El papel de la OEA en las crisis de Bolivia, Chile y Ecuador – Por Jesús Mesa
Por Jesús Mesa *
“Entiendo que algunos técnicos de la OEA están no a favor de los humildes, sino de los grupos de poder. La comisión de la auditoria de la OEA ha tomado una decisión política”.
Con estas palabras, Evo Morales, entonces presidente de Bolivia, terminó el discurso en el que anunció el pasado domingo su renuncia al cargo que ostentó por 13 años. Para justificar su decisión, el líder cocalero indígena denunció que en su país se dio “un golpe cívico, político y policial” y que se iba para evitar que se diera“más violencia”.
“A la comunidad internacional, sean de Naciones Unidas, sean de la OEA, de la Unión Europea, embajadores: digan la verdad sobre este golpe de Estado. Difundan que ser de izquierda, ser indígena, ser antiimperialista es nuestro pecado”, manifestó visiblemente afligido.
En su discurso de despedida, Morales atizó especialmente a la Organización de Estados Americanos, que tras la publicación de un informe electoral lo puso contra las cuerdas. Muy temprano el domingo, el organismo internacional publicó los resultados de la auditoría del proceso electoral del pasado 20 de octubre, en el que el líder indigena salió victorioso en medio de acusaciones de fraude por parte de la oposición, en especial por su contrincante Carlos Mesa
Los resultados del informe no lo dejaban muy bien parado y precipitaron su caída. La OEA argumentó que era estadísticamente improbable que Morales hubiese ganado por el margen de 10% que necesitaba para evitar una segunda vuelta. Además, el organismo denunció en las 13 páginas del reporte sendas irregularidades en elementos como la tecnología, la cadena de custodia de los votos y las actas electorales. Ante este panorama, la comisión sugirió al gobierno boliviano a convocar unos nuevos comicios, con nuevos jueces. Morales aceptó.
El presidente boliviano, obligado por la evidencia, siguió el consejo de la OEA de convocar una nueva elección con un Tribunal Supremo Electoral (TSE) renovado. La decisión fue celebrada por varios miembros de la comunidad internacional, entre ellos la Unión Europea y distintos gobiernos como los de México y España. Pero dentro del país este ofrecimiento no fue suficiente. Las Fuerzas Militares y la Policía, que días antes se habían sublevado, le pidieron al presidente que diera un paso al costado.
“Sugerimos al presidente del Estado que renuncie a su mandato presidencial, permitiendo la pacificación y el mantenimiento de la estabilidad por el bien de nuestra Bolivia”, indicó el general Williams Kaliman Romero y de inmediato se comenzó a hablar de que la dimisión de Morales era inminente.
El polémico pedido de los militares a Morales ha sido el principal argumento de sus seguidores y aliados para calificar lo ocurrido el fin de semana en Bolivia como un “golpe de Estado”. Los gobiernos de Cuba, México, Venezuela y España así lo han calificado, como también importantes líderes como el brasileño Luiz Inácio Lula da Silva, el electo presidente argentino Alberto Fernández y el congresista demócrata estadounidense Bernie Sanders.
Pero mientras se desarrollaba todo el caos en Bolivia, hubo un silencio ensordecedor que llamó la atención: el de la OEA. Tras haber emitido el informe en la mañana, e incluso después de que Evo Morales accediera a convocar una nueva elección, la OEA no tuvo ningún reconocimiento de esta medida, a pesar que fue la que sugerían en el informe.
La OEA tampoco se pronunció de forma frontal contra el pedido de los militares y la policía al presidente Morales. Una actitud que llegó a ser criticada por el gobierno de México, encabezado por el presidente de izquierda Andrés Manuel López Obrador.
“Queremos algo más (de la OEA), yo diría más efectivo, porque la situación allá sigue siendo muy difícil”, dijo el canciller mexicano Marcelo Ebrard durante un evento público. “En Bolivia los militares han pedido que dejara el poder y en Venezuela nos pidieron reconocer a un mandatario que no había sido elegido por su pueblo”, agregó el canciller mexicano.
Uno de los señalados ha sido el secretario general de la OEA, Luis Almagro, quien ha tomado una actitud cauta frente a lo ocurrido en Bolivia, en contraste con la belicosidad exhibida en otros casos, en especial frente a Nicaragua, Cuba y Venezuela. El diplomático uruguayo se ha limitado a felicitar a los miembros del comité de auditoría de la OEA y a rechazar “cualquier salida inconstitucional” en el país.
Y es que precisamente, para algunos analistas, la militancia política del secretario general de la OEA, Luis Almagro, en casos como los de Venezuela, Cuba y Nicaragua, aliados de Morales, ha lastimado de forma grave la credibilidad de la organización. A pesar de que Almagro acompañó desde un comienzo la realización de los comicios en Bolivia y ofreció la auditoría para las elecciones, su silencio frente a la posición de los militares y la renuncia de Morales ha sido criticada.
“Es un golpe de Estado, no se puede andar con medias tintas (…) ¡Golpe de Estado en Bolivia! ¡Golpe de Estado contra Evo Morales con la OEA clavando la puñalada!”, clamó Maduro.
Sandra Borda, internacionalista y profesora de la Universidad de los Andes, considera que la OEA vive momentos difíciles por cuenta de su secretario general.
“Lo que muchos gobiernos perciben es que Almagro no es una persona imparcial políticamente hablando. Eso es lo que creado un poco de sospecha en los resultados de la investigación de la OEA en el caso de Bolivia”, explica la internacionalista a El Espectador.
Eso sí, la analista considera que no cree que la OEA tenga un doble racero, pues para ella una cosa es la militancia del secretario general, y otra los resultados de la auditoría, que, según Borda, “son contundentes”.
“Los mecanismos de verificación de la OEA son muy sofisticados, tienen gran reconocimiento internacional y su integridad es tal que hasta el presidente boliviano aceptó los resultados de la auditoria y convocó nuevas elecciones”, agrega la analista.
Mauricio Jaramillo Jassir, profesor de Relaciones Internacionales de la Universidad del Rosario, va más allá. A pesar de que también considera que la politización del secretario general ha afectado la legitimidad de la OEA en varios países, el analista afirma que esto responde a que el uruguayo ha impuesto su propia agenda en la organización.
“Uno no se explica cómo (Almagro) ha sido tan activo, de forma justificada, en la grave crisis que vive Venezuela, pero ha guardado tanto silencio frente a lo que pasó en octubre en Chile y Ecuador, países que comparten su afiliación ideológica”, comenta Jaramillo a este diario.
Diferencias respecto a Chile y Ecuador
Poco después de que se conociera sobre la renuncia de Evo Morales en Bolivia, la OEA emitió un pequeño comunicado en el que hacía un llamado “a la pacificación y al respeto al Estado de Derecho”. También pedía a la Asamblea Legislativa Plurinacional de Bolivia “nombrar nuevas autoridades electorales que garanticen un nuevo proceso electoral”.
La respuesta de la OEA sorprendió si se tiene en cuenta que, a Morales, a pesar de las dudas que rodearon su campaña por una tercera reelección, le quedaban al menos dos meses de su actual mandato. El presidente boliviano debía entregar el cargo, como lo dicta la Constitución boliviana, el 22 de enero del próximo año. Pero en este caso, la OEA omitió hablar de respetar “los mandatos constitucionales otorgados por el pueblo”, como sí lo hizo en sus comunicados frente a la crisis política que vivieron Chile y Ecuador el pasado mes de octubre.
En el caso de las protestas en Ecuador, que enfrentaron a distintos sectores indígenas con el gobierno de Lenin Moreno, y dejaron diez muertos y miles de heridos, la Secretaría de la OEA tomó partido y respaldó al gobierno ecuatoriano.
“Es fundamental que todas las partes respeten el término constitucional por el que fue electo el presidente” y rechazó “cualquier forma de interrupción de su gobierno”. El organismo afirmó también que las protestas estaban siendo motivadas por “actores desestabilizadores” y señaló a los gobiernos de Cuba y Venezuela de ser los instigadores.
Una comunicación similar emitió la OEA el pasado 25 de octubre respecto a la violencia en Chile, en cuyas protestas han muerto hasta ahora 20 personas, cinco a manos de agentes del Estado, y hay más 1.915 heridos, de los que más de la mitad (1.003) sufrieron disparos.
“Los ataques a la democracia deben ser condenados en todo caso y debe asegurarse el sistema político que los mandatos constitucionales otorgados por el pueblo deben ser siempre respetados.”, afirmó la OEA en su comunicado, en el que, como en Ecuador, rechazó cualquier intento de forzar la salida del presidente Sebastián Piñera. La OEA acusó a “las brisas bolivarianas”, supuestamente impulsadas por Cuba y Venezuela, de provocar y movilizar el descontento social que vive Chile en las calles.
“Parece que el secretario general está alineado con el discurso de algunos de los gobiernos conservadores de la región que consideran como legítimos los reclamos en Bolivia, que ven a Evo Morales como un dictador que ha abusado del poder, y frente a lo de Chile y Ecuador no lo ven como un tema tan grave. Esto sugiere que esa sintonía ideológica en la que está el secretario general, con estos gobiernos, le hace mucho daño a una organización que debe ser ecuánime”, concluye el analista Mauricio Jaramillo Jassir, en declaraciones a El Espectador.
El martes en la tarde, durante una sesión de urgencia del Consejo Permanente de la OEA, el secretario general Luis Almagro, dijo que quien cometió un «golpe de Estado» en Bolivia fue Morales, al que acusó de haber tratado de «robar» las elecciones del 20 de octubre, en las que fue declarado vencedor en primera vuelta. El uruguayo no se refirió al pedido de los militares ni tampoco a la autoproclamación de Jeanine Áñez como presidenta interina.
«La sangre en la manos es de aquellos que cometieron el fraude electoral, la OEA no dio un golpe de Estado, dieron un golpe de Estado quienes se robaron la elección declarando un triunfo en primera vuelta», aseveró Almagro.
Estas declaraciones suponen un cambio de postura de Almagro, que hasta ahora había evitado criticar abiertamente a Morales por las elecciones y que había apoyado su derecho a la reelección, a pesar de que el líder indígena perdió en 2016 un referéndum para optar a un cuarto mandato, algo que finalmente logró hacer tras recibir el respaldo del Tribunal Constitucional de Bolivia.
Frente a las críticas a Morales, la embajadora de México ante la OEA, Luz Elena Baños, abanderó la posición contraria y expresó su consternación por lo que consideró un «serio quebrantamiento de orden constitucional a través de un golpe de Estado».
«Deben quedar atrás los días los días dolorosos donde las Fuerzas Armadas sostenían y deponían gobierno», señaló Baños, cuyo Gobierno ha ofrecido asilo a Morales, que ya está en México.
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