La cooperación internacional en la Antártida en el contexto del Atlántico Sur – Por Máximo Gowland

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Por Máximo Gowland *

La disputa de soberanía sobre las Islas Malvinas, Georgias del Sur y Sándwich del Sur no sólo representa una confrontación en materia de intereses, territorio, espacios marítimos y recursos naturales -renovables y no renovables- en el Atlántico Sur, sino que tiene, también, una proyección en la Antártida.

Baste recordar que Argentina reivindica soberanía sobre la inmensa región comprendida en el Sector Antártico Argentino, delimitado por los meridianos de 25 y 74 grados de longitud Oeste entre el paralelo de 60 grados de latitud Sur y el Polo Sur, y que integra el territorio de la Provincia de Tierra del Fuego, Antártida e Islas del Atlántico Sur.

Los territorios insulares del Atlántico Sur juegan un rol entre los argumentos que esgrimen tanto la Argentina como el Reino Unido para fundamentar sus reclamos territoriales en la Antártida. Tanto el Reino Unido, como Chile, tienen reclamos territoriales que se superponen -el chileno parcialmente y el británico totalmente- con el Sector Antártico Argentino.

Pero las disputas territoriales en la Antártida (al Sur del paralelo 60º S) han sido enmarcadas por un sistema multilateral creado por el Tratado Antártico (1959).En un escenario de competencia territorial en un contexto de Guerra Fría, el Tratado Antártico cauteló las reclamaciones territoriales y colocó a la ciencia y a la cooperación internacional en el centro de la actividad antártica de todos los países que son Partes. El Tratado no sólo ha sido claramente exitoso en esos objetivos, sino que también ha erigido a la conservación del medio ambiente en un pilar fundamental, lo que también es prioritario para nuestro país en la actualidad. En los 60 años de vida del Tratado Antártico, no sólo no se han registrado conflictos en la Antártida, sino que, además, la investigación científica antártica ha contribuido notablemente en áreas del conocimiento de relevancia mundial, como el cambio climático, y a nuestro país le ha facilitado un mejor conocimiento de esta región.

En el contexto del 60º aniversario del Tratado Antártico es oportuno  recordar la importancia de la Antártida para nuestro país. Esa importancia deriva del rol pionero de la Argentina en aquella región desde comienzos del Siglo XIX y de la intensa actividad antártica de él derivada; por la contigüidad geográfica del territorio argentino continental sudamericano y la consecuente cercanía de Ushuaia con la Antártida; y por la intensa actividad científica pasada y actual, mucha de la cual se desarrolla en cooperación con más de una veintena de países, incluidos los de nuestra región.

La cooperación internacional es no sólo un mandato del Tratado Antártico, sino que constituye un instrumento indispensable para llevar a cabo la gran cantidad de actividades científicas en un continente cuyos desafíos para la ciencia y la logística son notables. Para un país como la Argentina, que reclama soberanía en la Antártida, la cooperación internacional también permite acentuar la presencia virtuosa a través de actividades que llevan a un mayor conocimiento -y protección, según sea necesario- de esta parte del territorio nacional.

La Argentina desarrolla intensa cooperación con numerosos países. En algunos casos ésta es de larga data y muy intensa, como Alemania con el laboratorio conjunto en la Base Carlini. En otros, es más puntual, como ocurre con España, Italia, Francia, Estados Unidos, Japón o Suecia incluso con el propio Reino Unido, por nombrar sólo algunos. Pero también la Argentina ha venido trabajando de manera sostenida para fortalecer la cooperación con los países de la región latinoamericana, lo cual, además de alinearse con las disposiciones del Tratado Antártico, constituye un eje de nuestra Política Antártica Nacional.

Así, puede señalarse la reciente cooperación con Perú, que permitió durante dos temporadas seguidas, el desarrollo de un proyecto de investigación del Instituto Antártico Argentino a bordo del moderno buque oceanográfico BAP Carrasco de la Marina de Guerra peruana, para realizar estudios y monitoreo de larvas de kril en la zona oeste de la Península Antártica, concretando unas veinte escalas de estudio en cada viaje. Asimismo, se ha provisto cooperación al programa antártico de Colombia, facilitando estudios sobre cambio climático en nuestra base Marambio, entrenamiento de sus oficiales navales a bordo de nuestro rompehielos ARA Alte. Irízar, y entrenamiento en buceo antártico en nuestra base Carlini. Con Uruguay, puede destacarse la reciente capacitación ofrecida por Argentina y Chile al integrar a un técnico del Instituto Antártico Uruguayo como observador en las inspecciones conjuntas realizadas con Chile a bases antárticas extranjeras la temporada pasada.  En cuanto a Brasil, la obtención de recursos por parte de organismos de financiamiento para varios proyectos científicos conjuntos, ha dado como resultado un incremento de la cooperación bilateral. Ello se tradujo en la participación de investigadores argentinos a bordo del buque brasilero Maximiano, y en la participación de científicos brasileros en grupos de investigación en base Marambio. Sin duda, a partir de las posibilidades que ofrece tanto la flamante Base brasilera Comandante Ferraz, reconstruida íntegramente luego de su destrucción por un incendio en 2012, como las de nuestro renovado buque rompehielos Alte. Irízar, para desarrollar nuevos estudios conjuntos, se abre un espacio fértil de interés para fortalecer esta cooperación con el Brasil.

Ahora bien, merece una mención especial la cooperación con Chile, que es nuestro socio estratégico natural en la Antártida por su presencia, su historia y su protagonismo. Con sólo mirar la geografía del extremo sur del Continente Americano y su continuidad en la Península Antártica, podemos comprender la relevancia de mantener fortalecida dicha relación, como vía para impulsar las actividades y el conocimiento de la región. Por ello es que, ya en 1947, la Argentina y Chile acordaron el reconocimiento recíproco de sus derechos de soberanía en la Antártida (con exclusión de cualquier otro reclamante en dicha zona), quedando pendiente la delimitación en la porción territorial superpuesta. Actualmente, esta relación estratégica se ha intensificado, poniéndose de manifiesto anualmente con la Patrulla Antártica Naval Combinada, las inspecciones conjuntas del Tratado Antártico realizadas a bases extranjeras, las tareas de monitoreo del creciente turismo y gestión ambiental en la zona de la Península Antártica, la investigación conjunta y la presentación de una propuesta conjunta de área marina protegida en la Península Antártica, ante la Comisión para la Conservación de los Recursos Vivos Marinos Antárticos (CCRVMA).

Vemos así como en el marco del Tratado Antártico la cooperación con nuestros vecinos es una herramienta importante para consolidar nuestra presencia en toda el área de la Península Antártica. Esa presencia y el conocimiento profundo que se tenga de la región, sus ecosistemas y sus recursos, así como la forma en que la impactan el cambio climático y las crecientes actividades humanas, contribuye decididamente al rol de la Argentina en el Sistema del Tratado Antártico y también a un posicionamiento más estratégico en lo que hace a la disputa de soberanía en el Atlántico Sur.

* Abogado y Diplomático. Director Nacional de Política Exterior Antártica. Ministerio de Relaciones Exteriores, Comercio Internacional y Culto.


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