Que no se repita – El Tiempo, Colombia

680

Los conceptos vertidos en esta sección no reflejan necesariamente la línea editorial de Nodal. Consideramos importante que se conozcan porque contribuyen a tener una visión integral de la región.

Es un hecho doloroso y lamentable –desde cualquier punto de vista– la muerte, el lunes pasado, de Dilan Cruz.

Un suceso que sacude al país, sin distingo de postura ideológica o militancia política.

Algo que no debe perderse nunca de vista es que no hay consideración o valoración que resista el hecho incontestable de que se trata de la pérdida absurda de una vida humana, con todo el dolor que este suceso trae a sus familiares y a la sociedad. Ante esta dura realidad, no queda sino hacer votos para que este hecho renueve la unión del país en algo tan fundamental como es que la protección de la vida y el respeto por ella están fuera de toda discusión o controversia. Las protestas que por estos días ocurren no pueden volver a conducir a muertes o casos de heridos, ni entre los manifestantes ni entre la Policía.

Que Dilan se constituya en símbolo de lo que no puede pasar. No hay mejor homenaje a su memoria que actuar desde todas las orillas, con todos los recursos y con todas las fuerzas para que esta historia trágica jamás se repita. Es ahí a donde debe conducir la indignación.

Merece un reconocimiento el mensaje de su hermana, que pidió ‘orientar nuestras acciones hacia el respeto y el amor hacia el otro’.

De igual forma, es necesario a estas alturas preguntarse si el Escuadrón Móvil Antidisturbios en los últimos días le ha hecho honor a su denominación. Esto por las repetidas denuncias de que ha llegado a disolver concentraciones de carácter pacífico, entre otros recursos, con gases lacrimógenos. Hay que tomar correctivos, mas no llegar al extremo por algunos propuesto de prescindir de esta unidad.

Por supuesto, hay que exigir que las investigaciones para establecer la plena verdad de los hechos lleguen hasta las últimas consecuencias. El Instituto Nacional de Medicina Legal, después de los estudios correspondientes, aunados a las pruebas recogidas por la Fiscalía, tiene la obligación inaplazable de clarificar, en un contexto de rigor, claridad y transparencia, los elementos que causaron la muerte y las condiciones que la favorecieron.

Esta es la entidad que por sus características y responsabilidades es la llamada a aportar los aspectos técnicos de soporte para esclarecer estos hechos y, de paso, descartar rumores, comprobar hipótesis. Debe promover las certezas, tan necesarias en este caso.

Es claro que sobre estos elementos y sus conclusiones, los entes judiciales deben realizar las investigaciones correspondientes, bajo la premisa de que es la Fuerza Pública la que está en medio de estos señalamientos. Aquí no puede quedar ninguna duda, y el desenlace de esta pesquisa tiene que ser un componente más en el diálogo que tanto reclama el país. Esto incluye, sin ambages, que de encontrarse responsables, deberían ser tratados bajo el lente más transparente de la justicia.

Por último, vale, además de un mensaje de solidaridad y aliento, un reconocimiento a la familia de la víctima. Las palabras de su hermana, Denis Cruz, atravesadas por el dolor, apuntan al perdón y la reconciliación. Hace una invitación que debe tocar los corazones de todos los colombianos para llevar a cabo un ejercicio de discernimiento que permita orientar nuestras acciones al respeto y el amor hacia el otro, “dejando atrás el odio y el rencor”. Que no quede duda de que esta es la senda por seguir en un momento a veces tan complejo y turbulento como el actual.

El Tiempo

Más notas sobre el tema