Eryk Rocha: “Brasil vive una doble catástrofe: la política, con un gobierno autoritario, y la catástrofe de la pandemia”

1.143

Por Daniel Cholakian – Nodal CulturaEryk Rocha

 ha realizado Miragem, su última película, en el año 2019. Sin embargo el clima que impone el relato de Paulo, un desocupado que consigue trabajo como taxista por las noches, es el de una ciudad caótica que bien podría ser el actual Brasil socialmente desarticulado.

La historia es simple. Paulo es un taxista que circula por las noches en Río de Janeiro, una ciudad en cuyas calles se expresa, como el propio Rocha afirma, un “proceso de desintegración o de colapso político, económico y social”. El trabajo y el poco dinero que consigue ahorrar es la herramienta que le permitirá poder volver a su hijo, a quien ama y extraña. En esas noches se encontrará con Karina, una enfermera de hospital con quien van tramando una relación cálida.

Todo es sencillo en el relato, pero la película está construida montando capa sobre capa de sentido. Las lecturas políticas son muchas y lo que queda dibujado, como un mural imaginario que recorre Río de Janeiro, es el proceso político que desemboca en el presente. No hay locuras aisladas, no hay desequilibrados llegando casualmente al poder. El presente se puede rastrear en la derrota del proyecto popular que comenzó con el golpe de estado de 2016.

De Miragem como película y como texto político hablamos con Eryk Rocha.

La película es un recorrido a través de los ojos de Paulo, un taxista que trabaja por las noches, y cuenta cierta disolución de lo social y lo comunitario en Río de Janeiro ¿es esa una lectura posible de Miragem?

Si, claro, esa es una de las capas de la película, que tiene muchas. La película es también un testimonio de ese momento -2019- y de ese proceso de desintegración o de colapso político, económico y social. Es a través de un hombre, Paulo, que es taxista, porque su historia es la historia de millones de brasileños que se quedaron desempleados, en esa crisis que viene ocurriendo en Brasil de algunos años para acá.

Él trata de reencauzar su vida, trata de levantarse con este nuevo trabajo como taxista. Desde ese lugar vive el día a día de esa ciudad caótica como es Río de Janeiro, muy intensa y con mucha desigualdad social. La ciudad es así coprotagonista de la película, es un personaje muy importante.

¿Que en la película conviva el registro documental con la ficción es un recurso para que la ciudad tenga esa presencia tan intensa?

Es un poco lo que decía antes, el proceso político brasileño ha generado muchas transformaciones en muy poco tiempo, y eso es muy notorio para mi generación. Tengo 42 años y desde Lula presidente hace 18 años pasaron muchas cosas en Brasil. Sobre todo con el golpe en 2016 contra Dilma Rousseff. Todo lo que pasó en estos años definió el camino estético de la película.

En 2016 sufrimos un golpe de estado y eso me ha impactado muchísimo como a todos los que participaron de la película. Ese golpe se llevó Brasil a un abismo, un abismo social y un abismo existencial muy fuerte.

Digo esto para comprender la condición del documental en la película. Era fundamental que en la ficción pudiera sentirse la realidad brasileña; que la intensidad de la ciudad y ese caos pudiera transmitirse en la película e incorporarla en la puesta en escena de Miragem.

Es una película de ficción, pero también a través del documental está abierta a la vida, la vida en la ciudad. Eso fue una decisión estética muy importante, por eso tenemos una película de ficción con un método y un espíritu documental muy fuerte. No podíamos hacer una película sobre un taxista, aun cuando es de ficción, desligada de la realidad. La realidad está afectando la película, está afectando la puesta en escena, el trabajo de los actores, el lenguaje completo de la película. Es una forma de romper la frontera entre el documental y la ficción. Sobre todo por el relato mismo de la película y la relación entre el taxista y la ciudad, que lo va transformando.

La película es muy sutil en ese sentido, permite que el espectador mire desde los ojos de Paulo. El espectador recorre esta Río caótica, decadente, solitaria y oscura a través de los ojos del protagonista ¿Cómo fue lograste poner la mirada del espectador en la mirada de Paulo?

El deseo era que el espectador se moviera con Paulo y mirara el mundo con él, que lo escuchara, que tuviera la sensación de estar trabajando en ese taxi y dentro de la ciudad laberíntica, donde todos los niveles sociales que se entrelazan. Pero queríamos poner al espectador junto con Paulo no solo en las tensiones y los sobresaltos y el miedo, sino también ponerlo junto con sus afectos y sus emociones, el extrañamiento y el amor hacia el hijo, su complicidad con Karina. Poner realmente al espectador en la piel y el cuerpo de Paulo, vivir con él intensamente en esa ciudad, por esos caminos y por esa locura cotidiana.

Hay un momento muy sencillo en el que Karina y Paulo están en la playa y ella, que es enfermera, cuenta una situación que le había resultado complicada en el hospital, y Paulo contesta simplemente “que país…” y queda allí flotando una idea. En lo personal no pude sino verla como una frase dicha hoy mismo ¿cómo resuena ese instante en este momento presente de Brasil en el marco de la crisis sanitaria?

Ese momento es clave en la película, que bueno que te dijo algo tan fuerte. Yo creo que la película carga una atmósfera de la soledad, de la noche vacía, de la distancia entre el padre y el hijo, la distancia social, habla de ese personaje muy encerrado en ese auto. Por eso creo que trae una cierta atmósfera de este momento que estamos viviendo en la pandemia. Eso es muy interesante, es un momento donde no nos podemos tocar y entonces las manos de Paulo, que están en toda la película, traen algo muy sutil. Las manos trabajando, las manos del afecto, las manos acariciando a Karina, las manos con el celular.

La película trata a partir de esos pequeños gestos, del afecto, de las miradas, hablar de algo mayor que estamos viviendo, hablar de la cuestión macro política del país vive actualmente. Brasil vive una doble catástrofe: la política, con un gobierno autoritario de extrema derecha, con una actitud completamente asesina y al mismo tiempo la catástrofe de la pandemia. Eso se está cruzando hoy en día y mi país está viviendo una verdadera tragedia.


VOLVER

Más notas sobre el tema