Nuevas elecciones en una nueva Bolivia – Por Lucio Garriga Olmo

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Por Lucio Garriga Olmo

El 18 de diciembre del 2005, Evo Morales ganó su primera elección presidencial. Con el 53% y más de un millón y medio de votos superó al expresidente Jorge “Tuto” Quiroga, quien llegó al 28%. Esa noche se convirtió en el primer indio en ser elegido presidente del país y las crónicas relatan que el padre de Tuto, Jorge Quiroga Luizaga, le dijo a su hijo: “Si este pueblo vota a un ignorante, que lo padezca”.

La sorpresa y el desencanto ante la victoria de un hombre que en su niñez vivió en una casa que no tenía piso y que se había convertido en uno de los dirigentes sindicales y cocacoleros más importantes del país no era solo del padre de Tuto. Las dudas inundaban a todos los rincones del país, que sufría una inestabilidad política a raíz de las protestas contra las medidas neoliberales de los diferentes gobiernos y que, además, en el año 2003 había presenciado la renuncia del presidente Gonzalo Sánchez de Lozada y su posterior huida luego de los acontecimientos conocidos como La Guerra del Gas.

A 14 años del diciembre que le dio su primera victoria nacional, y para sorpresa de muchos sectores que veían este presente como imposible, este 20 de octubre Evo Morales vuelve a presentarse a otras elecciones presidenciales, pero ni él, ni su partido ni Bolivia son los mismos.

Una nueva campaña

El próximo domingo 7.315.364 de personas estarán habilitadas para votar al presidente, vicepresidente, 130 diputados y 36 senadores para el período 2020-2025. En total serán nueve las fórmulas presidenciales que se presentarán. El oficialismo vuelve a postular para un cuarto mandato –luego de una habilitación judicial que suscitó polémica, ya que la Constitución solo permite una reelección– a la fórmula compuesta por Evo Morales y Álvaro García Linera, la pareja que ha gobernado desde que el Movimiento Al Socialismo-Instrumento Político por la Soberanía de los Pueblos (MAS-IPSP) llegó al poder en el 2006. La principal candidatura opositora estará liderada por el ex presidente y vicepresidente Carlos Mesa, junto a Gustavo Pedraza, por Comunidad Ciudadana (CC). El resto de las candidaturas las componen: Óscar Ortiz, por Bolivia Dice No (BON); Israel Rodríguez, por el Frente Para la Victoria (FPV); Félix Patzi, por el Movimiento Tercer Sistema (MTS); el ex vicepresidente Víctor Hugo Cárdenas, por la Unidad Cívica Solidaria (UCS); el surcoreano nacionalizado boliviano Chi Hyung Chung, por el Partido Demócrata Cristiano (PDC); Virginio Lema, por el partido que lideró la revolución de 1952, el Movimiento Nacionalista Revolucionario (MNR); y la única mujer, Ruth Nina, por el Partido de Acción Nacional Boliviano (PAN-BOL).

La candidatura de Evo Morales es el hecho trascendental por el cual ha pasado la discusión política en esta campaña. Su postulación generó mucha polémica. Primero por incumplir sus promesas de no volverse a presentar y segundo, y más importante, por haber sido impulsada a pesar de que la Constitución Nacional solo permite una reelección. Su primer mandato duró hasta el año 2009, momento en el cual se aprobó una nueva Constitución y se volvieron a realizar elecciones presidenciales que, al ser realizadas bajo una nueva Carta Magna, fueron hechas para el período que terminaba en el 2014. Por esta razón, la reelección de Evo Morales del año 2014 sería la permitida por la Constitución. Ante esta situación fue que el oficialismo realizó un referéndum en el año 2016 para habilitar al binomio Morales-García Linera a un nuevo mandato. En el mismo, ganó el NO con el 51,3% de los votos y, ante este resultado, el MAS recurrió a la Justicia que, luego de un largo debate, decidió habilitarlo.

Toda la campaña gira alrededor de la figura de Evo Morales. En el oficialismo como símbolo y figura de la estabilidad política y el crecimiento económico conseguido bajo el autodenominado Modelo Económico Social Comunitario Productivo, y en la oposición como un autoritario y dictador al que hay que vencer y derrotar.

Esta discusión, que está más cercana a cuestiones democráticas e institucionales, puede ser entendida, a la vez, como un resultado directo del modelo aplicado durante 13 años por Evo Morales. La discusión entre los distintos candidatos, y especialmente entre Morales, Mesa y Ortiz –que son los que más votos obtendrían–, no pasa por cuestiones económicas ni sociales porque, a pesar de que el país está lejos de los números ideales, saben que es una batalla que perderían ante Evo Morales. Los números económicos son favorables al oficialismo: el Producto Bruto Interno aumentó de 9.500 millones de dólares en el 2005 a 36.000 millones en el 2013, con un crecimiento promedio anual del 5%; entre el 2005 y el 2012, la pobreza extrema se redujo del 38% al 21%, con más de dos millones de personas que salieron de esa condición; aumentaron las reservas nacionales, la inversión pública, la infraestructura y la producción de gas y alimentos y, además, creció el consumo interno. Bajo el gobierno del MAS, en el año 2009, y por primera vez en la historia, Bolivia fue el país sudamericano que más creció con un 3,4%, superando al 2,4% de Uruguay y al 1,7% de Colombia.

Son resultados económicos que ningún presidente boliviano puede mostrar. Además, Carlos Mesa todavía no se puede sacar de encima haber sido el vicepresidente de Gonzalo Sánchez de Lozada y haberlo suplantado durante la Guerra del Gas, acontecimiento que dejó un mínimo de 68 muertos, más de 400 heridos y que marcó un antes y un después en la política nacional.

En marzo de este año, Mesa visitó la Argentina y brindó una conferencia donde reconoció los logros sociales de Evo Morales, su “manejo sensato” de la economía y el “manejo correcto de la macroeconomía”. Asimismo, dijo que el “tema de fondo” de Bolivia “es la democracia”, ya que el país sufre “un profundo autoritarismo” por lo cual propuso “un shock democrático”. Lo mismo ocurre con el tercer candidato que aparece en todas las encuestas, el empresario santacruceño, Óscar Ortiz, que se presentará por la alianza Bolivia Dice No, en referencia al referéndum del 2016.

La nueva postulación de Evo Morales no representa desafíos solo para la oposición. Durante estos años, el MAS no ha logrado crear figuras representativas capaz de liderar la continuidad del modelo sin su figura. Asimismo, volvió a presentar al mismo compañero de fórmula, Álvaro García Linera, quien ha dicho públicamente, en más de una ocasión, que no volvería a competir. Este problema no es made in Bolivia. Al contrario, ha sido una situación repetida en América del Sur bajo los distintos mandatos de los gobiernos populares. En Venezuela, Hugo Chávez designó a Nicolás Maduro como sucesor y el país está sumido en la peor crisis de su historia; en Brasil, Lula da Silva eligió a Dilma Rousseff y la presidente fue destituida por el Congreso; en Uruguay, la alternancia entre Tabaré Vázquez y José Mujica enfrentará el próximo 27 de octubre las primeras elecciones nacionales sin la participación de ninguno de ellos y en la actualidad enfrenta más de un problema de cara a los comicios; en Argentina, Cristina Kirchner eligió a Daniel Scioli y perdió las elecciones; y en Ecuador, Rafael Correa decidió postular a Lenín Moreno, un hombre que tras llegar al poder lo traicionó y aplicó un modelo económico totalmente contrario a los preceptos de su antecesor. En el contexto sudamericano no hay ninguna experiencia satisfactoria y alentadora como para que el oficialismo boliviano decida no postular a Evo Morales; por lo cual, sumado a su alta imagen positiva y a los logros que ha conseguido, decide volver a apostar por el equipo ganador cueste lo que cueste.

Los desafíos de los logros

Los logros en la política siempre traen de la mano, y de forma inevitable, nuevas exigencias y nuevos desafíos a los cuales los políticos deben encontrarle soluciones si desean o aspiran a mantenerse en el poder. Evo Morales no es la excepción. Los logros económicos logrados bajo sus distintos mandatos son innegables, especialmente si se tiene en cuenta que Bolivia venía de más de 15 años de medidas neoliberales ininterrumpidas que provocaron un aumento considerable del desempleo, la pobreza y la indigencia. En este 2019, su gobierno enfrenta la necesidad de tener que responder a las nuevas preocupaciones que influyen en el día a día de los más de 11 millones de ciudadanos.

En este punto, las denuncias contra su nueva postulación vuelven a tomar lugar, pero no es el único frente al que deberá prestarle atención el oficialismo. El escenario electoral boliviano tiene otra similitud más con el contexto sudamericano: el desafío de las nuevas generaciones. Durante la campaña presidencial, el MAS se ha centrado en mostrar las diferencias entre la Bolivia pre-Evo y la Bolivia con Evo. Un recurso que puede resultar legítimo, y más si se tiene en cuenta lo ya expuesto, pero que, a la vez, puede resultar peligroso y escaso.

El principal problema de este recurso propagandístico es que el 39% del padrón tiene entre 18 y 30 años, lo que implica que estos votantes tenían entre 2 y 14 años en el año 2003, el momento más álgido de la conflictividad social y en el cual surgió la figura de Evo Morales a escala nacional. ¿Sirve recurrir a las transformaciones alcanzadas en relación a un período de tiempo que casi el 40% de los votantes no conoció? Este dilema tampoco es made in Bolivia, los distintos gobiernos progresistas regionales también han tenido que enfrentarlo. En Argentina no sirvió y ganó un presidente que estaba rodeado de políticos que estuvieron involucrados en la crisis del 2001; en las elecciones del 2017 en Ecuador, a pesar de que el candidato del progresismo ganó tampoco fue muy efectivo, porque el candidato opositor, Guillermo Lasso, quien estuvo envuelto en la crisis económica de fines de los ´90, obtuvo el 48,8%.

En la actualidad, la juventud tiene una participación electoral muy importante, principalmente por el porcentaje que representan del padrón,  y son votantes que en su mayoría no vivieron las transformaciones realizadas por los gobiernos progresistas, en este caso de Evo Morales, porque son demasiado jóvenes como para haberlo hecho. Son un nuevo electorado con nuevas preocupaciones y nuevas exigencias al cual intentar llegarle con la antinomia pasado/presente puede resultar peligroso porque simplemente no vivieron ese pasado.

La juventud no es el único nuevo desafío que deberá enfrentar el gobierno de Evo Morales. Los logros económicos también traen nuevas responsabilidades. La estabilidad económica alcanzada y la nueva capacidad de consumo de los distintos sectores sociales exigen nuevas respuestas válidas que deben ser resueltas. En estos 13 años la clase media pasó del 35% al 58% de la población, es decir, de 3,3 millones de personas a 6,5 millones. Estas nuevas exigencias obligan a brindar nuevas respuestas y, de nuevo, recurrir a la antinomia pasado/presente puede ser peligroso, porque es un electorado que el pasado ya lo superó. ¿Por qué debería votar pensando en las necesidades que tenía en el 2003 si ya están resueltas? Ahora hay nuevas y legítimas, y la satisfacción de ellas puede ser determinante. Ante este panorama, intentar recurrir a la memoria del electorado puede ser peligroso en momentos de definición electoral.

Nuevos desafíos, ¿nuevos mandatos?

Para ganar las elecciones presidenciales es necesario obtener más del 50% de los votos o superar el 40% con una diferencia mayor al 10% con el segundo competidor. Hasta el momento todas las encuestas dan como ganador a Evo Morales: las diferencias radican entre las que le otorgan una victoria al obtener el 40% con más de diez puntos de diferencia con Carlos Mesa y aquellas que aseguran que habrá segunda vuelta el próximo 15 de diciembre. El oficialismo busca ganar en primera vuelta porque sabe que ante un eventual ballotage la posible unión de la oposición, que hasta el momento no ha mostrado ni una señal de lograrlo, pueda superarlo. En este sentido, Argentina es un antecedente negativo para Evo Morales.

Asimismo, existen dudas sobre la posible victoria de Evo Morales por parte de figuras importantes de la oposición en el marco de las denuncias contra la misma por su inconstitucionalidad. En los últimos días se desarrollaron en importantes ciudades de todo el país Cabildos abiertos organizados por el Comité Nacional en Defensa de la Democracia (CONADE), donde miles de personas votaron por desconocer la posible victoria oficialista. De los mismos participaron los dos candidatos opositores más importantes: Carlos Mesa y Óscar Ortiz. ¿Cuánta legitimidad tendrá una posible victoria de Evo Morales en este contexto nacional? La región conoce como respuestas peligrosas antecedentes, como cuando en el 2014 el candidato brasilero opositor, Aécio Neves, desconoció la victoria de Dilma Rousseff.

El próximo 20 de octubre los bolivianos y bolivianas elegirán al próximo presidente para el período 2020-2025 y se sabrá si decidieron elegir a un ya conocido mandatario o a uno nuevo para enfrentar los nuevos desafíos de una nueva Bolivia.

Ombelico


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