Chile y la farsa del plebiscito – Por Esteban Zapata

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Por Esteban Zapata *

Chile “celebrará” el 25 de octubre un plebiscito que puede cambiar para siempre la exitosa historia de este país. Los chilenos votarán si quieren o no cambiar la Constitución de 1980 (reformada en 2005) y cómo se escribirá la nueva constitución si gana el ‘apruebo’: a través de una convención constituyente o con una convención mixta.

Hay que aclarar una cosa: este plebiscito fue impuesto a los chilenos gracias a los episodios de octubre y noviembre pasados. Los grupos violentos de izquierda que quemaron 80 estaciones del Metro de Santiago, saquearon supermercados, destruyeron más de 1 000 monumentos y quemaron cerca de 30 iglesias católicas y evangélicas, han sido recompensados con esta aberración que nadie pidió y que los políticos, en un acuerdo que realizaron el 15 de noviembre, decidieron hacer por su propia cuenta.

Un peligroso fraude del progresismo

Lo cierto es que el plebiscito es un fraude por donde se le mire. La clase alta progresista y los políticos son los más beneficiados con el cambio constitucional y están desesperados por realizar la consulta a costa de la salud de los chilenos. Chile sigue teniendo cerca de 1 800 casos de coronavirus diarios y 10 capitales regionales siguen en cuarentena.

Esto se nota aún más en la franja electoral televisiva, donde el sector del ‘apruebo’ ha invitado a los políticos y a la clase alta a participar. Por su parte, el sector del rechazo está compuesto por conservadores y libertarios que han estado en contra desde el día uno del falso estallido social. Este grupo ha tenido gente que perdió su trabajo producto de los saqueos, mujeres que sufrieron violencia por parte de la izquierda, así como grupos homosexuales de derecha que fueron agredidos por no identificarse con el identitarismo progresista. Todos ellos han sido atacados por la izquierda radical.

¿Por qué estos dos grupos son los beneficiados? La clase alta saca mayor provecho de una constitución de derechos sociales. Así, impiden que la clase media tenga las mismas riquezas que ellos. Paradójicamente, son ellos los que hablan de desigualdad. Y además, los políticos de izquierda siempre han querido cambiar la Constitución, utilizando reductio ad pinochetum para criticarla. Algunas versiones indican que la Constitución ya está escrita de antemano. Por eso, estos dos sectores necesitan mentir para engañar a la gente.

Mentira #1: «La nueva constitución la hará el pueblo»

Una de las mentiras que se han contado en estos meses es que el pueblo chileno escribirá la nueva constitución y lo hará en democracia. No como las anteriores que se hicieron a puertas cerradas y sin el “pueblo”. La señora “Juanita” y don “Lucho”, por fin tendrán una constitución digna de derechos sociales y ellos serán parte integral de la redacción. Recordemos que según el sector de izquierda, la Constitución actual fue creada para los oligarcas y los millonarios.

La verdad es que ni la señora Juanita y don Lucho no escribirán nada. Lo harán los políticos de todo el espectro. Varios de los candidatos a ser constituyentes son políticos que no tienen un puesto en el Congreso y ven con buenos ojos tener nuevamente un sueldo millonario y una cuota de poder. En efecto, los constituyentes ganarán lo mismo que un diputado.

¿Y si eres independiente y quieres ser parte de la convención? Las reglas no te lo permiten. Debes reunir 20 000 firmas para ser candidato. De lo contrario, el registro electoral no te acepta. Está claro: el proceso constituyente está diseñado para los partidos políticos y no para la gente. El acuerdo del 15 de noviembre, llamado «acuerdo por la paz» por parte de los políticos, fue sólo una maniobra para acrecentar su poder.

Mentira #2: «La nueva constitución garantizará derechos».

Otro engaño. Dicen que la nueva constitución le otorgará salud, educación, vivienda, pensiones e igualdad a los chilenos. También terminará con la sequía, subirá los impuestos a los más ricos. Convertirá a Chile en Suecia, Nueva Zelanda y Australia pero sin tener la cultura de estos países. En efecto, la izquierda cree que la constitución es una especie de lista de supermercado donde todo está garantizado si se escribe en un papel, lo cual no es cierto.

El verdadero objetivo de una constitución debe ser entregarle libertades a la gente y limitar el poder del Estado. Una constitución de derechos sociales, al estilo de Venezuela, es una fantasía que a corto y a largo plazo sólo genera falsas expectativas y crea pobreza. La izquierda necesita un Estado omnipotente y omnipresente. Para tal fin, necesita convencer a las personas que ellos tienen derechos inalienables y que esto no se ha podido logar por culpa de la derecha, el «neoliberalismo» y Pinochet.

Lo cierto es que la odiada Constitución del 80 efectivamente garantiza que las personas nacen libres e iguales en dignidad y derechos (artículo 1). También protege el derecho a la vida, salud y a la educación (artículo 19). La izquierda -y los políticos en general- utilizan la ignorancia de la gente a su favor para engañar a los chilenos con que ahora si se tendrá estos derechos y que el Estado los garantizará, lo cual sabemos que es falso.

El triunfo del ‘apruebo’ desestabilizará al continente

Una de las consecuencias de ganar el ‘apruebo’ es que no solamente convertirá a Chile en la nueva víctima del socialismo sino que también creará réplicas en todo el continente, tratando de recrear el éxito de la revolución socialista del 18 de octubre. Las condiciones que propiciaron el nivel de violencia que vivió Chile están presentes en varios países de Latinoamérica y la chispa no será la “desigualdad”, sino que será lo que pase este 25 de octubre.

Chile vivió una revolución. En primer lugar, elitista, creada por la clase alta de línea progresista y de izquierda radical, pertenecientes a partidos como el Comunista o el Frente Amplio, que estudian en universidades. Y en segundo lugar, nihilista, al creer que todo es opresión, poder y privilegio. Por eso, los jóvenes entran en modo anti-sistema y deciden quemar y destruir todo por delante. Estos movimientos no son de pueblo, sino que representan una nueva forma de revolución: una élite universitaria quiere reemplazar a la élite actual.

Los acontecimientos de Chile antecedieron a las protestas de este año que se han visto en EEUU, Reino Unido, Australia, Canadá y Francia y que también ocurrieron en Colombia el 9 de septiembre, lo que demuestra lo que los analistas han predicho que iba a pasar: las ideas de la izquierda radical (Teoría Crítica y Post-Modernismo) que antes estaban encerradas y contenidas en las universidades saldrán ahora a la calle y se convertirán en mainstream.

Conclusión

El plebiscito que cambiará o no la Constitución es la mayor farsa que ha ocurrido en la historia de Chile. La nueva constitución no resolverá los problemas que causaron los políticos y sus leyes populistas e innecesarias. Votar ‘rechazo’ se convirtió en una necesidad para salvar al país de la miseria que se viene con una constitución que nadie quiere. Además, el rechazo desafía a la élite política, que está convencida que ganará el 25 de octubre. Teniendo presente el plebiscito de Colombia del 2016 -en la que poca gente participó y ganó la opción que supuestamente iba a perder-, es muy probable que en Chile, se repita el mismo suceso.

* Liberal clásico egresado de la Universidad de la Frontera de Chile como biomédico.

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