Costa Rica y la agroecología: una práctica cotidiana por la autonomía

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Los conceptos vertidos en esta sección no reflejan necesariamente la línea editorial de Nodal. Consideramos importante que se conozcan porque contribuyen a tener una visión integral de la región.Por Fabiola Pomareda García(*)

En Costa Rica la agroecología está afincada en un contexto de concentración de la tierra en pocas manos y acceso limitado a recursos y medios de producción para las familias campesinas, y en especial para las mujeres.

Por eso la producción agroecológica es en el país una forma de autonomía conquistada en la siembra, en la resistencia y en la lucha. Mientras la institucionalidad ha apostado por impulsar únicamente la agricultura orgánica, las cifras muestran que cada vez hay menos hectáreas sembradas con estos cultivos, mientras germinan las iniciativas agroecológicas.

Henry Picado Cerdas, integrante de la Red de Coordinación en Biodiversidad (RCB) y co-editor de la revista La Agroecóloga, define agroecología “como una forma de producir alimentos, y bienestar en general, de forma socialmente justa y ecológicamente equilibrada”.

Pero lo que se vive en el campo costarricense es una situación de emergencia, aseguró Picado, ya que más de 50% de las personas que se dedican a la labor de la tierra tienen más de 55 años de edad, según datos del último Censo Agropecuario (2014). “Esto la hace una de las poblaciones dedicada a labores agrícolas más viejas del continente. Las campesinas y los campesinos costarricenses envejecen; se pierden cientos de saberes, que podrían ser útiles en un contexto de crisis climática y crisis del capitalismo”.

La agroecología se sitúa en un contexto de concentración de recursos y medios productivos por parte de las industrias ganaderas y las agroindustrias de piña, melón, caña de azúcar y palma aceitera. “El 92 por ciento de las plantaciones de piña está en manos de un 8 por ciento de los empresarios. Este monocultivo ocupa más de 60 mil hectáreas a nivel nacional”, dijo Picado.

Para Fabián Pacheco, director del Centro Nacional Especializado en Agricultura Orgánica (CNEAO) del Instituto Nacional de Aprendizaje (INA) de Costa Rica, “la agroecología es una técnica para producir alimentos sin veneno a pequeña escala, cuyo objetivo es la producción local; pero también es un estilo de vida, una forma política de resistir directamente al monocultivo, a la privatización de las semillas y a las transnacionales alimentarias”.

“La batalla contra los transgénicos y los monocultivos ha representado la lucha del bienestar público contra el beneficio privado, que ha enterrado los derechos de los agricultores de Costa Rica. Pretendemos defender nuestra soberanía alimentaria de un gobierno que se rige por marcos jurídicos que atentan contra las soberanías de los pueblos. La alternativa es la agroecología desde los minifundios. La autonomía se conquista en la siembra, en el campo, en la lucha”, continuó Pacheco.

Alejandra Bonilla, de la Red de Mujeres Rurales, destacó que “desde la agroecología, la lógica no es maximizar, sino estabilizar la producción. Por eso se apunta a la diversidad y no al monocultivo. Es sobre la diversidad de los cultivos que es posible controlar insectos o enfermedades, ya que son regulados por los antagonismos naturales. Cuando se siembra diversidad sin estimulación artificial, el ritmo de crecimiento puede ser más lento; pero se logra sostenibilidad al cabo de varios años”.

En este contexto y desde el movimiento agroecológico en Costa Rica, de nada sirve producir alimentos libres de agrotóxicos si tenemos violencia de género en las casas y en las parcelas, desigualdad en los ingresos de las mujeres frente a los hombres, distribución inequitativa de la tierra. Por eso existe la perspectiva de que no puede haber agroecología sin feminismo.

“Sobre esta base y en estas condiciones, las mujeres del campo promueven, mediante la organización, el acceso a la tierra, la protección y el rescate de la biodiversidad, y la lucha contra la contaminación”, comentó Bonilla.

En la Red de Mujeres Rurales, las prácticas agroecológicas emprendidas incluyen un recuento y análisis de la biodiversidad en sus terrenos; recuperación de suelos, elaboración de compost y manejo de la materia orgánica; eliminación de pesticidas; incorporación de diversas especies y variedades de plantas; compartir especies y variedades con otras comunidades; y reproducción de semillas criollas. Además, las mujeres que integran este colectivo y que provienen de todo el país, toman decisiones sobre el espacio y la producción; y construyen autonomía al ampliar su conocimiento y la posesión de bienes.

No es casualidad que el único programa de enseñanza y práctica agroecológica, el más importante del país, es el Programa “Mujeres Semilla”, que desarrolla el CNEAO junto con el Instituto Mixto de Ayuda Social (IMAS) y el Instituto Nacional de la Mujer (INAMU). Las mujeres reciben cursos sobre abonos orgánicos, producción de cultivos orgánicos, cultivo de hierbas aromáticas y medicinales, agricultura orgánica y formulación y evaluación de proyectos agropecuarios. Este año se graduó la séptima generación de mujeres que reciben clases teóricas y prácticas durante tres meses, con el objetivo de adquirir capacidades y habilidades para implementar prácticas agroecológicas y asegurar la soberanía alimentaria en sus familias y comunidades.

No está de más aclarar la diferencia entre agroecología y agricultura orgánica. La producción orgánica es sólo un proceso productivo agropecuario —que puede ser agroindustrial o en monocultivo— donde no se usan ciertas sustancias tóxicas y se le da mucha importancia al consumidor y al ambiente. Pero todo está regido por protocolos o leyes. Puede haber monocultivos de piña orgánica.

En 1980, cuando se empezaron a implementar los Programas de Ajuste Estructural en Costa Rica, un pequeño grupo de campesinos cafetaleros y hortícolas, junto con gente de antropología, sociología, psicología, agronomía y biología de la Universidad de Costa Rica (UCR) y la Universidad Nacional (UNA) decidieron impulsar proyectos menos contaminantes, ante las denuncias de que Costa Rica era —y sigue siendo— uno de los países que más agroquímicos consume. Así nació el Taller Experimental de Producción y Comercialización Agrícola Alternativa RL (Teproca), en la comunidad de Cot, en la provincia de Cartago. Ésta fue la primera propuesta de producción alternativa a la producción agrícola convencional bajo un enfoque ambiental, social y político.

Según la organización Corporación Educativa para el Desarrollo Costarricense (Cedeco), la producción orgánica en Costa Rica empezó a mediados de los ochenta, con los pequeños productores del Teproca, y de manera más formal a partir de 1984 con la fundación de Jugar del Valle SA, primera empresa de productos orgánicos (hortalizas) para el mercado nacional, que fue apoyada por la cooperación japonesa, que ayudó en capacitaciones de agricultura orgánica, producción de abonos orgánicos, y control de plagas y enfermedades.

Así fue que en el recuento histórico, todo se enfoca en la agricultura orgánica y no en la agroecología, con algunas excepciones, como la Red Coproalde (Red de Organizaciones Sociales y ONG con proyectos Alternativos de Desarrollo Rural), que nació en 1988 trabajando en agroecología y desarollo rural integral.

A finales de los noventas, funcionaron otras organizaciones como la Fundación Güilombé, el Centro Nacional de Acción Pastoral (CENAP) y la Asociación Nacional de Agricultura Orgánica (ANAO) —que se encargaron de difundir prácticas tradicionales y nuevos procedimientos para la agricultura orgánica—, la Asociación de Productores Orgánicos y Ecológicos de Tapezco de Alfaro Ruiz (APOETAR), y la Asociación de Familias Orgánicas de la Región de Caraigres (Afaorca). Todas ellas se agruparon en el Movimiento de Agricultura Orgánica Costarricense (Maoco).

Se puede decir que en Costa Rica se logró una institucionalización formal para impulsar la agricultura orgánica, al crear el Programa Nacional de Agricultura Orgánica (PNAO) del Ministerio de Agricultura y Ganadería (MAG), el Reglamento sobre Agricultura Orgánica y la Ley para el Desarrollo, Promoción y Fomento de la Actividad Agropecuaria Orgánica. Pero no existen políticas públicas u otras iniciativas que fomenten la producción agroecológica.

La agroecología, en cambio, es una propuesta de transformación social, siempre solidaria, comunitaria, local, ecosistémica, no se rige por normas universales. No se usan productos químicos, se protege la salud del ecosistema y los consumidores. Se entiende como “sano” un producto sin energía negativa, sin historia dañina usando recursos de la propia finca. En cambio, hay fincas orgánicas que incluso importan abonos orgánicos, estiércol o residuos vegetales.

Hoy disminuyen las área ocupadas por agricultura orgánica en el país, mientras crecen las iniciativas agroecólogicas, apuntó Picado. El área sembrada de productos orgánicos certificados pasó de 11 mil 055 hectáreas en 2015 a 7 mil 839 en 2017, según el Informe Estado de la Nación.

Gabriel Bravo Pacheco es cofundador y propietario de la Finca Agroecológica El Tablazo. Aunque producen orgánico, no manejan la certificación orgánica que emite el gobierno costarricense y las certificadoras privadas, ni creen en ellas.

“Tratamos de manejar una certificación interna de confianza. Vos confiás en mi trabajo y yo confío en que sos una persona solidaria y un consumidor solidario. No pensamos que haya justicia en las certificaciones porque al final uno como productor está haciendo todas las cosas bien, está manejando todo lo más ética, ambiental, social y sosteniblemente posible, y no vemos por qué hay que pagar o por qué hay que estar haciendo trámites por hacer las cosas bien. En cambio, no hay ninguna regulación para los que echan gramoxón o glifosato o lo que les da la gana. El tema de certificaciones es muy complejo”, aclaró Bravo.

Muchas personas del movimiento agroecológico consideran que una política pública sensata sería que el gobierno otorgara certificaciones de producción agroecológica u orgánica de forma gratuita, que fomentara un cambio en la perspectiva y en las técnicas de producción agrícola incorporando la agroecología. Que tienda lazos hacia productoras y productores con agricultura agroecológica. Pero quienes consumen también tienen un papel que jugar en exigir alimentos limpios de agroquímicos y ricos en nutrientes, provenientes de una cadena de comercio justo.

La agroecología en Costa Rica “se ha convertido en una forma de lucha contra el capitalismo y una de las mayores guerras que lleva a cabo el capitalismo es precisamente contra la agroecología, porque ésta es capaz de construir redes de agroecología social y solidaria, integradas en cooperativas, que permiten que productores, distribuidores y consumidores tengan mecanismos para no colaborar con este sistema de destrucción ambiental y humano”, señaló Pacheco.

En 1994 surgió la primera feria de productos orgánicos, en Desamparados. Luego la primera feria urbana de productos orgánicos en Moravia, que en 2003 se trasladó a Paso Ancho, donde funciona hasta la actualidad como “Feria Orgánica El Trueque”. Luego surgió la Feria Verde, la Verbena, el Mercadito Azul, entre otros. La gran cantidad de movimientos comunales y organizaciones ecologistas han apoyado nuevos hábitos de producción y consumo sano y el surgimiento de estas ferias y festivales emergentes.

No sólo existen varias fincas agroecológicas en todo el país. Van surgiendo colectivos de personas jóvenes como la Yunta Agroecológica (conformada sólo por mujeres) y Vamos a Sembrar, que de manera autogestiva promueven la agroecología.

Con respecto a las mujeres que se dedican al cultivo de la tierra, al cuidado de los animales y que tienen parcelas agroecológicas, Alejandra Bonilla expresó que “queda mucho por conocer y dimensionar sobre la contribución de las mujeres a la diversidad genética y nutricional de sus familias y de sus comunidades en Costa Rica. Queda por ampliar el conocimiento sobre la capacidad de resiliencia de estas prácticas agroecológicas ante la crisis climática y a favor de la conservación de la vida silvestre. Todas estas prácticas derivadas de la agroecología promueven interconexión comunitaria, autonomía, independencia de insumos externos dañinos y de fuerzas políticas y económicas. La agroecología puede impulsar aún más las luchas de las mujeres, ya que con la democratización y la descentralización de los sistemas alimentarios se crea una mayor necesidad de trabajos, salarios y procesos políticos justos. Dado que las mujeres históricamente han luchado más contra el trabajo excesivo y el pago injusto, se deben priorizar sus voces en la promoción activa de las comunidades agroecológicas”, indicó Bonilla.

Henry Picado, por su parte, criticó que, en general, muchas personas ven a la agroecología como una alternativa, cuando en realidad no lo es. “La academia y las corporaciones nos han tratado de decir que es algo novedoso y que tiene que ser cooptada o manejada sólo por ciertos especialistas. Entonces, estamos hablando de un intento de captura o de robo de la agroecología por parte del capitalismo, porque evidentemente la agroecología es una de las herramientas más poderosas para salir de la crisis climática”.

“La agroecología siempre ha estado ahí, siempre ha estado de la mano de los pueblos indígenas, de las poblaciones campesinas, de la gente que lucha por su alimentación, que crea soberanía alimentaria, que construye comunidad. Ésa es la gente que practica desde hace cientos de años la agroecología”, enfatizó Picado.

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