Científico de UNQ: «Nos formamos para estar al servicio de la sociedad»
“Nos formamos como científicos para estar al servicio de la sociedad”
“No podemos darnos el lujo de no estar a la altura. ¿Y qué es estar a la altura? Ofrecer las instalaciones, la capacidad tecnológica instalada, los recursos humanos, todo. Lo repito: debemos brindarnos por entero. Si fuera otro tipo de universidad podría pensar otra cosa, pero hoy las del conurbano le tienen que poner el pecho a la situación. Y si hay una que realmente lo está haciendo es la Universidad Nacional de Quilmes”
, advierte en este diálogo Hernán Farina, biotecnólogo y doctor de la Universidad Nacional de Quilmes (UNQ). Es miembro del Laboratorio de Oncología Molecular y director de la Plataforma de Servicios Biotecnológicos (PSB). Aquí abre las puertas del laboratorio, describe la situación actual y comparte las lecciones que recoge de una experiencia sin precedentes.
-¿Cómo viene el procesamiento de muestras?
-Nuestra idea inicial era procesar 50 diarias y de repente estamos con 200. Algunas de las que nos llegan tienen una prioridad lógica; me refiero a las que corresponden al personal de salud, a una persona fallecida, a un individuo con neumonía bilateral que se encuentra en terapia intensiva. El mismo centro que nos deriva, nos comenta cuáles tendríamos que procesar con mayor urgencia. El tema es que, si bien hasta hace poco podíamos jerarquizar mejor, con el incremento de casos todo se desmadró un poco. Las prioridades hoy nos llevan un 50% de la jornada. Todo es prioritario. Vamos bien, aprendiendo sobre la marcha. Un aspecto que debimos modificar fue el vínculo con los privados.
-¿En qué sentido?
-Les solicitamos que traten de resolverlo con sus propios recursos. Si no establecíamos cierto criterio íbamos a volvernos locos, porque mucha gente solicita pedidos de determinaciones –se quiere hacer el test– sin ninguna racionalidad. Algunos días nos venían tandas de muestras en que solo daba positivo 1 de 20. Allí hay un error, no se puede gastar tanto dinero para identificar un solo caso. Los hisopados en los centros de salud tienen que hacerse según una lógica bien predeterminada por el Ministerio de Salud. Cada determinación tiene un costo importante, los recursos son finitos, hay que administrarlos de manera correcta. Bueno, éstos son aspectos que debimos conversar con el Ministerio y sus autoridades.
-Era de esperar. Se modificó mucho la situación desde que arrancaron a mediados de abril…
-Al comienzo teníamos un equipo muy reducido y luego la propia situación nos llevó a reclutar gente. Somos entre 14 y 15 los que estamos a full todo el día, desde las 9 de la mañana hasta las 23 en muchos casos. Es bastante, sobre todo porque el procesamiento en PCR no es inmediato como puede ser con los testeos que utilizan tiritas reactivas. Conlleva mucho tiempo de vigilancia y monitoreo. La extracción del material genético es el paso que más fatiga produce y, en total, estamos entre cinco y seis horas de concentración absoluta por turnos. En un principio habíamos pautado contar con un equipo titular y con uno suplente por si ocurría alguna eventualidad. Esta idea se vio trastocada enseguida: en la práctica estamos laburando todos juntos y en simultáneo. Debemos hisoparnos de manera continua porque, como es lógico, estamos expuestos. Hoy nuestro trabajo es de trinchera. Además que, como sucede en todos los casos, hay capacidades que son finitas.
-¿A qué se refiere?
-Por ejemplo, la cantidad de las cabinas para la reacción: una la usamos para acondicionar y la otra para la extracción. Con la PCR (Reacción en Cadena de la Polimerasa) en tiempo real pasa algo similar, si tenés un equipo en funcionamiento no se pueden colocar más muestras de las que soporta el aparato. Pero, como sea, le estamos poniendo el pecho porque creemos que hay que hacerlo. Es raro que encuentres un científico malhumorado con su trabajo, nos encanta lo que hacemos, podemos ser creativos y si conseguimos ayudar el rédito es doble o triple. A mí me tocó convocar al equipo cuando todo se inició.
-¿Cómo fue esa experiencia?
-Me contactaron desde el Ministerio de Salud y desde el propio municipio de Quilmes, a través del ex rector Mario Lozano. Como estaba dirigiendo la PSB me preguntaron si me animaba a coordinar un poco todo esto. Y les dije que sí, que para nosotros sería una muy buena oportunidad, sentía que la Universidad tenía mucho para aportar y que esperaba estar a la altura. De hecho, nosotros lo intentamos todos los días: nuestro objetivo es seguir estando a la altura pero no voy a negarte que se hace difícil. Le ves la cara a los chicos, a nuestros investigadores más jóvenes y te das cuenta que lo están dejando todo. Es conmovedor. Son jornadas laborales intensísimas y muy largas. Lo que más contento me tiene es el equipo que armamos.
-¿Qué le gusta del equipo?
-La mayoría son investigadores e investigadoras que provienen de laboratorios de virología y oncología molecular. También hay biotecnólogos, microbiólogos y de otras disciplinas. Es un grupo genial, ya estamos pensando en qué haremos cuándo toda esta pesadilla termine porque me parece que los servicios que podemos ofrecer son muy importantes, no solo para Quilmes sino para todo el conurbano. Me especialicé en el rubro de transferencia tecnológica (Farina creó dos empresas en el 2000) y después quedé a cargo de la Plataforma. Pienso que la UNQ tiene mucha potencia para ofrecer servicios a la comunidad: en el futuro podría ser dengue, chikungunya o cualquier otro virus. Estamos en condiciones de brindar un soporte tecnológico que realmente no abunda en la provincia.
-La ciencia anclada en el territorio. Me parece que es un rasgo distintivo de la Universidad Nacional de Quilmes…
-La Universidad se convirtió en un referente indiscutido de una amplia zona de la provincia. Ya lo era previamente a la pandemia pero el foco se ensanchó de manera considerable. Al principio nuestro laboratorio se encargaba de procesar las muestras de muchos municipios; hoy solo nos encargamos de Quilmes y es muchísimo, hay que pensar que es uno de los distritos más golpeados. Cuenta con el 90% de positividad.
-Es altísimo el porcentaje, ¿qué aprendizaje va dejando la pandemia?
-Como científico de una universidad pública y por mi experiencia de trabajo en cáncer, la verdad es que desde hace muchos años trato de estar cerca de las necesidades de primer orden que tiene la gente. Es inconmensurable la sensación que se experimenta al diseñar una droga que puede mejorar la vida de los pacientes. Sin embargo, en este caso es especial, todo se ve muy de cerca: hoy todo lo que aprendimos en las aulas es aplicado en el trabajo diario, como si fuera un laboratorio continuo. Que un paciente reciba la noticia sobre su test en 48 horas en vez de hacerlo en siete días es muy reconfortante para nosotros. Nos formamos como científicos para estar al servicio de la sociedad, sino produciríamos conocimientos desde una empresa privada. Argentina cuenta con una infraestructura bastante interesante en relación al tipo de país que nos hacen creer que somos.
-¿A qué se refiere?
-A que siempre, desde diferentes lugares, nos quieren hacer creer que nuestra ciencia y nuestro sistema de salud es menos de lo que realmente es. En realidad, somos bastante más. No cualquier nación se prepara para el virus como lo hicimos nosotros y ello fue posible porque existía una red de laboratorios que no funcionaba tan mal pese a verse tan resentida durante los últimos años. Si teníamos que crear todo de cero en 100 días obviamente no íbamos a llegar a ningún lado. A nosotros nos avisaron y en dos semanas teníamos un laboratorio listo para detectar coronavirus. Las empresas nos apoyaron mucho en eso, no nos quisieron cobrar las divisiones que necesitábamos hacer y que eran necesarias por cuestiones de bioseguridad. Eso también hay que decirlo: habrá algunos anticuarentena, pero también hay gente muy copada que se pone las pilas y está al pie del cañón. La pandemia funciona como termómetro, advertir que Argentina se adaptó tan rápido en relación a todos nuestros vecinos de América puede servir para comprender un poco esto que intento explicar. Tenemos que confiar un poquito más en nosotros, en lo que podemos llegar a hacer cuando actuamos juntos, cuando tiramos para el mismo lado.
-¿Qué es lo que más le gusta de la UNQ?
-Mientras hablo con vos escucho el ruido de las ambulancias. Hoy entró bastante gente para alojarse en el centro de aislamiento. Tenemos una Universidad que se predispone por entero a lo que está ocurriendo afuera. No veo investigadores recluidos opinando desde la comodidad de sus escritorios, sino científicos y científicas que vienen y ponen el cuerpo en todos los casos. Una institución que intenta asociarse con el medio y no transformarse en un gueto académico. No podemos darnos el lujo de no estar a la altura. ¿Y qué es estar a la altura? Ofrecer las instalaciones, la capacidad tecnológica instalada, los recursos humanos, todo. Lo repito: debemos brindarnos por entero. Si fuera otro tipo de universidad podría pensar otra cosa, pero hoy las del conurbano le tienen que poner el pecho a la situación. Y si hay una que realmente lo está haciendo es la Universidad Nacional de Quilmes.
Fuente-Universidad Nacional de Quilmes