Escenario electoral brasileño: la desunión de la izquierda hace fuerte a la derecha – Por Juraima Almeida

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Los conceptos vertidos en esta sección no reflejan necesariamente la línea editorial de Nodal. Consideramos importante que se conozcan porque contribuyen a tener una visión integral de la región. Por Juraima Almeida

A un mes de la primera ronda de las elecciones municipales en Brasil, cuatro fuerzas políticas principales se presentan en esta disputa: la derecha tradicional, los candidatos ultraderechistas del bolsonarismo, los postulados por los distintos grupos de izquierda y progresistas y los de grupos de centroizquierda

El resultado de las elecciones municipales, ciertamente, se verá influenciado por el choque entre el bolsonarismo y el antibolsonarismo.

Pese a su gestión del coronavirus, los programas de apoyo a las familias necesitadas han ayudado al presidente ultraderechista de Brasil, Jair Bolsonaro a alcanzar una popularidad récord del 40%.. Obviamente, las cosas pueden cambiar.

Mientras, el Ejército brasileño realizó un ejercicio militar sin precedentes en la Amazonia entre el 8 y el 22 de septiembre, que tuve su auge –¿por casualidad cuando el secretario de Estado estadounidens, Mike Pompeo, visitó la región amazónica, el 18 de septiembre.

Casi cuatro mil soldados y oficiales, con un arsenal formidable, que además de tanques, cañones y ametralladoras de alta potencia contaron con lanzacohetes con capacidad de alcanzar blancos a 80 kilómetros de distancia. En el operativo se quemó más de un millón y medio de dólares.

Un demostración más de la política de sumisión a Washington y a Donald Trump, junto a la devastación de la Amazonia para estimular el agronegocio de las trasnacionales. Y esta vez con el riesgo de que el país sea arrastrado a una aventura militar sin precedentes en Sudamérica (¿una invasión a Venezuela, junto con tropas colombianas?), en un juego por demás peligroso.

La pandemia colocó a Brasil en el primer lugar del mundo en número de víctimas en proporción a su población. El desempleo se sitúa por encima del 20% mientras algunos grupos de extrema derecha organizan movilizaciones bizarras contra el derecho al aborto de una niña de diez años.

Po su parte, la clase dominante pone en marcha una nueva ofensiva para imponer una reforma de la Constitución que permita la reducción nominal de los salarios de la administración pública en casi un 25%, además de privatizaciones relámpago, que ya se aplicaron a los servicios sanitarios básicos. Ahora van por el correo y Electrobrás, la distribuidora estatal de energía eléctrica.

Para nadie es un secreto que en el gobierno se repite un patrón de corrupción crónica mientras las investigaciones se acercan peligrosamente a Jair Bolsonaro luego del encarcelamiento de Fabrício Queiroz, su histórico asesor y socio.

Mientras tanto, la guerra abierta entre cárteles criminales en los morros de Río de Janeiro se desarrolla en el marco de tiroteos que duran horas y que siguen cobrándo vidas inocentes, y los incendios en el Pantanal y en la frontera agrícola del Amazonas alcanzan dimensiones inéditas.

Este es el contexto de los últimos dos meses en un Brasil sombrío y muy triste que toma cada triunfo de su selección de fútbol como la celebración de la independencia.

Oportunamente, Bolsonaro calificó a la Covid-19 como una pequeña gripe y dijo que había que enfrentarse a ella como un hombre y no como un niño. Afirmó que las medidas de aislamiento son para los débiles y protestó enfadado contra los confinamientos. Se enfrentó a los gobernadores de los estados e incluso su propio exministro de Sanidad atacó su gestión de la pandemia.

La desunión del antibolsonarismo

Sin embargo, en la mayoría de las capitales no ha sido posible lograr un Frente de Izquierda. Los intereses específicos de las partes prevalecieron: el PT lucha por mantener su declinante hegemonía en la izquierda; el PCdoB batalla por sobrevivir y el PSOL busca mantener una dinámica de crecimiento con nombre propio.

La opción preferencial de la burguesía y la derecha tradicional son el Partido Democrático Brasileño (DEM), Partido de la Social Democracia Brasileña ( PSDB), el Movimiento Democrático Brasileño (DB) y los partidos del Centrão, oportunistas parlamentarios que trafican votos por cargos. Desde la ultraderecha, otro grupo está integrado por candidatos bolsonaristas y de la extrema derecha, distribuidos en varias siglas (alquiladas, prestadas).
El tercer conglomerado es el de las candidaturas de la izquierda (Partido Solidario (PSOL), Partido de los Trabajadores (PT), Partido Comunista do Brasil (PCdoB), Unidade Popular (UP), Partido Socialista dos Trabalhadores Unificado (PSTU) y Partido Comunista Brasileiro (PCB).
A ellos se suman las candidaturas del centroizquierda (Partido Democratico Trabalhista (PDT), Partido de la Socialdemocracia Brasileña (PSDB) y Rede Sustentabilidade (REDE).
La disputa política en las ciudades se produce en un contexto en el que la pandemia, sigue sin control, infectando a decenas de miles de personas y cobrándose cientos de vidas cada día, junto a una galopante crisis social, caracterizada por el alto desempleo que alcanza al 20 por ciento, el aumento de la inflación de los alimentos y la reducción a la mitad de la ayuda de emergencia pagada a 57 millones de brasileños.

En un momento en que Bolsonaro abraza la «vieja» política, pactando con el Centrão en el Congreso y con los ministros del Supremo Tribunal Federal, la lucha de la izquierda contra el bolsonismo y la derecha tradicional en las elecciones municipales adquiere aún más importancia.

Las encuestas de opinión muestran que, a pesar del reciente aumento de la popularidad- que alcanzó el 40 por ciento-, el rechazo a Bolsonaro es alto en varias capitales. En Sao Paulo, la mayor ciudad del país, la gestión de Bolsonaro es considerada mala o pésima por el 48%, mientras que el 27% la considera excelente o buena.

En Salvador, el índice de mala y pésima alcanza el 62%. En Porto Alegre, el 50% rechaza al gobierno. En Florianópolis, 47%; y en Recife, 43%.

Pero hay capitales donde la aprobación de Bolsonaro es alta. En Curitiba, el 40% de los votantes consideran que el gobierno es entre excelente o bueno. En Goiânia, el 44% evalúa positivamente a Bolsonaro. En João Pessoa, el 43%. En Maceió, el gobierno también tiene resultados positivos.

Y también hay capitales divididas en la evaluación de Bolsonaro. En Belo Horizonte, el 41% evalúa al gobierno como malo o pésimo, mientras que el 39% lo considera muy bueno o bueno. En Río de Janeiro, el 38% lo rechaza, contra el 34% que lo aprueba. En Natal, hay un 39% de rechazo y un 37% de aprobación.

En las ciudades donde Bolsonaro es rechazado por la mayoría, hay espacio para la victoria de las candidaturas que se oponen al gobierno.

Según los sondeos, antes del inicio de la campaña electoral en la televisión y la radio, la situación actual es que la izquierda lidera en tres capitales: en Belém, con Edmilson Rodrigues (PSOL); en Porto Alegre, con Manuela D’Ávila (PCdoB); y en Vitória, con João Coser (PT), y aparece en segundo lugar en dos capitales, en Fortaleza, con Luizianne Lins, y en Recife, con Marília Arraes, ambas del PT.

Cabe mencionar que en Sao Paulo, ciudad de 11 millones de habitantes, donde las contradicciones entre el capital y el trabajo en el espacio urbano se expresan brutalmente, la intensa dinámica de la campaña de Guilherme Boulos (PSOL) puede sorprender y disputar el pasaje al segundo turno.

Boulos está ligado a la lucha por la vivienda y la historia de resistencia y conquistas del Movimiento de los Trabajadores Sin Techo, y el hecho de que, programáticamente, la campaña del PSOL se posicione de forma radical en defensa de una ciudad para la clase trabajadora y el pueblo pobre, tiene una enorme importancia.

La centroizquierda, organizado en torno al proyecto de Ciro Gomes, lidera en Recife, con João Campos, y en Macapá, con Capi, ambos del PSB. La derecha tradicional, dirigida por el DEM, el PSDB y el MDB, que se articulan en torno a Rodrigo Maia en el Congreso Nacional, lidera en al menos siete capitales.

El DEM está a la cabeza con Gean Loreiro en Florianópolis (44%); Rafael Greca, también alcalde (47%) en Curitiba; Bruno Reis en Salvador (43%), con el apoyo del actual alcalde ACM Neto, y Eduardo Paes, ex alcalde de Río de Janeiro (27%). En Belo Horizonte, el actual alcalde, Kalil, del PSD Kassab, lidera con el 58%.

Bolsonaristas declarados, a su vez, lideran en tres capitales, según los sondeos: en Sao Paulo, con Russomano (republicanos); en Fortaleza, con el Capitán Wagner (PROS); y con Eduardo Braide (Podemos) en São Luis.

Falta un mes para las elecciones municipales brasileñas. Antes se realizarán las presidenciales estadounidenses y, quizá, la situación pudiera cambiar con el triunfo del demócrata (por el partido, no por sus convicciones) Joe Biden.

* Investigadora brasileña, analista asociada al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, www.estrategia.la)


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