‘Hecho en Latinoamérica’, una marca de innovación propia – Por Susana García-Robles
Los conceptos vertidos en esta sección no reflejan necesariamente la línea editorial de Nodal. Consideramos importante que se conozcan porque contribuyen a tener una visión integral de la región.
Por Susana García-Robles
América Latina y el Caribe lleva tiempo siendo un atractivo destino del venture capital o capital emprendedor, pero las últimas cifras no dejan de llamar la atención. La industria del capital emprendedor recibió el año pasado cerca de 2.000 millones de dólares distribuidos en 463 transacciones, casi el doble del 2018 y, además, en poco más de un año ha visto cómo se multiplicaba el número de unicornios, esas compañías míticas que alcanzan una valoración de mercado superior a los 1.000 millones de dólares. ¿Qué está pasando?
Está naciendo una marca de innovacion poco convencional y diferente de productos y servicios hechos en América Latina y el Caribe; un Made in LAC que se abre camino gracias a la diversidad de su gente. ¿Cuáles son los secretos de su éxito? En primer lugar, el espíritu joven y emprendedor de sus habitantes, con una edad promedio de menos de 30 años, la actitud millennial de los latinoamericanos se hace evidente y con ella su receptividad a emplear las nuevas tecnologías. El 60% de la población utiliza teléfonos inteligentes y dos de cada tres personas disponen de acceso a internet, lo que representa más del 10% de los usuarios globales. Este uso creciente de la tecnología es el segundo factor de su éxito. Se trata, además, de una región que presenta grandes desafíos de acceso a la educación, a la salud, a las finanzas, a una vivienda digna, al agua potable o que necesita un renovado impulso en sectores tan vitales como la minería, la alimentación, la agricultura, la energía o el transporte. Y estos desafíos, que no son vistos como problemas sino como retos para resolver, son el tercer identificador de la marca Made in LAC.
A estos tres ingredientes se les une una gran dosis de frustración por parte de los emprendedores, que son testigos de los desafíos de sus ciudades y comunidades. Una frustración que los lleva a crear compañías que ofrezcan posibilidades de acceso a una mejor educación, a sistemas de salud y a financiamiento que democraticen de manera efectiva el acceso a servicios básicos para todos los ciudadanos. Buscan crear nuevas maneras de fertilizar los campos y predecir los desastres naturales, de cuidar la limpieza de los océanos, de proveer el acceso a micropréstamos a trabajadoras domésticas, de mejorar la salud para todos, de usar la telemedicina para atender poblaciones rurales. Se trata de una marca de innovación con una clara conciencia social y medioambiental y a estos nuevos emprendedores les interesa tanto ganar dinero como mejorar la vida de los demás. Nadie está mejor cualificado para encontrar una solución que quien vive los problemas.
El escenario es prometedor, pero América Latina y el Caribe sigue necesitando otro ingrediente para que los ecosistemas de emprendimiento se consoliden y se pueda establecer como un polo innovador: la inclusión. En muchos países desarrollados aún se ve el capital emprendedor como un club de hombres blancos y privilegiados lo que hace que la inclusión no sea un componente fácil de incorporar. Latinoamérica podría liderar un nuevo paradigma donde la industria de capital emprendedor sea realmente un canal para la financiación de ideas y compañías jóvenes, creadas por equipos diversificados, donde hombres y mujeres de toda condición social y económica, de todas las edades y de geografías diversas, aporten distintas visiones y fortalezas.
Según diversos estudios realizados por consultoras como McKinsey, las compañías que tienen equipos profesionales diversificados obtienen mayores retornos financieros y las empresas co-lideradas por mujeres tienen una visión más holística a la hora de buscar no solo retornos financieros, sino también sociales y medioambientales. Debemos lograr un mayor número de emprendedoras que reciban rondas de inversión, que hagan crecer y vendan sus empresas, que vuelvan a emprender, que comiencen a invertir y a servir de mentoras para otras startups devolviendo a la comunidad parte de lo que ellas han ganado. Es el ciclo virtuoso del emprendimiento, algo muy poco frecuente aún entre las empresarias de América Latina y el Caribe.
Ese es propósito del WeXchange, el primer foro latinoamericano enfocado en conectar a mujeres emprendedoras de alto crecimiento con mentores e inversores. Creado en el año 2013 por el laboratorio de innovación del Banco Interamericano de Desarrollo (BID Lab), celebrará su séptima edición en Paraguay en noviembre de este año. El propósito es continuar liberando el potencial de crecimiento de las mujeres emprendedoras de América Latina y el Caribe. Como resultado de estos esfuerzos varios de los fondos de capital emprendedor de esta región han situado un 30% de sus inversiones en compañías fundadas por mujeres. Made in LAC ya tiene señas propias de identidad y la inclusión está camino de ser una de ellas.
(*) Susana Garcia-Robles es jefa de Inversiones y Coordinadora de Iniciativas de Género de BID Lab.
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