La crisis económica acecha al mundo – Página Siete, Bolivia
Los conceptos vertidos en esta sección no reflejan necesariamente la línea editorial de Nodal. Consideramos importante que se conozcan porque contribuyen a tener una visión integral de la región.
Esta crisis que estamos empezando a afrontar nos depara aún muchas sorpresas y espacios enormes de incertidumbre. Nadie sabe cuánto puede durar o hacia dónde podría virar (control o descontrol en términos sanitarios) y/o crisis o recesión de graves consecuencias en lo económico. Todo esto sin mencionar aún lo político, que aunque en principio fue el centro de las acciones y decisiones de los líderes del mundo, ahora resulta un aspecto casi intrascendente.
Pero, lo que es de consenso general en el planeta entero son las medidas de precaución que afortunadamente los países están empezando a tomar. La más importante de ellas, el aislamiento social, que implica, por supuesto, drásticos cambios en los modos de vida y trabajo de las personas. Entre ellas, las decisiones adoptadas por los Estados de cerrar sus fronteras y restringir al máximo la circulación de pasajeros es imprescindible, pues es precisamente el tránsito de personas el que expone a otros a posibles contagios. Sin embargo, esto tendrá repercusiones aún imposibles de prever en las economías y las supervivencias de las personas.
Aunque diferentes factores económicos están siendo afectados por estas determinaciones, son los servicios de transporte, turismo, hotelería, gastronomía y comercio formal e informal los que están expuestos a mayores riesgos y consecuencias.
El presidente de EEUU, Donald Trump, reconoció en su mensaje de este lunes 16 de marzo, que es “posible” que la economía de su país se encamine a una recesión ante la magnitud de las medidas adoptadas para frenar la expansión de la epidemia, entre las que figuran la restricción de los viajes internacionales, las cancelaciones de eventos masivos y el cierre de bares y restaurantes. Asimismo, ofreció poner a disposición de los ciudadanos cheques de dinero en efectivo para ayudarlos a afrontar las consecuencias de la pandemia.
Se trata, según el anuncio, de un fondo de 850 millones de dólares, una determinación que busca aliviar a las pequeñas empresas y a las aerolíneas, además de las ayudas directas a los bolsillos de los ciudadanos. Son medidas nunca antes vistas desde la Gran Recesión de 2008 que arrastró a las principales economías del mundo.
También en este marco de angustias económicas planetarias, en Europa se han alzado voces pidiendo iniciativas parecidas al Plan Marshall, con el que EEUU ayudó en la pos-Segunda Guerra Mundial, a los países afectados por la devastación.
Recordemos que la crisis de 2008 tuvo como origen los fallos en la regulación económica, la sobrevalorización de productos y crisis de alimentos que derivó en una crisis crediticia, hipotecaria y de confianza en los mercados que produjo el derrumbe de las bolsas.
Actualmente, las cosas son diferentes pues se trata de una crisis factual, con una reducción del consumo y la demanda mundial a niveles nunca antes sospechados. Esto, por supuesto, representa problemas en algunos sectores, pero también en los trabajadores comunes y corrientes, aquellos que se ganan a veces diariamente el sustento.
Pero, como los movimientos bursátiles se adelantan normalmente a los acontecimientos y viven de la especulación, también las bolsas del mundo entero están en baja y al parecer ni siquiera los anuncios de estímulo y apoyo masivos a las economías las detienen en su descenso.
Un reporte bursátil de España da cuenta de resultados fatales para compañías como British Airways, Iberia, Meliá Hoteles y muchos bancos. A pesar de que este virus global llegó cuando economías como la norteamericana atravesaban un excelente momento, con un bajísimo nivel de desempleo, la recesión es ya una realidad; la duda es cuánto durará y en qué condiciones nos dejará. Los analistas afirman que habrá que esperar hasta finales de 2022 para recuperar los niveles de actividad económica previos a esta situación.
Entretanto, en Bolivia, que no terminaba de levantarse de la crisis de 21 días, los efectos económicos son aún insospechados.