Chile, un país en búsqueda de líderes – Por Fernando Ayala

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Los conceptos vertidos en esta sección no reflejan necesariamente la línea editorial de Nodal. Consideramos importante que se conozcan porque contribuyen a tener una visión integral de la región.Por Fernando Ayala *

En marzo de 2022 debe iniciarse un nuevo gobierno en Chile, donde existe un calendario electoral trazado y un camino constitucional que partirá en el mes de octubre del presente año. En términos cronológicos,18 meses es muy poco tiempo, pero en el plano político es una eternidad.

En medio de una crisis profunda de la sociedad chilena marcada por el estallido social, que luego de un mes fue amortiguado por el acuerdo entre el gobierno de Sebastián Piñera y la gran mayoría de las fuerzas políticas para un referéndum constitucional, se sumó la pandemia, que también ha contribuido a esta suerte de tregua entre los movimientos sociales y sus exigencias de cambios profundos, agravado por la amenaza del cambio climático, la presencia de hambre y malnutrición en sectores populares, inseguridad ante la delincuencia, la cesantía que se extiende como consecuencia de la  paralización económica y el descrédito de la conducción del gobierno,que es acompañado por el de los parlamentarios y partidos políticos.

Además, debe sumarse un factor de extrema gravedad, como es la situación en la Araucanía, la que todos, más o menos, pretenden ignorar.  En estas circunstancias, el panorama económico para lo que resta del presente año y el próximo es muy poco favorable para la anhelada paz social que la gente reclama.

La responsabilidad entonces recae en los actores políticos porque si bien la sociedad civil y los movimientos sociales gravitan con fuerza en el país, son los partidos, para bien o para mal, quienes deben conducir los procesos sociales.

En el panorama actual, desde la izquierda a la derecha, el paisaje es conocido, y por los tiempos que restan para entrar a tierra derecha de la carrera presidencial, parece poco probable que aparezca un nuevo o nueva líder, como fue el caso inédito de Michelle Bachelet, quien en el invierno de 2002, como Ministra de Defensa, en plena tierra de hombres, se montó en un tanque para conocer el estado de los sectores populares inundados, catapultándola hasta a Presidencia de la República en 2006, dejando en el camino a todos su rivales y demostrando que una mujer podía gobernar sin ser pautada por las cúpulas partidarias.

Hoy día el país carece de liderazgo, con un presidente débil y deslegitimado, entregado a políticas del liberalismo extremo de la derecha, abandonado por quienes lo votaron. El futuro que se aproxima requiere de líderes, de izquierda y derecha, creíbles, fuertes, pero no autoritarios, que impongan respeto por su trayectoria,que no polaricen a la sociedad, capaces de lograr los acuerdos que la gente reclama, que sean conocedores de la dura realidad existente para millones en el país y que se emocionen ante las frustraciones de quienes jubilan solo para seguir sufriendo las carencias.

Deben empatizar con los sufrimientos de jóvenes familias endeudadas por los estudios de sus hijos, en un sistema cruel, así como ser capaces de traducir los sueños de una sociedad más justa en acciones concretas. Para ello es necesario que conozcan el Estado para poder modernizarlo de verdad y avanzar para terminar con el amiguismo, el “pituteo” y la corrupción, tanto en el sector privado como en lo público, que tan bien conocemos los chilenos y que están detrás de la indignación ciudadana.

Los liderazgos que en el pasado parecieron promesas emergentes, junto a los nuevos partidos y movimientos que nacieron con el nuevo siglo, de izquierda y derecha, se han marchitado, han perdido fuerza, otrosson militantes de partidos que no concitan mayorías o favorecen el populismo extremo.  Todos los o las que aspiren a gobernar Chile deberán pararse desde la ciudadanía, desde la calle, desde el barro de las poblaciones, desde Petorca, donde no hay agua potable, desde la profundidad de la Araucanía, ser conocedores de la dramática situación en la que viven millones de personas.

Ello no significa necesariamente ser alcalde o pasearse de un matinal a un programa farandulero de televisión.  Está demostrado que el electorado en Chile, al final, es más racional de lo que se pueda suponer.  Al parecer, comienzan a surgir políticos en los partidos tradicionales que se encaminan a quebrar el liberalismo extremo de la derecha ideológica y la nostalgia revolucionaria de la izquierda soñadora.

En el actual panorama políticoson pocos los líderes que reúnen condiciones como las descritas.  En la derecha se ha consolidado la figura de Mario Desbordes, con una visión fresca, cercana a la centro derecha europea, quien debe enfrentar la furia de la elite oligarca de su sector, aquella con la impronta clasista y del economicismo liberal extremo en su ADN.

Son los que no quieren un cambio de la realidad social chilena sino solo un “mejoramiento” a través del “chorreo”.  Los mismos que esperan se anule, postergue o triunfe el NO en el plebiscito de octubre. No será fácil para el líder de RN reafirmar su visión y liderazgo

Por su parte en la izquierda es Heraldo Muñoz quien mejor parece encarnar el ideal de centro progresista, social demócrata, de cambios hacia una sociedad de bienestar, de compromiso, probidad, coherencia, conocimiento de la realidad social chilena, así como de la necesidad de un país que sea líder en crecimiento sustentable y que sea un actor en la agenda internacional que tantos beneficios ha traído a Chile.

Deberá lograr aunar un amplio abanico de sensibilidades políticas, ambiciones legítimas de otros y otras que esperan su momento, para converger en un camino de unidad de la centro izquierda. Obviamente quepara los radicalesde la izquierda, aquellos visionarios que esperan el momento insurreccional, olos de derecha,que sueñan con un Bolsonaro, todo es “más de lo mismo”.

Para los caciques y figuras aspiracionales de los partidos de la antigua Concertación,de la Nueva Mayoría, de la UDI, de sectores de RN y dela UDI juvenil renovada, como es Evopolis, ninguno, es decir, ni Desbordes ni Muñoz son comparables con ellos mismos.

El camino que deberán recorrer ambos es largo y difícil, pero al ver sus actuaciones en los debates en los medios, entrevistas, la capacidad de liderar en sus partidos, para ordenar, negociar, ceder y lograr acuerdos, así como la comprensión de las demandas populares por mejores pensiones, salud y educación, dan esperanzas que desde la misma clase política puedan despuntar figuras que mañana podrán permitir una gobernanza responsable, que favorezca la mayoría de los intereses de la gente y de Chile.

* Economista de la Universidad de Zagreb en Croacia y Máster en Ciencia Política de la Universidad Católica de Chile. Exembajador, actualmente es consultor para FAO en Roma en temas de cooperación Sur-Sur, académicos y parlamentarios.

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