Un Mercosur fuerte y sin dogmas – Por Felipe Solá
Los conceptos vertidos en esta sección no reflejan necesariamente la línea editorial de Nodal. Consideramos importante que se conozcan porque contribuyen a tener una visión integral de la región.Por Felipe Solá (*)
El Mercosur fue y sigue siendo el proyecto político regional más importante de la Argentina. Es una política de Estado que debe ser sostenida por encima de los cambios de gobierno. Por eso no hay que asustarse cuando surgen tensiones.
El Gobierno viene exponiendo desde enero sus puntos de vista. Si alguien imaginó que discutir con franqueza es romper el Mercosur o dejar las negociaciones en marcha, está equivocado.
Todo lo contrario. Entre socios, los desacuerdos suelen ser la antesala de nuevos consensos. ¿Cuáles son las tensiones del Mercosur hoy? Se desprenden de tres desafíos. Un primer desafío se relaciona con el sitio donde se pone el foco. ¿Conviene privilegiar negociaciones con países que ofrecen poco en términos de apertura para productos agropecuarios y, a la vez, exigen mucho en términos de apertura de mercados para sus manufacturas?
El segundo desafío es de gestión. No podemos seguir adelante sin pensar cómo debe adaptarse el Mercosur a un mundo devastado económicamente por el Covid-19. El tercer desafío consiste en dimensionar adecuadamente las negociaciones externas.
En este momento el Mercosur mantiene tratativas de distinto grado de avance con once países o grupos de países, entre ellos Canadá, Corea del Sur, Singapur, Israel y Líbano. También explora las perspectivas de acuerdo con Vietnam, Indonesia, Túnez e India. Sobredimensionar la cantidad de acciones es abarcar demasiado. Japón, por ejemplo, no negocia más de dos o tres acuerdos simultáneamente. Y es la tercera economía del mundo. Sin soslayar ningún ámbito de vinculaciones fuera del bloque, la clave es progresar en la fortaleza interna del Mercosur. Si el Mercosur recuperase las cifras de comercio entre los socios que alguna vez tuvo, hoy todos estaríamos más fuertes. Esa solidez sería la base para ganar competitividad, proyección y capacidad negociadora.
El Mercosur exporta al mundo más de 120 mil millones de dólares en alimentos. Una cifra relevante que podemos incrementar conectándonos sin dogmas. Cuando nuestros negociadores de los ministerios de Relaciones Exteriores, Economía, Desarrollo Productivo y Agricultura se sientan a la mesa no pierden de vista que la industria argentina cayó un 12,2 por ciento entre el primer trimestre de 2016 y el tercer trimestre de 2019, según la Organización de las Naciones Unidas para el Desarrollo Industrial. No basta con declamar una supuesta “inserción inteligente”. Actuar sin dogmas significa que es malo abrirse de manera temeraria y es malo, también, cerrarse de modo anacrónico.
En los últimos días mantuve decenas de teleconferencias en las que palpé la existencia de ese mismo espíritu práctico entre los industriales, el sector de agroindustria, los sindicatos y los universitarios.
Todos saben que es fácil firmar un acuerdo que cubra el 90 por ciento del universo arancelario. Pero si queda fuera de la baja de aranceles justo el puñado de productos de nuestro interés, de nada habrá servido el acuerdo. Si queremos beneficios concretos tenemos que lograr, entre otras cosas, que se reduzcan fuertemente los aranceles de importación en los mercados de destino.
La revisión legal de los textos de los acuerdos con la Unión Europea y con EFTA (Suiza, Noruega, Islandia, Liechtenstein) y la resolución de los escasos puntos pendientes prosiguen a un ritmo tan rápido como permiten las circunstancias actuales. Luego será el turno de los parlamentos. Todas las negociaciones en curso siguen su marcha. Solo ocurre que la Argentina plantea ritmos diferentes en algunos casos y cree que, como mínimo, hay que contar con profundos y actualizados estudios de impacto.
En las negociaciones con los socios sobre eventuales acuerdos, además, el Gobierno tiene su prioridad: fijarse en qué destinos hay mayor potencial para consolidar sus exportaciones y para importar bienes esenciales que permitan el desarrollo de la industria. El Mercosur siempre fue flexible a las necesidades de cada socio. Mantengamos ese criterio sabio.
La crisis es global. La Organización Mundial de Comercio estima en un 13 por ciento la disminución de los intercambios para este año y advierte que podría caer hasta un 32 por ciento. Se verán afectadas las cadenas de valor, sobre todo las relacionadas con la electrónica y la industria automotriz. Enamorarse de las herramientas -abrir más o abrir menos- es ingenuo. Son decisiones que cambian por las circunstancias.
El gobierno del presidente Alberto Fernández prefiere enamorarse de los objetivos. Mientras cuida vidas, busca crecimiento y justicia. La Argentina está de acuerdo con aumentar la velocidad del bloque.
Pero cambiar de velocidad es una cosa y otra muy distinta es acelerar sin límites para sentir el vértigo en la cara. Así de simple es el mensaje transmitido a los socios de un Mercosur que –ojalá – se fortalezca cada día más.
(*) Ministro de Relaciones Exteriores, Comercio Internacional y Culto.