Urbanización y Megalópolis – Por Jorge Calzoni, rector de la UNDAV

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Por Jorge Calzoni* (para La Tecl@ Eñe)

La historia está en pausa. Repasar el inmediatamente antes de la irrupción de la pandemia provocada por la Covid-19 (cuya velocidad de propagación es inédita en el devenir de la humanidad), es caer en la cuenta de que el mapa del mundo ofrecía una realidad que no resulta sencillo rememorar ni restituir. Es que no se trata ni solo ni tanto de una crisis sanitaria. Tal como lo anticipara Ignacio Ramonet,[1] estamos frente a lo que las ciencias sociales califican de “hecho social total”, puesto que concierne al conjunto de las relaciones sociales y revoluciona a la totalidad de los actores, de las instituciones y de los valores. Se trata, en suma, de un problema global y, por eso mismo, es necesario pensar soluciones globales.

En todo caso, la situación sanitaria puso al desnudo la magnitud que han adquirido problemas estructurales como la alimentación, el trabajo y el hábitat, entre otros. Una ‎enfermedad infecciosa causada por un ‎coronavirus recientemente descubierto, ha enfermado ya a casi doce millones de personas en el mundo y provocado más de medio millón de muertes. El desconocimiento tanto de su origen preciso, como del desarrollo mismo de la enfermedad y sus secuelas probables, sumado a la incertidumbre respecto de su mitigación, nos ha devuelto a modos casi primitivos para controlar la potencia inaudita de su propagación. Las recomendaciones de protección y cuidado para prevenir el contagio y el crecimiento exponencial de la enfermedad indican que es indispensable lavarse las manos a fondo y con frecuencia, usando un desinfectante a base de alcohol o con agua y jabón, puesto que hacerlo elimina los virus que pueda haber en las manos. Mantener una distancia mínima de un metro respecto de otras personas es otra medida indispensable. Sin embargo, ese conjunto de acciones preventivas elementales choca con una realidad estremecedora: el sistema mundo no garantiza el acceso a esos recursos a una parte significativa de su población. Sin servicios básicos (como agua potable y desagües cloacales), ni posibilidad de observar el aislamiento social debido a condiciones irracionales de hacinamiento, el mundo que vemos, desde la pavorosa situación de encierro, estremece.

Urbanización

Entre los muchos factores que es necesario pensar, está el de la urbanización. No será acá que intentemos una historización de ese fenómeno, pero sí podemos señalar que, como tal, es reciente en la historia humana, y su aceleración es posible advertirla, especialmente, en los últimos doscientos años. A mediados del siglo pasado, casi el ochenta por ciento de las personas en todo el mundo vivía en asentamientos rurales, mientras que el resto lo hacía en asentamientos urbanos. Quince años después, la mitad de la población mundial era urbana, y solo debió pasar un lustro para que ese porcentaje creciera en más de un cinco por ciento. Así, se prevé que en treinta años el mundo habrá invertido aquella relación inicial. Es decir, en solo cien años un tercio de la población será rural mientras que los dos tercios restantes corresponderán a asentamientos urbanos.[2] ​

El número de países que se consideran altamente urbanizados ha aumentado en las últimas décadas y nada hace suponer que esa tendencia vaya a detenerse para las que habrán de venir. Una proyección de la ONU señala que en 2050 más del ochenta por ciento de los países tendrá al menos la mitad de su población urbana; y poco menos del cincuenta por ciento tendrá en esa condición a las dos terceras partes de su población.

¿En qué medida y hasta qué punto hemos pensado el hecho de que más de la mitad de la población mundial viva en ciudades? ¿Y que, de ese total, alrededor del cuarenta por ciento lo hace en grandes centros urbanos o aglomerados de más de un millón de habitantes (unas dos terceras parte en Asia-Pacífico)? ¿Es posible abordar la complejidad de ese escenario sin atender a una visión y a una planificación estructurales?

Megalópolis

Introducido por el geógrafo portugués Jean Gottmann en 1961, en su libro, Megalopolis, The Urbanized Northeastern Seaboard of the United States,[3] el término megalópolis se aplica al conjunto de áreas metropolitanas, cuyo crecimiento urbano acelerado lleva al contacto del área de influencia de una con las otras. En definitiva, las megalópolis suelen estar formadas por conurbaciones de grandes ciudades. Entre las veinte más pobladas del mundo se cuenta la comprendida por el Área Metropolitana de Buenos Aires (AMBA), incluso por encima de Kolkata (India). Hay allí un nudo central de problemas estructurales irresueltos.

En la Argentina, aproximadamente el cuarenta por ciento de su población vive en seis ciudades, mientras que el setenta por ciento de los flujos de bienes y servicios se concentran en cinco aglomerados urbanos. El AMBA concentra el treinta por ciento de los establecimientos productivos y el sesenta por ciento de las pequeñas y medianas empresas del país.[4]

De acuerdo con los datos de los últimos censos nacionales, la Argentina es un país eminentemente urbano. En 2001, la urbanización del país alcanzaba a poco más del ochenta y nueve por ciento de la población total.[5] Hacia 2011, alrededor del noventa y dos por ciento de la población argentina vivía en ciudades[6] lo que la situaba junto a Bélgica, Dinamarca y Singapur entre los países más urbanizados del mundo.[7] En apenas ocho aglomeraciones urbanas se concentra casi el cincuenta por ciento de la población total de Argentina,​ mientras que en el AMBA vive el treinta y dos por ciento de la población total.

Estos datos, entre otros elementos que complejizan la situación, traen consigo otra dimensión problemática: el uso de la tierra y la concentración de la riqueza que, a su vez, genera mayor desigualdad. Alrededor del uno por ciento de los productores más grandes poseen el treinta y seis por ciento de la tierra (a su vez, en general, las más fértiles), en cambio el cincuenta y cinco por ciento de familias agricultoras solo tienen el dos por ciento de la tierra, según un informe de CTEP.[8]

Diversos autores, entre ellos Alvin Toffler,[9] pronosticaron que en la nueva era de la información, las ciudades se volverían obsoletas al minimizarse la necesidad del contacto personal, que sería reemplazado por el digital. ¿Distopía? ¿Ejercicio de anticipación? Seguramente un reto impostergable.

Lo cierto es que no se trata solo de hábitat o de servicios sanitarios. Las grandes concentraciones urbanas necesitan afrontar desafíos inmensos; por ejemplo, los residuos sólidos urbanos, el consumo eléctrico, los problemas de transporte, de empleo y de seguridad ciudadana. Veamos, todavía, algunos datos más. Se estima que los costos por la pérdida de salud y aun de vidas humanas por los hechos de violencia rondan el dos por ciento del PBI en nuestra región latinoamericana. Para contribuir a dimensionarlo: es el equivalente al gasto en educación primaria de toda la región.

Según un estudio de Londoño y Guerrero (1999)[10] “las transferencias de recursos que se realizan entre las víctimas y los criminales alcanza el 2,1% del PBI, porcentaje superior al efecto distributivo de todas las finanzas públicas”.

Por su parte, con base en el análisis de los determinantes del delito en la literatura económica y la evidencia empírica, Gary Becker (1968)[11] tradujo en un modelo riguroso lo que había representado la visión general de algunos economistas acerca del comportamiento de la “oferta de delitos”; esto es, la elección personal de involucrarse en actividades delictivas. Del interesante trabajo de Becker, Ehrlich (1973) concluye que “aumentos en la desigualdad de la distribución de la riqueza aumentan los beneficios del delito porque aumentan la distancia entre los niveles de activos a ser transferidos entre las personas”.[12]

La seguridad, entonces, es otra variable que en los centros urbanos adquiere una importancia sustancial que viene a sumarse a la educación y a las ya analizadas.

Agua y desierto

En el departamento de Lavalle, provincia de Mendoza, está el llamado desierto de los huarpes,[13] Pablo García Lastra refiere acerca de este paraje:

el monumental aprovechamiento del agua realizado desde fines del siglo XIX para alimentar la zona del Gran Mendoza y las industrias vitivinícolas y frutihortícolas fue secando a Guanacache (nordeste de Mendoza). El desmonte que se llevó a cabo para fabricar los durmientes del ferrocarril incidió también para que el lugar se convirtiera en lo que es hoy, un amplio desierto de cielo y tierras salitrosas.[14]

Un verdadero ejemplo de impacto ambiental para el beneficio de unos en desmedro de otros, en este caso un pueblo originario que a cambio de “ceder el agua se quedó en un desierto”, sin derechos de ningún tipo, mucho menos reparatorios de “aquel progreso”. El ejemplo demuestra que el problema de la desigualdad es histórico y no solo actual, y las grandes concentraciones de población en vez de resolverlo parecen agudizarlo.

Si la perspectiva es disminuir la desigualdad, recrear la vida y el desarrollo de las poblaciones implicará pensar y utilizar espacios territoriales con condiciones y posibilidades para desconcentrar las grandes ciudades.

Es relevante pensar en políticas públicas que pongan en agenda esta multiplicidad de temas y, sobre todo, el uso y la disponibilidad de la tierra, para de ese modo defender y garantizar derechos de los sectores más postergados de la población, así como reorientar el modelo productivo hacia uno más sustentable. Ese propósito torna imprescindible escuchar a estos sectores en sus demandas y, desde el Estado, ser proactivo para llevar adelante políticas que den respuestas y generen nuevos espacios para habitar vastos territorios a desarrollar en Argentina.

En la situación actual la pandemia pone a la salud en el centro de nuestras prioridades, es la punta del iceberg, porque toda sociedad es un conjunto integral. Ahora bien, mejorar la salud de la población también tiene que ver con mejorar sus condiciones de vida, para que pueda vivir y desarrollarse en espacios territoriales más sustentables con posibilidades de trabajo y producción. Es decir, la política pública debe atender a una concepción integral, para propiciar respuestas a problemas que son más complejos que lo que emerge como consecuencia de la pandemia. Por ejemplo, el desarrollo territorial y productivo.

Desde la Universidad Nacional de Avellaneda llevamos adelante una investigación que se propone estudiar dimensiones que faciliten la planificación de la repoblación productiva y sustentable del espacio territorial argentino, para contribuir a aliviar la concentración poblacional de los grandes conglomerados urbanos.

En efecto, hoy es más necesario que nunca concebir a la gestión de lo público como un servicio en pos de lo común, un propósito de máxima eficacia en la optimización de los recursos, en la planificación, en la estrategia de un plan que debe restañar heridas producidas en décadas de improvisaciones, para poner de pie una idea general y proyectiva de la obra pública como diseño efectivo de un país otro. Y, de manera inseparable, la gestión de lo público es necesario pensarla como articulación virtuosa con todos los sectores comprometidos con un país inclusivo que se erija, efectivamente, como una casa común.[15]

Referencias:

[1] Ramonet, I. (2020): “Ante lo desconocido. La pandemia y el sistema-mundo”, Le Monde Diplomatique, La Habana.

[2] World Urbanization Proospect. Revisión 2014. United Nations Department of Economic and Social Affairs/Population Division. Cap. 1.

[3] Gottman, J. (1961): Megalopolis, The Urbanized Northeastern Seaboard of the United States, Twentieth Century Fund, History, New York.

[4] Datos extraídos de los informes publicados por la Fundación de Investigaciones Económicas Latinoamericanas (FIEL); y en El desorden urbano: los problemas locales de la calidad de vida y el crecimiento, Fiel, 2007.

[5] https://web.archive.org/web/20080611002023/http://www.mininterior.gov.ar/poblacion/situacion_gral.asp

[6] https://datos.bancomundial.org/indicador/SP.URB.TOTL.IN.ZS

[7] https://www.ign.gob.ar/NuestrasActividades/Geografia/DatosArgentina/Poblacion

[8] La Confederación de Trabajadores de la Economía Popular (CTEP) es una organización gremial independiente de los partidos políticos, representativa de los trabajadores de la economía popular y sus familias. Quienes la integran, la consideran una herramienta de lucha reivindicativa para la restitución de los derechos laborales y sociales que les arrebató el neoliberalismo.

[9] Escritor sociólogo y futurista o futurólogo estadounidense, doctorado en Letras, Leyes y Ciencia, conocido por sus discusiones acerca de la revolución digital, la revolución de las comunicaciones y la singularidad tecnológica. Sus primeros trabajos están enfocados al impacto de la tecnología (a través de efectos como la sobrecarga informativa). Más tarde se centró en examinar la reacción de la sociedad y los cambios que sufre. Sus últimos trabajos abordaron el estudio del poder creciente del armamento militar del siglo XXI, las armas y la proliferación de la tecnología y el capitalismo. Entre sus publicaciones más famosas destacan La revolución de la riqueza, El cambio de poder, El shock del futuro y La tercera ola.

[10] Londoño, J.L., Gaviria, A. y Guerrero, R. (1999): Asalto al desarrollo: Violencia en América Latina, Banco Interamericano de Desarrollo.

[11] Becker, Gary (1968), “Crime and Punishment: an Economic Approach”, Journal of Political Economy, 76 (2).

[12] Ehrlich, Isaac (1973), “Participation in Illegitimate Activities: a Theoretical and Empirical Investigation”, Journal of Political Economy, mayo-junio, 81 (3).

[13] Los huarpes o warpes son un pueblo indígena de Cuyo en Argentina cuyos descendientes mixogenizados se agrupan principalmente en torno a las semidesecadas lagunas de Guanacache. Sus idiomas autóctonos eran el allentiac y el millcayac, de los cuales se conservan pocos datos, utilizando sus descendientes el idioma español.

[14] García Lastro, P. (2013): «El desierto de los huarpes. Departamento de Lavalle, Nordeste de Mendoza», en Cosas Nuestras, revista Cardón, Año 9, Nº 29, Abril.

[15] Calzoni, J. (2020): “La obra pública como construcción de la casa común”, en La gestión de la obra pública, AA VV, UNDAV Ediciones, Avellaneda.

Avellaneda, 12 de julio de 2020

*Ingeniero en Construcciones y Civil. Rector de la Universidad Nacional de Avellaneda.

La Tecl@ Eñe Revista


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