Una gesta histórica de nuestro pueblo – Claridad, Puerto Rico
Los conceptos vertidos en esta sección no reflejan necesariamente la línea editorial de Nodal. Consideramos importante que se conozcan porque contribuyen a tener una visión integral de la región.
La renuncia del gobernador Ricardo Rosselló, ocurrida bajo la presión insostenible de un pueblo puertorriqueño que no cedió en su indignación ni en su reclamo por dos semanas consecutivas, constituye una gesta histórica de la que todos y todas podemos sentirnos orgullosos. Las diversas formas que asumió la protesta; la energía y constancia que se desplegó; la masividad de la asistencia a las numerosas actividades; el mensaje claro, firme y unánime por la renuncia del mandatario; el deseo genuino de los más amplios sectores del País de aportar al saneamiento del gobierno y de la sociedad a través de un activismo ciudadano multitudinario, creativo y transformador, es una lección invaluable de lo que puede lograrse cuando encontramos un terreno común en medio de nuestras diferencias, además de un ejemplo para el mundo sobre la verdadera esencia de nuestro ser.
La multitudinaria Marcha del Pueblo celebrada el pasado lunes, a la cual acudieron cientos de miles de puertorriqueños y puertorriqueñas orgullosos de su identidad, firmes en su reclamo y en perfecta disciplina, fue el evento cumbre de esta jornada ejemplar que demuestra la madurez y determinación con que el país entero se enfocó en su objetivo de derrocar por la vía pacífica a un gobierno corrupto que traicionó su confianza. La convocatoria amplia y el liderazgo inspirador de decenas de nuestros mejores artistas fueron, sin duda, factores principales en el éxito alcanzado. A Ricardo Rosselló, el impacto de la incontenible insurrección popular le dejó sin argumentos para seguir insistiendo en su permanencia en el cargo y terminó de alejarle los pocos aliados y colaboradores que le quedaban.
Sin duda, la protagonista de este proceso ha sido la juventud. Una juventud inteligente, educada, creativa y combativa, que no solo ha comprendido que es suya la responsabilidad histórica de construir un Puerto Rico nuevo y sano para ellos y las futuras generaciones, sino que tiene claros los pasos a seguir hacia el logro de ese objetivo. En su liderazgo y madurez confiamos para la construcción de la Patria nueva hacia la que nos encaminamos.
Ricardo Rosselló hoy ha dejado su cargo y se ha ido de Puerto Rico en la ignominia. Sienta el precedente de ser el primer gobernador puertorriqueño que tiene que abandonar su cargo antes de cumplir su término. No solo fue forzada su renuncia, sino que antes de irse, el País tuvo la oportunidad de conocer- a través del informe rendido por el comité de juristas consultados por la Cámara de Representantes- que su conducta delictiva era meritoria del juicio político de residenciamiento, que se reserva en el orden constitucional prevaleciente para los gobernantes que traicionan a su pueblo.
La renuncia de Ricardo Rosselló cierra una era de gobierno en Puerto Rico que no debe repetirse jamás. A partir del largo sufrimiento experimentado por décadas de ver gobiernos sucesivos sumergidos en corrupción, ineptitud y falta de integridad; a pesar de la desolación y el abandono sufrido por la población tras el paso del peor huracán en un siglo; a pesar de la crisis de un sistema colonial que anula la iniciativa y estimula la dependencia en un gobierno extranjero, nuestro pueblo ha comprendido que no es posible mejorar el presente y construir un nuevo futuro si no se transforman radicalmente las bases de nuestra sociedad. Después de esta jornada, ha quedado claro Puerto Rico tiene todo el potencial del mundo para convertirse en una tierra de oportunidad para todos sus hijos e hijas, y no solo para los privilegiados que tienen capital o conexiones.
La renuncia forzada de Ricardo Rosselló es la primera gran lección de este proceso. De ahora en adelante, un pueblo fortalecido- que ya comprobó el alcance y la fuerza de su acción- irá dando los pasos necesarios en cada momento hasta alcanzar la máxima aspiración de cualquier pueblo que se respete: ser el dueño único de su propio destino.
¡Celebremos este logro histórico con la alegría y la satisfacción del deber cumplido!