Argentina: hallan una rana patagónica de 60 millones de años
Hallan una rana patagónica de 60 millones de años
Estaba conservada en una egagrópila fosilizada, una bola alimenticia regurgitada por aves
Según la investigación publicada este viernes en la revista especializada Papers in Palaeontology, coordinada por la investigadora del CONICET en el Centro de Ciencias Naturales, Ambientales y Antropológicas de la Universidad Maimónides (CCNAA, MAIMONIDES) Paula Muzzopappa, los restos fósiles de la rana habían sido hallados en la localidad chubutense de Punta Peligro, en 2002, conservados en una “estructura poco habitual”. Tras 18 años, los investigadores descubrieron que el fósil que se estaba tratando de estudiar era, en realidad, una egagrópila: bolas de restos alimenticios no digeridos y regurgitados por aves.
En el 2002, en el marco de una expedición a la localidad chubutense de Punta Peligro encabezada por el paleontólogo argentino Guillermo Rougier, que es investigador de la University of Louisville (Estados Unidos), fueron hallados y extraídos restos fósiles de una rana que, a diferencia de lo que suele ocurrir, no se hallaban ni separados ni articulados, sino que estaban “anudados” entre sí.
Debido a las dificultades que planteaba su preparación, producto de «la dureza del sedimento combinada con la fragilidad de los fósiles», la investigación sobre estos restos quedó postergada, así como también la posibilidad de determinar si se trataba o no de una nueva especie.
Luego de 18 años de espera, una nueva investigación viene a traer luz sobre el asunto. La misma estuvo a cargo de Paula Muzzopappa, investigadora del CCNA y Fundación Azara, y contó con la participación de Agustín G. Martinelli, investigador adjunto del Museo Argentino de Ciencias Naturales “Bernardino Rivadavia”, Juan. P. Garderes, investigador del CCNA y Fundación Azara, y Guillermo Rougier, de la University of Louisville (Estados Unidos).
Dadas las características del material fósil, Paula Muzzopappa lo llevó a la empresa tecnológica YPF Tecnología con el propósito de aprovechar sus microtomógrafos para hacerle una microfotografía computada y así poder acceder a los huesos ocultos en el interior de la estructura sin necesidad de desarmarla.
“Yo no me explicaba cómo podía ser que la rana se hubiera conservado de esa manera. Ahí fue cuando apareció Agustín Martinelli, quien comprendió que el fósil que estaba tratando de estudiar era, en realidad, una egagrópila», recordó Muzzopappa.
«Esto explicaba la forma en que habían quedado anudados los huesos de la rana. Saber esto nos permitió seguir avanzando con la investigación con una perspectiva más amplia”, afirmó la especialista.
Una egagrópila, explicó la investigadora, es una bola de restos de alimentos no digeridos y regurgitados por un ave. Aunque es frecuente, por ejemplo, que las lechuzas y los búhos regurgiten aquello que no pueden digerir, como huesos, pelos, pedazo de alas, o cutículas de insectos, es poco común que estas bolas se fosilicen y menos aún que se las encuentre preservadas de forma tridimensional como sucedió en este caso.
La forma, disposición y el patrón de desgaste de los huesos en el interior de la bola, les permitió a los investigadores determinar que se trataba de una egagrópila producida por un ave de presa que habitó esa región en esa época.
«Esto fue toda una revelación, porque si bien resulta esperable que la localidad haya estado habitada por aves hace 60 millones de años, hasta ahora no hay ningún registro óseo que lo acredite. La egagrópila es, en este sentido, una evidencia indirecta de la presencia de aves de presa durante el inicio de la Era Cenozoica en este ecosistema patagónico”, destacó la investigadora.
Calyptocephalella «sabrosa»
El estudio de los huesos a través de las imágenes del microtomógrafo permitió concluir que la rana pertenecía a una especie hasta ahora desconocida, emparentada con la llamada rana grande chilena, Calyptocephalella gayi, que actualmente vive exclusivamente en lagunas del centro del país trasandino. La nueva especie fue bautizada como Calyptocephalella sabrosa, en virtud de haber sido el “sabroso” alimento de otro animal.
“La familia Calyptocephalellidae estuvo presente en la Patagonia desde fines de la Era Mesozoica y, luego de sobrevivir a la catástrofe que llevó a la extinción a los dinosaurios, fue especialmente abundante en las faunas del Cenozoico patagónico. Pero hace unos 15 millones de años este grupo de ranas se extinguió del territorio argentino y quedó restringido al chileno, representado por unas pocas especies del género Telmatobufo y por Calyptocephalella gayi, la única de su género”, explicó la investigadora.
“Todos los elementos del esqueleto que encontramos son consistentes con la hipótesis de que se trataría de un único individuo y de que en la egagrópila no hay nada más que los restos de la rana. Esto redundó en que tengamos muchos elementos óseos asociados que sin dudas se pueden asignar a la misma especie, algo que no siempre sucede», afirmó la investigadora
Y agregó: «Aunque se han hallado restos de especies de la familia Calyptocephalellidae correspondientes al Cretácico (último período de la Era Mesozoica), Calyptocephalella sabrosa es la especie más antigua de este grupo de la que tenemos tanto conocimiento”.
Cómo era la rana
Muzzopappa estima que C. sabrosa debió tener alrededor de unos quince centímetros de largo, tal como hoy tiene la rana grande chilena.
Al igual que otras ranas del mismo género, afirman los investigadores, tenía un cráneo osificado y un cuerpo robusto, aunque, «en comparación con otras ranas ya extintas pero más modernas del mismo género, podemos decir que C. sabrosa tenía un cráneo menos techado, es decir, más abierto”.
Estas ranas, estiman los especialistas, deben haber tenido un modo de vida similar al que hoy tiene C. gayi: “Viven en lagunas y salen solo para comer y cazar. Son híper voraces, eso sí, comen prácticamente todo lo que se les pase por adelante”, aseguró la investigadora.
El lugar del Hallazgo
Según explicaron los investigadores del Conicet, la localidad chubutense de Punta Peligro, «donde se exponen sedimentos del Banco Negro Inferior de la Formación Salamanca», suele ser muy visitada por equipos paleontológicos.
Los motivos, explicaron, no solo tienen que ver con la riqueza y diversidad de su material fosilífero, sino también con que «los restos de la fauna que allí se pueden encontrar corresponden a los comienzos de la Era Cenozoica», es decir, la etapa geológica inmediatamente posterior a la extinción masiva del Cretácico-Paleógeno, ocurrida hace 65 millones de años, en la que desaparecieron la mayoría de los dinosaurios junto con tres cuartas partes de los géneros biológicos que habitaban la Tierra en aquel momento.
En aquellas rocas de unos 60 millones de años de antigüedad pueden hallarse distintos grupos de vertebrados, especialmente mamíferos y cocodrilos, que sobrevivieron a aquella extinción y habitaron la Patagonia durante los inicios de la nueva Era.