En los últimos seis meses Perú tuvo más muertes que en 20 años de conflicto armado

2.025

Covid-19 en Perú: Pandemia ya deja más muertos que la guerra con Sendero Luminoso

Por Fernando Gimeno

Perú suma en seis meses de pandemia más de 70.000 muertos, un número superior a las víctimas que, durante veinte años (1980-2000), dejó la sanguinaria violencia del conflicto armado interno causado por las organizaciones subversivas Sendero Luminoso y Movimiento Revolucionario Túpac Amaru (MRTA).

Es el nuevo y macabro hito de Perú en esta crisis sanitaria, al haber visto morir en medio año más personas que las 69.000 que se estima que se cobró el enfrentamiento entre el Estado y los subversivos, según la estimación más alta que realizó la Comisión de la Verdad y la Reconciliación (CVR) en su informe final.

Agosto fue el cuarto mes consecutivo que cerró con más de 25.000 muertos a nivel nacional, más del doble que lo habitual antes de la pandemia, según figura en el Sistema Nacional de Defunciones (Sinadef), registro que se ha vuelto el mayor barómetro de esta tragedia nacional.

Los dos meses anteriores (marzo y abril) también superaron con mucho las cifras medias de defunciones.

Con ese ritmo mensual de fallecimientos, y sin ser un evento bélico, los seis meses de emergencia han superado el saldo mortal de cualquier guerra o conflicto bélico en 199 años de independencia de Perú, incluida la cruenta Guerra del Pacífico contra Chile (1879-1884) que tanto marcó la historia republicana con unas 18.000 muertes.

AUMENTO DE 120 % DE DECESOS

Desde marzo, cuando se conoció el primer caso de coronavirus en Perú, han fallecido en total unas 125.000 personas por cualquier causa, lo que supone un 120 % más que los decesos registrados en el mismo periodo de los dos años anteriores.

Ese exceso de muertes asciende ya a más de 70.000 personas fallecidas, de las que apenas 29.000 son decesos confirmados por covid-19, lo que hace de Perú el primer país del mundo en mortalidad por coronavirus al promediar 88 muertes por cada 100.000 habitantes.

De los 44.000 restantes, hay unas 11.000 consignadas como sospechosas de coronavirus por el Centro Nacional de Epidemiología, Prevención y Control de Enfermedades del Ministerio de Salud, pero aún quedan otras 18.000 muertes inusuales sin explicar.

Pese a que solo pueden figurar como confirmados aquellos fallecidos que han dado positivo a una prueba de descarte de covid-19, el Gobierno peruano está revisando desde junio cada muerte para poder acercarse lo antes posible a la cifra real de muertos por el coronavirus.

Solo el número de muertes confirmadas hasta ahora por el virus SARS-CoV-2 es ya superior a la cifra de víctimas documentadas que dejó el conflicto interno, que asciende a unas 25.000 identificadas.

UNA MASACRE DIARIA

Desde finales de mayo los fallecimientos diarios por coronavirus no bajan del centenar y hasta hace poco rondaban los 200 cada jornada, un número superior a cualquiera de los peores episodios de violencia protagonizada por Sendero Luminoso, el MRTA o las fuerzas armadas.

Hace casi tres meses que en Perú mueren a diario por covid-19 más personas que las 117 que perdieron la vida en 1984 en la masacre de Soras, la mayor matanza atribuida a Sendero Luminoso en sus numerosas venganzas terroristas contra los pueblos de los Andes que no se sumaban a su lucha armada.

También es un número superior a las al menos 109 personas cuyos restos fueron hallados cerca del cuartel Los Cabitos, el mayor centro de torturas, ejecuciones extrajudiciales y desapariciones que practicaron sistemáticamente las fuerzas armadas entre numerosos episodios de violaciones a los derechos humanos.

CIENTOS DE POLICÍAS Y MÉDICOS MUERTOS

Estos crímenes tampoco alcanzan por separado para igualar el número de médicos fallecidos por covid-19 en Perú, que alcanza ya los 155, y menos aún para los policías que perecieron a causa del virus, que suman ya más de 400, más de la mitad de los casi 700 policías perecidos en el conflicto interno, según la CVR.

Las masacres del periodo de violencia acontecido en Perú hay que multiplicarlas por seis para alcanzar la magnitud de muertes diarias que ha reportado el Sinadef en el peor momento de la pandemia, con un pico máximo de casi 700 en un solo día.

No obstante, este nivel de fallecimientos diarios está descendiendo desde hace tres semanas, una señal de que el ritmo de decesos en estos seis meses de pandemia está regresando paulatinamente a los niveles previos a la emergencia.

MATANZA MULTIPLICADA POR DIEZ

Otro capítulo emblemático del conflicto interno fue la matanza en 1983 de ocho periodistas en el caserío de Uchuraccay, en la región de Ayacucho, en el sur de Perú, a manos de una turba que supuestamente los confundió con ‘senderistas’.

La pérdida de estos profesionales de la información equivale en número a apenas una décima parte de los al menos 82 periodistas que han fallecido por covid-19 en estos últimos seis meses en Perú, según el registro de la Asociación Nacional de Periodistas (ANP).

De esos periodistas fallecidos por coronavirus, 35 se contagiaron presuntamente mientras ejercían su trabajo con la misión de informar sobre la misma pandemia.

Aunque no hay una cifra oficial de indígenas fallecidos en el país por la covid-19, las organizaciones de nativos apuntan a casi 400, una pérdida que en este caso aún no llega a los 6.000 asháninkas y machiguengas que se estima que murieron perseguidos por Sendero Luminoso o esclavizados en los campos de trabajos forzosos que los insurgentes instalaron en la selva de Perú.

REUNIDOS EN CEMENTERIOS

Víctimas de la crisis sanitaria del covid-19 y del conflicto armado interno de Perú coinciden ahora en los colapsados cementerios como el de Mártires 19 de julio, ubicado en el distrito de Comas, ubicado en el cono norte de Lima.

Allí hace décadas descansan los restos de víctimas del conflicto interno, aunque ya no existe el mausoleo que hasta hace poco albergaba a varios ‘senderistas’ muertos durante la brutal represión al motín de la cárcel de El Frontón en 1986, derruido para que no se convirtiese en un monumento de peregrinación y apología terrorista.

Ahora los nichos y tumbas apenas esperan para ser ocupados. Se construyen y cavan horas antes de que lleguen los cuerpos y se celebre el funeral entre los cerros secos de este rincón de la capital peruana y en medio de una permanente neblina que se acumula entre las laderas en esta época invernal.

La abrumadora cantidad de fallecidos hace que las escenas de dolor para dar el último adiós se hayan multiplicado sin que se vislumbre aún la luz al final de un túnel.

Los contagios siguen creciendo y ya son más de 647.000 confirmados, lo que hace de Perú el quinto país del mundo y el segundo de Latinoamérica con más casos confirmados.

Crónica Viva


Perú: 29,259 muertos y 663,437infectados con el coronavirus al 2 de setiembre de 2020

Este miércoles se registraron 191 decesos a causa del coronavirus COVID-19, cifra que nuevamente se aproxima al promedio de 200 de los puntos más críticos de la pandemia.

Con los nuevos datos el  acumulado al 2 de setiembre de 2020 es de 29,259 fallecidos desde la llegada del virus al Perú, informa el Ministerio de Salud (Minsa).

En la jornada previa se tomaron 23,677 pruebas, por debajo de las 30,000 a que se alcanza en las últimas semanas. Se detectaron 2,175 infectados, a los cuales se añaden 4,133 casos que no habían sido registrados durante la semana, en total son 6,308 nuevos casos confirmados, mientras que el acumulado es de 663,437 contagios.

Personas muestreadas: 3,256,711

Resultados negativos: 2,593,274

Casos confirmados: 663,437

A la fecha, se tienen 11,830 pacientes hospitalizados, de los cuales, 1,500 se encuentran en UCI con ventilación mecánica.

Del total de casos confirmados, a la fecha, 480,177 personas cumplieron su período de aislamiento domiciliario o fueron dados de alta de un establecimiento de salud.

Con Nuestro Perú


El coronavirus cambia los rituales mortuorios en Perú: los muertos ya no descansan bajo tierra, sino en sus casas

Por Franklin Briceño

En la sala de su casa de madera, Joselyn García le habla a su madre, la saluda por las mañanas y le cuenta cómo le va vendiendo ropa por internet. Le habla como si pudiera oírla, como si estuviera ahí; pero no, el coronavirus se la llevó, en Lima, Perú.

No importa, le habla a la urna de mármol que guarda las cenizas de su madre, María Cochachín, frente a la cual enciende todos los días dos velas rojas. Y le habla, y le habla…

«Es como un desahogo», dice Joselyn, de 25 años, hija única de la difunta, quien por décadas limpió las oficinas más importantes del Ministerio de Economía de Perú.

Joselyn García junto a la urna con los restos de su mamá. Foto: AP

En un país acostumbrado a colocar a sus muertos bajo tierra desde la época prehispánica, incluso durante cualquier epidemia previa, la aparición de urnas en las casas es un acontecimiento nuevo para Perú.

Para las familias que se han quedado con las cenizas de sus seres queridos, los rituales mortuorios han cambiado y la sala o alguno de los cuartos de las casas son el nuevo camposanto para recordar a sus muertos, para hablarles.

Con la irrupción del virus en marzo, y a petición de las autoridades que buscaban evitar algún posible contagio e impedir que los cementerios quedaran copados, los cadáveres comenzaron a incinerarse por decenas, cientos, miles.

«No hay un precedente para esto», dijo Christopher Heaney, profesor de historia de la universidad estatal de Pennsylvania y experto en ritos fúnebres de los Andes.

Los entierros en Perú datan de épocas previas a los Incas. Tras la conquista española los muertos se inhumaron dentro o cerca de iglesias y hospitales, y desde el siglo XIX en cementerios.

No hay evidencias sobre quemar cadáveres durante epidemias en Perú. Enterrar fue la tendencia incluso cuando una epidemia de cólera en 1991 mató a casi 3.000.

La orden de incinerar

Sin embargo, al inicio de la pandemia en Perú, en marzo, las autoridades impusieron la norma más dura de la región sobre el destino de los cuerpos infectados por el virus: ordenó quemarlos debido al «peligro de la diseminación del agente infeccioso y el riesgo a la salud pública».

Otros países golpeados por la pandemia –entre ellos Brasil, México, Colombia, Chile y Ecuador_ permitieron que los familiares también puedan enterrar a sus seres queridos.

A fines de abril, Perú permitió los entierros con hasta cinco acompañantes. En la práctica, pese a la norma más flexible, muchos familiares se quejaron de que no pudieron despedir a sus seres queridos impedidos por la burocracia de los hospitales y porque hubo autoridades que les decían que la única opción era la cremación.

De marzo al 13 de agosto, 4.686 personas fueron incineradas en todo Perú, según cifras del Ministerio de Salud del Perú proporcionadas a The Associated Press. El dato de cremados representa casi un 20% de los 25.000 fallecidos hasta esa fecha.

La señora María Cochachín está entre esas personas cremadas.

Cuando la madre de Joselyn murió el 24 de mayo, los funcionarios le aseguraron que el único camino para la fallecida era la cremación, «para evitar contagios y por protocolos».

Semanas después, cuando le entregaron las cenizas, García se enteró que pudo haberla inhumado. Ahora, con frecuencia sueña que su madre le reclama por haberla incinerado. La señora deseaba que la enterraran en un ataúd blanco, recuerda su hija.

«¿Por qué me llevaste?», dice García que su madre le dijo durante un sueño, en el cual la señora estaba sentada junto a una piscina, con alas de ángel cosidas con hilo negro y colgadas de la espalda.

Rolando Yarlequé jamás sueña con su esposa María Carmen, de 68 años, cuyas cenizas están en una urna junto a su cama en el diminuto cuarto que la pareja sin hijos alquilaba en una barriada.

El albañil de 62 años no se resigna a tenerla ahí y quiere enterrarla, según dictan sus creencias religiosas. «Habrá un día en que la tierra devuelva a los muertos y en la biblia no se habla de la cremación», dice el hombre, que se describe como evangélico.

Rolando está dedicado a ahorrar los 200 dólares que le dijeron necesita para sepultarla en un cementerio de la periferia de la ciudad.

De chico, el ingeniero químico Luis Sierralta, sus ocho hermanos y su madre Zoila Tineo huyeron de un ataque del grupo terrorista Sendero Luminoso que desde 1980 asoló el país por al menos dos décadas.

Sus militantes destruyeron la hacienda familiar en los Andes y le cortaron el cuello a su padre. Hoy, 37 años después, la tragedia volvió a la familia de la mano del virus.

En Lima recompusieron sus vidas y su madre había alcanzado una vejez tranquila.

Trece días antes de morir, en su cumpleaños 73, la señora Tineo recibió casi un centenar de saludos telefónicos de sus familiares que la querían porque ella jamás olvidaba los cumpleaños de los demás.

No hubo fiesta, en casa había cuarentena, habían comprado desinfectantes y eran cuidadosos en lavar todos los alimentos que adquirían, pero el virus traspasó la puerta del hogar.

«Sendero era selectivo en sus asesinatos, en cambio este virus no hace distinciones», dice Luis, el ingeniero de 43 años, al recordar el momento en que su madre murió en sus brazos en un banco del área de emergencias del hospital Dos de Mayo. Él sobrevivió tras 18 días en una cama de cuidados intensivos.

Cuando por las tardes ingresa al dormitorio materno a prender una vela para que alumbre la urna, cuenta que todavía siente la voz de ella, «así como el sonido de sus ollas, platos y cucharas».

Siete muertos por hora

Junto a las cremaciones, los entierros no se detienen, en momentos que mueren cerca de siete peruanos por hora, o 200 al día, y se reportan unos 7.000 contagios cada 24 horas.

Y si quieren enterrar a sus seres queridos, familiares de muchas de las víctimas tienen que buscar espacio en algún cementerio alejado de la capital. Rolando Yarlequé, el albañil, espera poder conseguir el dinero suficiente para inhumar las cenizas de su esposa.

«El Señor sabe que no he tenido plata para enterrarla, pero necesito enterrarla», dice el viudo mostrando sus bolsillos vacíos.

«Si el Señor tiene la voluntad, me la va a devolver y nos vamos a encontrar en un paraíso donde no haya tristeza ni llanto», confía.

Clarín


Llega a Perú vacuna china para iniciar ensayo con 6,000 voluntarios

Un lote de la vacuna contra el COVID-19 desarrollada por el laboratorio chino Sinopharm llegó este miércoles a Perú para iniciar sus ensayos clínicos con 6,000 voluntarios, parte de los miles que participarán en el estudio de la farmacéutica que realizará también en Argentina, Marruecos y Arabia Saudita.

La vacuna de Sinopharm será la primera en ser probada de manera masiva en Perú, el primer país del mundo en mortalidad relativa de COVID-19 al acumular más de 29,000 fallecidos, con 89 decesos por cada 100,000 habitantes.

También es el quinto a nivel global en casos confirmados al acumular más de 657,000 contagios, lo que supone que oficialmente el 2% de la población del país ya ha contraído el virus SARS-CoV-2.

Las primeras dosis de la vacuna de Sinopharm que serán aplicadas desde el 8 de setiembre en Perú llegaron al aeropuerto internacional Jorge Chavez, de Lima, junto a una delegación de científicos de esta compañía dependiente de la estatal China National Biotec Group.

Ellos acompañarán el desarrollo del ensayo que conducirá la Universidad Peruana Cayetano Heredia (UPCH) y la Universidad Nacional Mayor de San Marcos (UNMSM), la más antigua de América, quienes ya han cubierto los primeros 3,000 cupos de voluntarios dispuestos a que se le aplique la vacuna.

Recepción del Estado

La delegación china y el lote de vacunas fueron recibidos por los ministros de Relaciones Exteriores, Mario López; y de Salud, Pilar Mazzetti; y por el embajador de China en Perú, Liang Yu.

Mazzetti destacó la colaboración y cooperación de China, que apoyó a Perú con una partida de unos seis millones de dólares durante la pandemia, “porque solo estando juntos vamos a resistir”.

Sobre la vacuna, Mazzetti dijo que será la primera en iniciar en Perú su última fase de los ensayos clínicos antes de poder ser comercializada.

“Es la primera y tiene un profundo significado para nosotros porque estamos agilizando todos los trámites sin perder el control que se requiere”, apuntó.

Asimismo, la ministra valoró la rápida respuesta de los peruanos, que enseguida sobrepasaron la demanda para inscribirse en el ensayo, lo que consideró como bueno porque no todos serán aptos para participar en el estudio, ya que dependerá de las características de salud de cada uno.

Asegurar la vacuna, misión nacional

Por su parte, el canciller Mario López aseguró que el acceso a la vacuna contra el COVID-19 es un “objetivo nacional”. Por eso el Estado peruano ha negociado con varias empresas la realización de estudios clínicos en su territorio, ya que esto permitirá al país acceder a estas vacunas gratis o a un precio especial.

En varios foros López ha destacado el interés de los laboratorios en hacer los ensayos en Perú, dado la variedad étnica de su población y el alto número de contagios.

La vacuna desarrollada por Sinopharm se aplicará en dos dosis y tendrá un precio ligeramente por debajo de los 1,000 yuanes (US$ 144), de acuerdo con el presidente de China National Biotec Group.

El estudio en Perú consistirá en aplicar a 2,000 voluntarios una cepa del coronavirus procedente de Wuhan, la ciudad donde se originó la pandemia, mientras que otros 2,000 se les inoculará la cepa de Pekín, y a los 2,000 restantes se les aplicará un placebo que no contiene más que una solución de agua salina.

En las próximas semanas también comenzará el ensayo clínico de la vacuna desarrollada por la farmacéutica estadounidense Janssen, del grupo Jhonson & Johnson.

Muertes diarias disminuyen

Pese a que los contagios continúan a un ritmo alto, continúan descendiendo las cifras de fallecidos y hace cuatro días que la región amazónica de Loreto, la más extensa del país, no registra ningún fallecido por COVID-19, según la Dirección Regional de Salud (Diresa).

Loreto fue una de las regiones más golpeadas por el coronavirus en los primeros meses de la pandemia y se especula con que exista una “inmunidad de rebaño”, ya que estudios preliminares apuntan a que al menos el 70% de los habitantes de Iquitos, su capital, se han contagiado.

Los 124 fallecidos registrados a nivel nacional el martes es una de las cifras más bajas de los últimos meses, mientras que el número de pacientes hospitalizados también está reduciéndose a diario, con apenas 12,000 ahora mismo, unos 2,000 menos que hace dos semanas.

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