Chile | Mujeres de zona de sacrificio en resistencia: la lucha por respirar un aire limpio

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Por Daniela del Solar

A mediados del año pasado las comunidades de Quintero y Puchuncaví estuvieron en todas las portadas de los medios de comunicación a raíz de unos episodios de intoxicaciones masivas que afectó principalmente a escolares. Esos casos puntuales son parte de un conflicto socioambiental en la zona con una trayectoria de décadas. Como consecuencia de la falta de soluciones por parte de las autoridades, varias mujeres habitantes de estas ciudades han tenido que articularse para defender un derecho básico: respirar un aire limpio.

La población de Quintero y Puchuncaví lleva décadas presenciando el deterioro sistemático de su medio ambiente y de su salud. Una serie de plantas químicas, termoeléctricas, cementeras, refinerías de petróleo y cobre, entre otras industrias, son vistas como las principales sospechosas de la contaminación del territorio y de las intoxicaciones masivas que salieron a la luz el año pasado. A tal punto ha llegado la concentración de sustancias tóxicas que tanto medios de comunicación como autoridades han comenzado a referirse al sector como una “zona de sacrificio”, ya que en aquel lugar se permite un alto nivel de concentración de industrias aunque esto signifique la devastación ambiental del entorno y afecte la salud y vida de los habitantes de ese territorio.

Un grupo de mujeres residentes de Quintero y Puchuncaví, preocupadas no sólo por su salud personal, sino por las consecuencias que la contaminación pueda tener sobre las niñas y los niños, decidieron organizarse y crear estrategias de resistencia en contra de la violación sistemática de sus derechos y los de la comunidad. El colectivo Mujeres de Zona de Sacrificio en Resistencia se articula para enfrentar una situación que viven y sufren a diario: habitar en una zona de sacrificio.

EL PRECIO DEL PROGRESO

En agosto del año pasado la crisis ambiental en la zona de Quintero y Puchuncaví estalló. Los centros de atención médica colapsaron en unas horas, cientos de personas, en su mayoría niñas y niños en etapa escolar, comenzaron a tener síntomas de envenenamiento por metales pesados. Ambas localidades salieron en todas las portadas y medios de comunicación del país e incluso en prensa internacional. Sin embargo, esa crisis de intoxicación masiva no fue más que un suceso puntual en un conflicto que tiene una trayectoria mucho más larga.

A finales de los años 50’, en el límite entre las localidades de Quintero y Puchuncaví, se empezó a instalar un parque industrial que prometía traer desarrollo social a la región. La cantidad de empresas que se establecieron en ese territorio aumentó en las décadas siguientes, llegando a consolidarse como una zona industrial con más de 17 empresas. Con el tiempo comenzaron a evidenciarse los efectos de la contaminación producida por el cordón industrial. Ante la preocupación de algunos habitantes en 1957 el diario El Mercurio de Valparaíso afirmó que los vecinos debían mirar este problema con ánimo patriótico y aceptar que debían hacer algunos sacrificios. “Las naciones que se han industrializado han aceptado estos sacrificios. Es el precio del progreso”. Por otro lado, las autoridades argumentaron que la zona era ideal para las industrias ya que el viento costero se llevaría las sustancias nocivas lejos de la población.

Los vientos no se llevaron la contaminación, más bien está pareció mezclarse con el aire, precipitando en forma de lluvia y contaminando tanto los suelos en donde se cultivaba como las napas de agua subterráneas, que abastecían de agua potable a la población. A su vez, las empresas varias veces sufrieron derramamientos de petróleo en el mar y los vecinos amanecieron con carbón en sus playas.

La concentración de fuentes contaminantes llevó a que en 1994 el Ministro de Agricultura declarara a Quintero como una zona saturada de sustancias tóxicas, pero eso no evitó que siguieran instalándose nuevas empresas.

El 2011 se reubicó a todos los estudiantes y profesores de un establecimiento educacional, la Escuela de La Greda, por una intoxicación masiva de cerca de 40 alumnos. La institución fue clausurada y hoy día se encuentra abandonada. Estudios posteriores encontraron plomo y arsénico en el polvo de las salas de clase.

MUJERES EN ZONA DE SACRIFICIO

Como consecuencia de los recurrentes sucesos en la zona surge el colectivo “Mujeres de Zonas de Sacrificio en Resistencia”. Organización de mujeres, varias de ellas con trayectorias en otros movimientos, que buscan generar estrategias de resistencia para enfrentar el conflicto socioambiental en la Bahía de Quintero y el sector de Puchuncaví.

La lucha que se levanta desde este colectivo no es sólo una lucha de las mujeres por su propia salud, sino también por la de las niñas y los niños. Este colectivo también pone foco en los derechos reproductivos de las mujeres que se ven pasados a llevar en una zona de sacrificio, ya que las mujeres embarazadas van acumulando tóxicos y metales pesados a lo largo de los años, traspasando esas sustancias a sus hijos.

Un estudio realizado por la Unicef en el año 2016 demuestra que la contaminación no sólo daña los pulmones de las personas, sino que también, en el caso de los niños, puede dañar permanentemente sus cerebros en desarrollo y por tanto afectar su futuro. Las mujeres de estas localidades han apreciado un alza en la demanda por colegios especiales, tanto que los cupos en éstos colapsaron.

Valeria Carrasco, de 31 años, es la integrante más joven del colectivo. Cuenta que la principal intención del colectivo es que salga a la luz lo que está ocurriendo en la zona. “La gente no tenía idea de lo que pasaba, pero la gente veía a las aves bañadas en petróleo, a los pelícanos. Esto nos está pasando, estamos bañados en petróleo”.

Mujeres de Zona de Sacrificio es una organización heterogénea y horizontal. La composición varía en cuanto a edad, años de escolaridad, profesiones y motivaciones, pero ello no ha sido un obstáculo para que estas mujeres se articularan, buscando cuidar tanto de su vida, de su familia como de su entorno y comunidad. Las organizaciones anteriores estaban compuestas en su mayoría por mujeres pero lideradas por hombres, por ello se constituyeron en un colectivo de mujeres entorno a mujeres.

Para Valeria, las responsabilidades están claras: “Todo el parque industrial es el culpable, no responsabilizamos a uno sobre otros, todos son culpables, es una sinergia”. En cuanto a las autoridades ninguna parece hacerse cargo de la numerosa cantidad de personas con síntomas de intoxicación. La organización ya ha planteado que el Plan de descontaminación elaborado por el Gobierno no cumple con los estándares mínimos necesarios para salvaguardar en el bienestar de la comunidad. “Participábamos de las reuniones con las autoridades aunque nos echaban. Nos colábamos y nos echaban”.

EL AIRE QUE RESPIRAN EN LA ZONA DE QUINTERO Y PUCHUNCAVÍ

En la zona existen muchas fuentes contaminantes y una amplia variedad de sustancias tóxicas. La ley chilena regula algunos contaminantes como el óxido nitrógeno, dióxido de azufre, monóxido de carbono, arsénico material particulado y mercurio. Sin embargo, hay otras sustancias tóxicas que no entran en la fiscalización, tales como el tricloroetano, metilcloroformo y compuestos de cadmio y cobre, entre otros.

Uno de los problemas principales del conflicto socioambiental en la Bahía de Quintero es que no se sabe exactamente con que se están envenenando las personas y qué cantidad de esos tóxicos se encuentra en su cuerpo, lo cual dificulta mucho poder determinar un tratamiento adecuado.

La crítica que se hace desde distintas organizaciones, entre ellas Defensoría Ambiental, ONG que junto con otros colectivos llevó el caso de Quintero y Puchuncaví a la Corte Suprema, es que la normativa es demasiado laxa y con bajos estándares. Hay muchos contaminantes que no están regulados y aquellos que sí suelen estar alejados de las normas internacionales.

En el pasado la contaminación se había naturalizado, ya que era algo con lo que vivían todos los días. Sergio Cubillos, documentalista de la emergencia socio-ambiental en Quintero comenta, compara la situación actual con la que existía en las décadas anteriores: “Un derrame es algo que pasa siempre. Yo me acuerdo de niño, había un derrame y uno hasta jugaba con ello. La diferencia es que ahora habían redes sociales”.

No obstante, la contaminación en la zona no ha sido la misma durante todos estos años, se ha evidenciado un aumento de las emisiones de gases de efecto invernadero y de las emergencias ambientales. A lo anterior se suma que, según estudios de la Fundación Terram, se ha registrado un crecimiento exponencial en los varamientos de carbón en los últimos 10 años, pasando de registrarse 4 en 2009 a 146 en 2018.

La lucha contra las zonas de sacrificio se ha encendido nuevamente y ya se han logrado victorias. En mayo de este año la Corte Suprema acogió un recurso de protección que habían presentado las víctimas de las intoxicaciones de 2018. El fallo obliga a las autoridades a tomar acciones para restringir los gases contaminantes en la zona. Sin embargo, ese fallo no basta para asegurar que la contaminación no siga afectando a los habitantes de Puchuncaví y Quintero. Mientras las comunidades y su entorno continúen siendo pasadas a llevar movimientos como el de Mujeres de Zona de Sacrificio en Resistencia seguirán luchando tanto por la comunidad que resiste a la contaminación como por aquellos que ya no están.

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