Argentina | Manicomios: un problema nacional
Por Iván Barrera y Ana Marangoni | Fotos de Darío Cavacini
En notas anteriores, a partir de diversos testimonios estuvimos reconstruyendo el panorama que se atraviesa en el hospital de salud mental José Tiburcio Borda. Pero, ¿qué pasa con la Ley Nacional de Salud Mental y el Proyecto inconcluso de Desmanicomialización? ¿Cuál es el estado de los manicomios en las distintas provincias y qué urgencias de siempre permanecen invisibilizadas?
Para responder, entrevistamos a Celeste Romero, terapista ocupacional, trabajadora del Estado, y que ha sido integrante del Consejo Consultivo honorario de la Ley Nacional 26.657 de Salud Mental; y a Javier Frías, secretario de la Defensoría Civil de Moreno, dentro del Ministerio Público de la Defensa, y ex trabajador de la DNSM, habiendo formando parte del equipo de fiscalización.
– ¿Cuál es la situación de los manicomios a nivel nacional?
Celeste Romero: a nivel nacional hay 42 hospitales psiquiátricos públicos en nuestro país y tantos otros privados. Me atrevería a decir, como una simple trabajadora del sistema de salud, que la situación de todos los manicomios es la misma. Con matices, pero la misma. En hospitales psiquiátricos del interior de las distintas provincias la cantidad de personas es mucho menor que en aquellos de las grandes urbes, llegando incluso a menos de 100. Sin embargo, el manicomio con mucha o poca gente sigue siendo manicomio. Algunos con paredes más pintadas o jardines más bonitos, algunos con actividades culturales y artísticas, otros con pocas iniciativas. Creo que en todos hay trabajadores/as muy valiosos, pero hay un sistema que opera un modo de opresión social, cultural y económica, que todavía atraviesa fuertemente las maneras de atención. Por eso, el manicomio aún sigue vigente en sus prácticas, en el presupuesto que tiene destinado, en la cantidad de trabajadores versus los trabajadores que están en el territorio. En fin, sigue vigente y continúa matando.
Al leer las notas del Borda recordaba otros casos trágicos en manicomios de todo el país, que en su momento han tenido mucha prensa. Hace 4 años se cayó una señora y murió ahogada en un pozo en la Colonia de Salud Mental de Federal, Entre Ríos. Me tocó visitar ese hospital tiempo después: los pozos estaban tapados con restos de muebles viejos, un trabajo hecho por los mismos trabajadores ante la falta de respuesta a una problemática que ponía de manifiesto, una vez más, las condiciones de vida dentro del manicomio. En agosto de 2018, nos enterábamos de un señor que había sido olvidado 47 años dentro de la Colonia Vidal Abal, olvidado por quienes tenían que ocuparse de su tratamiento y su externación. En abril del mismo año, una mujer mató a otra dentro de una institución psiquiátrica privada en donde los primeros en socorrer fueron otros usuarios allí internados. En mayo de 2018 muere un paciente electrocutado cuando intentaba fugarse en el Hospital Alejandro Korn. En 2008, un señor de 51 años perdió la vida por una jauría de perros en el Hospital de Open Doors. En 2005, una red de prostitución en un neuropisquiátrico de CABA. Una y otra vez lo que mata es el manicomio. En la actualidad, tenemos numerosos colectivos donde valiosísimos compañeros y compañeras trabajan y reflexionan en pos de su superación.
Hay una situación de vulneración extrema de derechos que genera la vida en las situaciones totales, sabemos que ninguna institución está pensada para cubrir la totalidad de la vida de la persona, entonces es necesario, a diez años de la sanción de Ley Nacional de Salud Mental, animarnos a innovar, a pensar nuevos modos de acompañar y sostener la vida de las personas.
– El año pasado se realizó un censo a nivel nacional en instituciones de salud mental, ¿qué información se pudo obtener?
C. R.: la realización del Censo fue muy importante, una medida prevista por la Ley Nacional en su Artículo 35 que determina que debe hacerse con regularidad, como máximo cada dos años. Se recabó que 12.600 personas están internadas en instituciones totales. Un aporte valioso para el trabajo cotidiano de las y los trabajadores de los servicios de salud mental, fueron algunas preguntas que hicieron a los derechos de ciudadanía y los principios de libertad. Tomando el último mes como referencia, la primera pregunta tenía que ver con el manejo del dinero y sólo un 69% manifestó percibir algún ingreso y de ese total, sólo un 27,5 % podría administrarlo.
Otro dato, que ahora en tiempos de cuarentena cobra más impacto, es la posibilidad de sostener los vínculos sociales y afectivos durante la internación; sólo un 66% refirió contar con la posibilidad de visitas. Pienso, por ejemplo, en cuántas familias viven lejos del lugar donde su ser querido es internado, pienso también en el principio de territorialidad, en contar con tratamiento cercano a la casa allí donde están los afectos. También de la totalidad de las personas internadas, solo el 41% refirió poder realizar llamadas telefónicas. El 59,9% refirió poder realizar salidas, de los cuales solo el 11% lo hace solo. O sea, tenemos 5040 personas que no salen del psiquiátrico y con un promedio de 12 años de encierro. No salían antes del aislamiento social, preventivo y obligatorio y no tenemos garantías ciertas si será distinto luego de la pandemia. Esto se da en todo el país, no solo en CABA o en el Borda.
Estos datos nos sirven para reflexionar sobre el trabajo que falta. Pasaron 10 años de la Ley de Salud Mental Nº 26.657 y todos los manicomios siguen en pie, con avances y retrocesos, pero en pie. También, paralelamente han surgido muchas hermosas experiencias en todo el país que dan mucha esperanza. La Ley también ha podido garantizar ciertos espacios de institucionalidad que son una potencia para la implementación de las políticas en Salud Mental. El trabajo del Órgano de revisión Nacional, el Consejo Consultivo Honorario, la CoNISMA, los espacios cada vez más necesarios de usuarixs y familiares. En fin, hay mucho transcurrido y se requiere mucho más para que Argentina sea un país sin manicomios.
Javier Frías: el censo pone en números lo que quienes trabajamos y militamos la salud mental conocemos. Y para quien no conocía esa información, pues ahora la tiene a mano. Actualiza la información de ese gran trabajo que fue “Vidas arrasadas”. Lo que ocurre en salud mental es que aún falta una dirección unívoca sobre cómo superar el manicomio. Unívoca y ágil, porque es lenta. Pensar que la ley se sancionó en el 2010. Recién a los 3 años se reglamentó. Y recién 9 años después se hizo el censo. Así, la meta del 2020 es relativizada. El 2020 no fue un capricho, fue un año que la Organización Panamericana de la Salud fijó como para evidenciar la necesidad que se requiere de un cambio rápido porque la vulneración de derechos en un manicomio es diaria.
Pero por falta de una voluntad unívoca, aún siguen en pie los manicomios, generándose a lo largo de estos años discusiones estériles, como si el cambio debe venir desde adentro de los manicomios o desde afuera, o si primero hay que crear los dispositivos sustitutivos para luego sustituir o viceversa o si primero hay que concientizar a todas las y los trabajadores, vecinxs y comunidad, y luego avanzar, o si un monovalente es igual a manicomio o a neuropsiquiátrico. Los Ministros de Salud y directores afirman y reafirman su compromiso con la Ley, pero luego su aplicación se queda trabada en la coyuntura económica provincial o municipal y las discusiones que mencioné que lo que logran es que la salud mental no traccione y no se genere un espacio verdadero en la agenda política.
Lo peor de todo es que, a falta de la nueva institucionalidad, es decir, falta de la transformación y superación de los manicomios en un nuevo sistema comunitario, ese vacío es llenado por más discursos, esta vez de los gobernantes, que nos dicen que están transformando y convirtiendo los monovalentes en hospitales generales, cuando no es así en absoluto o quienes nos dicen que están vaciando camas o externando masivamente, cuando derivan a los geriátricos o egresan con planes de externación hechos de la medianoche a la mañana. Es tan falso como cierto que ninguno de los 42 hospitales psiquiátricos presentó a la autoridad nacional de aplicación, o sea, a la Dirección Nacional de Salud Mental, el proyecto de externación definitivo que prevé el Decreto reglamentario. Ese artículo tan poco conocido y tan poco utilizado en nuestras discusiones estériles.
Ahora el discurso está refinado, observo a la Directora de Salud Mental Lic. Calmels con un discurso impecable, sin fisuras, pero hay que ver en qué dirección avanzará. Al parecer, va a armar un Plan Provincial de Salud Mental. Esperemos que sea bienaventurado, pero hemos tenido la experiencia a nivel nacional de un Plan Nacional que no tuvo ninguna aplicación concreta.
– En el Borda hay una vulneración permanente de la libertad y lxs internxs no tienen los cuidados necesarios, lo que se agrava en contexto de COVID-19, ¿qué ocurre en los demás hospicios?
C. R.: Esta es una situación que se repite en todo el país. En la mayoría de los manicomios, las personas comparten la ropa, utilizan los mismos elementos de higiene, se comparten toallas. La misma ropa interior que hoy utiliza Juan, mañana la tiene puesta Pedro. Colchones en el piso, camas sin sabanas. Situaciones de contención física y de privación del libre movimiento son moneda corriente, mucho más en personas ancianas. La primera acción en todo hospital psiquiátrico suele ser atar a la persona, antes de cualquier acción terapéutica, lo que constituye un acto gravísimo de violencia y todavía está avalado incluso por la OMS. La presencia de personal policial es cada vez más frecuente dentro de las instituciones: personas esposadas por temor a fugas, pacientes que no salen de las habitaciones o de su sala. Todo esto en el contexto del COVID-19, genera mayores situaciones de vulnerabilidad y también mayor predisposición a contagios.
A pesar de los protocolos y los esfuerzos de la gestión actual para generar resguardos a las personas creo que falta mucho trabajo. Luego de tres meses de cuarentena, estamos viendo los efectos de la falta de acompañamiento de las personas que ya están en su casa. Hay muchos que requieren apoyo para la toma de medicación, y esto se venía dado quizás por dispositivos diurnos. Los que requerían mayores apoyos para la vida autónoma, hoy tienen dificultades serias. Lo mismo quienes se proveían de alimento diario a través de algún dispositivo de salud. Los paradores para personas en situación de calle contienen a muchísimas personas con problemáticas de salud mental que han tenido muchas reinternaciones en hospitales psiquiátricos. Esto se repite en CABA principalmente, pero también en las grandes ciudades de nuestro país. Una vez, un compañero del Consejo Consultivo Honorario decía que el manicomio es como el capitalismo, y como decía el Che: al capitalismo, al igual que al manicomio, “no hay que creerle ni un tantito así”.
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