Bruno Paes Manso, periodista e investigador: «Hoy el PCC es una agencia reguladora de la violencia en Brasil»

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Escrito por Ángela Olaya y Josefina Salomón

El PCC se ha convertido en una de las organizaciones más complejas y relevantes del mundo criminal de América Latina con más de 30.000 miembros, presencia activa en Paraguay y con sus tentáculos en redes de narcotráfico alrededor del mundo.

El grupo brasileño ha llegado hasta donde está gracias a una ideología que ha privilegiado la colaboración sobre la confrontación, según Bruno Paes Manso, periodista e investigador de la Universidad de São Paulo, cuyo libro, “La guerra. El ascenso de PCC y el mundo del hampa en Brasil”, describe el ascenso al poder de la pandilla más grande de Brasil.

InSight Crime conversó con Paes Manso sobre los elementos que hacen que el modelo de “cooperativa criminal” que el PCC patentó sea tan efectivo en Brasil, el potencial de expansión que tiene en el resto de la región y los elementos que hacen que las autoridades todavía no logren detenerla.

¿Cuánto del poder del PCC surge de haber tomado parte de las responsabilidades que, tradicionalmente, le corresponden al Estado, por ejemplo, en el cuidado de los presos?

En San Pablo, por ejemplo, el sistema penitenciario tiene mucha sobrepoblación. Hace dos años entré en una celda con espacio para 12 personas y había 50, con todas sus pertenencias y apenas un baño. Tampoco hay comida o ropa suficiente para todos los presos.

Al mismo tiempo, el Estado sabe establecer ciertos límites con ellos. Parece que hay acuerdos, pero también hay muchas tensiones. Es como un juego de ajedrez entre dos partes.

La estrategia, aun sin un objetivo claro, parece haber sido muy efectiva. ¿Puede llegar a ser un modelo criminal para otras organizaciones?

Sí, porque el mercado de drogas es muy lucrativo.

Como modelo de negocios, yo pienso que el punto más fuerte que puede ser replicado en otros lugares es, primero, crear protocolos criminales que sean respetados para que todos ganen más en este mercado muy lucrativo. Ese es su punto fuerte: crear orden en el mercado informal e ilegal que, por naturaleza, no tiene orden.

Y ocupando el espacio vacío que el Estado ha dejado…

Sí, pero yo pienso que hay dos cosas. En los barrios pobres, el Estado tiene que estar presente con los hospitales, educación, y salud. Yo pienso que el tráfico de drogas ofrece una carrera y una identidad muy seductora para los jóvenes. Les ofrece una masculinidad “guerrera” con algo de dinero. El Estado les disputa a las organizaciones eso.

El desafío es cómo convencer a esos jóvenes. ¿Cómo lograr que construyan sueños fuera del tráfico de drogas? Son problemas muy ligados a la masculinidad. Cómo conseguimos entrar en esta disputa y construir una narrativa que abra puertas de sueños para estas personas.

¿Cuál es la motivación de una organización como el PCC, es económica, política o ambas?

El PCC no nació como una empresa de tráfico de drogas, sino como una forma de sobrevivir dentro de las cárceles y en las periferias de las ciudades de Brasil, en ambientes muy violentos; se convirtió en una estrategia de supervivencia para muchos hombres. El crimen fue una suerte de identidad de masculinidad urbana de la periferia que se creó.

El PCC surgió en un contexto de muchos homicidios y violencia en San Pablo, como una forma de regulación de la violencia. El tráfico de drogas fue financiando esa máquina burocrática de orden.

Hoy se profesionalizaron en ese mercado y las ganancias han sido muy importantes.

Pero cuando hablamos de política, o una propuesta política, el PCC no tiene una propuesta concreta. No tienen proyecto político en ese sentido.

Si pensamos al PCC desde el punto de vista económico, en términos de dinero, ¿de cuánto estamos hablando?

La última estimación, que creo que es del 2016, es de algo en torno a los 200 millones de reales que son algo así como US$40 millones por año. Esto es muy bajo en comparación con el dinero que generan los carteles.

Es muy importante entender que hay una diferencia entre el PCC como persona jurídica, como organización, y como persona física, que es la enorme red de individuos que son miembros del PCC y que ganan dinero con sus propios negocios y pagan una mensualidad a la organización. Esto lo diferencia de los carteles.

Los carteles ganan dinero como una empresa, sus ganancias son contabilizadas como una gran empresa. El PCC es una red de socios que pueden ganar su propio dinero, pero que tienen que comprometer recursos para los gastos de la propia maquinaria, de su burocracia.

Ese nivel de ganancias y operaciones nos dice que el PCC tiene una gran capacidad de negociación y diplomacia.

Sí, hay un proceso civilizatorio del mercado. Son vendedores y aprenden a ser vendedores. El mercado tiene un papel fundamental en pacificar las relaciones porque todos ganan. La guerra no es necesaria porque, cuando hay relaciones políticas, el mercado ayuda en ese sentido. Todos ganan.

El PCC crea un orden: ganar dinero, invertir más y ampliar los contactos y las oportunidades.

Esos US$40 millones de dólares son lo que gana para invertir en los derechos de los miembros de la organización, en los abogados, en las familias de los presos, en todo lo que hace que la organización funcione.

Un formato de cooperativa que presta atención a las necesidades de sus miembros y les da libertad económica parece ser un formato mucho más efectivo y duradero en el tiempo que otros modelos de organización criminal…

La fuerza del PCC es la inteligencia de su estructura. Si una persona líder de la organización cae presa, la organización continúa. En el caso del PCC, la muerte o prisión de una persona no importa mucho porque la estructura es fuerte. Es como una gran hermandad de socios que se ayudan unos a otros. Como una cooperativa donde hay una concentración de recursos para invertir en los derechos de sus socios, pero es, al mismo tiempo, más flexible que otro tipo de organizaciones.

Siendo un modelo exitoso, ¿por qué no se ha exportado de forma más extensa a otros países?

En primer lugar, es porque el PCC está formado por personas muy pobres sin educación, que solo hablan portugués. Tienen dificultades para hablar otros idiomas, en general conocen a sus socios internacionales dentro de las cárceles pero tienen dificultades para acceder a otros territorios.

Si los comparamos con carteles de Colombia o de México, el PCC no se les aproxima. Sin embargo, considerando la realidad de Brasil, que no es un país productor, no está cerca de Estados Unidos y es solo un mercado de paso, vemos que el PCC logra un crecimiento de la participación de Brasil en el mercado del narcotráfico mundial bastante importante.

El PCC si ha logrado establecer una presencia en Paraguay. ¿Cómo es ese PCC en comparación con el que vemos en Brasil?

Pienso que la presencia en Paraguay es un paso estratégico, cada vez más importante. Cuando llega a las fronteras, el PCC tiene acceso a grandes volúmenes de drogas. El gran problema del tráfico en Brasil es que ha sido muy caro por los costos de la “guerra en las calles”  generada para ofrecer pequeñas cantidades al consumidor final; mucha violencia, muchas muertes.

Hay reportes recientes de que el PCC ha comprado propiedades para producir marihuana en Parguay y coca en Bolivia. ¿Cuánto esfuerzo cree que el PCC dedica a tener control de la producción de droga?

Me parece que la producción de marihuana en Paraguay no es en términos de propiedad de los terrenos por parte de grandes empresarios; invierten en terrenos públicos en grandes plazas para que, en caso de que la autoridades los identifiquen, las plantaciones no puedan ser asociadas con nombre propio a un propietario determinado. Esa es la característica de plantación de marihuana en este país.

Por lo que la propiedad de los terrenos donde plantan por parte del PCC no parece ser la estrategia. Ya se había escuchado que el PCC estaría intentando llegar a las plantaciones de marihuana, pero no comprando terrenos para plantar porqué precisamente la justicia puede asociar terrenos a su nombre.

Es más viable algún tipo de sociedad con plantadores, pues el modelo de negocio del PCC se enfoca más en financiar grandes emprendimientos; son más como financistas: trabajan con alguien que tiene el terreno, alguien que tiene la condición de cultivador, con los campesinos.

¿Qué efectos puede tener todo esto con las rutas de drogas en la región y con la relación con otros grupos criminales?

Es difícil asegurarlo, pero pensando como un emprendedor, hay muchas similitudes con cualquier negocio. Siempre hay rutas que permiten la distribución en Brasil y mercados privados. Si estas rutas funcionan no hay necesidad, pero si hay oportunidad para crear otras rutas, acceder a otros mercados y ampliar sus lucros, por supuesto que el PCC lo va a hacer.

¿Qué ha hecho el Estado para detenerlos y que efectividad ha tenido?

En Brasil hay muchas personas prensas y no hay espacio suficiente. El PCC entró para organizar y disminuir las muertes en las prisiones. Disminuyó los problemas allí y luego pasó a ser muy importante para mantener un equilibrio en el sistema de la prisión.

El desafío para el Estado es ese equilibrio.

La relación entre el PCC y el Estado entonces es un balance muy delicado …

Sí, porque al mismo tiempo que el PCC administra la cárcel, algo que para el gobierno es bueno porque así el sistema penitenciario no explota, el PCC consiguió crecer dentro de las cárceles durante los últimos 20 años y creó una cierta libertad para hacer negocios dentro de ese sistema. Había una cierta tolerancia, pero también limites que no pueden ser traspasados. Es un fino balance entre ambos.

Pero el PCC es muy creativo, crea formas de burlar los límites que pone el Estado. El Estado tiene también muchos otros problemas, no hay recursos, no hay suficiente inteligencia policial, etc.

Pensando en esta evolución que nos describe y en el futuro, ¿cree que el PCC ha llegado a la cima de su potencial como organización?

Tiene posibilidades de expandirse porque tiene una estructura muy flexible, que no es competitiva. La inteligencia de esta estructura es trabajar como socios. El PCC ofrece sus servicios a narcotraficantes para que puedan vender más. No compiten por mercados sino que construyen una red de distribución de socios para que todos puedan vender más drogas.

Pensando en el posible futuro del PCC, ¿puede ser que la organización se expanda?

El PCC, como otros grupos criminales, sabe que la administración del territorio genera problemas muy grandes y muy costosos, porque para administrar una plantación de marihuana en Paraguay, por ejemplo, tiene que conocer a sus habitantes, sus tradiciones, su policía, tiene que tener relaciones con las instituciones locales. Es una inversión muy costosa que no tiene sentido para ellos. No tiene sentido que un grupo de personas de las favelas de San Pablo pueda llegar a generar relaciones en un territorio extranjero, con personas extranjeras, entonces yo pienso que la organización no tiene esa pretensión.

InSight Crime


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