Bolivia: la pandemia, la continuación de la política por otros medios – Por Jhonny Peralta Espinoza
Por Jhonny Peralta Espinoza *
La necesidad de un cambio de gobierno mediante las elecciones es urgente, y sobre esta urgencia las ideas que tienen el pueblo y la derecha se bifurcan, porque Carlos Mesa, Tuto Quiroga, Jeanine Áñez y Francisaco Camacho siempre pensaron en términos de “debería” haber elecciones y no como piensan los movimientos sociales en términos de que “deben” haber elecciones; así, mientras la derecha miraba a las elecciones en términos de un ideal, los movimientos sociales asumían las elecciones como una obligación moral y ciudadana.
Áñez dice que “la salud está por encima de la política”. El 11 de marzo la Organización Mundial de la Salud (OMS) declaraba al coronavirus como una pandemia, y desde el 22 de marzo hasta el 10 de mayo Bolivia ingresó a una cuarentena rígida, la derecha tuvo 63 días para montar un plan de contingencia en salud para combatir el virus, tener unidades de cuidados intensivos, camas en los hospitales, respiradores, botellones de oxígeno, medicamentos para el tratamiento, pruebas del covid-19, entre otros.
Del 1 de abril al 19 de julio, el Instituto de Investigaciones Forenses (IDIF) hizo el levantamiento de tres mil 016 cadáveres entre sospechosos y confirmados de ser portadores de Covid-19 a nivel nacional: sin embargo, Áñez repetía y repiten su corifeos “todos los bolivianos merecemos tener condiciones dignas de atención médica”.
Toda la derecha tuvo en la pandemia la oportunidad de generar una política populista y convertirse en una opción consistente en las elecciones, pero más le obnubiló su odio racial al pueblo, a los movimientos sociales y, en lugar de populismo, se aferró a sus hábitos y prácticas consuetudinarias: represión, persecución, amenazas, desprecio, humillación y exclusión.
Y la coyuntura de la pandemia lo convirtió en su caballito de guerra para hacer sus cálculos políticos: no cuidar la salud de la población para manipular las fechas de las elecciones; apostar al desgaste y división de los movimientos sociales y, en caso de no lograr este objetivo, jugar con las Fuerzas Armadas al golpe militar; debatir internamente qué candidato de la derecha por “conciencia” se bajaba de la carrera electoral, para tener más fuerza y enfrentarse a Lucho Arce.
En fin, hasta ahora la política derechista ha sido imponente en sus angurrias y mezquindades. Por esto afirmamos que la derecha mira a las elecciones no como una obligación moral a defender, sino el medio para acallar la voz de los movimientos sociales; me explico, la derecha calcula que si alguna vez llegan las elecciones, ese momento debe tener “mayoría” electoral y con esa mayoría aplastar cualquier intento de reivindicación democrática igualitaria.
Entonces lo que quiere la derecha es una democracia sin la voz del pueblo, en otras palabras, construir una democracia contra ella misma, ahogar la democracia en su esencia y sentido.
Por esto, la lucha política en este momento consiste en una discusión entre los proyectos democráticos que encarnan la derecha y los movimientos sociales; así, la democracia no es un marco vacío a disposición de Mesa, Murillo, López, Camacho, Tuto, las democracias tienen un sesgo de clase (también Hitler llegó al poder gracias a unas elecciones –más o menos– democráticas y libres), y esas democracias sustentarán su poder en sus bases sociales que las apoyan.
La derecha cuenta con el apoyo de la oligarquía, los militares y los policías, parte de la clase media y los medios de comunicación social, mientras que los movimientos sociales se apoyan en los indios, negros, estudiantes, profesionales, maestros, mujeres, obreros, mineros, que encarnan la apuesta por construir una sociedad de iguales.
Entonces, la cuarentena no sirvió para nada, fue un sacrificio inútil del pueblo boliviano, la derecha nunca tuvo la voluntad de crear las condiciones sanitarias para luchar contra el coronavirus, nunca tuvo la decisión de defender la vida, porque si la salud no tiene precio, no tendría que haber un límite de presupuesto.
Y ahora que el pueblo, los movimientos sociales se movilizan para pedir democracia, trabajo, pan y salud, la derecha acusa de “alzamiento armado”, acciones penales contra “actitudes bravuconas”.
Cualquier país que se precie de ser democrático acepta el cuestionamiento, las resistencias del pueblo, las críticas, porque los necesita para rejuvenecerse, para seguir siendo democrático; caso contrario, si no hay oposición democrática, la política muere y solo queda la “mercantilización” de la política.
Y es a esto a lo que quiere llegar toda la derecha, primero, con la postergación de las elecciones y, segundo, con la proscripción del Movimiento Al Socialismo (MAS), así la derecha recreará una “democracia” donde estén solo sus candidatos empaquetados para que se vendan en las elecciones como cualquier mercancía, y esto significa la corrupción de la democracia, que se reduce a la negociación de intereses privados.
La derecha no comprende que política y democracia son sinónimos, que desde la Grecia antigua la intrusión de los excluidos en la democracia ha permitido darle contenidos y sentidos; solo de esa manera se hace universal, romper ese vínculo entre democracia y política conduce al gobierno de las élites, o sea al gobierno del despotismo ilustrado de Carlos Mesa, al neofascismo de Tuto Quiroga y de Francisco Camacho y al de la inoperancia de J. Áñez.
Hoy la derecha utiliza la pandemia para sus cálculos políticos, no le interesa la democracia, la ciudadanía y mucho menos la salud y la vida, se han propuesto por cualquier medio recuperar la dirección y el dominio del Estado, todo para borrar 14 años de historia hecha por los excluidos.
* Exmilitante Fuerzas Armadas de Liberación Zárate Willka
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