¿Estamos frente a una guerra entre Colombia y Venezuela? – Por Marco Teruggi
Los conceptos vertidos en esta sección no reflejan necesariamente la línea editorial de Nodal. Consideramos importante que se conozcan porque contribuyen a tener una visión integral de la región.Por Marco Teruggi(*)
El factor Colombia siempre regresa en la agenda del conflicto venezolano. La última noticia fue la alerta naranja dada por el presidente Nicolás Maduro este martes 3 de septiembre ante la amenaza de agresión hacia Venezuela. Acusó a su par colombiano, Iván Duque, de querer crear una «serie de falsos positivos» para desencadenar la guerra y declaró que realizarán ejercicios militares del 10 al 18 de septiembre en todo el eje fronterizo con Colombia.
Sus palabras se dieron luego de dos hechos centrales. Por un lado, la denuncia presentada por el ministro de Comunicación, Jorge Rodríguez, de que en el país vecino funcionan tres centros de entrenamiento militar para realizar acciones de desestabilización en Venezuela. Esos espacios existen en Colombia, según Rodríguez, bajo el amparo del Gobierno de Duque y su fuerza política, el Centro Democrático, dirigida por el expresidente Álvaro Uribe.
Por otro lado, la alerta de Maduro se dio ante el recrudecimiento de la matriz, afirmada por el mismo Duque, que sostiene que el Gobierno venezolano daría refugio y posibilidad de desarrollo a quienes lideran el sector de las FARC que regresó a la lucha armada. Ese señalamiento se unió a las repetidas declaraciones del Gobierno colombiano y sus grandes medios aliados que han sostenido que otra de las fuerzas colombianas en armas, el Ejército de Liberación Nacional (ELN), tendría bases de operaciones en Venezuela.
La escalada de declaraciones ha vuelto a poner la pregunta sobre el centro de la mesa: ¿es posible una guerra entre ambos países? ¿O acaso la guerra ya empezó, nadie la anunció ni se hizo responsable, cambió de máscaras, y ya dejó muertos, incendios y dolor?
Un Estado cedido a otro
«La guerra ya está aquí, pero dicen que ya viene», dice un humorista colombiano que cita la investigadora colombo-venezolana María Fernanda Barreto, quien conversó con Sputnik sobre el panorama actual. Barreto es miembro de la Red internacional de Intelectuales, Artistas y Movimientos Sociales en Defensa de la Humanidad. Sus estudios se centran en el análisis de ambas realidades y sus puntos de choque dentro del cuadro de asedio a Venezuela y la guerra interna en Colombia.}
Lo primero es, en su análisis, situar el rol que le ha sido asignado a Colombia por Estados Unidos (EEUU): «se convirtió en la principal base militar estadounidense en la región latinoamericana desde el punto de vista militar, económico y político».
Al tener ese rol en la arquitectura continental diseñada por EEUU, el papel que le fue asignado ante la emergencia del proceso chavista en el Gobierno en 1999 en Venezuela fue predecible, según explica.
«El Estado colombiano comenzó a ser utilizado como canal para atacar a Venezuela», remarca Barreto.
«Han utilizado tácticas de guerra de aproximación indirecta a través de Colombia y ejecutado una serie de acciones sobre Venezuela, como el sabotaje económico, la invasión paramilitar, una serie de operaciones para desestabilizar la Revolución bolivariana», agrega la investigadora.
El 23 de febrero pasado, tuvo lugar una de esas operaciones de gran envergadura: EEUU buscó un ingreso por la fuerza en Venezuela a través de la frontera colombo-venezolana, presentando el hecho como intento de ayuda humanitaria. El Gobierno colombiano abrió sus puentes internacionales para que actuaran grupos entrenados con el objetivo de escalar la violencia y llegar a un punto de quiebre e ingreso a territorio venezolano.
Esa acción fue televisada por las grandes agencias de noticias como un montaje cinematográfico que finalmente no logró su objetivo. Paralelamente, se han dado operaciones en otros terrenos de forma continua, muchas veces invisibilizadas por los medios.
La invasión paramilitar
El punto de inicio fue el año 2002, «una vez que EEUU fracasa en apoyar la oposición venezolana en el intento de golpe de Estado en abril del 2002», resalta Barreto. Fue ese año cuando Álvaro Uribe asumió la Presidencia de Colombia y comenzó la estrategia de la invasión silenciosa.
«Comienza ese modelo como un mecanismo para tomar el control político, económico y militar sobre el territorio venezolano, y desde esa fecha hasta ahora esa invasión ha sido sistemática y sostenida», evalúa Barreto.
El proceso paramilitar en Colombia ha pasado por diferentes etapas desde su creación y expansión. En la actualidad, Barreto lo describe como «un fenómeno de tipo político y económico sumamente imbricado con dos negocios que son lubricantes fundamentales del capitalismo, que son el negocio de la guerra y el del narcotráfico».
Ya no se está ante estructuras definidas como en los inicios: «no se puede hablar de cantidad de personas porque al hablar del fenómeno paramilitar no se sabe cuánta gente hay en las estructuras paramilitares en Colombia, y no se sabe, entre otras cosas, porque hay mucha gente que pertenece a las Fuerzas Armadas que ocasionalmente se involucra en acciones como parte de grupos paramilitares», explica la investigadora.
La analista colombo-venezolana agrega otra variable, como las contratistas militares privadas, involucradas en acciones contra Venezuela «dentro de esa modalidad de guerra irregular».
Esa invasión silenciosa, subterránea, emergió en determinados momentos en años recientes. Uno de ellos fue durante 2017, cuando la derecha, financiada y conducida por EEUU, intentó una nueva escalada violenta para lograr el derrocamiento del Gobierno. En los meses de abril a julio, esas formaciones desarrollaron diferentes ataques en puntos clave del país, desde la frontera con Colombia hasta Caracas. Luego regresaron, en parte, a las sombras, a centros de entrenamiento como los que, por ejemplo, denunció el ministro de Comunicación.
La guerra
«Colombia es un país en guerra», subraya Barreto. Existe «un conflicto interno social y armado que no ha resuelto en los últimos 60 años, ha tenido momentos de diálogo, de acuerdo, pero el conflicto no ha tenido solución».
A su juicio, el conflicto ha servido para «justificar su industria militar y los negocios relacionados con la guerra, pero el Estado colombiano nunca se ha hecho responsable de la guerra que ha creado y sostenido».
Dentro de ese cuadro resultaba esperable que el Gobierno del Centro Democrático acusara automáticamente al Gobierno venezolano de ser responsable del regreso a las armas de un sector de las FARC, o de la permanencia del ELN.
Las acusaciones contra la Revolución bolivariana son tanto una forma de instalar la justificación de posibles nuevos escenarios bélicos, así como de «externalizar los costos del conflicto social y armado que vive Colombia», analiza Barreto. Ni los empresarios ni el Gobierno asumen responsabilidad acerca de por qué un sector de las FARC regresó a las armas, o por qué no se logró un acuerdo de paz con el ELN.
¿Puede la guerra, dentro de ese escenario, adquirir su presentación clásica con uniformes y generales identificados? Barreto no descarta la posibilidad de una acción de tipo regular militar sobre Venezuela, pero cree que la mayor probabilidad es que «sigan apostando a aumentar las acciones de tipo irregular sobre el territorio, continuar con la invasión paramilitar y con todos los sabotajes económicos y políticos».
Ese conjunto de operación tiene que ver con la modalidad híbrida de la guerra contra el país que enfrenta un bloqueo económico y financiero impuesto unilateralmente por EEUU. Barreto señala que no se puede hablar de una guerra de Colombia contra Venezuela sin separar los conceptos e intereses.
«El conflicto subyacente es el de clase, y la primera víctima del Estado colombiano es el pueblo colombiano, y ese pueblo en parte es, y debe aprender, que es el mejor aliado del pueblo venezolano», sostiene la investigadora.
«Más allá del Gobierno, tanto la burguesía venezolana como la colombiana están unidas en el mismo proyecto histórico a favor de los EEUU en la región. Hablando del Estado colombiano, el Gobierno y los poderes fácticos, esa guerra entre ese Estado y el venezolano sí se está dando con una modalidad irregular», refuerza.
La guerra llegó hace años. Con otras máscaras, discursos, presentaciones, actores. Por momentos realiza sus operaciones de modo sumergido, y en otros, como el pasado 23 de febrero, emerge con luces y cámaras. ¿Qué está por venir? Maduro decretó la alarma naranja y los ejercicios militares para el mes de septiembre. Venezuela vive un asedio ininterrumpido y Colombia es uno de los factores principales de ese conflicto.