Haití 10 años después: la coartada del engaño de la “ayuda” internacional – Por Gonzalo Basile, especial para NODAL

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Los conceptos vertidos en esta sección no reflejan necesariamente la línea editorial de Nodal. Consideramos importante que se conozcan porque contribuyen a tener una visión integral de la región.Por Gonzalo Basile(*)Desde Puerto Príncipe 

Hace unas semanas nuevamente una investigación mostró evidencia vox populi en el país: que durante la presencia desde junio del 2004 hasta octubre del 2017, las tropas en operaciones de paz encuadradas en la MINUSTHA(Misión de Estabilización de Naciones Unidas en Haití) realizaron abusos sexuales sistemáticos sobre por lo menos 2000 niñas y mujeres jóvenes haitianas, con cientos de recién nacidos sin reconocimiento y apoyo paterno, con la afectación de la salud mental y física de las niñas y adolescentes basado en sexo transaccional, con el espiral de exclusión y empobrecimiento social, con la impunidad e inmunidad de esas fuerzas militares. Fueron víctimas de un entramado de relaciones jerárquicas, asimetrías de poder y del consecuente control territorial que detentaron los militares pacificadores en su mayoría latinoamericanos, que también implicaron en la práctica el control sobre el cuerpo de las mujeres y niñas en esos territorios. Territorios de ocupación militar. Territorios de violación, en nombre de la paz y un entorno “estable y seguro” para Haití como lo denominaba la resolución 1542(2004) del Consejo de Seguridad de la ONU.

En febrero del año 2018, también se produjo una oleada de (re)conocimiento de denuncias de abuso y explotación sexual por parte del personal jerárquico de misiones de cooperación humanitaria del Norte global, realizadas por equipos de organizaciones no gubernamentales internacionales del Norte(ONGN).

Estas prácticas llevan en general a una proliferación de reflexiones basadas en consideraciones y condenas ético- normativas sobre las conductas individuales fueran de civiles o militares, que implica inmediatamente instalar un lenguaje sobre: violaciones de derechos humanos, códigos de ética y conducta, mecanismos de denuncia, salvaguarda y protección, condena y reparación de las víctimas, etc. Una pomposa geopolítica de la ética de la responsabilidad al mandato de las propias organizaciones humanitarias y operaciones de paz que justamente trabajarían para proteger, mitigar o prevenir la explotación y sufrimiento de los seres humanos en especial las mujeres y niñas en contextos humanitarios complejos.

Pero además de dar cuenta de estos condenables hechos, es preciso reflexionar en torno a las dimensiones estructurantes del vigente régimen de cooperación internacional y sus modelos de intervención que aún tiene en Haití un caso testigo para la región latinoamericana y caribeña. 10 años después, las lecciones son interminables.

Este sistema internacional de cooperación implica un entramado de reproducción de asimetrías y patrones jerárquicos de poder que una y otra vez cristalizan la “coartada del engaño”: una capacidad de camuflaje para su propia supervivencia. Una coartada para justificar y legitimar un orden jerárquico superior-inferior. Pero con una particularidad: la capacidad de engañarse también a sí mismo. La “coartada del engaño” se expresa en un triángulo de poder entre una geopolítica eurocéntrica/panamericana, la expatriación e internacionalización de cooperantes y el desarrollo expansivo de una industria de la “ayuda”. Suponiendo que este sistema de cooperación internacional “al desarrollo” y de “ayuda humanitaria” es neutral, con imparcialidad y objetividad, que responde para salvar vidas y desarrollar capacidades en el Sur, entre otros siempre loables enunciados. Esta es la coartada del engaño: este sistema se representa a sí mismo como ícono benefactor, basado hoy en la promoción de los derechos humanos liberales de Occidente, en la teoría del desarrollo, con unas terminologías del siglo XXI de equidad de género, participación y empoderamiento, rendición de cuentas, equidad. Pero en su epidermis es un aparato de geopolítica de poder, colonialidad y dependencia.

Este aparato burocrático weberiano además ocupa territorios y se apropia de financiamientos, funcionaliza a los actores “locales” a su necesidad, siempre bajo supuestas “expertises” y definiciones de emergencias que responden a en general a decisiones de política exterior del Norte global. Donde hay dos protagonistas – donantes y receptores- inspirados en un guion escrito por ellos mismos (Estados, ONGs, agencias y actores del Norte global), donde se escenifica una relación de “Yo donante” y un Otro receptor que reproduce la siguiente premisa: “sé tu mismo, venimos a ayudarte, pero a condición de que seas como yo te pienso y necesito”. Siempre bajo esta legitimidad ética y política de la acción como cooperante, que ellos mismos definieron, la creen o no están dispuestos a revisarla en lo más mínimo.

En este marco, Haití es quizás el caso más emblemático donde se visualiza más descarnadamente la coartada del engaño de este sistema internacional de cooperación del Norte global operando en territorio latinoamericano y caribeño. Ejemplos sobran en el país. Usaremos 3 temas:

  1. La epidemia de cólera: La importación de la cepa del vibrio cholerae de Nepal hacia Haití por las tropas militares de MINUSTHA, desencadenó una epidemia de cólera potenciada por las precarias condiciones de acceso a agua segura y saneamiento y un débil sistema de salud en el país, que significó rápidamente un alto impacto en la incidencia y letalidad en los 10 departamentos del país. Según cifras oficiales la muerte de 9.792 personas, y más de 1 millón de casos de cólera. Ahora más allá del origen del brote y la negación inicial de la responsabilidad de la ONU, se diseñaron más de 5 planes de respuesta a la epidemia que sólo respondían al financiador cooperante de turno, tendieron a reproducir una industria de la “ayuda humanitaria” con burocracias de organismos, expatriados y ONGs a cargo que encima en la mayoría de los casos tenían nulas o bajas capacidades y preparación en los campos de salud pública y epidemiología, dividieron la respuesta sanitaria entre ONGs de “Salud” y de “Wash”(saneamiento) casi como un mercado donde UNICEF con equipos sin formación epidemiológica y ONGs francesas sin ninguna trayectoria en salud pública asumieron casi la totalidad de la gestión de la epidemia y los millones de dólares en juego. Actualmente se investiga qué paso con esos fondos. Resultado: casi 10 años después, el sistema de salud y los establecimientos sanitarios públicos tan débiles como al inicio de la crisis epidemiológica. 
  1. La reconstrucción post-sismo 2010: después de un terremoto que significo más de 000 muertes, 300.000 heridos y más de 1.3 millones de personas desplazadas, eran dos los sentimientos: la emergencia y la complejidad de la situación. Una Conferencia Internacional de Donantes para Haití en New York denominada «Para el nuevo futuro de Haití» (PNUD, 2010), comendada por Bill Clinton anunció en el año 2010 más de 9350 millones de dólares, de los cuales 5500 millones se efectivizarían el primer año para la reconstrucción. Dos organismos de coordinación se pusieron en marcha: la Comisión Interina de Reconstrucción de Haití (CIRH) y el Fondo de Reconstrucción de Haití (FRH). El gobierno de Haití no pudo asumir una rectoría soberana y pública efectiva sobre la reconstrucción de su país. Las decisiones sobre los proyectos de reconstrucción se tomaron unilateralmente por parte de los donantes internacionales. La participación del Gobierno, el parlamento y la sociedad civil haitiana en las instituciones de reconstrucción (CIRH y FRH) fue muy limitada durante el periodo 2010-2012. Según el Gobierno de Haití menos del 1 al 3 por ciento(%) fue ejecutado y administrado por el Estado nacional y/o invertido en el sector público. Resultado: 10 años después la infraestructura pública esencial y los servicios públicos tan frágiles o inexistentes como en los primeros meses post-sismo. 
  1. Las ONGs “internacionales” del Norte en el centro del problema: Las cifras de inversión de ONGN internacionales en Haití se cuenta por millones de dólares anuales, aunque no existen cifras acumuladas definitivas en el periodo 2010-2020. Anualmente gastan el doble del presupuesto público de salud de Cuba, contando con  indicadores  de  resultados  de  los  peores  en  la  región   caribeña.  Haití  sigue   siendo “la República de las ONG”, estimando que más de 3000 ONGN internacionales actuaban en el país antes del terremoto. Aunque esta proliferación de ONGN sólo reaparece en contextos de nuevas crisis y/o desastres donde la industria opera para captura de financiamiento. Por ejemplo, los programas, proyectos, y acciones en salud de las ONGs internacionales e incluso de organismos (caso de UNICEF) contaban con directivos y personal técnico jerárquico expatriado (de la Metrópoli a la Colonia) y/o de internacionalización de recursos humanos (usar personal nacional y/o del Sur para representar sus propios intereses) sin formación técnica sanitaria ni epidemiológica realmente acorde a las necesidades y desafíos del país pero asumiendo roles directivos en estos Los famosos “Samuel”, los “Javier”, las “Brigitte”, las “Cristina”, que llegan a Haití a apropiarse de territorios, financiamientos y problemas, y claro garantizar la coartada del engaño con patrones de comportamiento en lógica de competencia de “mercado”(salvaje).

 

Este sistema internacional de cooperación al «desarrollo» muestra un hecho evidentemente obvio: desarrollaron un sistema de ayuda donde las ONGN y agencias globales se dedican casi exclusivamente en incrementar su presencia internacional, su personal expatriado y nacional, por las relaciones geopolíticas, el clientelismo y la sobrefinanciación para la ocupación territorial, a costa que el Sur global siga siendo un “objeto” de su intervención. En la práctica es esto lo que sigue sucediendo, aunque los discursos y terminologías hayan cambiado al supuesto “desarrollo de capacidades”. Como Wallerstein lo plantea, esto es “un truco de ilusionismo” el cual implica que el Estado, ONG o agencia internacional “desarrollada” debe ser un “modelo” para las sociedades, Estados y organizaciones menos “desarrolladas”. Con la teoría del desarrollo por estadios, seguido como manual por esta cooperación “al desarrollo”.

Quizás la frase de Raoul Peck, director haitiano del documental «Asistencia Mortal» que visibiliza el rol de la cooperación internacional en Haití, mejor refleje esta rápida revisión desarrollada: «La ayuda es violenta, ciega, prepotente. Un monstruo paternalista que barre todo a su paso. Simula resolver los problemas que, de hecho, mantiene y agrava«.

Haití hoy camina de a poco hacia dar un giro descolonizador sobre esta cooperación internacional. América Latina y Caribe una vez más tendrá que aprender de las capacidades de Haití para recrear emancipación y dignidad.

(*) Epidemiólogo argentino. Coordinador regional del Grupo de Salud Internacional CLACSO (Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales) y director e investigador del programa de Salud Internacional de FLACSO República Dominicana.


Referencias: 

Lee, S. y Bartels, S. (2019). ‘‘They Put a Few Coins in Your Hand to Drop  a Baby in  You’: A  Study of  Peacekeeper-fathered  Children  in  Haiti”, International Peacekeeping, DOI: 10.1080 / 13533312.2019.1698297

PNUD.        (2010).        Comunicado    final:     Conferencia    internacional    de        donantes     para      Haití .       Ver: http://www.undp.org/content/undp/es/home/presscenter/speeches/2010/03/31/statement-by-the-co-hosts-and-co-chairs-at-the-international- donors-conference.html

Basile, G. (2018). La geopolítica de la colonialidad ética del Sistema Internacional de Cooperación: el caso Haití. En I Dossier de Salud Internacional Sur Sur, Ediciones GT Salud Internacional CLACSO. Agosto, 2018. Ver: https://www.clacso.org.ar/grupos_trabajo/archivos/DOSSIER_1_SISS_CLACSO_Sistema_Internacional_Cooperacion_Haiti_Agosto2018.pdf

Seintenfus, Ricardo. (2016). Reconstruir Haití: entre la esperanza y el tridente imperial«. Ediciones Fundación Juan Bosch y CLACSO. Santo Domingo, República Dominicana.


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