Alerta que camina: La lucha de científicas en América Latina – Por Nadia Luna
Los conceptos vertidos en esta sección no reflejan necesariamente la línea editorial de Nodal. Consideramos importante que se conozcan porque contribuyen a tener una visión integral de la región.
Suena el teléfono: “No voy a parar hasta sacarte del CONICET”, dice una voz. “Si yo fuera tu jefe, te haría venir en minifalda”, dice otra. Así comienza el spot realizado por la colectiva “Ciencia sin Machismo“, formada por trabajadoras del Centro Nacional Patagónico (CENPAT–CONICET), de Puerto Madryn, Chubut. Las frases provienen de una encuesta que realizaron en el año 2018 dentro del instituto, donde relevaron que al menos el 53% experimentó alguna vez violencia machista en su lugar de trabajo.
“La violencia machista es aquella ejercida sobre mujeres y disidencias sexuales por el mero hecho de serlo, en el marco de una relación desigual de poder. El sistema científico, parte de esta sociedad sexista y patriarcal, no está exento de estas situaciones”, explican las investigadoras del CENPAT en el spot, que fue lanzado este martes 11 de febrero, con motivo del Día Internacional de la Mujer y la Niña en la Ciencia. Esta fecha fue establecida por la ONU en el año 2015 para visibilizar el trabajo de las mujeres que hacen ciencia y tecnología, así como también las barreras que deben enfrentar en el ámbito laboral.
2015 también fue el año del primer “Ni Una Menos en la Argentina”, que marcó una nueva etapa en la cronología de los movimientos feministas y de mujeres en América Latina, transversales a todos los sectores y regiones del continente. En el ámbito científico, esto generó la proliferación de organizaciones de científicas, tecnólogas e ingenieras. En Agencia TSS, charlamos con integrantes de colectivos de Argentina, Chile, Perú, Ecuador y Colombia para conocer sus objetivos, acciones y logros. Tienen muchas similitudes y también varias diferencias pero a todas las une un hecho: la salida siempre es colectiva.
Argentina: Una usina de ciencia feminista
En el mundo, solo tres de cada diez personas que hacen ciencia son mujeres, mientras que, en América Latina, el porcentaje asciende al 45%. En la Argentina, las investigadoras del CONICET son el 53% pero esta mayoría proviene de la base de la pirámide jerárquica. Las becarias son el 60% y, a medida que se sube de categoría, el número de mujeres comienza a decrecer hasta llegar a la cima, donde las investigadoras superiores son solo una de cada cuatro en la categoría.
Este mecanismo de segregación se conoce como “Techo de cristal” y se traduce en menor reconocimiento y bajos salarios. También existen las “paredes de cristal”, con disciplinas más masculinizadas que otras, como es el caso de Física, Matemática, Informática e Ingeniería.
Ciencia sin Machismo se formó en en el CENPAT en el año 2018, a partir de la necesidad de varias investigadoras de visibilizar las violencias a las que eran sometidas de forma cotidiana. “Empezamos con la encuesta y de a poco fuimos evolucionando hacia una organización más proactiva, que busca generar herramientas para lograr no solo eliminar las violencias, sino también igualar las condiciones con nuestros compañeros varones”, le dijo a TSS la bióloga Soledad Leonardi, integrante de la colectiva. Hace poco, lograron la conformación de un Comité Institucional de Políticas de Género dentro del CENPAT y la aprobación de un dispositivo de atención en casos de violencia de género. Además, forman parte de la Comisión Interdisciplinaria del Observatorio de Violencia Laboral y de Género del CONICET.
“Hay varias políticas que se podrían implementar en el corto plazo para disminuir la desigualdad de género en ciencia, como considerar a las maternidades en los procesos de evaluación, ampliar licencias por maternidad y paternidad, implementar lactarios en los lugares de trabajo y garantizar los jardines maternales”, señaló Leonardi, y destacó el valor de la lucha colectiva para conquistar nuevos derechos.“Una de las pocas cosas que rescato de estos años de macrismo es la organización de trabajadores y trabajadoras de la ciencia. Empezamos a salir más del laboratorio y a luchar por nuestros derechos”, afirma.
Otro colectivo de científicas argentinas de reciente formación es “Mujeres en CyT”, conformado por estudiantes, becarias, docentes, investigadoras, personal administrativo y de servicios del Departamento de Ciencia y Tecnología de la Universidad Nacional de Quilmes (UNQ), en Buenos Aires. Surgió en 2018 con el objetivo de promover el estudio de la situación de mujeres y disidencias en ciencia y tecnología, y proponer actividades que estimulen la participación de niñas, niños y adolescentes en esta área. Una actividad reciente fue “Mirá la Ciencia Que Hacemos”, que convocó a estudiantes secundarios del Barrio Itatí a participar de una jornada con diversas experiencias científicas.
“El vínculo entre la comunidad científica y la sociedad continúa siendo una cuestión de élites o grupos particulares. Por eso, consideramos que la divulgación científica ocupa un rol central para correr este eje y poder generar mayor cercanía con la población. Trabajar en el conurbano tiene la gran ventaja de poder conocer mejor las problemáticas del territorio y tomar acciones de intervención. En los próximos dos años, vamos a trabajar en estimular vocaciones científico-tecnológicas en jóvenes, con énfasis en mujeres y disidencias”, explicó la biotecnóloga Sandra Goñi, integrante de Mujeres en CyT.
En los últimos años, surgieron numerosos colectivos de científicas argentinas que buscan enfrentar la desigualdad de género y estimular vocaciones científicas. La lista es larga y crece. Algunas son Las De Sistemas, Las Curie, Mujeres Trabajadoras del Centro Atómico Bariloche y el Complejo Tecnológico Pilcaniyeu, Amautas Huarmis, Chicas en Tecnología, Women in Engineering Argentina, y las comisiones de género de diversas instituciones, entre muchas otras. Merece mención especial la pionera Red Argentina de Género, Ciencia y Tecnología (RAGCyT), fundada en los noventa por las investigadoras Diana Maffía, Silvia Kochen y Ana Franchi, esta última hoy presidenta del CONICET.
Chile: Sacarle el parche al acoso sexual
A fines de noviembre, la bioquímica chilena Adriana Bastías fue reconocida con el Premio “100 Mujeres Líderes 2019”, otorgado por el diario El Mercurio y Mujeres Empresarias de Chile. Tras dudar si aceptar el premio de un medio de comunicación muy criticado por la cobertura de las protestas sociales que comenzaron con el estallido del 18 de octubre, decidió aprovechar la oportunidad y asistió con un parche en el ojo para homenajear a los cientos de chilenos que perdieron la vista al ser reprimidos por la policía (carabineros).
Bastías es docente en la Universidad Autónoma de Chile y presidenta de la Red de Investigadoras (RedI), una asociación que busca promover la equidad de género en el sistema científico y visibilizar las barreras que deben enfrentar las mujeres para hacer ciencia y tecnología. Nació en Puerto Natales, al sur del país, y estudió en la Universidad Austral, en la provincia de Valdivia. Fue allí cuando empezó a observar ciertos comportamientos sexistas por parte de compañeros y profesores. “Cuando empiezas a despertar y mirar las cosas a través de la lupa violeta, ya no hay vuelta atrás. El hecho de poder organizarnos y apoyarnos es muy importante porque, aunque no estemos de acuerdo en todo, siempre va a haber alguien ahí para acompañarte”, afirma Bastías.
En Chile, solo el 27% de los subsidios FONDECYT (principal fuente de financiamiento de proyectos individuales de investigación) y FONDEF corresponden a proyectos presentados por mujeres, según datos aportados por la investigadora. En tanto, las que dirigen centros de investigación son apenas el 17%. El año pasado, la ingeniera Natacha Pino, miembro de RedI y rectora de la Universidad de Aysén, se convirtió en la primera rectora electa en la historia de las universidades estatales de Chile.
La Red de Investigadoras se creó en el año 2016 y una de las iniciativas más importantes tiene que ver con un movimiento que surgió en 2018 por denuncias de acoso sexual en el ámbito universitario. Por eso, desde RedI, junto con senadoras y senadores de diversos partidos, presentaron un proyecto de ley para prevenir y sancionar el acoso sexual en educación superior. El proyecto ya obtuvo media sanción y este año se discutirá en la Cámara de Diputados. Además, la red publicó el libro “A mí también”, con testimonios anónimos de violencia de género en contextos académicos como: “Mi profesor dijo ‘no se preocupe, las mujeres solo vienen a la universidad a buscar marido’; y “Me ofreció sexo a cambio de posiciones laborales en diferentes instituciones” (puede descargarse acá).
Bastías señaló que, por ahora, no existe una política de género integral impulsada desde el Ministerio de Ciencia, Tecnología, Conocimiento e Innovación. “Si bien se lanzó una hoja de ruta de lo que sería en el futuro una política de género, por ahora solo son buenas intenciones. Creemos que es importante que haya una política transversal e intersectorial porque, si bien después del mayo feminista de 2018 se generaron protocolos en algunas instituciones, observamos que muchos no se cumplen”, dijo. Otra iniciativa que la RedI apoya fuertemente es que haya paridad de género en el proceso que atraviesa el país trasandino en la discusión por una nueva Constitución Nacional.
Perú: Herederas del silencio
Estefanía Pomajambo es socióloga especializada en género y se desempeña como tutora-coordinadora de Humanidades en la Universidad Peruana de Ciencias Aplicadas (UPC). Sin embargo, la primera carrera que estudió pero no logró terminar fue Ingeniería Informática. Quizás haya tenido que ver con la primera barrera que, según ella, deben enfrentar las niñas y mujeres para hacer ciencia: la construcción cultural de roles de género. “Cuando somos niñas, nos crían con juguetes rosados y vinculados con tareas de cuidado, mientras que a los niños les dan juguetes constructivos y de ingenio. En Perú, además, tenemos otra dificultad: por nuestra fuerte historia de dominación y racismo estamos muy acostumbradas a quedarnos calladas y no opinar en clase”, cuenta.
A veces, los techos de cristal se convierten en techos de cemento: “En muchas zonas rurales, las niñas ni siquiera llegan a ir al colegio, ya que se considera que es una pérdida de tiempo darle educación a una niña si después va a quedar embarazada. En tanto, quienes sí logramos ir, enfrentamos la barrera de que ya en la pubertad se nos incentiva más a tener pololos (novios) que a estudiar ciencias”, explicó Pomajambo. Para combatir esas barreras, junto con la física María Luisa Cerón y la socióloga Alizon Rodríguez Navia decidieron crear la Red Peruana de Ciencia, Tecnología y Género, que se lanzará oficialmente el próximo 20 de febrero en la Pontificia Universidad Católica del Perú.
La iniciativa surgió a partir de la interacción con otras organizaciones vinculadas a la temática de ciencia y género. Entre ellas, Mujeres Peruanas en Ciencias Matemáticas, +Mujeres en UX, Women in Physics, FemDevs (desarrolladoras de videojuegos) y la Red Iberoamericana de Ciencia, Tecnología y Género (RICTyG). Las investigadoras comenzaron a juntarse a mediados de 2019 y luego abrieron las reuniones a quienes quisieran participar. Los objetivos principales son reducir la desigualdad de género en el sistema científico, contribuir a eliminar los estereotipos de género en el ámbito educativo e impulsar iniciativas legislativas que contribuyan a la paridad en ciencia y tecnología.
Pomajambo destacó que el CONCYTEC, principal organismo peruano de ciencia y tecnología, tiene por segunda vez en su historia una presidenta mujer, la bióloga Fabiola León-Velarde, quien creó el Comité Pro Mujer en CTI para impulsar la participación de más mujeres en las ciencias. Sin embargo, todavía queda trabajo por hacer, no solo en cuestión de género sino en el ámbito científico en general. “Actualmente, solo hay 4000 investigadores registrados en CONCYTEC, que es muy poco para una población de 33 millones de habitantes. De esos, solo el 30,8% son mujeres. También es necesario que los y las científicas se involucren más en la atención de conflictos sociales, como explotación minera y de recursos naturales, precariedad laboral y daño a la Amazonía peruana. Involucrarse en este tipo de cuestiones es algo que le cuesta no solo a los científicos, sino a la población en general”, enfatiza.
Ecuador: El poder de las redes
Cuando empezó a estudiar biología, Claudia Segovia no sintió que tuviese que atravesar obstáculos por ser mujer. Su perspectiva cambió cuando se fue a Estados Unidos para hacer el doctorado, junto con su marido y sus dos hijos. Habló con otras colegas y descubrieron que compartían ciertas frustraciones. Las tareas de cuidado recaían más en ellas y tenían que luchar contra el estereotipo a la hora de ir a una entrevista laboral. “Ahí empecé a ver los obstáculos que tuve en mi carrera y que había naturalizado. Con mis compañeras creamos el grupo ‘PhD moms’ para apoyarnos y tratar de combatir los micromachismos y la falta de autoestima que eso nos termina generando”, cuenta.
Las científicas Patricia Castillo Briceño y Melani Peláez Jara propusieron crear un colectivo de científicas ecuatorianas a través de un intercambio por Twitter en 2016. Enseguida se sumaron Segovia y Marcela Morales Hidalgo y fundaron la Red Ecuatoriana de Mujeres Científicas (REMCI). Uno de sus puntos fuertes es la interacción en redes sociales, donde difunden tanto el trabajo de las mujeres en ciencia como datos sobre la desigualdad de género en el área. “Llegamos a unas 100.000 personas al mes y eso nos llevó a darnos cuenta de la capacidad de empoderamiento que tiene formar estas redes”, dijo Segovia.
A partir de alianzas fueron realizando diversas iniciativas. Por ejemplo, las dos ediciones del Seminario Internacional “Impacto de las Mujeres en la Ciencia”, impulsado junto a la Organización de Estados Iberoamericanos (OEI) y el Centro Internacional de Estudios Superiores de Comunicación para América Latina (CIESPAL). Este año, además, Quito será sede del XIII Congreso Iberoamericano de Ciencia, Tecnología y Género. Las integrantes de REMCI también elaboraron y presentaron una solicitud a la Secretaría de Educación Superior, Ciencia, Tecnología e Innovación (SENESCYT) para que se tome en cuenta la maternidad al momento de evaluar la producción científica de las investigadoras.
Más allá de los avances, Segovia advirtió: “En Ecuador todavía no se percibe como un problema la falta de mujeres en ciencia. De hecho, no se le da suficiente valor al desarrollo de ciencia y tecnología, y eso lleva a que no tengamos un número y nivel adecuado de producción científica en el país. Además, el sistema no tiene la capacidad de absorber a todos los investigadores y termina provocando una fuga de cerebros. Otro punto a trabajar es que la ciencia no siempre está asociada a los problemas de la sociedad. Se necesitan más canales de comunicación de la ciencia y eso es algo que hemos estado trabajando en la red por medio de la divulgación. Los científicos y científicas tenemos que salir de nuestros laboratorios y hablar más con la comunidad”.
Colombia: Ciencia para la Paz
El 11 de febrero, Día de la Mujer y la Niña en la Ciencia, amaneció con una buena noticia para Colombia: el Gobierno creó el “Fondo+Mujer+Ciencia” para apoyar económicamente la participación de las mujeres en este ámbito. Esta iniciativa comprende una serie de compromisos, entre ellos, garantizar equidad en el otorgamiento de becas y subsidios para investigación; desarrollar un programa de mentorías para niñas y jóvenes; incorporar el enfoque de género al sistema de evaluación del Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación; e implementar un protocolo nacional para la actuación frente a casos de acoso sexual en espacios educativos y laborales.
El documento fue presentado este martes por la vicepresidenta Marta Lucía Ramírez, la ministra de Ciencia, Mabel Torres, y las jefas de otras carteras nacionales de un país que ostenta el quinto lugar en el mundo en porcentaje de mujeres en cargos ministeriales (52.9%). Sin embargo, el ámbito científico y académico no está exento de la desigualdad de género: solo hay un 7,7% de rectoras universitarias y, de los 13.000 investigadores registrados, las mujeres representan el 37%.
Una participación importante en la elaboración del documento lo tuvo la Red Colombiana de Mujeres Científicas. Se trata de un colectivo formado en 2016 con la misión de estimular y visibilizar la participación de las mujeres en ciencia y tecnología, y promover políticas para garantizar dicha participación. Actualmente tiene 59 integrantes organizados en seis nodos territoriales. “Nos planteamos la necesidad de apoyar el libre desarrollo de la mujer mediante la educación técnica y el apoyo al emprendimiento empresarial femenino, que permitan que la mujer logre independencia económica y de manera progresiva tome un papel más activo en la economía del país”, indica la física Ángela Guzmán, secretaria de la Red, que está presidida por su colega Ángela Camacho.
Guzmán explica que uno de los objetivos de la red era constituirse como órgano consultor del Gobierno en asuntos de género vinculados a la ciencia y la educación. “Parece que lo estamos logrando”, se alegró. La organización tiene miembros de todas las disciplinas y forma parte de la Academia Colombiana de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales. “Queremos contribuir a la construcción de un país más equitativo en oportunidades y en remuneración para las científicas. También, aportar nuestra experiencia y perspectiva para un desarrollo social sostenible, que creemos es la base para la construcción de una paz duradera”, finalizó.
(*) Periodista.