Ecuador | Andrés Arauz, sobre posible proscripción de Correa: «Tenemos planes de contingencia para sustituir el nombre del binomio»
Por Elìas L. Benarroch
Considerado por muchos como el «hijo pródigo de la revolución«, el candidato del correísmo a la presidencia de Ecuador, Andrés Arauz, quiere unir a los ecuatorianos bajo una misma bandera social y un gobierno de talante más conciliador que los que encabezó su acompañante de binomio, Rafael Correa.
A los 35 años, este economista quiteño inició su andadura política este sábado para tratar de devolver el poder al correísmo después de cuatro años de Gobierno de Lenín Moreno, en quien ve a un «traidor» por apartarse de la Revolución Ciudadana por la que fue electo en 2017 y «perseguir» judicialmente a sus excorreligionarios.
Licenciado en Economía y Matemáticas (EEUU), máster en Economía del Desarrollo (Flacso-Ecuador), está a punto de concluir su doctorado en Economía Financiera (UNAM-México).
Pregunta (P): ¿Cómo se define dentro del amplio espectro que representa el correísmo?
Respuesta (R): Como un joven extremadamente patriótico, demócrata y progresista, con vocación de servicio, que ha trabajado toda su vida para servir a los demás.
Este es un momento muy duro para Ecuador, las familias ecuatorianas están pasándola muy mal. El 80% reciben menos de la mitad de lo que ingresaban antes de la pandemia y creo que sabemos cómo aplacar el impacto de esta crisis. Por eso nos presentamos.
P: La polarización es desde hace años nota dominante de la política ecuatoriana. Si ganara, ¿Qué tipo de gobierno encabezaría?
R: Venimos lamentablemente de un período plagado de persecución a quienes opinan distinto, de una judicialización de la política que no le hace bien a nuestro país, y actualmente lo que necesitamos es dejar esas diferencias a un lado y, sobre la base del pensamiento innovador y creativo, buscar soluciones que beneficien a toda la población.
Prevalecerá el elemento patriótico, también demócrata. Vamos a respetar las libertades consagradas en nuestra Constitución, que son elementos fundamentales de nuestro proyecto como país. Eso estará siempre presente.
P: Correa genera pasiones entre sus seguidores pero una acérrima aversión en otros… ¿Podríamos esperar entonces un gobierno más conciliador?
R: Absolutamente, absolutamente.
Correa tiene esas resistencias, por llamarlo de alguna manera, porque su liderazgo fue clave para avanzar rápido con lo que (entonces) necesitaba nuestro país. Y quizás la sociedad no pudo entender cambios tan rápidos.
Ciertos grupos que podemos llamar oligárquicos, muy comunes en nuestra América Latina, estaban acostumbrados no sólo a ejercer el poder económico sino también el político de forma directa, descarada, y sacrificando las instituciones de la democracia para preservar sus monopolios. ¿Qué es lo que pasó? ¡No es que dejaron de ganar, sino que dejaron de mandar! Y ese cambio es el que generó traumas en ciertos segmentos de la sociedad acostumbrados a influir.
P: ¿De dónde se origina este «matrimonio político»?
R: (Sonríe) Me parece equivocado definirlo en términos de «matrimonio». Lo que tenemos es una relación de equipo, en el que se juntan una juventud de ideas, mucha creatividad, una forma de pensar y hacer política, (de un lado) y una enorme experiencia, unos valores y una gestión probada, (del otro): la experiencia de un tipo como Correa, que cualquiera quisiera tener en su equipo.
Las coincidencias no son solo en el binomio. Compartimos muchos otros espacios.
P: Se tiende a comparar su binomio con el de «los Fernández» en Argentina pero muchos en Ecuador temen que la influencia del que sería su vicepresidente podría ser enorme en las decisiones de gobierno. ¿Quién decidiría… Ud o su mentor?
R: Decide el presidente de la República, que voy a ser yo.
La relación entre nosotros es de un respeto increíble. Ser ministro de Talento Humano de Correa (en 2015) fue para mí un orgullo. Mi caso demuestra cómo la Revolución Ciudadana dio enormes oportunidades a los jóvenes, no solo para formarse fuera sino también en la participación política. Ahora vamos a poner todo ese conocimiento al servicio de los ecuatorianos.
P: Su binomio parte desde la fragilidad. Correa puede ser aún descalificado por el proceso judicial en el que ha sido condenado por cohecho por un caso de sobornos. Si el Tribunal de Casación lo refrenda, se queda sin segundo de abordo.
R: Correa no tiene condena en firme, se presume su inocencia hasta que concluya la fase de casación y lucharemos hasta el final. Hemos visto cómo se han saltado todos los tiempos para llegar a ello, y hay un alto riesgo de que se quiera continuar con su proscripción política.
Sabemos que lo van a intentar, pero tenemos planes de contingencia (..) para sustituir el nombre del binomio.
P: ¿Cuál cree que es el mayor problema que aqueja hoy a la sociedad ecuatoriana?
R: La sociedad ecuatoriana se encuentra en una situación no sólo generada por la pandemia, sino profundizada por ella, que tiene que ver con la gestión de lo público, que se ha ido orientando para privilegiar a ciertos grupos de poder en desmedro de la mayoría. Por ejemplo, cuando en 2019 se firmó un acuerdo con el FMI que (..) generó tensiones sociales e, incluso, inseguridad.
P: El problema, asegura el actual Gobierno, tiene que ver también con una gran deuda acumulada por Ejecutivos de Correa, que han dejado vacías las arcas públicas y frente a fuertes compromisos internacionales.
R: He venido planteando desde hace ya algún tiempo la necesidad de apoyar los pronunciamientos no solo de líderes progresistas de América Latina, sino también de las propias autoridades del FMI y del Banco Mundial, para una suspensión o diferimiento de la deuda mientras pasamos la crisis económica derivada de la pandemia.
Estamos de acuerdo con las discusiones y planteamientos que están haciendo incluso en el G20, que hacen cientos de académicos y expertos internacionales, y con los del secretario general de la ONU, sobre que el endeudamiento tiene que suspenderse por un tiempo para atender lo que es más importante ahora: los ciudadanos, las familias.
P: El actual ministro de Finanzas, Richard Martínez, alega la necesidad de respetar compromisos internacionales para poder acceder a más crédito en el futuro. ¿Preferiría las consecuencias de una suspensión unilateral en el pago de la deuda?
R: El problema de la deuda es más complejo que una decisión binaria de «Sí» o «No». El problema debe resolverse técnicamente, pero no teniendo como prioridad a los acreedores de Wall Street o Luxemburgo, o lo que es peor aún, los «juegos de casino» que nos ha planteado Martínez.
Él, en el peor momento de la pandemia, cuando enfermaban nuestros hermanos, tíos y abuelos, nos decía que no había ni liquidez, ni recursos, pero a la vez prepagaba por adelantado la deuda externa que vencía en 2022 y 2023. Te hablo de los «margin calls» que se pagaron a Goldman Sachs y Credit Suisse en marzo y abril por una apuesta especulativa de un derivado financiero.
Eso es imperdonable y tendrá que haber una auditoría para examinar por qué se llevó a cabo ese tipo de operaciones.
P: Entonces, ¿que haría con la abultada deuda?
R: Busquemos una alternativa más directa y viable.
Fuimos los primeros en proponer la emisión extraordinaria de «Derechos especiales de giro» (DEG) para que puedan llegar a Ecuador más de 4.000 millones de dólares. Es una propuesta interesante que no implica necesariamente destruir la economía ni la venta de los pocos recursos de los países pobres, ni aumentar el endeudamiento para enfrentar en el futuro una nueva crisis de deuda.
Estamos muy cerca de conseguir el consenso necesario en la Junta de Gobernadores del FMI.
P: ¿Y si no llegan, suspensión del pago de la deuda?
R: En Ecuador sí hay recursos para atender a la población, pero están siendo depositados en el exterior. Lo que nosotros vamos a hacer es reciclar la liquidez para paliar los efectos de la crisis en las familias ecuatorianas y cubrir necesidades mediante una seguridad social de emergencia, incluso mediante el copago de la nómina de la pequeña y mediana empresa, para que no sigan despidiendo a gente.