De Guaidó a los paracos – Por Jairo Gómez

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Los conceptos vertidos en esta sección no reflejan necesariamente la línea editorial de Nodal. Consideramos importante que se conozcan porque contribuyen a tener una visión integral de la región.

Qué autoridad moral le asiste al presidente Duque y al canciller Trujillo para censurar al gobierno bolivariano de Maduro, por su presunta protección a las disidencias de las Farc y guerrilleros del ELN, si los colombianos, estupefactos, nos enteramos del apoyo de los Rastrojos (paramilitares) al político venezolano Juan Guaidó, para que entrara a Colombia a disfrutar del llamado megaconcierto humanitario del pasado 23 de febrero en la Frontera.

Medios internacionales sostienen que el autodenominado presidente de Venezuela cruzó la trocha fronteriza “protegido por una treintena de hombres armados” al mando de alias el Menor y alias Brother, conocidos paramilitares de la zona de frontera y que, según la Fundación Progresar con sede en Norte de Santander, es evidente que “Guaidó evadió los cercos fronterizos con la colaboración de la organización ilegal llamada los Rastrojos, como lo demuestran los registros gráficos conocidos”.

Como nada queda oculto sobre la faz de la tierra, las fotos se filtraron y son testimonio de la colaboración, al parecer ilegal, que recibió el político venezolano para ingresar a territorio colombiano. No es un asunto menor, como lo ha querido mostrar el propio presidente Duque; al contrario, surgen muchos interrogantes: ¿Quién o qué funcionarios coordinaron la entrada de Guaidó a territorio colombiano? ¿Dónde estaban las autoridades, militares y de policía, desplegadas por montones en la frontera y no se enteraron del operativo? ¿O ellos lo sabían y durante el operativo miraron para otro lado? ¿Quién organizó el operativo para garantizar la presencia del político en el famoso megaconcierto? ¿Sabía el presidente Duque de la trama clandestina? ¿Tenía conocimiento de quiénes iban a garantizar el tránsito del político venezolano por la frontera? ¿O no se lo contaron y le mintieron? Y, finalmente, ¿quién autorizó que el helicóptero presidencial lo fuera a recoger, y en qué lugar aterrizó?

Aunque se descarta una alianza de Guaidó con el paramilitarismo, sí vale la pena preguntarse qué reserva discursiva nos tiene preparada el canciller Trujillo, para explicar este revelador hecho, ahora que pregona a los cuatro vientos el frívolo “cerco diplomático”. No es serio que mientras se pida en la OEA invocar el TIAR (Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca) como respuesta al Gobierno Maduro, a quien sindica de proteger, aupar y financiar a la neoguerrilla colombiana, se utilicen métodos inusuales para que Guaidó eluda las autoridades de ese país como ocurrió el pasado 23 de febrero. ¿Qué dirán los cancilleres del Grupo de Lima?

No puede el presidente Duque con una simple declaración desvirtuar un hecho tan grave y lamentable como es la realidad del paramilitarismo: ejércitos privados al servicio de terratenientes y narcotraficantes que los utilizan para despojar, desplazar y matar campesinos. El tema no es si Guaidó es un “héroe o luchador por la democracia en su país”, como dice Duque para demeritar las comprometedoras fotos, sino la elocuente presencia paramilitar en la zona de frontera, asunto que ha sido medular en las relaciones entre los dos países; tanto que ha servido para que el Gobierno de Venezuela lo instrumentalice constantemente para responsabilizar a los gobiernos colombianos de estar infiltrando en su territorio paracos para asesinar a Maduro y otros líderes del chavismo.

Mientras afuera se vende la idea de un apoyo del régimen chavista a la neoguerrilla para desprestigiar a Maduro y su radical y despótico gobierno; adentro se ignora el paramilitarismo como fenómeno perpetrador de violencia y despojo, a tal punto que el Gobierno se declara renuente a implementar una política de Estado para erradicar estas bandas criminales como lo establece el acuerdo de paz; asunto relevante, ahora que la violencia política se tomó el proceso electoral y los asesinatos de indígenas y líderes sociales no se detiene.

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