Política exterior: un nuevo giro de timón – La Nación, Argentina

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Los conceptos vertidos en esta sección no reflejan necesariamente la línea editorial de Nodal. Consideramos importante que se conozcan porque contribuyen a tener una visión integral de la región.

La Argentina dio otro dramático giro en materia de política exterior en un delicado tema que afecta a la región. En la OEA se abstuvo de condenar los abusos dictatoriales del régimen de Nicolás Maduro. Este preocupante accionar constituye un respaldo evidente a las dos dictaduras más activas de América Latina: las de Venezuela y Cuba.

Esa decisión había sido prenunciada por nuestro presidente en una teleconferencia con el exmandatario brasileño Lula da Silva, quien cumple una condena por corrupción impuesta por la Justicia de su país.

En esa oportunidad se quejó de «no tener» a su lado a Néstor Kirchner, Pepe Mujica, Tabaré Vázquez, Fernando Lugo, Evo Morales, Michelle Bachelet, Ricardo Lagos, Rafael Correa y a Hugo Chávez. «A duras penas somos dos que queremos cambiar el mundo», sostuvo, en referencia al presidente mexicano, Andrés López Obrador, quien acaba de visitar, en Washington, a su par norteamericano, Donald Trump, en un encuentro tan discreto como exitoso en el que el mandatario mexicano, lejos de pretender «cambiar el mundo», confirmó con su sencillez habitual los muy amplios acuerdos comerciales y migratorios que unen a México con el gobierno de los EE.UU.

La decisión de abstención argentina será aplaudida por Jorge Rodríguez, ministro de Comunicación y figura importante del gobierno de Maduro que tuvo prohibida la entrada a la Argentina durante el gobierno de Mauricio Macri. En cambio, acompañó personalmente a Alberto Fernández el día de su asunción.

Cabe recordar que la Argentina resolvió por el momento seguir en el Grupo de Lima, aunque sin acompañar sus consensuadas decisiones, debilitándolo así significativamente.

Otra pésima señal fue desconocer las inmunidades y quitarla seguridad policial de las que gozaba Elisa Trotta Gamus, representante de Juan Guaidó entre nosotros; a la que se sumó la designación de un ferviente defensor del régimen venezolano, Carlos Raimondi, como representante de nuestro país ante la OEA.

En su momento, Fernández no ahorró críticas también para los EE.UU., a los que acusó de haber roto la Unasur y crear el Prosur y de haber hecho todo lo posible para que desapareciera la Celac.

Sobran evidencias de la postura que nuestro país decidió asumir. Bajo la sombra de la pandemia, la Argentina se acercó formal y notoriamente a la Venezuela totalitaria del líder chavista, en un fuerte golpe de timón cuya gravedad preocupa seriamente.

La defensa de la democracia y de las libertades individuales esenciales ha sido dejada de lado. Resuena llamativamente en ese contexto la convocatoria del presidente Fernández en ocasión del encuentro virtual de la Cumbre del Mercosur al destacar la «necesidad» de integrar «una nación única a nivel regional» para enfrentar el desafío de «construir un mundo más equilibrado». Resaltar la importancia de un destino común, de trabajar por la igualdad y la equidad en la región suena absolutamente contradictorio cuando en los hechos se toma partido por el cercenamiento de las más elementales libertades que viene condenando a Venezuela al hambre y la violencia.

La Nación


 

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