La fragilidad de Guaidó: el futuro de Venezuela ya no está en manos de la oposición

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Los conceptos vertidos en esta sección no reflejan necesariamente la línea editorial de Nodal. Consideramos importante que se conozcan porque contribuyen a tener una visión integral de la región.Por Luz Mely Reyes(*)

Hace 10 meses, muchos pensaban que la caída del gobierno de Nicolás Maduro en Venezuela era inminente. Los más escépticos —entre los que me cuento— veíamos una ventana de oportunidad con el surgimiento del liderazgo del diputado y presidente de la Asamblea Nacional (AN), Juan Guaidó, y una hoja de ruta que concitaba apoyos de distinta naturaleza. Sin embargo, suponíamos que esa abertura —que conduciría a una salida democrática— podría cerrarse en poco tiempo, quizá en semanas. Hoy no solo parece que Maduro seguirá en el poder, sino que el piso que sostiene a Guaidó se debilita.

Acontecimientos recientes en la política venezolana mueven aún más esas bases. El portal de periodismo de investigación Armando.Info reveló el domingo 1 de diciembre una componenda en la que están vinculados diputados de la AN —miembros de partidos opositores a Maduro— para blanquear reputaciones a empresarios que dominan el negocio de las bolsas de comida del gobierno venezolano y que están siendo investigados en instancias internacionales.

“Documentos y comunicaciones obtenidas revelan que desde comienzos de 2018 se tejía una trama para otorgar indulgencias a los responsables de los negociados para los Comités Locales de Abastecimiento y Producción (CLAP), que incluye a varios diputados de oposición, algunos de la Comisión de Contraloría”, escribió el periodista Roberto Deniz quien, junto a otros tres miembros del equipo directivo del portal, tuvo que exiliarse hace dos años ante el acoso judicial, producto de sus investigaciones sobre el empresario colombiano Alex Saab, sus asociados y el gobierno de Maduro.

Un día antes, el viernes 30 de noviembre, el destituido embajador de Guaidó en Colombia, el petrolero Humberto Calderón Berti, declaraba las razones que podían haber llevado a su despido. Asomó, entre ellas, las diferencias con Caracas por presuntas irregularidades en el manejo de recursos para atender a militares venezolanos que desertaron en Cúcuta, Colombia, en febrero pasado, cuando se frustró el ingreso de asistencia humanitaria en las fronteras venezolanas.

Ambos casos son apenas muestras de lo frágil que está el interinato de Guaidó, quien en septiembre pasado debió enfrentar una alianza entre una facción de la oposición y el gobierno de Maduro, en una mesa de diálogo paralela a la que se desarrollaba con apoyo de Noruega.

Es un momento delicado para Venezuela. Según un estudio de la firma Datanalisis, ningún líder político llega a 50% de aprobación. Maduro tiene 85% de rechazo, Guaidó logró frenar su caída y se ubica como el líder mejor valorado con 42% frente a 53% de rechazo. En un escenario así, cualquier acción proveniente de factores que buscan el poder es posible.

No obstante, si se colocara en este momento en una balanza, Maduro y el chavismo en el gobierno tienen más opciones que las fuerzas democráticas, fragmentadas en oposiciones partidistas, con una sociedad civil debilitada por la falta de institucionalidad, un país en medio de contradicciones por una economía dolarizada informalmente, mientras sufre una emergencia humanitaria compleja y la constante salida forzosa de migrantes.

En este contexto, las intrigas políticas enturbian más la situación.

En semanas anteriores se perfilaba la posibilidad de avanzar hacia la conformación de un Consejo Nacional Electoral para, a su vez convocar, elecciones. De acuerdo con la Constitución, para 2020 se deben realizar comicios parlamentarios. No obstante, la oposición liderada por Guaidó —y apoyada por distintos sectores— ha reiterado que su objetivo no ha cambiado: busca elecciones que permitan la salida de Maduro. Pero los hechos se encaminan por otros rumbos.

Algo impensable unos meses atrás, surge como hipótesis y es que las fuerzas democráticas pierdan la AN no en unas elecciones —posiblemente a ser ejecutadas en el segundo semestre del 2020—, sino por una maniobra que permita a los opositores a Guaidó hacerse con la directiva del legislativo en enero, cuando corresponde el inicio del año parlamentario, el último de esta AN.

Esta etapa del juego político venezolano tiene implicaciones también internacionales. La AN goza del reconocimiento general porque fue electa en el último proceso competitivo que hubo en Venezuela. ¿Qué pasaría si Maduro, junto a la oposición disidente, logra hacerse con ella por vía de artimañas, aunque en un marco aún legal?

La operación es factible, pero abriría otros escenarios. Guaidó cuenta con el reconocimiento de más de 50 países. Si usted está en Washington, por ejemplo, no le cabría duda de que él es el presidente de Venezuela. Y es su gobierno el que tiene el control de varios bienes internacionales, entre ellos la empresa petrolera Citgo.

Todo lo anterior no hace sino poner en discusión qué puede hacer una comunidad internacional que ha reconocido a Guaidó, que lidia con un país que sigue expulsando a sus connacionales con una migración sin precedentes en Latinoamérica y con un gobierno autoritario que no ve necesidad de democratizarse.

En Venezuela, los acontecimientos suelen dar vuelcos inesperados, por eso es tan difícil hacer predicciones. Sin embargo, lo que sí se puede afirmar es que los objetivos planteados por Guaidó no se han logrado, que el tiempo ha jugado a favor de Maduro y que, a menos que ocurra algo extraordinario, las fuerzas democráticas corren el riesgo de perder esta batalla.

(*) Luz Mely Reyes es periodista y analista política. En 2015 cofundó el medio independiente Efecto Cocuyo, del que es directora.


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