Inestabilidad en el gobierno – Página Siete, Bolivia

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Los conceptos vertidos en esta sección no reflejan necesariamente la línea editorial de Nodal. Consideramos importante que se conozcan porque contribuyen a tener una visión integral de la región.

El gobierno de Jeanine Añez nació con amplio respaldo popular porque emergió de una movilización ciudadana que sacó a Evo Morales del poder. Sin embargo, el desgaste llegaría más pronto que tarde, primero por la candidatura presidencial de la mandataria, segundo por la gestión deficiente de la pandemia y, por último, por la crisis interna del gobierno, que incluye actos de corrupción y ahora también peleas públicas entre ministros.

Si bien era un gobierno transitorio, cuya duración no debía superar los seis meses, a efectos de la pandemia está cerca de cumplir un año en el poder y, con el pasar de los días, da muestras de mayor inestabilidad.

Después de la declinatoria de la candidatura de Añez, se esperaba que el gobierno aplacara sus demonios y se enfilara con sobriedad a la transición, sin embargo, la reciente crisis de gabinete es una muestra de que la situación en vez de mejorar, empeora.

Lo ocurrido en los últimos días es de extrema gravedad porque la salida de Óscar Ortiz del Ministerio de Economía y del gobierno ha develado que quien gobierna en el país es el ministro de Gobierno, Arturo Murillo, más allá de las atribuciones de su cartera.

Ortiz es un peso pesado de Demócratas, el partido que sustentó al gobierno de Añez, y fue también una pieza clave de la transición, primero en la Asamblea Legislativa, donde jugó un rol importante en la convocatoria a elecciones y en la designación de vocales electorales, y luego en el Ministerio de Economía, donde permaneció menos de tres meses.

Pese a esas credenciales, Ortiz fue destituido de una forma humillante. Según dijo, la Presidenta no tuvo la gentileza de llamarlo para comunicarle su decisión. Él aclaró que no renunció a su cargo y estableció con claridad que su salida tiene que ver con la actuación de Murillo en el caso Elfec y en el estilo que éste tiene de administrar el Estado, muy parecido a Evo Morales.

Tras su alejamiento, dos ministros más de Demócratas, Óscar Mercado, de Trabajo, y Abel Martínez, de Desarrollo Productivo, dimitieron a sus puestos, dejando al gobierno sin respaldo partidario de ningún tipo. El asunto no es menor porque si hubiera segunda vuelta electoral, este gobierno se quedará hasta diciembre con escasos controles, al arbitrio de Murillo y el entorno de Añez.

Ortiz ha denunciado, por ejemplo, que el Ministro de Gobierno pretende comprar camionetas por 35 millones de bolivianos, pese a que su entrega está prevista para el año próximo. Lo lógico, ha dicho Ortiz y tiene razón, es que el nuevo gobierno se haga cargo de esa adquisición. Eso al margen de la ya conocida denuncia de que se pretende devolver las acciones de Elfec a los trabajadores y a Comteco, pese a que con ello se avalarán irregularidades cometidas en su adquisición.

La reciente crisis de gabinete ha demostrado, una vez más, que este es un gobierno volátil. Hasta ahora se han contabilizado 34 ministros en la gestión de Añez y 17 cambios en total. Solo siete ministros permanecen en sus cargos desde el inicio de la gestión.

Los mayores cambios han ocurrido en el área económica y en Salud. Por ejemplo, en Desarrollo Productivo ya hubo cuatro ministros, mientras que en las carteras de Planificación, Economía, Minería y Salud ya asumieron tres ministros en cada una.

Para un gobierno de transición ya es complicado hacer gestión porque su periodo es corto, pero si a eso se le agregan constantes cambios de gabinete, entonces la administración del Estado puede volverse caótica.

A Añez le ha tocado ser presidenta en una gestión crítica, primero porque tuvo que lidiar con los grupos violentos del MAS que no aceptaban la salida de Evo Morales del poder y segundo por el coronavirus.

Ella, en vez de rodearse de los mejores hombres y mujeres para gobernar sin sobresaltos, agregó conflictividad al país con su candidatura y con un equipo que, en vez de trabajar por la transición, estaba enfocado en el objetivo electoral. La volatilidad tiene que ver con eso y con la gestión accidentada del gobierno.

Página Siete


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