¿Segunda vuelta o estallido social? – Por Ricardo Calla Ortega
En ya sólo cuatro días, el domingo 20 de octubre, los dos campos políticos de los que depende el futuro del país para el siguiente par de años –el campo democrático y el campo autoritario– deberán pasar a tomar algunas difíciles e históricas decisiones.
Por el lado del autoritarismo antidemocrático y corrupto –encarnado electoral, política y socialmente por el régimen de Evo Morales y su partido–, el MAS deberá decidir: 1) si acepta la derrota en primera vuelta de su intentona de hacerse nuevamente del mando del Gobierno por la vía electoral y admite participar en la segunda vuelta electoral, prevista por nuestro ordenamiento constitucional y legal; o 2) opta por quebrar una vez más el orden democrático y jurídico del país, ya sea buscando imponer abusivamente una supuesta victoria electoral por la vía de un fraude, que altere los resultados del domingo, o, en último caso, desconociendo finalmente los resultados de la primera vuelta electoral de este 20 de octubre, y optando, a partir de ello, por la represión violenta de la ciudadanía democrática y la oposición política.
En el caso del campo democrático –evidentemente más complejo y a) encarnado electoral y políticamente principalmente, por un lado, por CC y la candidatura de Carlos Mesa, y b) configurado, por el otro lado, de modo aún más amplio por el vasto tejido de la sociedad civil politizada que hoy convoca y moviliza el bloque del Conade y los comités cívicos de diversos departamentos–, se deberá decidir:
1) Cómo encarar la segunda vuelta electoral en el caso de que el MAS opte por asumir ese desafío, o 2) en caso de precipitar el MAS la resolución anómala de la contienda política ya a partir de este inminente domingo se tendrá que decidir si se le acepta o no al MAS su opción por prorrogarse como Gobierno en la primera vuelta a través del fraude o por la vía de una imposición violenta de fuerza, ya desembozadamente represiva en caso de fallarle el mismo.
Veamos el primer caso. Es obvio que el cómo encarar el desafío de una segunda vuelta electoral es una cuestión que le compete ante todo definir y decidir a CC en su calidad de alianza electoral contendiente con el prorroguismo oficialista. Por lo que se ha visto durante toda la campaña electoral hacia la primera vuelta, CC no cuenta ni con la energía, ni con los recursos materiales y logísticos, ni con la capacidad técnica para enfrentar con vigor suficiente y exitosamente una segunda vuelta que se le ha de hacer muy cuesta arriba.
La indolencia y las incapacidades para hacer campaña de CC son tales que prever una victoria electoral del MAS en la segunda vuelta no es, ni mucho menos, un desatino. La segunda vuelta, si se da, será de infarto solamente si CC reordena sus filas, ajusta o cambia radicalmente su equipo de estrategas y se pone en disposición de victoria. Ponerse en disposición de victoria no ha sido justamente lo remarcable de CC hasta ahora.
Si el camino hacia la segunda vuelta se abre, CC deberá decidir si sigue trajinando desvaídamente hacia la derrota electoral, como hasta ahora, o da un golpe de timón y decide luchar.
Pero veamos ahora el segundo caso. Nótese que en el campo democrático la decisión de aceptarle a no al MAS su posible opción por prorrogarse como Gobierno en primera vuelta, vía el fraude o la represión, es ya una decisión más compleja, que está tanto en manos no sólo de la alianza CC, sino también en manos de esos nuevos órganos de poder y de movilización de la sociedad civil, que son hoy el Conade y los comités cívicos. Esto ya es un dato relevante que debe tomarse en cuenta con el mayor rigor de análisis.
Los gigantes cabildos de Santa Cruz, La Paz y Cochabamba, incluida la inmensa marcha cívica de Tarija contra el régimen de Evo Morales, la semana pasada, y los cabildos de Oruro, Potosí y de Tarija de esta semana muestran que la sociedad civil boliviana ha hecho nacer unos órganos de poder movilizador de inmensa fuerza y con innegable capacidad para buscar poner en jaque –siquiera relativamente– el abusivo e inconstitucional intento de renovada imposición prorroguista del régimen del MAS.
El Conade, los comités cívicos y la alianza CC podrán, o no, asumir una estrategia convergente de resistencia democrática frente a la intentona prorroguista del MAS. Todo indica que el bloque Conade-comités cívicos está por hoy propendiendo a un mayor vigor y a una disposición más abierta de lucha por la democracia, y el Estado de Derecho que la alianza CC.
Plana y sin suficiente vigor político, la alianza CC ahora cuenta, para su quizá inmerecida suerte, con la fuerza de unos cabildos y marchas de la ciudadanía que podrían no solamente poner algún mayor freno al prorroguismo fraudulento del MAS, sino quizá, también, a su despotismo represivo.
Que el MAS se arriesgue a provocar la fuerza masiva de los cabildos y movilizaciones ciudadanas de estos recientes días, imponiendo precipitadamente un fraude o la represión este próximo domingo, será de verse. Quizá, más sensatamente, el MAS deba abstenerse del fraude o guardar los sables en esta primera vuelta que termina, postergando sus impulsos de provocación hacia una ciudadanía que sigue indignada por el mal gobierno de un MAS incapaz de percibir cuán profundamente lo dañan sus propios inmensos desatinos.
El incendio de la Chiquitania no se olvida. Duele. Es demasiado reciente. Que el MAS no opte por ser provocador, haciendo bullir ese inmenso dolor todavía tan presente.
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