Valeska Teixeira, abogada brasileña: “El concepto de lawfare refiere al uso estratégico de la ley para deslegitimar y aniquilar a un enemigo”

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Entrevista a Valeska Teixeira, abogada brasileña

Por Pedro Brieger, director de NODAL

El expresidente de Brasil Lula da Silva estuvo casi dos años preso y su detención es tomado como ejemplo a nivel internacional del denominado “lawfare”. Para comprender el significado del concepto NODAL entrevistó a Valeska Teixeira, abogada y miembro de la defensa de Lula da Silva. Asimismo, es cofundadora y miembro del comité ejecutivo del Lawfare Institute, una organización entregada al estudio y diagnóstico del fenómeno del lawfare a nivel global. Teixeira es autora, y coautora de varias publicaciones relacionadas con la cuestión, como el reciente Lawfare: una introducción (2019) o la recopilación de artículos El caso Lula: la lucha por la afirmación de los derechos fundamentales en Brasil (2017).

¿Qué es el lawfare y qué formas adopta?

El concepto de lawfare refiere al uso estratégico de la ley para deslegitimar, para aniquilar a un enemigo. Puede darse en el ámbito comercial, empresarial, geopolítico, político, o incluso se sabe de casos en el ámbito religioso. Uno puede valerse de la ley de manera estratégica para pacificar, pero no puede usarla como un arma de guerra, para aniquilar a un enemigo. Y de hecho se manifiesta con las mismas dimensiones que la guerra, así funciona el lawfare. Su primera dimensión, la geográfica, determina dónde se va a librar esa batalla, la jurisdicción o el área de competencia para juzgar a la persona, al enemigo que fue escogido para ser aniquilado. Su segunda dimensión es el arma, la ley que se va a utilizar para aniquilar a ese enemigo. Hablamos comúnmente del uso de las leyes anticorrupción. Cuando se acusa a alguien de ser corrupto, cuando se investiga a alguien por corrupción, inmediatamente se va a favorecer que esa persona sea presentada como un paria ante la sociedad. Al final es el mismo efecto que le ocurría antiguamente a los leprosos, que eran aislados. Si eres un líder político pierdes todo el apoyo de tus seguidores. La tercera dimensión son las llamadas “externalidades”, que son fundamentales porque permiten que los medios de comunicación arraiguen una presunción de culpabilidad entre la población, de modo que acusaciones frívolas y carentes de materialidad puedan ser utilizadas ante la justicia sin ningún problema, sea mediante procesos injustos o con la utilización de regímenes de excepción. Así funciona el lawfare, resumidamente. Pero es importante subrayar que en esta tercera dimensión, las “externalidades” también se basan en el uso de una guerra psicológica contra ese enemigo escogido. La demonización de esta persona se da a través de técnicas reales, de manuales reales para producir impacto psicológico, para deslegitimar su figura y retirarla de su ámbito de trabajo.

El estudio del lawfare ya tiene recorrido, aunque no es muy público ¿cómo descubrieron a lo que se enfrentaban?

En nuestro caso, durante la defensa de Lula comenzamos a sentirnos bombardeados todos los día. Esa es otra de las características, la asimetría en el ataque: el ataque de un Estado o alguien poderoso contra un ciudadano, contra alguien indefenso. Una alianza táctica con la Hacienda Federal, de la Policía Federal, con la Procuraduría General, con toda la Magistratura, la Justicia Federal. Todos estaban aliados contra nuestro cliente mientras luchábamos por conocer todos los documentos y pruebas en contra de una persona que era inocente. También esto lo asociamos a los medios de comunicación, que generaban todo el día una presunción de culpabilidad mediante suspicacias, sospechas aquí, insinuaciones allá… Todo el santo día, incluído el fin de semana, éramos bombardeados con denuncias en los medios y noticias falsas.

¿Encontramos vínculos entre el caso brasileño y lo que sucede en Estados Unidos?

Sí. Ya en 2016 comenzamos a investigar lo que estaba aconteciendo, después de 20 años de carrera, porque no era un proceso normal. No era un proceso jurídico, era un proceso vacío, de acusaciones frívolas, que se trataba en realidad de una guerra de narrativas mediáticas. Un proceso en el que no había ninguna garantía de defensa. La persona ya empezaba siendo condenada. Así lo denunciamos ese mismo año ante la ONU, ante el Comité de Derechos Humanos: esa colaboración entre parte de los medios y parte de la judicatura brasileña para condenar a Lula y violar su presunción de inocencia. Y en octubre de 2016 presentamos el concepto de lawfare en una rueda de prensa sobre la defensa de Lula en el caso Triplex. Sí hay una conexión directa con los EEUU. Esa metodología, esas estrategias y tácticas de lawfare se usan allí en el ámbito de las investigaciones anticorrupción desde hace por lo menos 20 años, sin que haya cualquier tipo de revisión o escrutinio judicial o control.

La negociación penal a través de acuerdos de inmunidad, acuerdos de delación premiada llegaron a implantar una justicia paralela. En esta, sin necesidad de verificar la corrupción, la persona es obligada a cumplir y a confirmar, no a confesar sino a confirmar, una narrativa, un guión predeterminado por los fiscales. Y ahí tenemos exactamente lo que aconteció en Brasil con el caso Lava Jato. Y desde ahí fue replicado y diseminado por otras partes de América Latina. Y esto siempre a través de cooperación informal. Es necesario que todo el mundo entienda que esas pruebas y métodos circulan a través de medios informales, como el digital, como los pen drives… Así la operación Lava Jato en Brasil hizo las veces de plataforma para ese lawfare de América Latina.


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