América Latina | El rol de la economía popular en tiempos de coronavirus – Por Carina López Monja
Por Carina López Monja *, especial para NODAL
El impacto sanitario, económico y social que tuvo (y tendrá) la expansión de la pandemia en América Latina y el Caribe no es igual para los trabajadores y trabajadoras en relación de dependencia que para los llamados «informales». En los sectores más humildes, en quienes no tienen seguridad laboral, viven en situación de calle o en condiciones precarias, la realidad es otra. Sin embargo, frente a las dispares políticas implementadas por los gobiernos de la región, los movimientos populares dan una respuesta que pone de relieve, desde cada territorio, otros modos de vivir, producir y consumir, con la solidaridad como eje.
En América Latina, alrededor del 50% de los trabajadores se emplean en el sector informal y una de cada cinco personas vive en un asentamiento urbano precario donde sus derechos son vulnerados diariamente. Según el informe de Oxfam de este año, Latinoamérica es la región más inequitativa del mundo. A la emergencia sanitaria se suma la económica, la habitacional, el hambre y la emergencia ante la violencia machista.
Con los primeros casos de coronavirus confirmados, quedó demostrado que los problemas tienden a acentuarse y las falencias a verse con mayor claridad. Los países que habían desmantelado el sistema público de salud tuvieron grandes complicaciones para afrontar los primeros casos de Covid-19. Pero, en todos los casos sin excepción, la pandemia profundiza las desigualdades ya existentes, agrava la pobreza yel hambre golpea con fuerza a los sectores populares. ¿Cómo vive la cuarentena una cartonera, un productor familiar, una vendedora ambulante, un costurero, un cooperativista, un trabajador o una trabajadora de la economía popular? ¿Cómo sobrevivir cuando la discusión no es el encierro sino la necesidad de garantizar la alimentación y el ingreso en barrioshacinados? No se trata sólo de una crisis sanitaria sino de una suma de situaciones que llevan a un escenario crítico donde la pandemia viene a agravar una situación ya de por sí grave. Sin ir más lejos, un informe reciente de la FAO adelanta que la pandemia generará un incremento del hambre y la pobreza en todos los países de la región e insta a declarar la alimentación y la agricultura como actividades estratégicas.
La solidaridad como respuesta
Ante la catástrofe social y económica, los movimientos populares han sido claves para reclamar y visibilizar los derechos de los más humildes y organizar acciones de solidaridad. En las favelas, villas y barrios humildes de toda la región se repiten las imágenes de vecinos y vecinas organizando colectivamente las necesidades básicas como la limpieza, la prevención sanitaria y la alimentación.
En Colombia, uno de los países con mayor desigualdad del mundo, los «trapos rojos» son el nuevo símbolo de la protesta contra la pobreza. Colocado en puertas o ventanas de las casas, es una herramienta para pedir ayuda ante la falta de asistencia alimentariay permite que muchos se solidaricen con quienes ya no tienen ni para comer. En Chile, los Carabineros volvieron a reprimir a quienes se manifestaban en la Plaza Dignidad por el aplazamiento del plebiscito sobre el cambio de la Constitución heredada de la dictadura.En Perú, el éxodo masivo expresa una situación desesperante: con 70% de trabajadores informales, hoy sin ningún tipo de ingreso,miles de familias huyen del hambre en Lima y retornan a pie a sus pueblos de origen.
En Brasil, Jair Bolsonaro subestimó el impacto de la pandemia rechazando los planteos de gobernadores y de los propios especialistas. La nula capacidad de respuesta llevó a que hoy el país se encuentre en el puesto número 11 de países con mayor cantidad de infectados en el mundo y registre más de cinco mil personas fallecidas. Frente al desastre y la falta de políticas de prevención, los movimientos sociales tomaron la tarea: el Frente Brasil Popular y el Frente Pueblo Sin Miedo, que agrupan a cientos de organizaciones brasileñas, crearon una plataforma para responder «a la crisis agravada por los posicionamientos genocidas de Bolsonaro». Organizaron múltiples operativos de solidaridad condonacions de alimentos agroecológicos, entrega de módulos alimentarios y artículos de limpieza, y crearon un fondo de emergencia para las y los trabajadores informales.Para este 1° de mayo, convocaron a un acto virtual con la consigna «Luchar por la vida, por las condiciones de trabajo, por la renta de los trabajadores». Además, se aguarda con expectativa el mensaje que dará el ex presidente Lula desde su domicilio.
En Argentina, donde hay una larga tradición de organización comunitaria y barrial, se conformó en diciembre pasadola Unión de Trabajadores y Trabajadoras de la Economía Popular (UTEP).La respuesta ante la pandemia fue colectiva y rápida, con participación en los comités de crisis locales, relevamiento de la población de riesgo en cada territorio y reasignando la tarea de todas las cooperativas textiles a confeccionar barbijos y camisolines para los vecinos de los barrios humildes y los trabajadores y trabajadoras de la salud. Los movimientos populares redoblaron el reclamo de alimentos al gobierno para abastecer a los miles de comedores comunitarios y dar respuesta a las millones de personas que, sin ingresos ni posibilidad de generarlos durante lacuarentena,se encontraron en una crítica situación económica. Según el propio Ministerio de Desarrollo Social, las personas con necesidad de asistencia pasaron de 8 a 11 millones. El 1° mayo no habrá actos en las calles pero se realizará una acción virtual en unidad con otros sindicatos, y se presentará un programa de medidas para democratizar la economía y dejar atrás el neoliberalismo.
En Venezuela, a pesar del bloqueo asfixiante de Estados Unidos, se tomaron medidas desde el inicio para evitar una mayor propagación de la pandemia. Además, se reforzaron las redes comunitarias y los Comités Locales de Abastecimiento y Producción (CLAP), así como las Misiones Barrio Adentro y programas como el Carnet de la Patria.A las políticas de Estado se sumaron las acciones de los movimientos populares, como los colectivos feministas que impulsaron líneas de asistencia para acompañar a las mujeres que sufren violencia de género. En gran parte de América Latina, la violencia machista y los femicidios aumentaron durante el confinamiento. También se reforzó un sistema de distribución de alimentos entre el campo y la ciudad y el plan “Pueblo a Pueblo”, que articula redes de productores locales con comunidades. Otra de las experiencias de acompañamiento y asistencia se da en la frontera con Colombia, donde organizaciones sociales de Venezuela, como la Corriente Bolívar y Zamora, realizan jornadas de recibimiento y atención para las y los venezolanos que vuelven al país.
Cuba, finalmente, es ejemplo de solidaridad a nivel mundial. A pesar bloqueo económico de décadas, la isla envió brigadas médicas a 21 países para ayudar a combatir el coronavirus. Para la conmemoración del 1° de mayo, el presidente Miguel Díaz-Canel confirmó que no se podrá hacer el tradicional y multitudinario desfile a la Plaza de la Revolución, pero se están generando otras iniciativas: «Este 1° de mayo la casa de cada cubano será la Plaza, y desde los hogares se celebrará el Día Internacional de los Trabajadores».
Además, un centenar de movimientos sociales del mundo impulsan una declaración donde proponen unir la resistencia y esperanza para luchar por otro futuro: https://antiimperialistweek.org/es/
Los desafíos post pandemia
Nadie duda de que la vida cambió para siempre. Lo que no está claro es si el mundo post pandemia será aquel donde se revalorice el rol del Estado, se priorice la solidaridad y se garanticen los derechos básicos a todos los seres humanos o un mundo donde se refuerce el individualismo, el aislamiento digital y el autoritarismo. Lo que está fuera de discusión es que la realidad económica mundial tendrá un colapso y será aún más grave para América Latina: mayor desigualdad social, pobreza e indigencia, economías que quedarán destruidas, millones de nuevos desocupados. Una catástrofe social sin precedentes.
Frente a eso, el sector más afectado será el de la llamada economía informal y los territorios donde se organizan los movimientos sociales. Uno de los desafíos de este sector es poner en la agenda pública problemas que llevan décadas pero que hoy permiten discutir nuevas alternativas y respuestas. Para Guillermo Boulos, referente del Movimiento Sin Techo de Brasil, «la pandemia permitió ver que las desigualdades no son naturales, que es necesario enfrentarlas con organización popular y solidaridad. El desafío es dejar atrás la perversidad del neoliberalismo poniendo encima lo común, garantizando derechos y radicalizando la democracia».
Los movimientos populares entienden que la pandemia ha demostrado también que las necesidades centrales de la vida pueden resolverse de otros modos. Dina Sanchez, vocera del Frente Popular Darío Santillán de Argentina y referenta de la UTEP, afirmó: «Hay tareas esenciales como la producción de alimentos y la asistencia alimentariaque están en manos de la economía popular. Nuestro horizonte es que todo el mundo pueda acceder a una vida digna y que diseñemos ese nuevo mundo».En ese sentido, los movimientos en toda América Latina vienen impulsando programas para pensar nuevos paradigmas. En Brasil propusieron más de 50 medidas (https://todomundo.org/?page_id=115), como la idea de salario básico universalque planteó incluso el papa Francisco en una carta a los movimientos populares.
En ese marco, las organizaciones le presentaron un plan al presidente Alberto Fernández para proyectar las tareas de la economía popular en un escenario post pandemia. Juan Grabois, referente del MTE y la UTEP, planteó que en una Argentina con más de 8 millones de personas sin empleo y derechos laborales urge implementar un plan integral de la economía popular que incluya tareas que van desde «urbanizar los barrios y construir viviendas, desarrollar colonias agrarias, producir alimentos agroecológicos, dignificar las actividades de cuidado de niños y ancianos hasta fortalecer las empresas recuperadas y recuperar las labores tradicionales de las comunidades indígenas».
Las discusiones en toda la región están vinculadas a la asistencia a los más desprotegidos, al gravamen de la renta financiera y las grandes fortunas ya la condonaciónde las deudas públicas de los países emergentes. En palabras del líder del MST de Brasil, Joao Pedro Stedile, «el modo de producción capitalista produce crisis y es preciso debatir nuevos paradigmas, como la idea de que sobre los bienes de la naturaleza no puede haber propiedad privada, la necesidad de una reforma agraria de nuevo tipo, centrada en la producción de alimentos sanos, y la idea del salario universal. El mundo tiene que cambiar. Los capitalistas no quieren cambios, pero los pueblos sí».
Así como América Latina fue laboratorio del neoliberalismo en la década de 1990, y luego fue cuna de un ciclo de luchas y resistencias, hoy tiene el desafío de marcar un nuevo «sur» para que los acuerdos que se establezcan postpandemia pongan la vida digna en primer plano.
*Periodista y referenta del Frente Popular Darío Santillán en el Frente Patria Grande, Argentina.
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