Los zombis del Covid-19 y la razón utópica – Por Giordana García Sojo, especial para NODAL

De la película Corona Zombies
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Los conceptos vertidos en esta sección no reflejan necesariamente la línea editorial de Nodal. Consideramos importante que se conozcan porque contribuyen a tener una visión integral de la región.

Los zombis del Covid-19 y la razón utópica

Por Giordana García Sojo*

La pandemia ha rasgado con pezuña implacable el velo de la democracia liberal y del sistema que la sostiene. Tal como en el cuento, el rey se mostró desnudo y todos pudieron ver sus carnes colgantes y granulosas. La supuesta “democracia” y las supuestas “libertades” que tanto han defendido e impuesto Occidente se dejaron ver en su opacidad: sistemas sanitarios colapsados por la desinversión sistemática, poca capacidad de respuesta inmediata y escaso poder de articulación con el sector privado, dueño y señor del entramado de producción e intercambio de servicios y bienes de primera necesidad.

En una situación de emergencia nacional, regional y mundial, la mayoría de los gobiernos demostraron ser inútiles y poco sagaces para garantizar la vida de los ciudadanos. El sector privado, expandido en todos los ámbitos, tampoco supo responder ni contener a tiempo la emergencia, de hecho, apenas se inmutó. Los CEOs habrán quedado atónitos ante la necesidad de concebir a las personas como ciudadanos y no como consumidores.

Tantas políticas de securitización que no aseguran la atención, la curación ni la vida. Tantas mediciones de los factores de riesgo país y no hubo respuestas atinadas y a tiempo ante una emergencia sanitaria nada nueva ni insólita. Al fin y al cabo, los virus han asolado la humanidad en múltiples ocasiones en lo que va de siglo, y bastante que han sido vaticinados en cientos de películas taquilleras urdidas para infligirnos miedo y terror.

El lapso de tiempo entre la aparición en Wuhan (aún no se confirma si allí se originó el virus, pero fue donde el brote apareció por primera vez) y luego en Europa, fue suficiente como para prever consecuencias y tomar medidas básicas. ¿O acaso la prevención de riesgo sólo toma en cuenta los factores de medición de la bolsa y los mercados?

Lo singular de la situación que atravesamos como especie viviente dentro del sistema capitalista globalizado es que al “primer mundo”, al mundo preparado y avanzado, desarrollado y superior, se le escapó de la manos muy rápidamente una epidemia que pudo contenerse de manera más adecuada, evitando, sobre todo, tantas pérdidas humanas.

La vacilación entre parar la máquina para hacer cuarentena y no parar para evitar las pérdidas de dinero -esa simple y básica vacilación de días, semanas y meses- implicó la muerte de miles de personas y la propagación más rápida y fulminante del virus. Lo que debemos preguntarnos a estas alturas es qué tipo de gobernantes tiene el planeta, a quienes los inmoviliza la duda ante la disyuntiva de salvar vidas o dinero. Y no hablamos de nonatos, que tanto parece dolerles al conservadurismo gobernante, sino de vidas consumadas, reales, ciertas, valiosas y dignas. Vidas que terminaron en fosas comunes, en caravanas nocturnas o en piras en medio de la calle. ¿Es esto perdonable?

¿Dónde están los zombis?

Que la vida de la ciudadanía no sea el primer deber de resguardo de una sociedad es la muestra más rotunda de su decadencia. Pero sin hurgar mucho, sabemos que en las metrópolis del “primer mundo” viven millones de personas en los márgenes y periferias, hacinados y relegados al residuo social. La situación de desciudadanización de los migrantes africanos, árabes y latinoamericanos en el mundo es un hecho estructural del sistema de privilegios-exclusiones neoliberal.

La figuración del zombi es estrella de esta concepción del otro. Todo un aparato poderoso de producción de sentido común a través de la industria cultural se despliega en esa dirección. Y al final, todos sentimos miedo de los zombis, del “otro” monstruoso que viene a quitarnos nuestros derechos, nuestra vida.

¿Y si los verdaderos zombis son el 1% más rico y poderoso del planeta? Para 2019, dos mil multimillonarios tienen más riquezas que 4.600 millones de pobres en el mundo, según datos de Oxfam . Con la inversión planificada según intereses realmente democráticos de esas fortunas no sólo se podría haber detenido el calentamiento global, también se podría haber desarrollado otra industria alimentaria no transgenizada, basada en la reproducción renovable de la tierra y la cadena alimenticia, la salud de los ciudadanos y la garantía de la erradicación del hambre. Sí, todo esto suena a utopía, pero es una proyección factible mediante una acertada planificación y distribución de los capitales.

Hoy, con una pandemia que promete ser el inicio de una secuencia de epidemias proclives a pandemizarse, en el escenario de inacción y falibilidad de la mayoría de los gobiernos, organismos internacionales y sector privado, imaginemos las consecuencias económicas y sanitarias que seguirán sucediéndose como caída en seguidilla de piezas de dominó.

Ya la OIT contabiliza que en tres meses habrá 195 millones de desempleados , y Oxfam proyecta que al menos 500 millones de personas caerán en la pobreza . En esta circunstancia límite de emergencia global y temporal, las medidas deben ser sui generis, híbridas y extremas. Desde condonar la deuda a países y ciudadanos, hasta exigirle al 1% que utilicen sus riquezas para palear la debacle del sistema productivo inyectando capital a los Estados para que a su vez éstos otorguen recursos a los ciudadanos de manera directa. Mientras se diseña una forma de trabajo acorde con las nuevas situaciones ambientales. Sin dejar, a su vez, de invertir en investigaciones y acciones de alto impacto en la recuperación ecológica y sanitaria, mucho más allá de la creación y distribución de una vacuna, que por supuesto debe ser gratuita y de acceso universal.

Esta razón utópica tiene sentido en un momento de trastocación y quiebre de las estructuras del sistema. Al haber sido tan afectado el centro del “primer mundo”, muchos de sus ciudadanos pueden despertar del letargo del sentido común impuesto por el relato capitalista donde toda alternativa parecía imposible. Ya no se trata de “otro mundo posible”, se trata del “mundo” y su posibilidad de subsistencia.
Nada de esto es nuevo. Lo singular es la forma abrupta y la ola centrifuga del desacierto. El origen de la falla. Los gobernantes quedaron al desnudo en su incompetencia. El sistema de la supuesta democracia liberal se desmoronó en plena necesidad de un Estado que no estuvo. Pero el 1% sigue su curso en silencio, cual zombis sigilosos pero impertérritos salvarán sus fortunas.

Hay planes detrás de los zombis. La industria farmacéutica y de investigación en tecnología cuenta con amplios caudales de las fortunas de las elites. La misma OMS ha recibido cuantiosas sumas de de la familia Gates, por ejemplo. Los conflictos de intereses que se generan son éticamente insostenibles. Según una investigación de Jorge Santa Cruz , multimillonarios globalistas como Soros y Gates buscan implantar un nuevo orden mundial controlado por sus empresas transnacionales utilizando las fuerzas militares del Estado.

¿Qué haremos el 99%?

Sin pretender ofrecer una receta, en principio la reflexión común en tiempos de encierro y resguardo es un imperativo de supervivencia de la especie. No creemos que el capitalismo cese de golpe luego de la pandemia, pero si quedará aún más herido y expuesto. Como buena bestia atacará en su desplome. Nos toca a los más hacer de cada acto social una política del cambio. Una apuesta al derribo de la bestia.

La democracia, vaciada de sentidos y programas, convertida en un ritual sin fondo, podría albergar acciones ciudadanas mucho más comprometidas, cuyo horizonte sea la reconfiguración de las tensiones con el poder. No en vano el “gobierno del pueblo” sigue siendo la figura más hermosa e ideal de gobierno que se haya concebido.

¿Por quiénes votamos? ¿Hay opciones realmente válidas? ¿Qué proyecto ofrece tal o cual candidato? Necesitamos velar porque los gobiernos definan y defiendan proyectos que prioricen la sanidad y la educación pública de calidad, que diseñen políticas de seguridad no para oprimir a las otredades y disidencias sino para proteger a la ciudadanía y la naturaleza, y que obliguen al 1% a invertir en lo público mediante un exhaustiva y agresiva política de recaudación fiscal. Si no existen estas opciones habrá que organizarlas en el juego político.

Nuestras propias prácticas y hábitos deben cambiar con voluntad asumida desde el análisis y la solidaridad. Es necesario hacernos nuevas preguntas elementales para, desde los hábitos, darles también nuevas respuestas: ¿cuánto consumimos?, ¿cómo y qué reciclamos?, ¿qué comemos?, ¿de dónde provienen nuestros alimentos? Informarnos bien de los ingredientes y lo procesos de elaboración de los productos, preferir los que garanticen una relación más adecuada con la salud y la preservación animal y natural.

Producir alimentos desde las casas no es descabellado, la siembra urbana es una posibilidad real. Asimismo, participar en redes de solidaridad vecinal y comunitaria, saber dónde habitamos, con quiénes contamos a nuestro alrededor y beneficiar a los pequeños productores locales en la medida de lo posible. El cuidado del otro ha demostrado ser el sostén de la pandemia. Sin las y los trabajadores del cuidado en casas y centros de salud, las consecuencias hoy serían mucho más funestas.

De cada uno y una puede surgir la transición del sujeto de mero consumidor a ciudadano y habitante de un espacio social. Nuestra relación con el ambiente debe cambiar exponencialmente. Para poder exigir debemos también participar.

El uso de la tecnología podría ser mucho más útil al cambio. Para garantizar un futuro inmediato vivible, quienes sobrevivan, y sobre todo las nuevas generaciones, deberán conjugar las profesiones del cuidado, la capacidad de hackear y la agricultura. Cuidar, sembrar, comunicar y exigir serán los infinitivos de esta nueva ciudadanía de la supervivencia y la transformación. Se trata de utilizar las herramientas del sistema para atravesarlo y revertir la voracidad zombi del 1%.

* Investigadora y docente venezolana. Especialista en procesos sociales y producción cultural.

[1] http://spanish.china.org.cn/china/txt/2020-04/10/content_75914001.htm

[2] https://www.oxfam.org/en/research/time-care

[3] https://www.ilo.org/global/about-the-ilo/newsroom/news/WCMS_740920/lang–es/index.htm

[4] https://www.oxfam.org/es/notas-prensa/oxfam-alerta-de-que-el-coronavirus-podria-sumir-en-la-pobreza-500-millones-de-personas

[5] Al respecto, el Centro Estratégico Latinoamericano de Geopolítica (Celag) lanzó una campaña de recaudación de firmas encabezadas por los referentes más importantes del progresismo en América Latina. Ver:  https://www.celag.org/la-hora-de-la-condonacion-de-la-deuda-para-america-latina/

[6] https://www.globalizacion.ca/coronavirus-humanidad-cautiva-y-la-presidencia-mundial-de-bill-gates/

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