que mostrar algo.

–Facebook es reconocida por muchos por su acercamiento a los republicanos y Twitter, en cambio, es tildada de ser demócrata.

–Sí, eso se dice, pero también está claro que la política exterior de los Estados Unidos, sobre todo hacia América Latina, no es muy distinta si gobierna un partido político u otro, más allá del tono o la forma. Esto prueba por qué, en la política exterior norteamericana, tiene más peso el sector formado por la CIA y el Pentágono, junto a organismos como la Usaid o NDI, que hacen lo que antes hacía la CIA. Estas agencias en el exterior intentan llevar adelante las políticas que interesan a los Estados Unidos. Aquí no cabe hacer una lectura lineal. En CLS Strategies trabajaba también Roger Noriega, quien fuera subsecretario de Estado durante el gobierno de George Bush y, anteriormente, estuvo con Reagan y fue, además, directivo de la Usaid y representante de los Estados Unidos en la Organización de Estados Americanos (OEA). Hay un tuit en el que Noriega aparece con Feierstein juntos yendo a ver un partido de béisbol. Uno es demócrata y el otro, republicano; ambos ganan mucho dinero trabajando para Estados Unidos. Nunca se sabe si es un cliente local o el Estado o el presidente de Estados Unidos el que realiza este tipo de pedidos. Con respecto a la pregunta, por ahí es una jugada del propio Facebook para demostrar que están todos en lo mismo, como si dijera “siempre nos acusan a los republicanos, pero los demócratas también hacen este tipo de trabajo”. No lo sé, es una teoría un poco loca pero podría ser.

–¿Cómo actúan las “asesorías” en comunicación como la que realiza CLS Strategies?

–Bueno: en primer lugar, gastan millones de euros para crear cuentas falsas parametrizadas para emitir noticias falsas y mensajes de odio. ¿Cómo? Por ejemplo, detecté un montón de cuentas falsas que no solo actúan en Bolivia –con gran fuerza durante el golpe de Estado– y en México, sino además en otros países; eso muestra que esta empresa actúa a través de Facebook, de Twitter y de otras plataformas de manera coordinada. Por los análisis que realicé, es más que evidente que operan siempre con las mismas técnicas: cuentas falsas y mensajes de odio. Ellos o alguien que subcontratan genera miles de cuentas con un sistema automatizado. Eso se nota, entre otras cosas, porque son miles de cuentas con una palabra y ocho dígitos. Al revisar la base de datos de cuentas falsas creadas en Bolivia durante el golpe de estado, aparecieron de manera masiva este tipo de cuentas.

–¿Es una única empresa la que trabaja en esto?

–No, es una red. Siempre aparecen los mismos personajes, las mismas instituciones. Por ejemplo, uno de ellos es José María Aznar, director de Atlantic Council, un think tank asociado a la OTAN que es el principal partner de Facebook para analizar injerencias y campañas de desinformación en la plataforma. Curiosamente, uno de los fundadores de CLS Strategies, Peter Schechter, es el director de Atlantic Council para América Latina. También aparece siempre Atlas Network, una red de organizaciones que “defienden el libre mercado”. Entre los argentinos están Agustín Laje, Javier Milei y todo este entorno neoliberal que no le hace asco a Jorge Rafael Videla, por ejemplo.

–¿Cuál es su objetivo con esta actuación en las redes sociales?

–Su principal objetivo es desbancar a gobiernos que no están alineados con los intereses geopolíticos de los Estados Unidos y poner a los que sí lo están. Para ello usan un método científico que funciona. Cambridge Analytica –que trabajó para que ganase Macri en 2015, como declaró Alexander Nix, CEO de la compañía, en el Parlamento británico– a pesar de ser más conocida, es mucho más pequeña que su matriz SCL Group o que Palantir, una empresa financiada por la CIA. Ambas llevan trabajando durante décadas con los ejércitos de Estados Unidos y Reino Unido, así como con la CIA, el Pentágono y con la colaboración de todas las plataformas digitales para investigar qué procesos comunicacionales interfieren en la conducta de sus usuarios. La estrategia digital que usan es crear una matriz de opinión donde participan periodistas y medios de comunicación alineados o comprados, políticos como Mauricio Macri o Patricia Bullrich del PRO, el sector más de derecha como el partido NOS, y espacios más liberales como Espert, influencers y economistas más asociados a fundaciones de Atlas Network y a la batalla cultural, como el incendiario «El Presto», el economista Milei con un discurso antiprogresista y social, o Agustín Laje, entrenado en Estados Unidos en «contraterrorismo» con un discurso antifeminista y «anticomunista» más acorde a la guerra fría. También hay espacio para cuentas anónimas que yo denomino «trolstars», como chauoperetaK o GordoMonstruo.

–¿Quiénes los contratan?

–Por ejemplo, sabemos que esta empresa firmó contratos con el gobierno de facto de Bolivia el mismo mes que dieron el golpe. También con el gobierno golpista de Honduras y el gobierno fraudulento de Peña Nieto, en 2012. Los contratos son públicos porque en Estados Unidos tienen la obligación de publicarlos cuando se hacen contratos con extranjeros que tienen alguna actividad política. Por supuesto, no dicen “vamos a hacer no sé cuántas cuentas falsas” aunque sí admiten frases del tipo “para mejorar la imagen…”; estos datos sí se publican.

–¿Es posible establecer similitudes y diferencias con las campañas de desestabilización de otras épocas?

–Yo encuentro similitudes con las estrategias de los años 70’, solo que ahora el escenario son las redes sociales. Si vamos para atrás y recordamos la operación Cóndor, encontramos coincidencias. Encontramos el uso de los medios de comunicación, el cabildeo, lo que hacen estas empresas de relaciones públicas. Claramente lo que buscan es comprar influenciadores para que salgan notas informativas en la misma línea y que ello dé fuerza y consistencia a su discurso. La compra de medios por parte de grupos de inversión es una estrategia histórica. En paralelo, forman cuadros. Por ejemplo, los Chicago Boys que en los 70’ ocuparon los ministerios de hacienda en muchos países, se habían formado en Estados Unidos. Ahora, Agustín Laje, por poner otro caso, se formó en contraterrorismo en la National Defense University. Pero no solo Agustín Laje o los cuadros de la fundación Atlas Network fueron entrenados en los Estados Unidos en neurolingüística, en anticomunismo (que ellos llaman antiterrorismo). También hay personajes como Carlos Vecchio, en Venezuela. Parte de su formación consiste en promover movimientos ciudadanos no violentos. Por eso lo denomino “Plan Cóndor 2.0”.

–¿Cuál fue, concretamente, la estrategia digital en Bolivia?

–La campaña del golpe de Estado en Bolivia fue muy evidente, sobre todo porque en Bolivia casi nadie usaba Twitter, apenas el tres o cuatro por ciento de la población. Y en un solo mes más que se duplicó la cantidad de cuentas existentes hasta entonces. Yo tengo una base de noventa y dos mil que siguieron a Añez y a Camacho. Y esas cuentas participaron muy activamente en los hashtags #NoFueGolpeFueFraude, #EvoAsesino y otras etiquetas de ese estilo. Hay dos o tres comportamientos bastante curiosos; todas las figuras que participaron del golpe, como Jeanine Añes, Fernando Camacho, Marco Pumari, Oscar Ortiz, multiplicaron sus seguidores al mismo tiempo. Pumari, por ejemplo, tenía una cuenta con treinta y ocho seguidores y en dos semanas pasó a más de 100.000; lo mismo ocurrió con Tuto Quiroga, Carlos Valverde… todos crecieron en cien mil seguidores. Ese mismo día también las cuentas de Twitter influyentes en México crecieron en cien mil seguidores.

–¿Cuál es el costo de generar tanta agitación y odio en la población incluso para los que terminan tomando el poder? ¿No encuentran todo el sistema quebrado?

-Creo que tener el control del poder de los gobiernos es importante para tomar decisiones que luego se transforman en ganancias o pérdidas económicas. Por muy loca que parezca esta manera de actuar, puede servir para tomar decisiones que los beneficien. El mensaje sería: “Yo te pongo en el gobierno pero seguís mis instrucciones”. Es peligroso porque estas campañas tienen altos niveles de delirio. Cambridge Analytica no era nueva, era la filial estadounidense de SCL Group, una empresa de inteligencia militar que lleva veinte años trabajando con el Ejército de los Estados Unidos, con el Pentágono, con la CIA y con todas las empresas y plataformas digitales. Se especializan en cambiar la conducta humana de acuerdo a los estímulos y mensajes que se dan a la población para usar golpes blandos en lugar de golpes de Estado.

–¿Cómo ve este tipo de comportamiento en la Argentina?

–Se dice que fue con Macri la primera experiencia en la cual Cambridge Analytica hizo una campaña de odio y de noticias falsas en un país tan importante. El tema de la emoción es clave y según la teoría de la posverdad, una vez que has conectado emocionalmente con alguien, a esa persona puedes enviarle cualquier mentira que refuerce esa emoción. Por ejemplo, si logras que una persona odie a las feministas, cualquier contenido de odio, aunque sea mentira, lo va a compartir sin comparar si es cierto o falso. En la serie The loudest Voice se cuenta el caso Roger Ailes y de Fox News. Ailes decía “la gente no quiere informarse; quiere sentirse informada. Quiero que la gente se quede embelesada mirando. Hay que llamar la atención, hay que hacer un reality show”. Puedo decir algo delirante y, de esa forma, lograr que me presten atención a mí y no a los otros. Otra estrategia es provocar al rival para que el otro venga y hable de lo que yo quiero; marcar la agenda del otro. Así logro ponerlos detrás de mí, incluso si se habla de mi locura. Esto se construyó durante muchos años en los que los programas con más audiencia fueron los reality show donde lo que más se premiaba era el insulto, el ataque. Se hizo un barrido ético de lo que está bien. Tiene éxito alguien que se queda por encima, el que no tiene sentimientos, el machote, el prepotente. Eso se va instalando con muchos programas y ellos están copiando ese estilo. Necesitan alguien que llame la atención, por muy loco que parezca; en ese delirio dicen alguno de los mantras que les sirven.

–¿Cree que este tipo de estrategias puede afectar la democracia?

–Estas empresas no solo vulneran las democracias de estos países, sino además los derechos de la ciudadanía al usar sus datos. Nos “hackean” los sentimientos con sus algoritmos. Toda esa tecnología puso a Donald Trump en la Casa Blanca. Muchos decían “este es un loco”, pero después empezaron a utilizar las mismas técnicas en todo el mundo porque resultaba efectiva.

–¿Cree que las empresas de plataformas deberían hacer algo al respecto?

–En Twitter han tocado del algoritmo para lograr más transparencia en las elecciones y darle contexto a los trending topics. Los relaciona, creo, con el lenguaje que usan las cuentas que participan en ese hashtag: si muchas cuentas de las que tuitean ese hashtag hablan de Donald Trump, el algoritmo entiende que son parte de la política estadounidense. Por ejemplo, aquí en España el efecto ha sido bastante curioso: los tuits de Vox, que es el partido de la ultraderecha española, se relacionaron con Hitler. Eso es bastante curioso y bastante gracioso.

–¿Cree que este escenario que describe puede empeorar en los niveles de odio que genere?

–Creo que esto es como una campana de Gauss, tendrá mucho éxito y luego bajará a medida que en la ciudadanía se aclare quiénes son los generadores de contenidos que lanzan mentiras. Es la razón por la que hice el sitio Pandemia Digital, a través del canal de Telegram. Ahí puse herramientas para que quien quiera haga sus análisis, para que la gente vea que quien está detrás de una página de odio es uno de tal partido. Esto es como un rompecabezas de quinientas piezas y yo llego a ver algo porque tengo años juntando las piezas, pero si alguien me escucha pensará “este tipo está majareta” (persona que ha perdido el juicio). Este entramado es tan complejo y estos actores llevan tantos años haciéndolo, que es muy difícil encontrarle un sentido. Esto es igual que una pandemia digital. Es algo que mata sin que lo veas, mata la democracia y llegará a todos los países. Mientras no haya vacuna puede seguir matando. Creo que es la sociedad la que debe ponerse a investigar para encontrar la mejor vacuna que pueda parar esta pandemia.

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