América Latina: incertidumbre electoral en tiempos de pandemia – Por Ariel Navarro, especial para NODAL
Por Ariel Navarro *
A poco más de un año de la victoria electoral de la fórmula Fernández-Fernández y el Frente de Todos en las primarias de Argentina en 2019, que sentó las bases para derrotar la corta experiencia neoliberal que intentó plasmar el macrismo en nuestro país, es hora de hacer un breve repaso por los próximos desafíos electorales que tenemos en el continente.
Un paso adelante, ¿dos pasos atrás?
A pesar de las voces que intentaron asegurar que a partir del año 2015, con la derrota del kirchnerismo, se iniciaba el fin de las experiencias progresistas en América Latina, ese proceso nunca llegó a consolidarse en su totalidad. En nuestra región había una diversidad de situaciones políticas de alta complejidad, en un escenario económico atravesado por disputas cada vez más fuertes entre Estados Unidos y China, con las consecuencias directas de ello impactando negativamente sobre América Latina, pero sin llegar a tener la potencia suficiente como para instalar un proceso de restauración conservadora ni derrotar al ciclo posneoliberal por completo.
Sin embargo, se produjeron avances y retrocesos de manera simultánea, dificultando la posibilidad de pensar un ciclo de estabilidad política de largo alcance, tanto para las experiencias populares y de izquierda, como para aquellas neoliberales y conservadoras. Solo a modo de ejemplo, podemos recordar que entre los meses de septiembre y diciembre de 2019, se dieron el golpe de Estado en Bolivia y la derrota electoral del Frente Amplio en Uruguay, finalizando así dos de los procesos progresistas de más largo andar en nuestro continente, por un lado, y la derrota del macrismo y la profunda crisis institucional y política de los gobiernos de derecha en Chile y Ecuador, ante las masivas movilizaciones populares, por el otro.
Y en eso llegó el Covid
Así estábamos cuando el mundo cambió. En marzo de 2020 se declaró la pandemia del coronavirus a nivel global, y a los pocos meses nuestra región se convirtió en uno de los epicentros del planeta, contando por miles las víctimas fatales y por millones las personas que fueron y serán arrojadas nuevamente a la pobreza y la desigualdad extremas.
En ese marco, de un agravamiento profundo de la situación social y económica en el continente, con la caída abrupta de nuestros productos internos con estimaciones que rondan el 10% en la mayoría de los casos, y con instituciones regionales debilitadas para enfrentar las consecuencias sanitarias y económicas de manera coordinada, se abre un nuevo período electoral importante en los próximos meses, antes de la implementación masiva y extendida de alguna de las vacunas que se están desarrollando, y que pone un horizonte de esperanzas para el combate a la pandemia.
En este nuevo ciclo electoral, los sectores populares tienen el doble desafío de frenar los avances de los procesos conservadores, que son aquellos que han sido menos efectivos a la hora de mitigar los efectos del Covid-19, por un lado; y construir, por el otro, herramientas electorales sin poder desplegar procesos de movilización masiva y activa, una de las herramientas centrales para la intervención política,que hoy se ve limitada por la presencia del virus.
Dos, tres, muchas elecciones
El domingo 27 de septiembre, en Uruguay se harán las elecciones de las cuales saldrán los y las intendentes de todo el país para los próximos 5 años. El Frente Amplio, luego de la derrota en las presidenciales de 2019, buscará retener la intendencia de Montevideo y Canelones, donde se concentra el 50% de la población nacional, y recuperar otros gobiernos locales, para empezar a pensar en el proceso político de renovación dirigencial que permita enfrentar el gobierno de Lacalle Pou, con la construcción de nuevos liderazgos pensando en los próximos años.
El18 de octubreen Bolivia, todo indica que se realizará finalmente el proceso electoral postergado varios meses por el gobierno de facto de Añez. Allí, el Movimiento al Socialismo buscará recuperar el gobierno con la fórmula Luis Arce-David Choquehuanca, dos ex ministros de los gobiernos de Evo Morales, que tendrán tres desafíos consecutivos: el primero es el período electoral, con la amenaza permanente de la proscripción del MAS, y enfrentando a varias candidaturas de la derecha boliviana (que buscarán seguramente construir algún acuerdo que evite su dispersión); el segundo es, en el caso de resultar vencedores (escenario que anticipan la mayoría de las encuestas), que la derecha local y global no atente nuevamente contra los resultados como hizo en octubre de 2019 con la victoria de Evo, y los deje asumir; el tercero, enfrentar los desafíos de volver a recuperar lo que los bolivianos y bolivianas consiguieron en 13 años y medio de gobiernos populares y la dictadura borró en menos de un año, incluyendo el control de gran parte de sus recursos económicos y naturales, los derechos y el reconocimiento de los pueblos originarios, y un nuevo horizonte de crecimiento.
Una semana después, el 25 de octubre, está convocada la realización del plebiscito constituyente en Chile, para iniciar el proceso deliberativo que pondrá fin con décadas de la constitución moldeada por el pinochetismo, que no sólo garantizó la impunidad de los dictadores, sino también la consolidación de un modelo excluyente que lleva años sin poder modificarse en sus costados más profundos. Las masivas movilizaciones populares de los últimos años, incluyendo las luchas estudiantiles de 2011, el permanente estado de alerta de los pueblos mapuches y el ciclo de intensas asambleas, huelgas, movilizaciones y levantamientos populares del año pasado, fueron los gérmenes de la inevitabilidad de este postergado proceso constituyente. El resultado final, donde más de 15 millones de chilenos y chilenas, decidirán no sólo si se aprueba la reforma sino también la composición de la Convención constituyente, determinará si efectivamente será un proceso de participación democrática y masiva el que ponga fin a una Constitución hecha a medida del dictador.
A mediados de noviembre empezarán las elecciones en los más de 5500 municipios de Brasil, para elegir a los y las alcaldes que convivirán con los últimos años de la presidencia de Bolsonaro. Un país tan amplio como complejo, con una administración nacional neoliberal y fascista que desconoce las consecuencias de la pandemia, presenta desafíos de todo tipo para las fuerzas populares y democráticas. Por un lado, en estas elecciones municipales se intentará poner nuevamente en juego el valor del liderazgo de Lula y el PT, con aires renovados y nuevas expectativas a partir de la liberación del expresidente a fines del año pasado, y, por el otro, se buscarán construir mecanismos de unidad y articulación entre las distintas fuerzas populares que fueron unificándose a partir de la resistencia y la lucha desde el golpe a Dilma en 2016. Las candidaturas de GuilhermeBoulos y LuizaErundina en San Pablo, la fórmula Manuela D´Avila-Miguel Rossetto en Porto Alegre, y otros intentos por agrupar fuerzas políticas en los estados de Río de Janeiro, Bahíay Minas Gerais, pondrán a prueba la capacidad del PT y del resto de la izquierda por consolidar la unidad que se fue construyendo en los años pasados.
En febrero de 2021, con la certezas de una vacuna cada vez más próxima y el diario del lunes con el resultado puesto de las elecciones en Estados Unidos -que impactarán de manera determinante en nuestra región-, en Ecuador se realizarán las elecciones presidenciales. Hace algunos días, el correísmo agrupado en Unión por la Esperanza, presentó la fórmula Andrés Arauz-Rafael Correa, buscando generar un impacto similar al que tuvo el anuncio de Cristina Fernández de Kirchner a la hora de presentar la fórmula que la llevó a ella como vicepresidenta. En el caso ecuatoriano, no es seguro aún que la Justicia Electoral permita la candidatura del ex presidente, por lo que estos meses servirán para que los votos, la aceptación y el conocimiento de Correa sean trasladados a Andrés Arauz, un economista de 35 años que será candidato presidencial y que fue, al igual que Alberto Fernández en las elecciones de Argentina, una sorpresa de gran impacto para las encuestadoras y la población en general. Lenín Moreno, el actual presidente, descartó su postulación, y las fuerzas de derecha apuntarán nuevamente a impulsar al banquero Guillermo Lasso (derrotado en las elecciones de 2017 por el entonces correístaLenín Moreno).
¿Qué hacer?
Se vienen meses intensos en el continente, con procesos electorales de una importancia central para los próximos años y el devenir de América Latina. Las fuerzas progresistas tienen la responsabilidad de ofrecerlas mejores herramientas político electorales para enfrentar las dificultades que tenemos por delante, elaborar horizontes que promuevan mejoras consistentes en la vida y la economía de nuestros países ypensar cuáles van a ser las nuevas formas de participación, democratización y construcción de alternativas en los próximos tiempos para el beneficio de todos y todas.
Es necesario, aún más en tiempos de pandemia, articular las expresiones electorales con los movimientos populares, que siguen siendo protagonistas a la hora de frenar los intentos de consolidación de ciclos neoliberales, aportando nuevas agendas y demandas; y que también fueron un elemento central para avanzar y tomar medidas de profundización política, estableciendo diálogos entre los gobiernos progresistas y de izquierda y los sectores populares durante las últimas décadas.
Entre la pandemia y la incertidumbre en nuestra América Latina, tenemos que enfrentar el desafío, una y todas las veces que sea necesario,de volver a intentar construir el continente de paz, inclusión, esperanza y libertad que necesitan nuestros pueblos.
* Coordinador de Relaciones Internacionales de SOMOS-Barrios de Pie y Vocal de Cascos Blancos-Cancillería Argentina
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