La Escuela NO es un Lugar – Por Luciana Jouli y Mayra Pedraza

1.348

Los conceptos vertidos en esta sección no reflejan necesariamente la línea editorial de Nodal. Consideramos importante que se conozcan porque contribuyen a tener una visión integral de la región.Por Luciana Jouli y Mayra Pedraza *

«Se debe romper con la ingeniería social que le ha impuesto el neoliberalismo a la estructura escolar. La cobertura escolar dejó de ser para que los pueblos aprendieran lo nuevo, para democratizar el conocimiento, y poco a poco se fue imponiendo la visión de las instituciones educativas como espacios de contención social, estrechamente asociada al mundo del trabajo” (Bonilla-Molina, 2020).

Aquí es donde entra en juego la idea de ciudadanía, como concepto, como forma de reflexión y participación, como crítica. La ciudadanía, entendida como el estadio de los sujetos en el pleno uso de sus derechos, y en el ejercicio de deberes y obligaciones correctamente cumplimentados, es una realidad concreta, pero que también es un tanto observable. La categoría de ciudadano siempre ha sido utilizada por los sectores dominantes de la burguesía para su conveniencia, y esta no es la excepción. La misma tiene sus límites y se señalarán a continuación.

Autores como Patricia Ferrante, Darío Pulfer, Juan Carlos Miranda Arroyo e Inés Dussel proponen como rol de la escuela la formación de ciudadanos. La ciudadanía no es en sí misma una relación social más, sino que es una relación del capitalismo que impone relaciones burguesas entre las personas, y que pone sus intereses (los de la ciudadanía) por encima de los intereses de clase, ya que “todos somos iguales”, y termina legitimando los intereses de la clase dominante. Es muy importante diferenciar este aspecto, para no encaminar los esfuerzos de la educación y de todas las personas hacia el proyecto de la burguesía.

En ese sentido se cree imprescindible vislumbrar los proyectos de escuela que se venían desarrollando previamente a la crisis del Covid-19, y que ahora se han acelerado.

En la actualidad existe, por un lado, un proyecto de digitalización de la vida y, por ende, de la educación. Contrariamente a algunos pensadores, como Boaventura de Sousa Santos, que piensan que hay un capitalismo que cambia todo para que nada cambie, se considera que hay un capitalismo que cambia porque necesita modificar las relaciones sociales.

Este proyecto dominante, que apuesta pleno a la innovación y desarrollo de tecnologías fundamentales, es resultado del desarrollo de la lógica del capital, que al no encontrar otra forma de sobrevivir se transforma. El dominio del capital financiero transnacional, tal cual lo afirman varios autores (Robinson, 2007; Dowbor, 2013), se encuentra proyectando una transición hacia un nuevo orden económico y geopolítico mundial, donde los Estado-Nación, y con él los sistemas educativos, son progresivamente subsumidos a la lógica del capitalismo globalizado.

Se puede aquí pensar en sistemas a distancia, que se presentan en un inicio como híbridos, argumentando mayores libertades para los diferentes actores de la educación. “Hoy los cambios estructurales en su fase digital empujan a las clases subalternas hacia las “nuevas fábricas” del territorio virtual, con sus plataformas y redes sociales; construyendo nuevos valores organizativos” (Giménez, 2020). Como ya se ha dicho, no exentas de contradicciones y nuevas formas de inclusión/exclusión.

Por otro lado, se encuentra un proyecto de escuela conservadora que piensa a este período como un momento de excepcionalidad. El mismo se encarga sistemáticamente de negar esta situación actual, y pone de manifiesto que en cuanto esto termine, la escuela volverá a la “normalidad”, tal como se conoció hasta el día de hoy. Este proyecto lucha por mantener el orden vigente, con sus instituciones y su organización social.

Piensa al sistema de evaluación como sistema de calificación. Y principalmente se centra en la territorialidad de la escuela, y, si es posible, del espacio aúlico. Su propuesta de digitalización se presenta como una herramienta alternativa, enmarcada solamente en las estrategias didácticas. Es necesario re-construir las relaciones de la ciudadanía que la escuela establece, para pensar un modo de articulación de las clases subalternas en los sistemas educativos.

La escuela se debe constituir en un espacio de territorialidad social, que articule con otros diversos espacios de territorialidad social (otras escuelas, organizaciones, etc), utilizando el medio virtual para tener una construcción global. La red social de la comunidad debe ser el conocimiento del territorio para dar respuestas locales a los males que aquejan a la sociedad, al barrio, a las vecinas y los vecinos. Las escuelas tienen la capacidad de generar esa capilaridad social en los territorios, y pueden construir respuestas conjuntas con otras organizaciones a esas causas profundas de las y los vecinos.

Por eso se propone pensar a la escuela como una organización capilar, que debe tejer redes tanto en el territorio social para generar el conocimiento estratégico de ese territorio, como a nivel global porque es la escala a la que ha llegado el sistema. Frente a eso, se debe pensar cómo construir herramientas en el ámbito de lo digital para socializar estrategias en territorios sociales.

Dichos proyectos han de vincularse en relación a sus proyectos políticos escolares, su generación y socialización de contenidos. Que las herramientas se constituyan independientes de las grandes firmas creadoras de plataformas educativas. Y que esas herramientas brinden la posibilidad de acortar los tiempos de respuesta a problemas puntuales y reales, pero también de construir una respuesta sistémica, un proyecto escolar y educativo que sea del y para el pueblo.

Discutir la propiedad, la producción, la circulación y la apropiación del conocimiento estratégico, así como la visión que orienta la educación en tanto proceso social, es discutir la posibilidad de una escuela y un barrio distinto. Si a eso logramos articularlo a escala global en la producción de poder, podemos también, disputar y aportar a un mundo diferente.

* Luciana Jouli es Licenciada en Educación Especial y Mayra Pedraza Licenciada en Ciencias Políticas, ambas miembros del Centro de Estudios y Formación en Política Educativa (CEFOPED) asociado al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE)


VOLVER

Más notas sobre el tema