“Ayiti paka respire”: la mujer haitiana frente a la pandemia
Abre sus ojos en la penumbra; demora para hacerlo porque sabe lo que va a ver. Estira la boca pulposa y bosteza, el gesto comprime más su nariz ancha. A su lado hay siete muchachos, pero la mayoría duerme. Sólo uno le sonríe. Sandrine la devuelve con una mueca que lo hace reír sin amanecer. Ya hay que levantarse, como siempre. Sí, está sola con todo. Lo que gana al día, no da pa, ná!- sabe- es pa´el alquiler. Ella tenía una casita, que junto con la del lado, cayó hecha trizas cuando el terremoto. Ese niño que sonríe está vivo de milagro, porque con un año de nacido le cayó un muro encima y estuvo sangrando por un tiempo.
Ahora tiene diez y cuida de los otros. En esta casita, cuando llueve hay goteras, pero si llega al mes y no paga, el dueño le tranca la puerta. Se levanta sin excusas. En esta vida ya ha visto todo. Maltrato, asesinato y violación. Si vende en el mercado, puede negociar hasta un punto, porque los jefes le quitan la mercancía. A veces tiene que vivir agachá, porque le dan palos, la empujan. No, no sabe firmar. Quizá necesita dinero para pagar la escuela, el hospital, ahora con el virus ese. No le dan una medicina regalá. Yo me pregunto y veo tan lejos la respuesta – dice Sandrine-vivimos en la calamidad.
“Las mujeres pertenecen a las categorías más pobres, más explotadas en la sociedad haitiana”, afirma en entrevista exclusiva para teleSUR Colette Lespinasse, quien lleva algo más de 20 años luchando contra una forma moderna de esclavitud, violencia social y étnica que sufren las decenas de miles de trabajadores haitianos, emigrados o no. “Aquí en Haití, la Covid-19 está aumentando. Estamos observando un rápido crecimiento de la enfermedad en estos últimos días (casi 100 casos por día) y esto es preocupante”.
“Es que nuestro Estado basa todas sus estrategias sobre las del sistema neoliberal que no hace caso de la gente, de las personas más necesidades, de los trabajadores y trabajadoras, sino de las que ya tienen dinero y poder. La pandemia del coronavirus contribuye a fortalecer esa tendencia, a no considerar a ciertos grupos de la sociedad”.
Tal como afirma la líder haitiana, lo advierte Médicos Sin Fronteras (MSF). Es que en Haití no ha habido cuarentena estricta, no hay medidas preventivas, porque la gente sale cada día a ganarse la vida. Sandra Lamarque, directora de la misión de MSF en Haití, afirma que este es “el país con el menor Producto Bruto Interno (PIB) per cápita de América, y un 70 por ciento de su población inmersa en la pobreza, debe lidiar, además, con las carencias de su infraestructura sanitaria. En realidad, las medidas anunciadas por las autoridades, como el toque de queda, y la prohibición de reuniones, no están siendo aplicadas ni reforzadas por las autoridades. Los lugares públicos, como los mercados, están atestados de gente. Las únicas medidas exitosas son el cierre de escuelas e iglesias».
«La mayoría de los haitianos no tienen acceso a agua potable y saneamiento, y muchos viven en hogares atestados donde la cuarentena y el aislamiento son un reto. Además, existe el riesgo de que la creciente inseguridad alimentaria provoque hambruna», afirma Carissa Etienne, directora de la Organización Panamericana de la Salud.
Mujeres-sobrevivencia-familia
Colette Lespinasse es activista a favor de los derechos de esa mayoría femenina en Haití. Datos de 2018 suponen casi 6 millones, el 50,65 por ciento del total.“En Haití, en el contexto de la Covid-19, no se ha desarrollado ninguna estrategia particular en favor de grupos específicos, como niños, personas mayores, discapacidades, campesinos, u otros grupos vulnerables. Tampoco, nada en favor de las mujeres que asumen una gran parte de la sobrevivencia de la familia. La gente comienza a asustarse. Pero su comportamiento no ha cambiado realmente. El Gobierno emitió un decreto muy crítico que limita severamente las libertades individuales. En realidad, el decreto no se está respetando, pero podría usarse en cualquier momento para reprimir a la población. El decreto podría alentar el abuso y la corrupción por parte de la policía”.
“Aunque se habla mucho de confinamiento, muchas mujeres deben salir cada día para ir a trabajar como vendedoras en los mercados públicos llenos de gente, domesticas en casas privadas, etc. Suben en transportes públicos sin mascarillas y nadie toma eso en cuenta. No hay mensajes específicos hacia las mujeres, a quienes la sociedad patriarcal confía la responsabilidad de cuidar a los enfermos y a toda la familia. Así, las mujeres representan uno de los grupos más expuestos a la enfermedad”.
– ¿Qué dicen las estadísticas sobre el contagio por género?
“Demuestran que hay más hombres que mujeres que tienen el coronavirus en Haití. Según los informes publicados hasta el 12 de junio, dentro de 4.165 casos positivos detectados, 40.4 por ciento eran mujeres y 59.6 por ciento hombres. (CF SITREP N0108, del Ministerio de Salud, 12 de junio de 2020)”.
“La zona franca está compuesta en un 70 por ciento por mujeres. En el medio de la pandemia, el Gobierno decidió reabrir las factorías que fueron cerradas cuando se detectó los dos primeros casos positivos en el país. Se ha dicho que se necesita gente para trabajar para las exportaciones y que hay demanda. Las zonas francas representan ahora en Haití la principal fuente de divisas para el país. Así, sacrifican a las obreras y obreros, porque después se encontraron varios casos de coronavirus en las zonas francas”.
El hambre acecha a los nuevos desempleados en Haití, los que deja la pandemia., porque ya en 2019 se notificaba un 70 por ciento de desempleo.
– ¿Cuál es la situación actual del desempleo?
“La sociedad haitiana vive una situación de desempleo muy grande. La mayoría de las familias sobreviven haciendo algo en el sector informal. Es en ese sector donde laboran la mayoría de las mujeres. Con el paro de actividades económicas, son muchas las mujeres que no pueden alimentar a su familia. Muchas de ellas son familias monoparentales, con una mujer sola. Sin ningún apoyo del Estado, esas mujeres tienen muchos problemas”, continúa la activista humanitaria de derechos humanos.
– ¿Cuáles son los mayores desafíos en este contexto?
Los retos son muchos. En la salud, el efecto de la crisis de la pandemia empezó a impactar a las mujeres desde que el Ministerio de Salud emitió un comunicado pidiendo a todos los centros de salud recibir solamente casos de emergencia. Desde ese momento, las mujeres embarazadas que tenían cintas cada mes no han podido ver a un médico. Se le pide venir solamente si sienten un malestar. Así hay mujeres que han esperado hasta que su situación se pone muy grave para acudir por ayuda. Por eso, muchas mujeres dan luz en su casa y no van a un centro y casi pierden la vida si tienen problemas en el parto. Además, los centros de planificación familiar casi no funcionan. En ese contexto, vamos a tener embarazos no deseados, sobre todo de mujeres jóvenes. Esa crisis lleva también mucho traumatismo para las mujeres embarazadas».
“En cuanto a la comida, las mujeres tienen una doble responsabilidad ahora. Hay más gente durante todo el día en la casa, porque no salen mucho, los niños y niñas no van a la escuela. Necesitan mucho más recursos para alimentar a la familia, mientras tanto se disminuyen sus actividades económicas».
La también coordinadora de la organización no gubernamental haitiana Groupementd’ Appuiaux Retatriés et Réfugiés (GARR), afirma que en términos de la economía, “muchas mujeres viven del negocio para sobrevivir. Sin embargo, por causa del coronavirus, todo el mundo tiene miedo del otro, los clientes también. Así se disminuyen las actividades comerciales, sobre todo las que tienen que ver con comida. Los restaurantes no funcionan cada día como era antes. Por ejemplo, un restaurante que vendía como 30 platos en un día, ahora apenas diez ó 12. Las mujeres que vendían pastelitos tuvieron que suspender el negocio, porque las escuelas están cerradas».
“El acceso al agua es un gran problema. Así, se aumenta el trabajo de las mujeres porque son ellas y los niños que buscan el agua y sobre todo, las que utilizan este recurso para los trabajos domésticos. Ahora, estamos viviendo una temporada de sequía prolongada. Hay poca agua en las fuentes, es decir que las mujeres deben hacer mucho más esfuerzo para encontrar agua. Para prevenir la Covid-19, se pide limpiarse la mano muy frecuentemente y lavar las ropas de regreso a casa. Eso significa utilizar mucha agua».
“Sobre el riesgo de contaminación, imagina que las mujeres caminan mucho para ir al mercado. Como se cerró la frontera, no pueden ir a comprar y vender. Caminan mucho más para encontrar y vender mercancías. Eso representa para ellas un gran riesgo de contaminación».
– ¿Qué valor le asigna a las redes solidarias durante la pandemia?
“A pesar de tantas dificultades, las mujeres, sobre todo las organizadas, hacen muchos esfuerzos para defenderse en esa situación. Hay zonas donde cotizan para poder comprar recipientes que ponen a disposición de todo el mundo para limpiarse las manos. Otras, fabrican mascarillas que distribuyen en zonas populares, en mercados. Algunas más se involucran en la sensibilización de otras mujeres».
“Los mensajes de protección tienden a aislar una a la otra y trasmiten miedo al otro. Muchos encuentros no pueden ser organizados. Eso trae un cierto aislamiento que las mujeres intentan controlar, para poder seguir en contacto y ser solidarias. En Haití, todo el mundo está consciente de que, sin solidaridad entre nosotros y nosotras, no vamos a vencer esa enfermedad. La pandemia del coronavirus nos ha demostrado la cara egoísta del sistema neoliberal que no tiene amigo, sino intereses y que ahora lo único que le preocupa son sus intereses y no los del pueblo”.
“Mientras tanto, la inseguridad está aumentando en los barrios populares alrededor del centro de Puerto Príncipe. Martissant aparece cada día en las noticias debido a muertes, heridos, incendios. Lo mismo ocurre con la parte norte de la capital, especialmente Cité Soleil. Estos incidentes graves tienen varios orígenes y los gritos de ayuda de la población indefensa, que vive en estos vecindarios, no parecen conmover a nadie”.
“A nivel local, las personas se las arreglan lo mejor que pueden: Están haciendo máscaras, beben mucho té. Un grupo de médicos ha propuesto que el cuidado de la enfermedad se organice a nivel comunitario.
Algunas comunidades ya comenzaron cuidando a las personas enfermas, pero también para prevenir la estigmatización y las agresiones contra los pacientes. A pesar del creciente número de casos de Covid-19, varios hospitales públicos y centros de atención médica aún están en huelga. Se han producido varios casos de infección en instituciones públicas, entre ellas la Policía Nacional. El Gobierno parece estar paralizado”.
“En Haití, a pesar de la gran contribución de las mujeres en la vida del país, no hay un reconocimiento real de su aporte. Las organizaciones de mujeres deben luchar mucho para obtener un poquito de reconocimiento. El Estado no hace caso de sus compromisos tanto al nivel nacional, como internacional, en favor de los derechos de las féminas. Las mujeres pertenecen a las categorías más pobres, mas explotadas en la sociedad haitiana”, concluye para teleSUR Colette Lespinasse, no sin antes responder a una pregunta muy personal.
– ¿Quién eres, Colette?
Una haitiana que durante la dictadura de Jean Claude Duvalier trabajó en Radio Soleil, emisora de la Iglesia católica que había jugado un papel muy importante en la caída de la dictadura.
Tengo experiencia en educación por la radio, con una formación académica en administración, pero con mucha experiencia en trabajo social, periodismo y militancia en derechos humanos. En la práctica, siempre he trabajado para la participación de los grupos excluidos, campesinas, mujeres, migrantes.
Soy fundadora de una organización de promoción de los derechos de los y las migrantes que se llama GARR (Grupo de apoyo a los migrantes y refugiados). Ahora, estoy acompañando a una organización que trabaja para la liberación de niños en trabajo doméstico. Al mismo tiempo, facilito de vez en cuando talleres para grupos de mujeres tanto en Puerto Príncipe como en todo el país.
Estoy casada. Tengo tres niños, dos biológicos y una adoptada. Mi mamá, de 85 años, vive conmigo.Vengo de una familia de ocho hermanos. Soy la única viviendo en Haití. En mi casa, somos seis personas, y hay dos más que vienen cada día.
– ¿Personalmente, cómo vives la pandemia del coronavirus?
“Desde el inicio, seguimos las medidas de protección. Compartimos las informaciones y consejos con todo el mundo. No salimos mucho, pero de vez en cuando hay que ir a comprar cosas para toda la familia. Me gusta mucho ir al mercado, porque eso me da una mejor idea de cómo vive el pueblo, sobre todo las mujeres, lo que piensan ellas del coronavirus”.
“Es impresionante escuchar cómo la gente no le da mucha importancia. Dicen que entre morir de hambre y morir de coronavirus, prefieren quedarse de pie para luchar por la vida”.
“Cuando uno sale, antes de entrar dentro de la casa, se lava. Por suerte, tenemos agua. Vivimos en una zona donde hay agua en la tierra y con una bomba podemos conseguirla. Tenemos poca electricidad. A veces tres horas cada seis-ocho días. Utilizo el Sol para conseguir un poco de energía, pero lo que tengo no basta para accionar la bomba. Muchas veces tengo que utilizarla a mano. A pesar de ello, tengo oportunidades, porque la mayoría de mis vecinos no pueden. Por eso, comparto con muchos de ellos un poco de electricidad para cargar los celulares. A veces, jóvenes vienen a casa para activar sus computadoras o ver una película. Esos jóvenes se cansan mucho porque no hay escuela. Tienen miedo de perder todo el año”.
“Aunque hay pocas reuniones, seguimos trabajando, participando a través del Internet a muchas reuniones. Seguimos con mucha ansiedad el deterioro de la situación económica, social, alimentaria de la población y sobre todo la política. El Gobierno está intentando de utilizar el contexto del coronavirus para fortalecer su poder, algunos piensan para fabricar una nueva dictadura en el país. Es difícil movilizarse, pero lo intentamos”, concluye.
¡Crisis humanitaria ya!
Mientras, la OPS hace un aviso. «Estamos especialmente preocupados por Haití y quiero advertir sobre una crisis humanitaria inminente», dijo Carissa Etienne, directora de la Organización Panamericana de la Salud. Hay 17.000 haitianos que han regresado de la República Dominicana, donde hay transmisión comunitaria, y se espera que este número llegue a 55.000 en dos semanas. Hay pocas camas para tratar pacientes con Covid-19, un número insuficiente de profesionales de la salud y equipos de protección personal también insuficientes», como también lo es “ la seguridad de los hospitales designados para Covid-19 y la seguridad de los trabajadores de salud es motivo de gran preocupación».
El año 2019 caracterizó a un Haití convulso. La corrupción frente a la miseria. La protesta frente a violencia y viceversa. Se dice no habían visto movilizaciones tan masivas, desde hace más de tres décadas, con el final de la lucha contra Baby Doc Duvalier.
El presidente de Haití, Jovenel Moise, nombró en marzo de 2020 a un nuevo primer ministro: Joute Joseph. Fue un intento de contener la crisis política que atravesaba el país desde hacía un año, caracterizada por la inseguridad social, las acusaciones de corrupción contra el mandatario y los problemas económicos. Jouthe asumió el cargo sin la aprobación del Parlamento haitiano, como lo establece la Constitución de la nación caribeña, debido a que esta institución no estaba en funcionamiento.
El coordinador humanitario residente de la Organización de Naciones Unidas, Bruno Lemarquis, describió la crisis: “Hospitales sin suministros y medicamentos, movimientos de personas y bienes básicamente congelados y dificultades del mercado para funcionar. Unos 4.6 millones de personas necesitan asistencia, 40 por ciento de la población y más del 80 por ciento en comparación con 2019. Los más vulnerables están cifrados en 2.1 millones de personas son el objetivo del #HRP revisado en 2020”.
Justamente en marzo 2020 se notificaron los primeros casos del coronavirus. No se sabe bien si el miedo alcanza a los haitianos que sortean la muerte desde el nacimiento del terror de un pasado que regresa.
Las últimas palabras de Georges Floyd, alertan en las redes sociales #Haitian #Creole: Haití, no puede respirar, “Ayiti paka respire”. Mientras tanto Sandrine y Colette se levantan cada a día frente a su única opción, luchar. Respira, mujer, respira.