El perdón es pertinente – Por Maximiliano Reyes Zúñiga

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Los conceptos vertidos en esta sección no reflejan necesariamente la línea editorial de Nodal. Consideramos importante que se conozcan porque contribuyen a tener una visión integral de la región.Por Maximiliano Reyes Zúñiga*, especial para NODAL

“El perdón es una fuerza que resucita a una nueva
vida e infunde el valor para mirar el futuro con
esperanza.”
-Papa Francisco

INTRODUCCIÓN

Es comúnmente aceptado que se debe conocer el pasado para entender al presente y evitar los mismos errores en el futuro. En 2021 se cumplen 500 años de la caída de Tenochtitlán y este hecho invita obligadamente a reflexionar sobre nuestro origen como mexicanos, en dónde estamos y hacia dónde vamos.

Analizar la Historia sin filias ni fobias, desde un punto de vista objetivo, es casi tarea imposible. En el caso de la Conquista sabemos de la leyenda rosa, que romantiza el proceso civilizatorio y de mestizaje de nuestros pueblos. Aquélla que nos introdujo en el mundo europeo, que era el centro del poder político y económico internacional. También existe la leyenda negra que habla de una población originaria diezmada por la enfermedad, explotación y subyugación además del frío hierro de la espada, a la cual se le impuso una religión por encima de sus propios símbolos y creencias.

Ambas leyendas tiene razones y argumentos válidos, pero difícilmente albergan la verdad absoluta. La yuxtaposición de dos visiones contrarias hace que la verdad sea el resultado de diversas interpretaciones y, por lo tanto, debatible. Además, estas visiones no solo están presentes en México, sino a lo largo de América Latina. A los aztecas, mayas, incas, quechuas, aymaras, guaraníes, arahuacos, taínos y muchos más que habitaban estas tierras y desarrollaban sus civilizaciones se les impuso una espiritualidad diferente y otra forma de organización política, social y económica, en donde ellos eran la base de la pirámide.

Hace poco más de un año, se dio a conocer la carta que el presidente Andrés Manuel López Obrador dirigió a rey Felipe VI, mediante la cual invita al Reino de España a expresar “de manera pública y oficial el reconocimiento de los agravios y que ambos países acuerden y redacten un relato compartido…”. Cuando se dio a conocer esta carta, se generó un debate acalorado, tanto en México y las Américas como en España, indicador de que se trata de un tema de difícil consenso; un asunto vivo, a flor de piel, y que para nada está superado.

La Corona española es una institución y símbolo nacional que representa la tradición del Estado español. La Familia Real ha logrado adaptarse a los nuevos tiempos y mantenerse relevante ante el ojo público. Y, en estos seis años de reinado, Felipe VI ha hecho frente a diversos desafíos mostrando apertura y cercanía con la gente. Con ese espíritu se le hizo una invitación a la reflexión y con la espera de recibir la misma consideración.

EL DEBATE SOBRE EL PERDÓN

¿Por qué hubo tanto debate por el tema del perdón? En el mundo hay suficientes ejemplos de reclamos históricos que demuestran que el pasado no se queda enterrado, sino que aflora a la primera oportunidad. Países Bajos ha pedido disculpa por su legado colonial en Indonesia; Estados Unidos bajo Bill Clinton asumió la postura de disculpa por la responsabilidad histórica de la esclavitud; Canadá hizo lo propio con la comunidad judía en su país y con los pueblos originarios; Francia reconoció las atrocidades durante la independencia de Argelia y el papa Francisco se disculpó en Bolivia por la complicidad de la Iglesia en el “salvajismo” de la conquista. En México, el presidente Andrés Manuel López Obrador recientemente ofreció una disculpa al pueblo yaqui por décadas de injusticia y marginación. Esta acción a nivel de Jefe de Estado es un gran símbolo y constituye el primer paso para la reivindicación, además de que predica con el ejemplo.

Podemos decir que las disculpas públicas son una práctica recurrente que ha establecido una tendencia positiva. En ninguno de los casos arriba señalados, la disculpa o reconocimiento público fue motivo de rechazo ni de diferendo. No tendría por qué ser así.

Sin embargo, en el caso de México y España, varios autores han cuestionado la solicitud del Presidente. Uno de los argumentos más empleados -pero engañoso- pretende utilizar subterfugios legales y técnicos para explicar que la colonización es atribuible a los reinos de Castilla y Aragón y, que hoy día, el Reino de España es otra entidad jurídica que además tiene un monarca de otra familia real, la Borbón. Esta lógica falla en explicar que en realidad la Corona es un símbolo nacional que conlleva en sí mismo la tradición y la continuidad. Por lo tanto, el Rey es heredero del patrimonio político y cultural, material e inmaterial de lo que hoy es España. Ello explica porque en 2015 en España se aprobó una ley para dar la nacionalidad a los sefardíes, descendientes de los judíos expulsados hace 500 años. Sin duda el espíritu detrás de esta ley es la reconciliación y la dignificación de las comunidades agraviadas, pese a que los hechos ocurrieron en otros reinos y dinastías.

Asimismo, el argumento técnico pierde fuerza cuando vemos la realidad y la práctica internacional. Bajo esa óptica, en 1970 Willy Brandt no habría tenido que ofrecer una disculpa a la comunidad judía por los crímenes acontecidos durante el nazismo. El subterfugio legal sobre la personalidad jurídica de quién cometió el agravio y quién debería resarcirlo no ofrece una explicación convincente, pues en realidad se trata de dirimir una diferencia histórica y no jurídica.

Por otro lado, hay quien se ha empeñado en señalar que ni los españoles ni los mexicanos somos los mismos que cuando ocurrió la Conquista. De igual forma, los pueblos agraviados fueron los aztecas y otras naciones indígenas, que a 500 años se ha mezclado su sangre con la española y que, hoy por hoy, muy pocos preservan su identidad originaria y, por ende, su condición de víctimas. Quienes afirman lo anterior desconocen que en México existen 68 pueblos indígenas que representarían más de 7 millones de personas, pueblos históricamente marginados por la Corona española y los gobiernos mexicanos que le sucedieron. Es precisamente por ellos que se busca una reflexión de esta naturaleza; para no permanecer en el olvido de la minoría.

En una cuestión como la conquista y el proceso de mestizaje, resulta difícil separar una cosa de la otra. Se me viene a la mente el texto de la placa ubicada en la Plaza de las Tres Culturas en Tlatelolco que resume y explica de manera brillante y sucinta ese legado que los mexicanos sentimos al día de hoy y que lee: “No fue triunfo ni derrota, fue el doloroso nacimiento del pueblo mestizo que es el México de hoy”. Es decir, somos los hijos de ese mestizaje y en la actualidad cargamos con esa idiosincrasia, no podemos deslindarnos de nuestros antepasados.

Hay también quien dice que el planteamiento es anacrónico. Pero quien piensa así pierde de vista que todo acto de esta naturaleza corresponde al pasado y poco importa si han pasado cinco años o quinientos, si no hay de por medio un reconocimiento a la ofensa. Cobra aún más sentido al tratarse de un evento de tal magnitud que cambió el curso de la Historia. El silencio y el tiempo simplemente no le hacen justicia a nadie. Adicionalmente, actos de este tipo necesariamente están orientados al pasado y, en la mayoría de los casos, se hace en homenaje a quienes ya no están aquí. Como dice el refrán popular, más vale tarde que nunca.

ES PUNTO DE ENCUENTRO, NO DE CONFRONTACIÓN

Es importante señalar que el pedido formulado a España no implica por ningún motivo una confrontación. México y España gozan de una relación fluida y positiva, con una agenda amplia. Se trata simplemente -como lo ha dicho el Presidente- de poner al descubierto el tema que para muchos mexicanos aún representa una herida.

Quienes ejercemos este oficio sabemos que la diplomacia no significa callar y otorgar a la contraparte con tal de no generar incomodidad, con frecuencia significa lo contrario, tratar temas difíciles, con posiciones encontradas y buscar el encuentro, cuidando siempre las formas. La verdadera muestra de una relación sólida no se mide por la ausencia de diferendos, sino por la capacidad para dialogar y hablar sobre los temas más sensibles con franqueza y espíritu constructivo.

Analizado así, el planteamiento del Presidente busca llevar la relación a una etapa ulterior de entendimiento. Con España tenemos una herencia en común, es importante que tengamos ahora una narrativa común, producto de un proceso de reflexión franca y abierta que parta de un reconocimiento con base en perdón.

CONCLUSIÓN

Hay que desmitificar el perdón. El perdón es parte fundamental de la memoria histórica y la reconciliación. Tiene un poderoso efecto que libera del miedo que detiene el avance y abre el camino para un futuro de posibilidades.

Empezar un proceso de reflexión conjunto y reconocer acciones de ambos lados nos ayudará a tener un mejor entendimiento y a crear conjuntamente una misma narrativa, no se trata de arrancar las costras de la historia como menciona Francisco Martín Moreno en un artículo para el periódico El País. Enterremos de una vez por todas las leyendas rosas y negras, pasemos de la confrontación entre tesis y antítesis y generemos una auténtica síntesis.

En estos días, la Monarquía española se enfrenta a desafíos internos como los que propiciaron la salida de España del rey emérito Juan Carlos. En este contexto, la Corona tiene la posibilidad de erigirse como paladín de la transparencia y meditar sobre los hechos recientes y de antaño. Con México, la Corona española tiene la oportunidad de librarse del estigma del pasado y abrazar el porvenir de manera conjunta.

Un gesto de esta importancia sin duda tendría una onda expansiva que alcanzará cada rincón de América Latina. Pues el perdón no se circunscribe a lo bilateral, sino que tiene un impacto regional a través de la justicia a la memoria colectiva e histórica de los pueblos originarios. Es momento de cauterizar de una vez por todas las “venas abiertas” de América Latina.

El tema del perdón no es algo solo del pasado, sino es el cimiento para el futuro. En palabras del papa Francisco, el perdón nos dará el valor para mirar al futuro con esperanza.

*Subsecretario de México para América Latina y el Caribe

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