Lorena Cabnal, activista y referente maya (de Guatemala): “Recupero la alegría sin perder la indignación, como un acto emancipatorio y vital” – Por Florencia Goldsman
Lorena Cabnal: «Recupero la alegría sin perder la indignación, como un acto emancipatorio y vital»
Por Florencia Goldsman
Lorena Cabnal se autodenomina sanadora, hija de la cosmogonía maya xinca y cofundadora del movimiento feminista comunitario-territorial en Guatemala, la Red de Sanadoras Ancestrales del Feminismo Comunitario, Tzk’at (en lengua maya quiché). Para esta mujer originaria de Santa María Xalapán, Jalapa, un área dentro del denominado “corredor seco”, caracterizado por el paisaje montañoso, las sequías y un alto grado de pobreza extrema, la espiritualidad es central en su militancia. En territorio centroamericano, el contexto de despojo, violencia y saqueo no logra imponerse del todo: los saberes plurales de las personas diversas que forman parte las redes fortalecen los lazos humanos oponen resistencia y fortalecen el tejido comunitario ante un estado de ataque permanente.
“Las mujeres que defienden el agua están luchando contra una hidroeléctrica. Nosotras acompañamos procesos de sanación a la orilla del río que defienden, porque ahí tienen persecución, judicialización. Nos basamos en las fuentes calendáricas y observamos qué día según el calendario maya vamos a hacer cada proceso. Contamos los saberes plurales de mujeres. En la red de sanadoras hay comadronas ancestrales, contadoras de tiempo, sanadoras, hierberas. La pluralidad de saberes de cada una aporta a los procesos. Y ahí vemos cómo las mujeres que a partir de tantas violencias tienen desconectado o roto su hilo sanador empiezan a recuperarlo. Son actos que nosotros le llamamos ‘sanar con la energía vital de la ternura entre mujeres y con la naturaleza’. La convocatoria de ternura con la naturaleza es un acto sanador-simbólico con la naturaleza”, relata Cabnal en una cafetería ruidosa de la capital guatemalteca.
Recién aterrizada de un avión que la trajo de vuelta desde Sudamérica, explica que los encuentros de la red feminista comunitaria y territorial conllevan un trabajo de decodificación que permita a las identidades plurales de las comunidades sentirse interpeladas también amorosamente. La expresión “nosotras le llamamos” se repite en su relato como forma de validación de los saberes plurales. Antes que repetir conceptos teóricos feministas, la red reivindica las localizaciones y los debates de ideas desde las palabras y sentires propios de los pueblos.
En un contexto de violencia, despojo y saqueo, ¿cómo se da el autoconocimiento de las cuerpas de manera decolonial?
Lo que voy a compartir no lo comparto desde el marco interpretativo decolonial porque la temporalidad de la colonialidad es de 520 años para acá. De hecho no me nombro feminista decolonial, porque el nombrarme feminista comunitaria y territorial es traer una interpretación mucho mas allá de la colonización castellana. Enunciar que existe una forma patriarcal ancestral originaria que se configuró en una temporalidad que cuenta desde el tiempo maya nos da nuestro marco interpretativo. Parto de aquí porque hay una disputa histórica y milenaria de la visibilización y de la valoración de los cuerpos. Ese es el marco interpretativo en cosmogonía originaria. Es decir la interpretación de vida que tenemos los pueblos, que no pasa por el análisis de filosofía occidental sino de formas de vida muy plurales.
¿Cómo piensan la pluralidad en el plano de las corporalidades?
Decimos que nada es repetido en el cosmos, con un mismo patrón o en serie. En esa pluralidad de la vida como mujer indígena voy de a poco acercándome a sentir algunas reflexiones de que es coherente interpretar ese principio de pluralidad de la vida, en el cual los cuerpos son plurales. No puede existir un cuerpo cerrado o ya establecido como hombre o mujer dentro de las concepciones indígenas, porque antes de la colonización había ya manifestaciones de cuerpos, cuerpas, cuerpes que no precisamente pasan por la construcción heterosexual de los cuerpos. Ecos de eso tenemos hasta hoy, son las comunidades muxes en México. Ecos de eso son formas de vida ancestral de los pueblos mohac de Canadá, cuando hablan de dos espíritus, tres espíritus. Para nosotras hablar desde un principio de pluralidades significa hablar de sexualidades. Y vamos hilando con otro nombramiento que de un tiempo para acá hemos ido tejiendo que son sexualidades plurales e identidades plurales. Hablamos de tres dimensiones de vida: cuerpos plurales, sexualidades plurales e identidades plurales. En relación a cómo nos disputamos las sexualidades en medio de la lógica patriarcal, capitalista, racista y neoliberal en la defensa del territorio-cuerpo y territorio-tierra, creo que para nosotras es vital reconocer que tenemos una disputa permanente de estas dos dimensiones de la vida y que van paralelas: no podemos hablar de libre autodeterminación de la tierra, de que no queremos minería, hidroeléctricas, o monocultivos extendidos sino también, paralelamente, vamos dimensionando lo vital que es la relación de los cuerpos con la tierra.
¿Cómo es el inicio de hablar, traer a la práctica, decodificar estos temas en las comunidades conociendo los tabúes que alimentan los fundamentalismos religiosos en Guatemala?
En el año 2013 hubo una imposición del estado de sitio en la montaña de Xalapan, de donde viene parte de mi camino de historia en la defensa territorial. Eso supone que el Estado despliega más de 8.000 soldados en la montaña y realiza una gran cantidad de allanamientos. Hay violencia sexual por parte de los soldados a las mujeres y las niñas de la comunidad. ¡Fue impresionante! A un mes del estado de sitio, cuando nos reunimos en la comunidad de manera muy escondida por las órdenes de captura que regían en ese momento, intentamos traer una dimensión de conciencia de que la defensa territorial la teníamos negada. Recuerdo que fue una noche que estábamos alrededor del fuego, platicando, viendo todo lo que estaba sucediendo en la montaña con esos miles de soldados desplegados y lo que salió fue: ¿nosotras en el estado de sitio a qué horas hacemos el amor? Ahí empezamos a preguntarnos quién de nosotras había hecho el amor desde cuándo; había pasado mucho más tiempo del que imaginamos y se nos había desdibujado. Hablar para nosotras de territorio-cuerpo es hablar de una dimensión de conciencia y de una dimensión de justicia, por la visibilidad de los cuerpos plurales en la red de la vida. Por esos cuerpos que han sido negados por la heteronormatividad y hablar de la sexualidad plural es algo que en estos tiempos nos convoca porque nos parece incoherente solo defender el territorio-tierra y no defender el territorio-cuerpo que habita en esa tierra que defendemos. Y así como hablamos de libre autodeterminación de la tierra, pues a nosotras nos gusta hablar de libre determinación de los cuerpos. No podemos hablar de autodeterminación de los cuerpos en comunidades originarias en tanto sigamos refuncionalizando las lógicas heterosexuales y heteronormadas. Ese es uno de los elementos que estamos trayendo a dialogar a las comunidades, haciendo una decodificación desde este feminismo comunitario territorial para aportar en la comunidad. No hablamos de gais, lesbianas o LGBTI+. No, no podemos porque esos nombramientos y esas categorías son ajenas al marco interpretativo comunitario y tenemos que hacer una relación de cosmogonía en los pueblos. Hablar de patriarcado, de misoginia es ajeno.
¿Cómo son los orígenes del movimiento de la red de feministas comunitarias territoriales?
Viviendo y conviviendo en una comunidad indígena se te cruzan esencialismos indígenas, comunidades atravesadas por las formas ortodoxas religiosas, con unas manifestaciones de machismo indígena estos componentes tienen un impresionante impacto en nuestra visión de mundo. Las primeras denuncias que hicimos en la montaña fue contra agresores sexuales y femicidas. En un contexto complejo nos abocamos a la defensa del territorio, luchamos contra los transgénicos, los tratados de libre comercio, contra los despojos de terratenientes en el territorio ancestral y luego contra la minería. Me parece que traer una dimensión de vida cotidiana en la comunidad es sumamente fuerte, y tenemos que tener mucha delicadeza política como feministas. Ya llevaba adelante acciones de lucha y resistencia pero me fui nombrando feminista a finales de 2004 o 2005. En ese momento sentía que estaba en una fase que había recuperado energía con el feminismo. Ni siquiera observaba “los feminismos” y quería combatir con mucha energía y radicalidad feminista las formas de machismo indígena. Eso me cuesta casi la vida porque yo traigo amenazas desde el año 2004 . En ese momento mi interpelación era a un gobierno indígena, machista y patriarcal de 357 hombres con un tribunal de justicia en la montaña, donde no había ni una sola mujer. Después fuimos quienes fortalecimos la lucha contra la minería, ya que empezó con las mujeres esa lucha. Entre 2004 y 2005 empezamos a relacionar el celo del gobierno indígena y de las comunidades por defender el territorio ancestral xinca, que en esos años no se nombraba como tal (eso viene de una lucha y un aporte histórico que hemos hecho, y que particularmente he acompañado). En ese momento era tan fuerte y tan complejo porque si bien por un lado el gobierno indígena se junta con la lucha de las mujeres para hacer la defensa territorial (lucha que venimos dando desde la colonización) pero en ese contexto y en ese tiempo nos dimos cuenta cómo la lucha de defensa territorial postergaba esa lucha de mujeres indígenas, de sus historias, de sus cuerpos, de relación de la salud, el empobrecimiento, los abortos y la violencia sexual hiper naturalizada, donde las niñas de 10 y 11 años son madres.
¿Cómo es enfrentar esos temas de los que no se habla en comunidades indígenas con rasgos patriarcales y violentos?
Viniendo de una historia de violencia sexual a mí esto me complejiza políticamente mucho. Ahí es donde parte este enunciado del feminismo territorial comunitario que dice “así como se defiende la tierra, defendamos nuestro cuerpo”. “Vean los compañeros tienen mucho celo por defender el territorio, pero vean lo que pasa con las mujeres. Aquí mismo las están violando a las niñas y las mujeres. No lo están haciendo hombres blancos o mestizos. Lo están haciendo hombres indígenas ¿qué pasó?”. Ahí nace nuestro primer enunciado “mi cuerpo, mi primer territorio de defensa”. En el año 2007 es cuando se despierta con más fuerza la lucha contra la minería, y empezamos a interpelar al gobierno indígena diciendo somos incoherentes como indígenas, defendemos el territorio-tierra pero no defendemos el territorio-cuerpo. Porque las mujeres estamos defendiendo este territorio pero acá adentro nos están matando. Eso es una incoherencia cosmogónica. El elemento vital para comenzar a hacer decodificación comunitaria y feminista fue tomar simbología cosmogónica y ponerla en nuestro contenido feminista territorial. Agarramos el calendario agrícola-lunar y tomamos dos dimensiones. Elegimos el color rojo que representa la sangre de los cuerpos: territorio-cuerpo. Del otro lado del calendario agrícola-lunar está el color verde: territorio-tierra. Empezamos a decir que en la red de la vida está todo actuando con reciprocidad y ahí empieza la decodificación. De hecho, la cosmogonía xinca va a emerger con nosotras también, vamos a darle contenido feminista a elementos de cosmogonía xinca. De ahí sale nuestro enunciado xinca “Liki tuyahaki na alteper kwerpo-naní”, que es el nombramiento completo de “recuperación, defensa y sanación del territorio cuerpo tierra”.
¿Hay una manera de sanar la memoria ligada a la violencia sexual? ¿Cómo se habla de goce y del desarrollo de una sexualidad plena partiendo desde corporalidades atravesadas por el abuso?
Así como se han internalizado las múltiples opresiones en los cuerpos de las niñas, de las mujeres y de los cuerpos plurales creo que también es importante traer la dimensión de cómo reconvocar la potencia política sanadora de los cuerpos. Y cómo hoy me siento tan digna y en medio de las complejidades políticas que hay en este país puedo decir que recupero la alegría sin perder la indignación, como un acto emancipatorio y vital. A mí me ha significado traer la referencia no solo de las memorias ancestrales del dolor y que somos un hilo de generaciones de violencia, sino del continuum histórico de la violencia sobre los cuerpos de nuestras antepasadas, nuestras ancestras. Para nosotras traer dimensiones de sanación en este tiempo, como feministas comunitarias territoriales, pasa por dos dimensiones. Primero la de traer la dimensión de los saberes de nuestras madres, abuelas. Mujeres que tienen su sabiduría, sus saberes, sus caminos, de cómo se han acompañado esos dolores ancestrales. Segundo, la dimensión de convocar dimensiones de conciencia en este tiempo y ese es un hilo que llamamos “la sanación como camino cósmico”, pero luego tiene otro hilo que le llamamos político. Cuando a veces vamos a una comunidad y nos encontramos a mujeres que han sido acompañadas durante 20 años en procesos sociales decimos ¡qué bien! Pero siguen llorando profundamente porque la lógica del sistema patriarcal es que a las mujeres nos ha dejado en el despojo permanente y las ausencias son sumamente simbólicas en la comunidad y resulta que muchos de los abordajes son desde la psicología occidental.
¿Cuál es el diferencial de la sanación desde una mirada política?
A nosotras nos gusta hablar de la “sanación como camino cósmico político” porque no solo es hacer rituales, hacer la ceremonia, encender candelas, traer plantas, hacer el baño ceremonial. Es traer nuestros saberes y ver cómo tenemos una intencionalidad feminista como abordaje de esas opresiones históricas estructurales sobre los cuerpos de las mujeres. Cómo esos cuerpos han somatizado y sufren las formas ancestrales y patriarcales: el machismo indígena. Cómo viven y cómo sufren y han sido víctimas del colonialismo, del racismo, de todo el capitalismo y el neoliberalismo. En un contexto de criminalización, judicialización, riesgo político. Para nosotras hablar de la sanación es una dimensión hermosa porque también nos hace llorar, vomitar, hacer catarsis espiritual de las formas múltiples de las violencias que hemos vivido y que tenemos marcadas en la memoria corporal y espiritual de las mujeres. También hay que pensar en cómo traer la convocatoria de la energía sanadora. Personalmente planteo que todas las mujeres somos sanadoras porque estamos conectadas con fases lunares. Aún cuando no tengamos los ovarios por X o Y razón pero tenemos conexiones hormonales con la luna. Para nosotras es vital la recuperación de la alegría, del erotismo, del placer como energía vital en estos cuerpos. Creo que esa recuperación no logra si llevamos a las compañeras a un spa y solo les damos un masajito o las traemos aquí a la ciudad. Sino que nosotras la sentimos en la vida cotidiana al lado del río, en el centro ceremonial, hablando el idioma, trayendo decodificación sanadora. Eso sí que nos potencia. Hemos acompañado a hermanas que tienen órdenes de captura, que son presas políticas y para nosotras no es solo generar bienestar con una intencionalidad feminista, queremos abordar la violencia sexual, tenemos la intencion de abordar el machismo, abordar esos nudos. No es solo la crisis de criminalización o de ser presa política. ¿Eres presa política? Vamos más allá en nuestro análisis y nos damos cuenta de que hay un acumulado de violencias completo. Hablar de la dimensión sanadora de las mujeres es hablar de algo emancipatorio. Para nosotras es una energía que nos revitaliza, nos da mucha fuerza. Nos juntamos entre mujeres, nos armonizamos hormonalmente entre mujeres, políticamente, nos gusta mucho hablar de las interpelaciones amorosas.
¿Qué son esas interpelaciones amorosas?
Como feminista también reproduje algunos vicios feministas y entre uno de esos vicios es también tener una posición sumamente fuerte y muy racional para poder plantearte mi punto de vista. Cuestiono mucho la racionalidad feminista porque me parece que hemos despojado del sentido político del sentir y creo que en esas reproducciones de los vicios feministas. He ido trabajando mi desacuerdo político contigo. Muchas veces nos lleva a una enemistad política-histórica y entramos a unas nebulosas de debate político feminista que nos lleva horas. Estoy cansada del debate teórico-racional feminista porque eso no aterriza en la vida cotidiana. Nos gusta hablar de las interpelaciones amorosas. Como traemos una memoria de tanta violencia patriarcal creo que lo hermoso entre nosotras como un acto de descolonización y despatriarcalización entre mujeres es también hablarnos amorosamente de esas diferencias políticas sin hacerlas hegemónicas. Encontrarnos en esa diferencia que no tenemos por qué imponer o contrarrestar. Creo que mi tiempo político ahora está en la comunidad y no en los debates feministas porque se refuncionalizan muchas de estas lógicas racionales. Por eso no estamos ya en la ciudad. Únicamente nos vas a encontrar cada 8 del mes en la plaza central haciendo la ceremonia [se refiere a la muerte todavía impune de 41 niñas a causa de un incendio en un hogar-refugio para menores el 8 de marzo de 2017 en Guatemala capital, que afectó a 56 niñas], con otras compañeras.
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