Bolivia: peligra la alternancia – La Nación, Argentina
Los conceptos vertidos en esta sección no reflejan necesariamente la línea editorial de Nodal. Consideramos importante que se conozcan porque contribuyen a tener una visión integral de la región.
Las elecciones presidenciales bolivianas del domingo pasado condujeron a un escándalo. El autoritario presidente Evo Morales fue quien, en apariencia, obtuvo el mayor número de votos, aunque no los requeridos para evitar una segunda vuelta, que tendría lugar el 15 de diciembre.
Las autoridades electorales, a las que se tiene por inconvenientemente cercanas y adictas a Morales, suspendieron sorpresivamente el recuento de votos por más de 24 horas y provocaron la inmediata y fundada sospecha de fraude presentada tanto por las fuerzas de la oposición como por la propia misión de observación electoral de la Organización de Estados Americanos (OEA), que habló de «cambios drásticos difíciles de justificar» en la tendencia.
En un escenario que se plantea aún incierto, el recuento oficial de votos le asignaba al cierre de esta edición a Morales, del Movimiento al Socialismo, el primer puesto en la contienda, con el 46,07% de los sufragios. Recordemos que en las elecciones de 2009 Morales había obtenido el 64% de los sufragios, y en las de 2014, el 61% de los votos. La pérdida de popularidad de Morales ha sido evidente.
Su principal rival, el expresidente Carlos Mesa, de Comunidad Ciudadana, lograba la segunda ubicación. Con el 37,46% de los votos, en un hecho inédito en los 37 años de vida de la democracia boliviana actual, ambos candidatos irían a una segunda vuelta si la diferencia entre ambos continuara siendo inferior al 10%.
En el tercer lugar de la contienda electoral boliviana se habría ubicado sorpresivamente el pastor presbiteriano Chi Hyun Chung, con alrededor del 8% de los sufragios, quien, a su vez, fue seguido por el empresario Oscar Ortiz, con el 4%. Tanto Chung como Ortiz han anticipado ya su apoyo a la candidatura del veterano Mesa para la segunda vuelta.
La quema de grandes extensiones de tierras y la crítica a una administración caprichosa y dispendiosa que generó un alto déficit operativo, equivalente a nada menos que el 7,8% del PBI boliviano, cubierto en buena medida con endeudamiento, impactaron desfavorablemente sobre su gestión.
Las protestas y choques callejeros se incrementan y Bolivia aguarda el resultado de las urnas, que bien puede dar lugar a una nueva era política edificada sobre el eventual reemplazo del actual mandatario. Hablamos de lo que sería un trascendente cambio de enorme valor, porque se produciría como resultado de la alternancia democrática.
La simultaneidad y los notorios paralelismos entre los recientes episodios de violencia en Ecuador, Chile y Bolivia sugieren que ellos podrían no ser ciento por ciento espontáneos y formar, en cambio, parte de una estrategia regional alimentada desde La Habana y Caracas, en procura de recuperar el protagonismo político que ambas capitales alguna vez tuvieron en la región.