Falleció el cineasta Luis Ospina ácido intérprete de la historia cultural contemporánea de Colombia
Por Daniel Cholakian – NodalCultura
Luis Ospina, que falleció este viernes en Bogotá a los 70 años, fue uno de las más importantes cineastas de los últimos 50 años en Colombia. Su obra incluye más de una decena de largometrajes como director y otros tantos como productor, editor y guionista. Entre las más reconocidas se cuenta Agarrando pueblo co dirigida con Carlos Mayolo –en la que acuñaron el término de “pornomiseria”- La desazón suprema: Retrato de Fernando Vallejo, Un tigre de papel y su última película Todo comenzó por el fin, a partir de la cual se multiplicaron las retrospectivas en todo el mundo.
Desde su regreso a Colombia sus posiciones fueron siempre críticas e incómodas en un país atravesado por la lucha política violenta, un Estado tomado por las oligarquías locales y los movimientos guerrilleros de izquierda que impugnaban ese orden. Él mismo reconoció esa suerte de lugar fuera de esa disputa política. «Cuando anunciaron la retrospectiva de mi obra en DocLisboa, se referían a mí como un punk cinéfilo», afirmó en una charla con Nodal Cultura.
Miembro del Grupo de Cali junto con Mayolo y el crítico y escritor Andrés Caicedo, Ospina estudió cine en Estados Unidos y regresó a su ciudad luego de participar de las revueltas estudiantiles en California, donde la oposición a la guerra de Vietnam, el Mayo francés y el ascenso del hipismo lo marcaron definitivamente.
«Nosotros fuimos producto del Mayo del ’68. De esa generación que, pienso yo, fue el último movimiento de la juventud que creyó que podía cambiar el mundo. Y lo pudimos cambiar de algunas formas. Hubo avances muy importantes. Por un lado EEUU perdió una guerra, por otro lado se avanzó en el tema del feminismo, de los derechos civiles, del uso recreacional de las drogas y también se desarrolló un movimiento musical muy fuerte.
Yo me gradué de bachiller en EEUU en mayo del ’68 y de ahí me fui a California, que fue el epicentro norteamericano de este movimiento mundial, que se manifestó no solo en París, sino también en Praga y diferentes ciudades del mundo. Era un momento que a pesar de no existir el internet, la juventud del mundo estaba más conectada y en sintonía, porque había cosas que nos unían a todos. Sobre todo la música, las drogas y las ideas libertarias. La imaginación no se tomó el poder, como decía el slogan, pero si hubo logros. También hubo un desencanto posterior».
En su última película Todo comenzó por el fin Ospina decidió contar la historia del Grupo de Cali. «En nuestro grupo no solo éramos cineastas, cinéfilos o críticos de cine, sino que había gente que venía de las artes plásticas, de la fotografía, de la música. Una comunidad artística que comenzó en parte de una suerte de comunidad hippie que se llamaba ‘La ciudad solar’, donde todos confluimos durante unos pocos años. Nuestro grupo duró 20 años, trabajando en las películas del uno y del otro. Estábamos constantemente trabajando. Eso viene del espíritu de la época, que era la fiesta. Se llegó a confundir la fiesta y el trabajo. Eso es algo maravilloso, en parte pienso yo que fue así por las drogas, por el alcohol, y por esa velocidad con la que se vivía en los años ’80, sobre todo»
A pesar de tener la preproducción preparada un hecho fundamental transformó todo lo que Ospina tenía pensado para esa película: el día que debía comenzar el rodaje le diagnostican un cáncer en estado avanzado. Se somete a una cirugía de urgencia y será desde allí que cuente esa historia, de los veinte años que trabajaron juntos, pero también de la situación política de Colombia y de los dolores de una generación que vivió la muerte desde lo cotidiano. La película se convirtió en una suerte de síntesis estética de toda su obra.
«Todo comenzó por el fin es como un resumen de mi carrera de y también es una película que tiene un carácter testamentario. Sucedió algo que, por así decirlo, no estaba en el guion, que fue que yo me enfermé muy gravemente el primer día de rodaje de la película. Eso hizo que la película cambiara y se volviera otra cosa. Me sucedió algo que, parece un cliché decirlo, que es que cuando uno está próximo a su muerte, empieza a ver su vida como una película. Por eso la película viaja constantemente en el tiempo, para atrás y para adelante. Desde el mismo título eso está indicado. Es una película que, entre otras cosas, es sobre el transcurso del tiempo».
A lo largo de su obra, tal vez polémica por lo que sus búsquedas terminaban instalado en un campo cultural que no admitía ciertas irreverencias o miradas desplazadas de los ejes de debates, algunos de los temas que hoy se discuten estuvieron muy tempranamente en sus películas.
Aquello que junto a Carlos Mayolo llamaron «pornomiseria» era proponer un debate ante un modelo esquemático de vincular el arte con la política. «En el grupo de Cali, en sus inicios, hubo una tendencia de izquierda. Carlos Mayolo fue militante de las juventudes comunistas, lo mismo que Hernando Guerrero, fundador de La ciudad solar; yo estaba más por el lado de la anarquía, el hipismo y el rock’nroll; Andrés Caicedo estuvo muy cercano a Enrique Buenaventura y al TEC, que era un grupo también militante del comunismo. Dentro del grupo hubo un desencanto político, pienso que a partir de la caída de Allende en Chile, y del fracaso que vino a ser la revolución cubana y las teorías del cine militante, las que cuestionamos en la película Agarrando pueblo, una película de ruptura».
«Agarrando pueblo que hicimos con Carlos Mayolo y desde el ’78 se exhibe continuamente, nos hizo conocer como grupo. Es una película de crítica a cierto tipo de cine que nosotros bautizamos como “pornomiseria”. Cuando estrenamos la película en París, donde fue el estreno mundial, sacamos un pequeño texto que se llama “¿qué es la pornomiseria”?. Ese término pegó, y se conserva aún hasta nuestros días. Y no solo respecto del cine, sino también a las artes plásticas, la fotografía y otras expresiones artísticas. Es un tema que sigue siendo vigente», explicó Ospina en 2018 a Nodal Cultura.
También Ospina advirtió tempranamente cómo los medios audiovisuales comenzaban a operar en el registro de lo que hoy conocemos como fake news. «En Un tigre de papel a través del artista Pedro Manrique Figueroa, un artista inventado, hablo sobre las relaciones entre arte y política en Colombia, desde el año 1934 hasta 1981. En ese año desaparece misteriosamente Figueroa, presunto precursor del collage en Colombia. Pienso que una película como Un tigre de papel anunció lo que se venía, lo que se llama ahora la posverdad. Es un falso documental que demuestra como la verdad se puede manipular de todas las formas. Yo demuestro que la historia es una cosa cambiante y que es de quien la escribe. Y normalmente la escriben los vencedores«.
Ospina, luego del diagnóstico sobre la enfermedad, reconoció que Todo comenzó por el fin sería la última de su filmografía y que sería una manera de leer en una determinada clave sus películas anteriores en relación con el presente. «Jean Cocteau una vez dijo ‘la cámara filma la muerte trabajando‘. Comencé a ver mi obra anterior como si hubiera sido una work in progress para poder hacer esta película. Es decir que todo mi trabajo anterior se volvió el material en bruto para hacer Todo comenzó por el fin. De pronto esta película se volvió como una bola de nieve que generó este interés por mi obra. A veces cuando uno ha estado próximo a la muerte, le comienzan a hacer homenajes. Yo a veces me burlo y digo que no me están haciendo retrospectivas, sino necrospectivas»
«Cuando surgió el tema de la enfermedad y de la proximidad de la muerte, se alargó. Cuando la estaba haciendo, decía un poco en broma y un poco en serio, que lo que estaba haciendo era una serie, porque lo que la gente ahora ve son series. Se encierran en las casas y se ven 6 horas de una serie u otra. No solo de ficción, sino también documentales. Entonces el tema de la duración en el cine ha cambiado. Por eso la hice también por capítulos. De modo que cuando la gente tiene el DVD, que por cierto acaba de salir, puede ver un capítulo un día y un capítulo al otro. Esta duración hace que uno viva con los personajes durante 3 horas y media. Para el que no nos conocía antes, o quien es de países lejanos, se trata de conocer a un grupo de personas. Como una especie de familia, a quienes uno va conociendo en las diferentes etapas de la vida. Incluso se va viendo como los rostros van cambiando, como se transforman»
La última aparición de Ospina en el cine es como actor en la película dominicana La fiera y la fiesta, de Laura Amelia Guzmán, Israel Cárdenas. Aún cuando ese relato recupera la lógica festiva de esos años. Es un intento de recuperar la figura del cineasta dominicano Jean-Louis Jorge, tío de Guzmán y cuya obra fue muy popular pero había desaparecido. Ospina estudió con Jorge en Los Ángeles y compartía con él búsquedas estéticas y fiestas en diferentes lugares del mundo. «Me topé con Luis Ospina que dedicó su última película a su generación de amigos», contó a Nodal Cultura Guzmán. «El era uno de los mejores investigadores, que guardaba cualquier papelito o carta. Mantenía correspondencia con mi tío y desde el 2008 al 2015 me fue pasando cada cosa sobre él. Y cuando fui a presentar Dólares de arena al festival de Cali en 2016, Luis me tenía un regalo guardado: un guion que tenía escrito Luis Jorge que era sobre vedettes y vampiros en un cabaret de París, en la onda gótico trópical en la que andaba Luis también en los años ’70. Entonces la historia de recuperar esa memoria está también reflejada por su participación en esta suerte de encuentro de amigos que es la película y de la que Luis fue parte. Ellos son una generación de sobrevivientes. Ellos eran un grupo marcados como ciertamente frívolos, pero estaban diciendo algo». En La fiera y la fiestas Ospina es un casi melancólico director de fotografía a quien otorga una verdad inusual para el cine.
«Yo he trabajado diferentes formas de hacer cine. Comencé haciendo ficción, con el corto Acto de fe (1970) que es una adaptación de un cuento de Sartre. De ahí pasé a hacer Oiga, Vea! (1971) que era un documental de denuncia, como se hacía en esa época. Y volví a la ficción e hice Asunción, sobre la rebelión de una empleada del servicio doméstico. Hice Agarrando pueblo con Carlos Mayolo. Ahí pasamos de ser críticos de cine y cine clubistas a hacer la crítica de cine no escrita, sino filmada. He hecho muchos tipos de cine. Retratos sobre artistas importantes, sobre personajes de la cultura popular. Películas sobre el cine mismo. En Todo comenzó por el fin se juntan todos esos intereses. Es como una película río. Es una película que la hice como si fuera la última película que iba a hacer. Aunque en el fondo, uno debería hacer cada película como si fuera la última que uno hace».