Venezuela: mentir sin escrúpulos – Por Atilio A. Boron

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Los conceptos vertidos en esta sección no reflejan necesariamente la línea editorial de Nodal. Consideramos importante que se conozcan porque contribuyen a tener una visión integral de la región.

Ya no se trata de disputas ideológicas. Se trata de algo más elemental, esencial: un medio de comunicación no debe mentir. La mentira es al medio como la estafa a un banco. Si este no debe hurtar el dinero de sus clientes un medio tampoco debe escamotear la información que necesita su audiencia, que confía en la honestidad y ecuanimidad de su fuente informativa.

Desafortunadamente, lo que hemos visto en la prensa hegemónica a propósito de la elección del nuevo presidente de la Asamblea Nacional de la República Bolivariana de Venezuela en medios tales como Clarín, Infobae y La Nación en la Argentina, o El País en España, El Mercurio en Chile o la CNN en Estados Unidos constituye una monumental estafa a la buena fe de sus lectores. El periódico español, por ejemplo, asegura que “La autoproclamación de Luis Parra y la elección de Guaidó en una sesión alternativa complican el panorama parlamentario.” Titulares parecidos inundan los otros medios ya mencionados. El problema es que no hubo tal autoproclamación de Luis Parra. Eso es lo que hacen los amigos de los diversos integrantes de la pandilla de operadores políticos, que no periodistas, que medran en nuestro tiempo y que protegen a autoproclamados y corruptos como Juan Guaidó y Jeannine Añez. Parra, en cambio, del ultraopositor partido Primero Justicia, no se autoproclamó sino que obtuvo 81 votos de los 140 diputados presentes (de un total de 167) que acudieron al recinto de la AN y por eso fue proclamado como presidente de dicho órgano legislativo. Quien se volvió a “autoproclamar” ¡y en las oficinas del diario El Nacional de Caracas! fue Guaidó, lo cual habla bien a las claras de cuál es la función real de ciertos medios que dicen hacer “periodismo independiente”.

A pesar de la existencia de quorum y de la presencia de diputados de todas las fuerzas políticas, el hasta entonces Presidente de la Asamblea, Juan Guaidó, se rehusó a ingresar al Palacio Legislativo e instalar la sesión, tal como era su obligación, permaneciendo en las afueras de la sede parlamentaria y pretendiendo hacer entrar a la fuerza a cuatro diputados que por distintas razones habían sido inhabilitados por el Tribunal Supremo de Justicia. En las grabaciones se le oye decir que “si ellos no entran, yo tampoco”. Estos finalmente entraron, pero él permaneció afuera. Cabe subrayar que ninguno había participado en las sesiones del actual período legislativo y que Guaidó, como presidente del cuerpo, en ningún momento exigió su presencia.

Ante la ausencia de Guaidó el reglamento de la Asamblea Nacional dispone que el diputado de mayor edad se instale como Director de Debates y dé comienzo a la sesión. Se eligió así, con el voto de 81 diputados una nueva Directiva de cinco miembros, todos pertenecientes a partidos de la oposición. Hay que ser muy mentiroso, como los medios arriba citados, para hablar de un “golpe parlamentario de Maduro” cuando la nueva directiva está íntegramente conformada por políticos de la oposición. O sea, Maduro habría sido tan incompetente que organiza un golpe parlamentario, supuestamente para favorecer sus planes políticos, a resultas del cual la nueva Directiva de la AN queda en manos de ¡cinco férreos opositores a su gobierno! Algo no cierra en esta explicación.

La razón: que todo es un relato absolutamente falso de la realidad. Lo que una prensa honorable tendría que haber dicho es que la elección del nuevo presidente de la AN fue realizada de conformidad con los requisitos legales, en el día y el lugar dispuestos por la Constitución (no en una plaza o en las oficinas de un diario, como hizo Guaidó), que hubo el quorum que manda la ley y que la votación se hizo ante la presencia de la Junta Directiva saliente, a excepción de Guaidó, obteniendo la oposición una suma de votos que superaba ampliamente la mitad más uno de los 140 parlamentarios en el recinto.

¿Cómo explicar la conducta del “autoproclamado”? 

Primero, por su irreparable descrédito en las filas opositoras. Recordar la denuncia en su contra hecha por el embajador “imaginario” que él mismo nombrara en Colombia, Humberto Calderón Berti, y que lo acusara de robarse, junto a algunos de sus amigotes, parte del dinero que la Casa Blanca había enviado para financiar la operación “Ayuda Humanitaria + Concierto en Cúcuta” del 23 de Febrero y “gastárselo en prostitutas y licor” aparte, seguramente, en alguna que otra sustancia prohibida.

Segundo, porque el acuerdo en la oposición era que habría una alternancia de los partidos que presidían la AN y que al producirse la renovación de autoridades que tuvo lugar este 5 de enero el partido de Guaidó, Voluntad Popular, debía ceder el lugar a Primero Justicia, y como buen bribón que es ignoró ese acuerdo y trató de salir airoso victimizándose en un intento patético de ingresar ilegalmente al recinto de la AN cuando nada ni nadie le impidió hacerlo normalmente, como todos los diputados de la oposición. Pero tenía que proporcionarle al imperio, la CNN y la prensa canalla del continente esa foto que toda la derecha necesitaba para confirmar el carácter dictatorial del “régimen” de Maduro y sumar a los vacilantes al grupo de la derecha recalcitrante de Latinoamérica. Una farsa muy bien pensada y actuada, lástima para él que los testigos presenciales y los videos que circulan profusamente en la red demuestran claramente el engaño.

Tercero, porque Trump le ordenó que no se bajara y siguiera con su fantochada hasta tumbar a Maduro y, obediente y arrastrado, y con algunas cuentas pendientes con la Casa Blanca por aquellos dinerillos del 23 F, Guaidó obedeció la orden de su amo.

Un indeleble torrente de estiércol cae sobre los medios que en lugar de relatar estos hechos, concretos y probados (inclusive con videos tomados por parlamentarios y gente que se hallaba en las adyacencias de la sede de la AN y que se viralizaron por internet) se plegaron al discurso que Washington necesita como preparación de una eventual aventura militar en Venezuela o de la intensificación de sus ataques económicos, financieros, informáticos, diplomáticos, etcétera contra ese país. Mintieron, una vez más, como lo han venido haciendo desde hace décadas para promocionar sus intereses y los del imperio, del cual son sus oficiosos house organs. Estafaron por enésima vez a sus lectores y a sus audiencias. Pero poco les importa. Lograron lo que se proponían: seguir confundiendo a la opinión pública y a funcionarios de varias cancillerías latinoamericanas –desgraciadamente la argentina no fue la excepción– que compraron las fake news de los medios hegemónicos y carentes de profesionalismo las admitieron como buenas, emitiendo vergonzosos comunicados en donde la ignorancia mezclada con la indolencia dio por resultado desatinos diplomáticos que tomará mucho tiempo y trabajo corregir.

A lo anterior hay que agregar la creencia muy arraigada en el establecimiento diplomático de Latinoamérica que si un gobierno se alinea incondicionalmente con Washington –por ejemplo cerrando los ojos ante el atentado terrorista perpetrado contra Qasem Suleimani en Irak, o uniéndose al coro que canta loas a Guaidó como el mesías de la democracia venezolana– su fidelidad será generosamente recompensada por la Casa Blanca. Argentina ya ensayó esa política de “relaciones carnales” propuesta por Carlos S. Menem durante sus largos diez años de gobierno y terminó en una debacle fenomenal ante la gélida indiferencia del gobierno de Estados Unidos. Pensar que ahora podrá ser diferente es una muestra de ingenuidad política, aún teniendo en cuenta el redoblado sometimiento a aquel país en que dejó el gobierno de Mauricio Macri a su sucesor.

Una política exterior independiente, seria, exenta de grandilocuencias y congruente con la rica multipolaridad del mundo actual es la mejor carta de presentación para las difíciles negociaciones que los países del área, y muy especialmente la Argentina, deben permanentemente entablar con la Casa Blanca. El alineamiento incondicional a ésta no sólo no ayuda sino que perjudica. Ojalá se tome nota de las enseñanzas de la historia y se actúe en consecuencia.

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