Psicovid-19: Los que sobran, ecofascismo, necropolítica… y el miedo – Por Nicolás Centurión

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Por Nicolás Centurión *

El virus es el factor denominador común que nos atraviesa a todos y todas en este momento y que claramente es un parteaguas en nuestra forma de vida y de relacionarnos. En no mucho tiempo se tendrá que meditar y analizar sobre las razones por las que el Covid-19 impactó tanto en la dinámica mundial. Una pandemia de miedo.

La ola expansiva resultó ser peor que la bomba. ¿Qué factores hicieron saltar los resortes de la paranoia cuando las muertes de otras enfermedades son cuantitativamente muy superiores al coronavirus? ¿Los medios de comunicación infundiendo temor? ¿Quien se sirve del miedo?

La disyuntiva que plantea el abordaje sobre esta pandemia es la vida por encima del capital y viceversa. O su otro par, la economía sobre la salud y viceversa. Una tercera opción pero muy similar la planteó una senadora uruguaya, de la coalición de derechas gobernante: la propiedad por encima de la vida, y agregó que “decir lo contrario sería una ofensa.” para su fuerza política.

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Antes de situarnos en el acontecer actual, es necesario remontarnos a unas décadas atrás para ver un poco las razones que cimentaron el miedo global.

El siglo corto, como lo denominó Eric Hobsbawm, finalizó con la caída del muro de Berlín en 1989 y luego con la posterior disolución de la URSS en 1991. La hegemonía de Estados Unidos parecía no tener fin y Francis Fukuyama, asesor del entonces presidente George Bush, en un intento de clausurar cualquier posibilidad insurrecta, sentenció el “fin de la historia” al haber vencido al gigante rojo.

Se tenía que diseñar un nuevo enemigo de “los países libres” de Occidente. Entonces aparecieron en escena los musulmanes, Afganistán, terroristas y árabes. Todos mezclados en una ensalada que beneficiaba a los hacedores de guerras. Mientras EEUU daba la lucha contra el “terrorismo” invadiendo países, China se preparaba como potencia hegémonica.

En 2008 sucede la crisis financiera a nivel mundial, que tiene como emblema o símbolo la quiebra de Lehmann Brothers. Una crisis del sistema que hizo vibrar los cimientos del capitalismo, pero como hasta el momento ha sucedido, fue la opción de los bancos por encima de la vida, el salvataje del capital ficticio ante la vida material y concreta.

La hegemonía estadounidense ya se encontraba cuestionada y el eje mundial empezaba a virar hacia Asia. Un antecedente de ello es el debate Arrighi-Wallerstein, donde el primero anunciaba con gran tiempo de antelación el avance del gigante asiático. La crisis del 2008 siguió dando sus coletazos en 2013 y comenzó a explotar a principios de 2020. El enemigo a temer eran los asiáticos. Específicamente un enemigo invisible: “un virus chino.”

¿La pandemia fue tapadera o excusa para la crisis?

Las interrogantes se repiten: ¿La crisis se aceleró debido a la pandemia? o ¿la pandemia sirvió de tapadera para la crisis o de excusa para la misma? De tener que aventurar una respuesta, creo que es parte del mismo plan. Una crisis mundial estaba en ciernes. Había que hacer un shock y esta vez se precisaba contraer la economía, aplacar las protestas sociales y amenazar la salud de la gente sin distinción de clase.

El tablero mundial se está reconfigurando. Los dueños del capital se están reconfigurando, es un barajar y dar de nuevo, pero siempre dentro del mismo juego. Esta crisis es una puja dentro del sistema capitalista. Las empresas que sobrevivan absorberán a las que quedaron en el camino. Eso implica un proceso de mayor concentración: los grandes capitales quedarán en cada vez menos manos y en paralelo el ejército de reserva engrosará sus filas.

Se suele decir que toda crisis es una oportunidad, pero ¿oportunidad para quienes? Para la clase trabajadora… muy difícil. El virus no va a tumbar al sistema como dice Slavoj Zizek y bien lo rebate Byung Chul Han. Pequeño detalle el de Zizek de olvidarse del sujeto de la revolución, siendo marxista.

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Esta pandemia, es un parteaguas de nuestra era contemporánea. Lo que los medios de comunicación hegmónicos han repetido a coro, “la nueva normalidad”. Es la nueva nomenclatura para decirnos “no hay vuelta atrás”.

Es interesante como se nos plantea esta tríada: “no hay vuelta atrás” nos clausura el pasado. Aunque ¿desde este rincón del mundo volveríamos atrás? ¿La vieja normalidad era beneficiosa para los pueblos de Nuestramérica? Claro que no. Tampoco. Pero no tenemos opción.

Aquí entra en acción la tercera parte de esta tríada. El pasado clausurado, el presente de la nueva normalidad y un futuro de aceptación sumisa con el “no hay alternativa”, acuñado décadas atrás por Margaret Thatcher.

¿Qué papel debe cumplir la psicología o las psicologías?

Muchas veces la psicólogía actúa como agente paliativo del sistema, de la crisis y de sus desigualdades. Muchas veces es mera espectadora de la realidad y su acontecer, de análisis en la epidermis de la sociedad y forma parte poco de su transformación. Es de destacar de igual manera corrientes como la Psicología de la Liberación, la psicología política, o el estudio de las patologías a raíz del capitalismo.

¿Dónde se ubica la psicología en un mundo donde el 1% tiene la misma riqueza que la mitad más pobre de este mundo, unos 3.600 millones de seres humanos?. ¿Qué mecanismos son los que operan la mente humana para legitimar y validar este mundo desigual? Se ha estudiado mucho esto, la superestructura, el sentido común, la cultura, la hegemonía, los valores, pero la psicología todavía tiene para darle una vuelta de tuerca más a esta temática.

¿A qué nueva normalidad nos estamos adaptando?

Estábamos en un mundo sumido en la incertidumbre y esta pandemia nos corrió el eje de la atención, pero la disputa comercial EEUU vs China sigue en pie. Así como la lucha del dominio del 5G, el avance del neofascismo en Europa, el calentamiento global y el cambio climático, las protestas en Francia, en Ecuador, en Haití y en Chile, la ola verde feminista en varios puntos del mundo.

Luego de unos meses y pensando en la postpandemia se puede vislumbrar que la misma benefició a los grandes sectores concentrados, aplacó manifestaciones que estaban por tumbar gobiernos, generando, a la vez, altos niveles de movilización. No solo eso, sino que además generó un brote de ecofascismo.

Para los que no están familiarizados con el término, es el fascismo disfrazado de ecologismo, donde se propone que el verdadero virus es el ser humano, contrario a los que proponen desde el campo popular que el verdadero virus es el capitalismo.

Si seguimos su razonamiento, hay demasiados humanos en el mundo, contaminamos todo, derretimos los polos, extinguimos especies. Es cierto. Pero no es el ser humano per se, sino el modo de producción de este sistema que genera estas consecuencias terribles.

Si damos por bueno que el ser humano es el virus, entonces hay gente que sobra y que debe morir. Allí la cuestión se empieza a complicar: ¿quién decide quién muere y quién vive? Es un dejar morir y un hacer morir. Una necropolítica como señala el camerunés Achille Mbembe.

Se refuerza la xenofobia, el cierre de fronteras, el distanciamiento social, el aislamiento físico y moral. El temor al otro. El otro pasa a ser un agente contagiante y contagiado. Y uno mismo también. Todos pasan a ser potenciales enemigos.

Lo interesante de esto no es que ahora de manera “democrática” todos seremos discriminados o todos corramos con la misma suerte. No, todo lo contrario. Este miedo siempre será apuntado hacia los sectores marginados, a los pobres, los negros, los trans, los extranjeros, etc. Es un estigma que se les va a cargar sobre las espaldas sobre “los otros”, que ya les habían sido cargados.

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Aquí, en Latinoamérica, se debe potenciar el pensar desde el Sur, con el Sur, mirando hacia el sur. No el sur por el sur en sí mismo. Sino por un conocimiento situado y un bagaje cultural, social y político que arrastramos desde hace más de 500 años. Debemos pensar y repensarnos desde este capitalismo atrasado, deforme y periférico, con nuestras propias claves y con nuestros propios ojos. Construir y deconstruir desde la epistemología hasta el arte.

La oportunidad que se le presenta -o más bien obliga- a las organizaciones políticas, sociales es a romper con viejos esquemas, desafiar a la imaginación, estirar sus límites. A todo pensamiento dogmático, a toda frase y axioma incuestionable, se le debe colocar, al principio y al final, un signo de interrogación.

* Licenciado en Psicología, Universidad de la República, Uruguay. Miembro de la Red Internacional de Cátedras, Instituciones y Personalidades sobre el estudio de la Deuda Pública (RICDP). Analista asociado al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, estrategia.la)


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